Capitulo unico

Al desaparecer el ardiente sol, el rojo atardecer se extendió por el cielo. Con el paso del tiempo, la oscuridad reemplazó al atardecer y finalmente era la hora para el tradicional baile de la diosa en el reino que se celebra cada año.

Celia, quien había alcanzado la mayoría de edad este año, había estado esperando con ansias este día. Esto se debe a que, en esta noche, que sólo ocurre una vez al año, era el único día en que podía disfrutar de plena libertad, era libre de las restricciones de la etiqueta y las normas del palacio, todo bajo la bendición de la diosa.

En este día, nobles con elaboradas máscaras y lujosas prendas de seda y satén, asistían a la fiesta. Bailaban y bebían con desconocidos durante toda la noche bajo la deslumbrante luz de las velas de cera, compartiendo una noche alegre y apasionada.

Optimista y curiosa, Celia no podía perderse un día así. Era cierto que era virgen y que no tenía experiencia con hombres, así que tenía ciertas dudas para asistir, pero no quería perderse una celebración tan espléndida.

Quiero poder usar una máscara elegante y un disfraz para satisfacer mis fantasías personales, y disfrutar del baile entre una gran multitud de desconocidos con la máscara del “anonimato”.

Sin embargo, la familia de Celia se opuso firmemente a que asistiera al baile. Decían que la inmoralidad, la irreverencia, la obscenidad, la depravación y todo tipo de pecado abundaban en ese baile. Su hermano mayor, Teodoro, se opuso firmemente. Ella protestó en voz alta, afirmando que ya era adulta y digna para asistir al baile de la diosa, pero ellos dijeron que era joven y virgen, así que no podía ir.

—¡Hmph! ¡Quién dice que no puedo ir!

Celia resopló para sus adentros. Luego, en secreto, le pidió a su doncella personal, Becky, que le preparara la máscara y el disfraz que quería. Finalmente, en la noche del baile de la diosa, se lanzaron fuegos artificiales, que trazaron un largo rayo de luz desde el suelo hasta el cielo y estallaron en un espectáculo brillante, anunciando el comienzo del baile.

—Celia, que duermas bien.

Su madre, sonreía satisfecha junto a la ventana cubierta con gruesas cortinas que impedían la vista del festival, y besó ambas mejillas de Celia, ya preparada para dormir.

—Sí, madre.

Celia asintió obedientemente, se subió a la cama y cerró los ojos con fuerza. Esperó a que su madre saliera de la habitación. Pronto, la puerta se cerró y el sonido de sus pasos comenzó a desvanecerse. Pasaría un tiempo antes de que Celia pudiera abrir los ojos.

—Señorita—, susurró Becky al oído de Celia quien fingía dormir. Sólo entonces, abrió lentamente los ojos, preguntó con voz suave como en un susurro.

—¿No hay nadie?

—Sí, no hay nadie. 

Celia aliviada por sus palabras se levantó y bajó de la cama. Entonces, con la ayuda de Becky, se puso el vestido que había preparado para hoy, tomó la máscara y salió con cuidado de su habitación por el pasillo. Y después salió de la casa, caminó por el jardín, y al llegar a la puerta del jardín, se subió a un carruaje que la estaba esperando discretamente.

—Señorita, por favor, tenga cuidado y regrese sana y salva.

—Entiendo, no se preocupe. Regresaré sana y salva.

Al ver la expresión preocupada de Becky, Celia la tranquilizó con una sonrisa radiante. Tras cerrarse la puerta del jardín, Celia se subió al carruaje tirado por dos caballos negros y se dirigió con gran velocidad al palacio donde se celebraría el baile de la diosa.

Sin embargo, no solo en el palacio se celebraba un baile por la diosa, sino que se celebraba un festival en honor a la diosa, donde se podía ver a las personas celebrando. 

Justo como los fuegos artificiales que se elevaban hacia el cielo, iluminando la oscura noche antes de desaparecer en un instante, el ambiente en tierra era igualmente animado. Música, baile y alcohol llenaban las calles.

—¡Guau!

Mirando por la ventana, Celia no pudo ocultar su emoción. Su corazón rebosaba de anticipación y emoción. La fantástica escena que se desarrollaba ante sus ojos parecía que se dirige a un castillo mágico.

