Al
desaparecer el ardiente sol, el rojo atardecer se extendió por el cielo. Con el
paso del tiempo, la oscuridad reemplazó al atardecer y finalmente era la hora
para el tradicional baile de la diosa en el reino que se celebra cada año.
Celia,
quien había alcanzado la mayoría de edad este año, había estado esperando con
ansias este día. Esto se debe a que, en esta noche, que sólo ocurre una vez al
año, era el único día en que podía disfrutar de plena libertad, era libre de
las restricciones de la etiqueta y las normas del palacio, todo bajo la
bendición de la diosa.
En este
día, nobles con elaboradas máscaras y lujosas prendas de seda y satén, asistían
a la fiesta. Bailaban y bebían con desconocidos durante toda la noche bajo la
deslumbrante luz de las velas de cera, compartiendo una noche alegre y
apasionada.
Optimista
y curiosa, Celia no podía perderse un día así. Era cierto que era virgen y que
no tenía experiencia con hombres, así que tenía ciertas dudas para asistir,
pero no quería perderse una celebración tan espléndida.
Quiero
poder usar una máscara elegante y un disfraz para satisfacer mis fantasías
personales, y disfrutar del baile entre una gran multitud de desconocidos con
la máscara del “anonimato”.
Sin
embargo, la familia de Celia se opuso firmemente a que asistiera al baile.
Decían que la inmoralidad, la irreverencia, la obscenidad, la depravación y
todo tipo de pecado abundaban en ese baile. Su hermano mayor, Teodoro, se opuso
firmemente. Ella protestó en voz alta, afirmando que ya era adulta y digna para
asistir al baile de la diosa, pero ellos dijeron que era joven y virgen, así
que no podía ir.
—¡Hmph!
¡Quién dice que no puedo ir!
Celia
resopló para sus adentros. Luego, en secreto, le pidió a su doncella personal,
Becky, que le preparara la máscara y el disfraz que quería. Finalmente, en la
noche del baile de la diosa, se lanzaron fuegos artificiales, que trazaron un
largo rayo de luz desde el suelo hasta el cielo y estallaron en un espectáculo
brillante, anunciando el comienzo del baile.
—Celia,
que duermas bien.
Su madre,
sonreía satisfecha junto a la ventana cubierta con gruesas cortinas que
impedían la vista del festival, y besó ambas mejillas de Celia, ya preparada
para dormir.
—Sí,
madre.
Celia
asintió obedientemente, se subió a la cama y cerró los ojos con fuerza. Esperó
a que su madre saliera de la habitación. Pronto, la puerta se cerró y el sonido
de sus pasos comenzó a desvanecerse. Pasaría un tiempo antes de que Celia
pudiera abrir los ojos.
—Señorita—,
susurró Becky al oído de Celia quien fingía dormir. Sólo entonces, abrió
lentamente los ojos, preguntó con voz suave como en un susurro.
—¿No hay
nadie?
—Sí, no
hay nadie.
Celia
aliviada por sus palabras se levantó y bajó de la cama. Entonces, con la ayuda
de Becky, se puso el vestido que había preparado para hoy, tomó la máscara y
salió con cuidado de su habitación por el pasillo. Y después salió de la casa,
caminó por el jardín, y al llegar a la puerta del jardín, se subió a un
carruaje que la estaba esperando discretamente.
—Señorita,
por favor, tenga cuidado y regrese sana y salva.
—Entiendo,
no se preocupe. Regresaré sana y salva.
Al ver la
expresión preocupada de Becky, Celia la tranquilizó con una sonrisa radiante.
Tras cerrarse la puerta del jardín, Celia se subió al carruaje tirado por dos
caballos negros y se dirigió con gran velocidad al palacio donde se celebraría
el baile de la diosa.
Sin
embargo, no solo en el palacio se celebraba un baile por la diosa, sino que se
celebraba un festival en honor a la diosa, donde se podía ver a las personas
celebrando.
Justo
como los fuegos artificiales que se elevaban hacia el cielo, iluminando la
oscura noche antes de desaparecer en un instante, el ambiente en tierra era
igualmente animado. Música, baile y alcohol llenaban las calles.
—¡Guau!
Mirando
por la ventana, Celia no pudo ocultar su emoción. Su corazón rebosaba de
anticipación y emoción. La fantástica escena que se desarrollaba ante sus ojos
parecía que se dirige a un castillo mágico.
Mientras
miraba frenéticamente a su alrededor, el carruaje se detuvo y se dio cuenta de
que había llegado al salón del baile.
Después
de que los guardias de la entrada verifican su identidad y le permiten entrar,
Celia finalmente se puso la máscara que había estado sosteniendo. En cuanto
entró al salón de baile, Celia se sintió momentáneamente abrumada. El gran
salón, iluminado por cientos de velas de cera, estaba lleno de personas
enmascaradas que bailaban con magníficos trajes.
—¡Guau!
Gente
glamurosa, comida extravagante y comportamiento lascivo. Celia tenía los ojos
muy abiertos y sus labios carnosos se entreabrieron. Celia fue absorbida por el
ambiente en el salón como hechizada y pronto se integró con naturalidad entre
la gente.
Observó a
las personas bailar con gracia en pareja al ritmo de la elegante música y
admiró sus movimientos elegantes. En el salón de baile, repleto de gente
entusiasmada, había bastantes hombres interesados en Celia.
Elogiaron
su hermosa apariencia mientras la tentaban con dulces miradas y susurros para
que tuviera relaciones sexuales con ellos. Los hombres que intentaron seducirla
no eran particularmente feos (aunque no podía verles la cara con claridad
porque llevaban máscaras), pero eso tampoco significaba que le resultaran
especialmente atractivos.
Así que
Celia respondió como correspondía, sonriendo declinaba su invitación
cortésmente sin ofenderlos. A medida que avanzó la noche, el baile se animó
cada vez más.
—¡Jajaja!
—¡Jaja!
A medida
que avanzaba la noche, cada vez más nobles, que habían estado bebiendo vino sin
parar, estaban ya muy borrachos. Celia también terminó muy borracha. Bebió todo
lo que le ofrecieron, y sin darse cuenta, había bebido una gran cantidad de
vino. Entonces, en algún momento, ya mareada… Recuperó algo de consciencia
mientras se encontraba bailando en los brazos de un hombre.
—Oh—. El
hombre no solo era extremadamente alto, sino que su cuerpo parecía sólido como
el hierro y desprendía un aura intimidante. Sin embargo, los rasgos faciales
que se revelaban bajo la máscara que cubría parcialmente su rostro eran
masculinos y delicados. Pero mi cuerpo se sentía extraño al mirar al hombre
frente a mí.
Con el
suave ritmo de la música, cuando el aliento del desconocido rozaba mi cuello,
sentía un cosquilleo y mi rostro comenzó a sonrojarse. Era una sensación
extraña, era algo que nunca antes había experimentado.
Luego, el
hombre besó y lamió mi cuello varias veces, ¡uf! sentí un escalofrío recorrerme
la espalda y mi pequeño y delicado cuerpo se estremeció involuntariamente.
Celia se mordía el labio inferior, incapaz de controlar su excitación, el
hombre le susurró al oído:
—¿Salimos?
Dudo por
un instante pero ante la dulce tentación del hombre Celia finalmente asintió.
Incapaz de reprimir su curiosidad por saber cómo sería experimentar los
embriagadores placeres de ser mujer en brazos de aquel hombre, el hombre la
condujo al balcón. En cuanto estuvieron solos, el hombre abrazó a Celia y la
besó.
Los
labios del hombre, que ella sentía por primera vez, eran calientes. El calor
era tan intenso que puso los ojos en blanco, pero como no tenía experiencia,
Celia estaba demasiado sorprendida y mantuvo la boca cerrada. Entonces el
hombre lamiendo sus labios le hizo una suave petición.
—Abre la
boca.
Pero aun
así, Celia permaneció inmóvil con la mirada perdida, así que él agarró su
barbilla y separó sus labios con la lengua.
—OO
—1
Cuando
dejó escapar un gemido, el hombre detrás de la máscara inclinó la cabeza y
metió la lengua dentro de la boca de Celia. Aunque la besaba como un animal, el
movimiento de su cálida lengua explorando suavemente dentro de su boca aceleró
su corazón y le nubló la mente y la vista, dejándola incapaz de pensar con
claridad.
Pronto,
las lenguas se entrelazaron. Cada vez que el hombre succionaba su lengua
resbaladiza, un leve gemido escapaba de sus labios y su cuerpo se estremecía.
—Um, um.
—Ah,
um...
Celia
instintivamente, rodeó la espalda del desconocido con ambos brazos, abrazándolo
con fuerza. Gemía mientras la besaba apasionadamente, aferrándose a él con
desesperación.