Mientras miraba frenéticamente a su alrededor, el carruaje se detuvo y se dio cuenta de que había llegado al salón del baile.

Después de que los guardias de la entrada verifican su identidad y le permiten entrar, Celia finalmente se puso la máscara que había estado sosteniendo. En cuanto entró al salón de baile, Celia se sintió momentáneamente abrumada. El gran salón, iluminado por cientos de velas de cera, estaba lleno de personas enmascaradas que bailaban con magníficos trajes.

—¡Guau!

Gente glamurosa, comida extravagante y comportamiento lascivo. Celia tenía los ojos muy abiertos y sus labios carnosos se entreabrieron. Celia fue absorbida por el ambiente en el salón como hechizada y pronto se integró con naturalidad entre la gente.

Observó a las personas bailar con gracia en pareja al ritmo de la elegante música y admiró sus movimientos elegantes. En el salón de baile, repleto de gente entusiasmada, había bastantes hombres interesados ​​en Celia.

Elogiaron su hermosa apariencia mientras la tentaban con dulces miradas y susurros para que tuviera relaciones sexuales con ellos. Los hombres que intentaron seducirla no eran particularmente feos (aunque no podía verles la cara con claridad porque llevaban máscaras), pero eso tampoco significaba que le resultaran especialmente atractivos.

Así que Celia respondió como correspondía, sonriendo declinaba su invitación cortésmente sin ofenderlos. A medida que avanzó la noche, el baile se animó cada vez más.

—¡Jajaja!

—¡Jaja!

A medida que avanzaba la noche, cada vez más nobles, que habían estado bebiendo vino sin parar, estaban ya muy borrachos. Celia también terminó muy borracha. Bebió todo lo que le ofrecieron, y sin darse cuenta, había bebido una gran cantidad de vino. Entonces, en algún momento, ya mareada… Recuperó algo de consciencia mientras se encontraba bailando en los brazos de un hombre.

—Oh—. El hombre no solo era extremadamente alto, sino que su cuerpo parecía sólido como el hierro y desprendía un aura intimidante. Sin embargo, los rasgos faciales que se revelaban bajo la máscara que cubría parcialmente su rostro eran masculinos y delicados. Pero mi cuerpo se sentía extraño al mirar al hombre frente a mí.

Con el suave ritmo de la música, cuando el aliento del desconocido rozaba mi cuello, sentía un cosquilleo y mi rostro comenzó a sonrojarse. Era una sensación extraña, era algo que nunca antes había experimentado.

Luego, el hombre besó y lamió mi cuello varias veces, ¡uf! sentí un escalofrío recorrerme la espalda y mi pequeño y delicado cuerpo se estremeció involuntariamente. Celia se mordía el labio inferior, incapaz de controlar su excitación, el hombre le susurró al oído:

—¿Salimos?

Dudo por un instante pero ante la dulce tentación del hombre Celia finalmente asintió. Incapaz de reprimir su curiosidad por saber cómo sería experimentar los embriagadores placeres de ser mujer en brazos de aquel hombre, el hombre la condujo al balcón. En cuanto estuvieron solos, el hombre abrazó a Celia y la besó.

Los labios del hombre, que ella sentía por primera vez, eran calientes. El calor era tan intenso que puso los ojos en blanco, pero como no tenía experiencia, Celia estaba demasiado sorprendida y mantuvo la boca cerrada. Entonces el hombre lamiendo sus labios le hizo una suave petición.

—Abre la boca.

Pero aun así, Celia permaneció inmóvil con la mirada perdida, así que él agarró su barbilla y separó sus labios con la lengua.

—OO

—1

Cuando dejó escapar un gemido, el hombre detrás de la máscara inclinó la cabeza y metió la lengua dentro de la boca de Celia. Aunque la besaba como un animal, el movimiento de su cálida lengua explorando suavemente dentro de su boca aceleró su corazón y le nubló la mente y la vista, dejándola incapaz de pensar con claridad.

Pronto, las lenguas se entrelazaron. Cada vez que el hombre succionaba su lengua resbaladiza, un leve gemido escapaba de sus labios y su cuerpo se estremecía.

—Um, um.

—Ah, um...

Celia instintivamente, rodeó la espalda del desconocido con ambos brazos, abrazándolo con fuerza. Gemía mientras la besaba apasionadamente, aferrándose a él con desesperación.