El hombre
tragaba los gemidos de Celia mientras frotaba sus labios húmedos contra los de
ella. Celia sintió que todo su cuerpo se derretía tanto como sus labios, que
estaban hechos un desastre por la saliva ajena.
—¿Salimos
al jardín?
El hombre
habló con una voz pegajosa tras separarse de sus labios.
—¡Ah, sí!
Si.
El baile
de la diosa era un evento así. Era una noche donde los nobles disfrutaban del
sexo ocultando sus identidades y rostros, eligiendo al hombre o la mujer que
quisieran.
A veces,
una persona tenía sexo con varias, o agarraban a un transeúnte al azar para
participar en juegos lascivos. Cuando algo duro me presionó el bajo vientre, de
repente tomé conciencia de la realidad.
—¡Oh, de
ninguna manera!
—¿Por qué
no?
El
aliento excitado del hombre me calentó los oídos. En ese momento, ni siquiera
noto que había dejado de usar honoríficos.
—Bueno,
eso es…
Recordé
lo que mi familia, especialmente lo que mi hermano Theodor, había dicho cuando
se opusieron firmemente a que asistiera al baile, y quise rechazarlo. Sin
embargo,
—Deshazte
de la máscara de pureza y castidad que usas durante el día.
El
susurro lascivo del hombre despertó un fuerte impulso de romper el tabú. Y tuvo
el triste presentimiento de que si dejaba pasar esta oportunidad, nunca jamás
podría hacer cosas lascivas y obscenas con este hombre. Así que asintió.
—De
acuerdo.
El hombre
sonrió profundamente, satisfecho con su permiso.
***
Al salir
del salón, había gente desnuda enredándose por todas partes. Los nobles, con el
rostro cubierto con máscaras, disfrutaban del sexo, gimiendo a gritos, estaban
todos enredados en grupos de dos o tres.
Había
parejas besándose con la lengua afuera, e incluso vio como una mujer se
levantaba la falda para subirse encima de un hombre y lo cabalgo.
También
vio una escena en la que dos o tres penes entraban en una vagina al mismo
tiempo. —Ah…— Celia sintió una inmensa conmoción y vergüenza ante las escenas
lascivas que nunca habría imaginado ver, y no pudo evitar sonrojarse.
El hombre
la llevó al jardín laberinto. Sin embargo, antes de que pudiera llegar a la
esquina del jardín, el hombre la obligó a detenerse bruscamente.
—¿Por qué
de repente?
El
hombre, que había estado observando a Celia con una mirada oscura e intensa
mientras ella expresaba su confusión, de repente comenzó a quitarle el vestido
con urgencia. Ella se quedó paralizada por la sorpresa, el hombre intentaba
desatar el nudo que sujetaba su vestido pero se irritó, la tumbó en el suelo y
lo rasgó.
Así fue
como el hombre desnudó a Celia en medio del jardín. Ella se sonrojó con
vergüenza, la mirada del hombre recorrió su cuerpo con detenimiento.
Sus
pechos eran tan voluptuosos como melocotones caídos sobre un campo nevado, su
esbelta cintura que parecía caber en la palma de su mano y el vello púbico que
brotaba del triángulo de su feminidad entre sus esbeltas piernas...
El
hombre, que la había estado observando fijamente como si quisiera devorarla,
dejó escapar una breve exhalación de admiración. Luego sonrió siniestramente y
deslizó la mano desde su esbelta cintura hacia su pelvis y después sobre su
nalga.
...Mientras
saboreaba la suave caricia, su temperatura corporal subió bruscamente, y una sensación
emocionante recorrió su columna vertebral al acariciarla. Al estremecerse en
respuesta a la sutil estimulación, dijo: «No puedo más». El hombre gruñó y se
quitó enseguida la ropa. Pronto, el cuerpo del hombre considerablemente
corpulento quedó desnudo.
Sus
brazos y músculos pectorales eran sólidos a simple vista, y los pequeños
músculos de su abdomen estaban bellamente divididos en proporciones doradas.
Y..., el pene del hombre, que le llegaba hasta el ombligo, parecía vivo porque
se movía como una serpiente.
Estaba
tan hinchado y grueso que parecía a punto de estallar, ella estaba tan
sorprendida y nerviosa que se quedó paralizada en ese lugar, pero cuando el cuerpo del hombre se
superpuso al de Celia esta se estremeció. Presionó su cuerpo con su
considerable peso.
—¡Ah…!