El hombre tragaba los gemidos de Celia mientras frotaba sus labios húmedos contra los de ella. Celia sintió que todo su cuerpo se derretía tanto como sus labios, que estaban hechos un desastre por la saliva ajena.

—¿Salimos al jardín?

El hombre habló con una voz pegajosa tras separarse de sus labios.

—¡Ah, sí! Si.

El baile de la diosa era un evento así. Era una noche donde los nobles disfrutaban del sexo ocultando sus identidades y rostros, eligiendo al hombre o la mujer que quisieran.

A veces, una persona tenía sexo con varias, o agarraban a un transeúnte al azar para participar en juegos lascivos. Cuando algo duro me presionó el bajo vientre, de repente tomé conciencia de la realidad.

—¡Oh, de ninguna manera!

—¿Por qué no?

El aliento excitado del hombre me calentó los oídos. En ese momento, ni siquiera noto que había dejado de usar honoríficos.

—Bueno, eso es…

Recordé lo que mi familia, especialmente lo que mi hermano Theodor, había dicho cuando se opusieron firmemente a que asistiera al baile, y quise rechazarlo. Sin embargo,

—Deshazte de la máscara de pureza y castidad que usas durante el día.

El susurro lascivo del hombre despertó un fuerte impulso de romper el tabú. Y tuvo el triste presentimiento de que si dejaba pasar esta oportunidad, nunca jamás podría hacer cosas lascivas y obscenas con este hombre. Así que asintió.

—De acuerdo.

El hombre sonrió profundamente, satisfecho con su permiso.

***

Al salir del salón, había gente desnuda enredándose por todas partes. Los nobles, con el rostro cubierto con máscaras, disfrutaban del sexo, gimiendo a gritos, estaban todos enredados en grupos de dos o tres.

Había parejas besándose con la lengua afuera, e incluso vio como una mujer se levantaba la falda para subirse encima de un hombre y lo cabalgo. 

También vio una escena en la que dos o tres penes entraban en una vagina al mismo tiempo. —Ah…— Celia sintió una inmensa conmoción y vergüenza ante las escenas lascivas que nunca habría imaginado ver, y no pudo evitar sonrojarse.

El hombre la llevó al jardín laberinto. Sin embargo, antes de que pudiera llegar a la esquina del jardín, el hombre la obligó a detenerse bruscamente.

—¿Por qué de repente?

El hombre, que había estado observando a Celia con una mirada oscura e intensa mientras ella expresaba su confusión, de repente comenzó a quitarle el vestido con urgencia. Ella se quedó paralizada por la sorpresa, el hombre intentaba desatar el nudo que sujetaba su vestido pero se irritó, la tumbó en el suelo y lo rasgó.

Así fue como el hombre desnudó a Celia en medio del jardín. Ella se sonrojó con vergüenza, la mirada del hombre recorrió su cuerpo con detenimiento.

Sus pechos eran tan voluptuosos como melocotones caídos sobre un campo nevado, su esbelta cintura que parecía caber en la palma de su mano y el vello púbico que brotaba del triángulo de su feminidad entre sus esbeltas piernas...

El hombre, que la había estado observando fijamente como si quisiera devorarla, dejó escapar una breve exhalación de admiración. Luego sonrió siniestramente y deslizó la mano desde su esbelta cintura hacia su pelvis y después sobre su nalga.

...Mientras saboreaba la suave caricia, su temperatura corporal subió bruscamente, y una sensación emocionante recorrió su columna vertebral al acariciarla. Al estremecerse en respuesta a la sutil estimulación, dijo: «No puedo más». El hombre gruñó y se quitó enseguida la ropa. Pronto, el cuerpo del hombre considerablemente corpulento quedó desnudo.

Sus brazos y músculos pectorales eran sólidos a simple vista, y los pequeños músculos de su abdomen estaban bellamente divididos en proporciones doradas. Y..., el pene del hombre, que le llegaba hasta el ombligo, parecía vivo porque se movía como una serpiente.

Estaba tan hinchado y grueso que parecía a punto de estallar, ella estaba tan sorprendida y nerviosa que se quedó paralizada en ese  lugar, pero cuando el cuerpo del hombre se superpuso al de Celia esta se estremeció. Presionó su cuerpo con su considerable peso.  

—¡Ah…!

Celia dejó escapar extrañamente un gemido, de inmediato su lengua caliente se adentró en su boca abierta. El hombre jugueteó con la lengua de Celia, mientras retorcía y tiraba de sus lindos pezones entre sus dedos, apretando los pezones suavemente. Apasionados gemidos escapaban de su garganta, y el hombre los tragaba entre sus labios calientes.

—Eung, eung...

Una sensación de hormigueo se extendió por todo su cuerpo, provocando que sus pezones se endurecieran al instante.

—¡Qué monada!

El hombre, que había estado mordisqueando y chupando sus labios, los soltó de repente y comenzó a acariciar su cuello rozando con su nariz afilada. Mordiendo suavemente su suave piel lamiéndola con la lengua varias veces, luego comenzó a trazar un camino descendente. En un instante, el hombre ahuecó sus pechos con ambas manos y bajó la cabeza.

—¡Ah! ¡Me duele!

Como si quisiera aplastar sus pechos, los amaso con fuerza bruta mientras lamía los pezones inmaduros de Celia con la lengua.

—¡Fuera, ah!

Solo lame mis pechos, ¿por qué siento caliente entre las piernas? Un líquido pegajoso fluye del interior de sus muslos.

—¡Ay, cómo era posible!

Celia estaba muy avergonzada, no sabía qué hacer ante la reacción tan obscena de su cuerpo, a pesar de ser aún virgen. Fue justo cuando la húmeda lengua lamió con fuerza su pezón una vez más, y los dedos del hombre retorcieron el pezón restante. En ese instante, la cintura de Celia se elevó por sí sola ante el feroz, vertiginoso e incómodo placer, era difícil de describir.

—¡Qué pechos tan fascinantes!

El hombre murmuró con admiración y siguió succionando el hermoso pecho con entusiasmo. Lo mordió suavemente, lo chupó, lo mordió de nuevo y repitió el proceso, rozando con la punta de la lengua el duro pezón lamiendo la aureola. —Ahh—, Celia nunca imaginó que sentiría tales sensaciones en su pecho, gimió sin avergonzarse.

El sonido de la succión hacía que levantara las caderas y el vertiginoso placer la invadió recorriendo todo su cuerpo. Dejando escapar un gemido de éxtasis  hundió los dedos en el cabello del hombre.

—¡Ja, ah, ugh...!

A medida que la voz de Celia se quebraba, las caricias se volvían cada vez más explícitas. El hombre mordía y succionaba no solo el pezón, también la areola y la piel circundante, dejando marcas.

—¡Por favor, uh, uh, ugh, eso, para...!

Celia, que había estado gimiendo retorciéndose por el placer, le rogó que parara, pero el hombre no cesó sus caricias.

—Esto es bastante placentero.

En cambio, se movió al otro pecho, devorándolo como una bestia hambrienta, succionando no solo el pezón, sino todo el pecho con una intensidad implacable.

—¡Ahh! ¡Ahh! ¡Ahh!

Al final, Celia dejó que el hombre violara sus pechos con los labios dejando marcas en sus pálidos pechos que se tornaron rojas.

—Ah, ah...

Quizás debido a la experiencia desconocida, otra oleada de placer recorrió su cuerpo en un instante, dejándola incapaz de recobrar el sentido. Los labios del hombre descendieron gradualmente.

Dondequiera que sus labios y lengua calientes tocaran, ella temblaba de excitación, y al mismo tiempo, las marcas comenzaron a aparecer en todo su cuerpo.

Mientras besaba su esbelta cintura, lamiendo su ombligo y la suave piel de debajo, Celia jadeaba. Se preguntó qué tipo de estimulación y placer le aguardaban al sentir un hormigueo tan intenso en la parte inferior de su cuerpo que pensaba que iba a volverse loca. Entonces, en ese instante, el hombre separó sus esbeltas piernas y bajó la cabeza entre ellas con una sonrisa siniestra.

—Ja, es de color albaricoque es realmente hermoso.

Olía a crema dulce, el aliento del hombre le hacía cosquillas en la delicada piel a Celia. Entonces el hombre sacó la lengua, y lamió la hendidura, subió y bajó, —ah…—, saboreando sus labios menores, y al final encontró su clítoris y jugó con él con la punta de la lengua.

—¡Ah, ah...!

Lamió hábilmente su clítoris y mordió la gruesa carne de su abertura vaginal con los dientes. Cuando la punta de su lengua penetraba y lamía su piel íntima, Celia arqueaba la espalda. La sensación caliente y excitante hacía que gimiera sin parar, como si así expulsará el calor insoportable por la boca.

—Parece que lo estás disfrutando.

—¡Uf, ah!

Le chupó el clítoris y luego introdujo su lengua puntiaguda en la estrecha abertura. Celia se estremeció al sentir cómo sus paredes se abrían mientras su lengua se hundía.

—¡Eh... Ja...! ¡Jaaaaah, qué calor!

Pero por si fuera poco, al mismo tiempo que su lengua, uno de los dedos del hombre encontró su hendidura y la penetró con violencia. Sorprendida por la repentina intrusión de su dedo, su carne se contrajo y se aferró con fuerza.

—Mmm, estas apretando.

Cuando el lascivo agujero de Celia aceptó el largo y grueso dedo sin dificultad, el hombre, que tenía la boca sobre su vagina sonrió con satisfacción, comenzó a frotar vigorosamente, atormentando su agujero inferior.

—Aun así, debes disfrutarlo. Me pregunto cómo se sentirá cuando meta el mío aquí... ¡Estoy deseando destrozarlo!

Sentía como si solo estuviera rascando la zona que le picaba. Su dedo entraba y salía, rozando suavemente las paredes internas, la sensación era tan placentera que sus caderas se balanceaban involuntariamente.

—¡Uf, uf, ah, uf...!

A medida que el movimiento de su mano se hacía cada vez más rápido e intenso, el único dedo que estaba dentro de ella se convirtió en dos, luego en tres.

—¡Oh, oh, oh!

Desde lo más profundo de su ser, la excitación la rebosaba de emoción, y Celia apretó con fuerza los dedos del hombre con sus paredes internas. Bajo sus caricias y movimientos de sus dedos, la mente y la visión de Celia se calentaron...  la parte inferior de su cuerpo estaba tan caliente que no podía soportarlo.

—¡Ah, ahahaha! ¡Euh, euheueueuung!

Tras un buen rato de penetración, las paredes internas de Celia se contrajeron y sufrieron espasmos. Sus gemidos se volvieron más agudos y el jugo de amor fluyó libremente.

Entonces, cuando la parte interior de sus anchos y blancos muslos temblaron y las lágrimas brotaron de sus ojos, Celia negó con la cabeza y gritó: —¡Ahhhhh!—, poniéndose rígida.

En ese instante, Celia experimentó el máximo éxtasis, como si toda la energía de su cuerpo se agotara, y comprendió que había alcanzado el clímax.

Cuando el pene duro y carmesí del hombre, como una estaca de hierro, penetra su vagina de una sola estocada, comprendió que había llegado el momento de experimentar el éxtasis de ser mujer.

***

—¡Ahhhhh...! ¡Ahhhhh!

El hombre se movió lentamente para ensanchar la hendidura y pronto se hundió profundamente. Celia gritó de dolor, sintió como si la estuviera desgarrando y sangró por primera vez. El hombre con ambas manos jugó con sus pechos cuando comenzó a mover la cadera haciendo que el dolor se convirtiera gradualmente en placer a medida que la embestía. Flotaba la arrugada parte interna con el glande, la punta roma penetraba con más profundidad. El dolor se convirtió en un placer indescriptible, provocando un escalofrío y una sensación de hormigueo.

—...¡Ja, ja, ja!

‘¡Uf!

Incluso ante el más mínimo roce en su parte baja, su estómago se tensa y su cuerpo tiembla.  Celia solloza como si estuviera a punto de desmayarse. Sentía como le raspaba hasta las entrañas, le hacía sentir tanto que su garganta profirió un fuerte gemido.

—Supongo que se siente bien.

—Ja, sí... Se siente tan bien.

El hombre no metió ni sacó su largo pene, sino que lo mantuvo completamente insertado y lo movía circularmente. Era lento, pero la sensación de algo duro que flotaba y raspaba el fondo de las paredes internas me produjo un placer inconfundible que me abrumó al instante, y no pude evitar gemir por el éxtasis. 

Fue entonces que el hombre agarró de las nalgas a Celia y la levantó. —¡Uf!— Su cuerpo flotó en el aire, y ella se aferró a él, temiendo caerse, poniendo los brazos alrededor de su cuello. En el momento en que su espalda se inclinó, sintió como si su cuerpo estuviera en llamas.

¡Puck! ¡Puck! ¡Puck!

Cada vez que él empujaba su cintura con fuerza, un gemido escapaba de su boca. De esa manera, el coño de Celia era destrozado sin piedad por el enorme pene. Aunque podía sentir las miradas de quienes los rodeaban, observando en secreto, gritó de placer: —¡Ah! ¡Ah! ¡Ah!—, arqueando la espalda hacia atrás, mientras el intenso placer la desbordaba. Entonces, en un instante, todos sus sentidos se desmoronaron como cera derretida. —Ahh—, Celia torció su cuerpo desesperada cuando se acercó al orgasmo. 

Sexo duro e intenso. ¡Probablemente jamás olvidaré este momento por el resto de mi vida! Pero en ese instante, justo antes de alcanzar el orgasmo, el hombre se quitó repentinamente la máscara. Ella miró su rostro con la vista nublada, embriagada por el aroma del hombre brutalmente sexy, y se horrorizó.

—¡Oh, Dios! ¡No!

Incapaz de creer la realidad que tenía ante sí, Celia cerró los ojos y los volvió a abrir. Pero la realidad ante sus ojos era caos, horror y conmoción.

—¡Oh, hermano!

El hombre enmascarado era su hermano mayor, Theodore.

—Sí, soy yo, Celia.

Así es.

Una extraña luz se reflejó sobre el rostro de mi hermano mientras me miraba.

—¿Qué acababa de decir?

—¡Celia! ¿Qué acabo de decir, tu nombre?

—¿Cómo supiste que era yo...?

Celia exclamó sorprendida, ¡Claramente lleva una máscara!

Entonces Theodore torció los labios y respondió:

—Como tu hermano mayor, ¿cómo no iba a reconocer a mi querida hermana menor? ¿Verdad?

—Pero entonces…— ¡Bang! Sentí un dolor agudo cuando mi agujero lo abrió sin piedad, Celia bajó la mirada horrorizada.

—¡El pene de mi hermano está dentro de mí!

Solo entonces vi la unión de nuestros cuerpos. Al mismo tiempo, comprendí la cruel realidad. Y la terrible realidad que jamás debió suceder.

—¡Ah! ¡No! ¡Esto no puede estar pasando!

Celia forcejeó para liberarse de su hermano mayor, a pesar de que este la sostenía en el aire. Pero por mucho que le golpeara el pecho con sus suaves puños, él permanecía inmóvil como una pared sólida. En cambio, frunció el ceño profundamente y gruñó.

—ya has sentido la alegría de tener el pene de tu hermano dentro de ti, así que es inútil echarte atrás ahora.

—¡Hermano... por favor!

A pesar de las fervientes súplicas de Celia, simplemente torció las comisuras de su boca. Luego, sorprendentemente, la amenazó.

—Ya te acostaste con tu hermano mayor. ¿Te importaría si se corriera el rumor?

—No lo sabía... ¡Ahhh!

Ante su amenaza lasciva y sus continuos movimientos de cadera, su cuerpo comenzó a calentarse de nuevo, volviéndola loca. ¡Pero esto no podía continuar! ¡De ninguna manera!

—¡Ah, no! ¡Por favor, hermano! ¡No, por favor, para!

Celia comenzó a suplicar, llamándolo frenéticamente, mientras se balanceaba violentamente. Quería que su hermano detuviera este acto lascivo de inmediato y se disculpara con Dios por sus pecados. Pero él no parecía tener ninguna intención de hacerlo. En cambio, reprendió a Celia por su error.

—¡Deberías haberte quedado en la cama y no haber salido! ¡Estoy seguro de que te lo advertí!

—¡Ahh! ¡Ahhh!

—¡Todo esto es culpa tuya por no escucharme!

—¡Deberías haber sabido que esto pasaría!

Si hubiera sabido que el precio por desobedecer su advertencia sería tan alto, ¡nunca habría salido! No fue hasta entonces que Celia, con lágrimas en los ojos, se arrepintió profundamente de sus acciones, pero ya era demasiado tarde. Abrumada por la insoportable agonía, quiso morderse la lengua y morir, pero le faltó el coraje y solo pudo llorar.

Incluso mientras forcejeaba, le suplico: —No, por favor, para—, pero su cuerpo respondía obedientemente. No, no solo respondía, sino que en algún momento, se vio sucumbiendo sin remedio al intenso placer que su hermano mayor le proporcionaba. Extrañas sensaciones se acumularon en el centro de su cuerpo. Y entonces...

—¡Pum, pum, pum!

La penetraba con tanta fuerza que parecía que quería destrozarla. Su tierno agujero, recién penetrado, lo penetró innumerables veces sin parar, y…

—Eh, jaa…

Sintió una extraña sensación y curvó los dedos de los pies hacia adentro y sintió ganas de orinar.

—¡No, no puedo orinar!

Tenía que contenerme, pero en cuanto me di cuenta, las ganas de orinar me invadieron como una oleada en ese instante. Celia intentó contenerse curvando los dedos de los pies.

Sin embargo, cada vez que la polla de su hermano entraba y salía penetrándola, ¡sentía un hormigueo! Y esa acción despertó en ella sensaciones completamente nuevas:

—... ¡Eh, jaa, sí!

—¡Ja!

En medio de un placer que la hacía sentir morir, Celia finalmente alcanzó el clímax. En ese mismo instante, sintió que algo estallaba dentro de su cuerpo, y una fuente de jugo de amor brotó de su orificio inferior.

Y entonces, como si la diosa los bendijera, fuegos artificiales estallaron en el cielo, y Celia dejó escapar un gemido tan fuerte como un fuego artificial. Entonces Theodore sintiendo que estaba a punto de eyacular la folló con todas sus fuerzas.

—¡K, keueujjit!

Las luces multicolores se extendían pintando el cielo de colores mientras las gotas de agua salpicaban por todas partes, eran un espectáculo digno de contemplar.

—¡No! ¡Esto no puede estar pasando!

—¡Ja, ja!

La vergüenza la invadió como un maremoto. Aunque sabía que era su hermano, sintió un éxtasis aún más intenso, y su cuerpo, que nunca antes había experimentado un clímax tan extremo, hizo que Celia sintiera asco.

Sin embargo, incluso en medio de eso, su hermano se metió profundamente dentro de ella y se corrió, sacudiendo su cuerpo. Fue como si orinara dentro de ella.

*** 

Tras el largo éxtasis, ella yacía inerte, y Theodore habló con voz bastante firme.

—Prométemelo, Seria.

—...¿Qué?

—Que no volverás a venir a lugares como este sin más.

Celia asintió en silencio. Con tres hermanos mayores, no había garantía de que algo como lo de hoy no volviera a ocurrir.

—Ah, mi Celia.

Theodore le besó la mano, como si su inusual obediencia y comportamiento le pareciera encantador, y luego la vistió rápidamente y la llevó al carruaje. En cuanto subieron al carruaje, su hermano la sentó en su regazo. Luego la abrazó y la llevó de vuelta a casa, abrazándola con cariño.

—Pero...

—Mmm.

—¡Eung!

Durante todo el camino, su hermano la besó en la boca y metió la mano dentro de su vestido, tocándola como si fuera suya, con gestos descarados. Y en cuanto llegaron a casa después de un rato, Theodore llevó a Celia al anexo donde se alojaba.

—¿Por qué aquí...?

Celia, que esperaba volver a su habitación, lo miró sorprendida, pero Theodore simplemente llamó a un sirviente y le ordenó que la llevara a su dormitorio.

—No, hermano. Si nos pillan…

Celia jadeó y protestó. Entonces Theodore dijo inmediatamente con un brillo en los ojos:

—¿Prefieres hacerlo a escondidas en mi habitación o prefieres que se sepa?

Ah, no había nada que pudiera hacer.

Se mordió el labio en señal de desafío, pero al ver expuesta su fatal debilidad, Celia se vio obligada a obedecer sus órdenes. Así que Celia siguió al sirviente hasta la habitación de su hermano en el anexo.

Mientras tanto, Theodore se sirvió una copa y la bebió. Calmando su sed con el fuerte whisky, el sirviente que había llevado a Celia a su habitación se acercó. Cuando Teodoro vio al sirviente, sacó una moneda de oro de su bolsillo. Se la entregó y dijo: —Gracias por contarme sobre la máscara y el vestido de Seria.

El sirviente, que recibió la moneda de oro, sonrió ampliamente y se marchó, una vez que se hubo marchado, comenzó a caminar tranquilamente hacia su dormitorio. Luego, con una sonrisa sincera en los labios, abrió la puerta y entró.

—Ah, mi Celia.

Al ver a su tan anhelada hermana menor acostada en su cama, su mente se calentó al instante y todo su cuerpo hirvió con un calor abrasador.

—Ahora nunca podrá volver a ser como antes.

Theodore susurró mientras se quitaba la ropa lentamente. En cuanto estuvo desnudo, su corazón comenzó a latir con fuerza al pensar en poseer a la mujer que tenía delante, y un placer emocionante lo invadió, tensando el bajo vientre.

—¡Oh, hermano mayor!— Miró a Celia, quien seguía sin rendirse, sacudiendo la cabeza con el rostro pálido diciendo que no, agarró su pene con una mano. Lo sacudió y acarició, estimulando el glande, haciendo que su pene, ya erecto, se volviera aún más grueso y grande. Para disfrutar plenamente de su cuerpo voluptuoso.

En cuanto se subió a la cama, Theodor comenzó a desvestir a Celia. Cuando sus pezones quedaron expuestos lo hicieron salivar, la hizo tumbarse boca arriba para poder follarla por detrás.

Para colmo, se recostó sobre ella lo que hizo que sujetara las sábanas con fuerza, provocando que sus labios dibujaran una sonrisa de satisfacción.

—¡Esta, esta postura!

Con el rostro enrojecido por la vergüenza, le rogó que parara, pero Theodore no se inmutó.

—No tienes porqué avergonzarte. Estarás satisfecha enseguida, Celia.

En cambio, se apoyó en sus redondas nalgas, intentando consolar a su hermana. Las piernas desnudas de ambos se cruzaron sin tocarse.

—¡Ah!

Mientras el cuerpo de Celia temblaba, él empujaba su pene, era tan grueso que le ardió el bajo vientre. Su hermoso agujero fue embestido contundentemente.

—¡Ah, guau!

Se escuchaban leves gemidos, y las calientes paredes internas se adherían a su pene. La sensación de placer lo abrumaba, Theodore se mordió el labio inferior y agarró con fuerza las caderas de su hermana menor, Celia.

—Que lo aprietes... realmente me enloquece.

Su mano trazó una trayectoria y cortó el aire. Le dio una bofetada a una de sus blancas nalgas y se puso roja.

—¡Ah! ¡Hermano!

El agujero se contrajo, y al apretarse, Theodore sujetó su pelvis con ambas manos y empujó su cintura hacia adelante. Fue una penetración tan profunda que su vello púbico rozó sus nalgas, Celia echó la cabeza hacia atrás y gimió: —¡Ah, ah!—. Theodore empujó repetidamente sus caderas embistiendo con fuerza.

Así, su pene continuó separando sus pálidas nalgas sin descanso. La carne chocaba contra la carne, haciendo un sonido húmedo, el glande se adentraba profundamente en su interior presionando repetidamente sus paredes internas.

—¡Guau! ¡Guau!

—Qué rico—, el agarre del coño de Celia lo excitaba con cada embestida. —Ah—, era mucho mejor de lo que había imaginado cientos o miles de veces. A medida que su pene, apretado firmemente dentro de su vagina, crecía, Theodore dejaba escapar un gemido sonriendo. El hecho de que ahora pudiera poseer el cuerpo de Celia, que tanto había deseado, era insoportablemente excitante.

Entonces sintió una repentina sensación de hormigueo en el bajo vientre seguida por unas ganas abrumadoras de eyacular. Pero aún no podía terminar.

—¿Cómo iba a renunciar al agujero que acababa de reclamar? Quería disfrutar de Celia un poco más.

—Celia, ahora eres mía. Ahora y para siempre.

Cada vez que su cuerpo se movía, sus pechos se mecían sensualmente. Extendió la mano y acarició uno con lujuria.

—¡Uf, joder...!

Theodore empujó sus caderas hacia adelante y hacia atrás. Aunque ya estaban firmemente unidos, quería penetrarla más profundamente, así que apretó su cintura y embistió con fuerza. Quería penetrar profundamente el agujero de su amada hermana, tan profundo como sus testículos le permitieran.

-Fin-

Jaja, la culpa de esta novela la tubo mi amiga que me llevo a ver una peli y salió medio norteña jaja.




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