Celia
dejó escapar extrañamente un gemido, de inmediato su lengua caliente se adentró
en su boca abierta. El hombre jugueteó con la lengua de Celia, mientras
retorcía y tiraba de sus lindos pezones entre sus dedos, apretando los pezones
suavemente. Apasionados gemidos escapaban de su garganta, y el hombre los
tragaba entre sus labios calientes.
—Eung,
eung...
Una
sensación de hormigueo se extendió por todo su cuerpo, provocando que sus
pezones se endurecieran al instante.
—¡Qué
monada!
El
hombre, que había estado mordisqueando y chupando sus labios, los soltó de
repente y comenzó a acariciar su cuello rozando con su nariz afilada. Mordiendo
suavemente su suave piel lamiéndola con la lengua varias veces, luego comenzó a
trazar un camino descendente. En un instante, el hombre ahuecó sus pechos con
ambas manos y bajó la cabeza.
—¡Ah! ¡Me
duele!
Como si
quisiera aplastar sus pechos, los amaso con fuerza bruta mientras lamía los
pezones inmaduros de Celia con la lengua.
—¡Fuera,
ah!
Solo lame mis pechos, ¿por qué siento
caliente entre las piernas? Un líquido pegajoso fluye del
interior de sus muslos.
—¡Ay,
cómo era posible!
Celia
estaba muy avergonzada, no sabía qué hacer ante la reacción tan obscena de su
cuerpo, a pesar de ser aún virgen. Fue justo cuando la húmeda lengua lamió con
fuerza su pezón una vez más, y los dedos del hombre retorcieron el pezón
restante. En ese instante, la cintura de Celia se elevó por sí sola ante el
feroz, vertiginoso e incómodo placer, era difícil de describir.
—¡Qué
pechos tan fascinantes!
El hombre
murmuró con admiración y siguió succionando el hermoso pecho con entusiasmo. Lo
mordió suavemente, lo chupó, lo mordió de nuevo y repitió el proceso, rozando
con la punta de la lengua el duro pezón lamiendo la aureola. —Ahh—, Celia nunca
imaginó que sentiría tales sensaciones en su pecho, gimió sin avergonzarse.
El sonido
de la succión hacía que levantara las caderas y el vertiginoso placer la
invadió recorriendo todo su cuerpo. Dejando escapar un gemido de éxtasis hundió los dedos en el cabello del hombre.
—¡Ja, ah,
ugh...!
A medida
que la voz de Celia se quebraba, las caricias se volvían cada vez más
explícitas. El hombre mordía y succionaba no solo el pezón, también la areola y
la piel circundante, dejando marcas.
—¡Por
favor, uh, uh, ugh, eso, para...!
Celia,
que había estado gimiendo retorciéndose por el placer, le rogó que parara, pero
el hombre no cesó sus caricias.
—Esto es
bastante placentero.
En
cambio, se movió al otro pecho, devorándolo como una bestia hambrienta,
succionando no solo el pezón, sino todo el pecho con una intensidad implacable.
—¡Ahh!
¡Ahh! ¡Ahh!
Al final,
Celia dejó que el hombre violara sus pechos con los labios dejando marcas en
sus pálidos pechos que se tornaron rojas.
—Ah,
ah...
Quizás
debido a la experiencia desconocida, otra oleada de placer recorrió su cuerpo
en un instante, dejándola incapaz de recobrar el sentido. Los labios del hombre
descendieron gradualmente.
Dondequiera
que sus labios y lengua calientes tocaran, ella temblaba de excitación, y al
mismo tiempo, las marcas comenzaron a aparecer en todo su cuerpo.
Mientras
besaba su esbelta cintura, lamiendo su ombligo y la suave piel de debajo, Celia
jadeaba. Se preguntó qué tipo de estimulación y placer le aguardaban al sentir
un hormigueo tan intenso en la parte inferior de su cuerpo que pensaba que iba
a volverse loca. Entonces, en ese instante, el hombre separó sus esbeltas
piernas y bajó la cabeza entre ellas con una sonrisa siniestra.
—Ja, es
de color albaricoque es realmente hermoso.
Olía a crema dulce, el
aliento del hombre le hacía cosquillas en la delicada piel a Celia. Entonces el
hombre sacó la lengua, y lamió la hendidura, subió y bajó, —ah…—, saboreando
sus labios menores, y al final encontró su clítoris y jugó con él con la punta
de la lengua.
—¡Ah,
ah...!
Lamió
hábilmente su clítoris y mordió la gruesa carne de su abertura vaginal con los
dientes. Cuando la punta de su lengua penetraba y lamía su piel íntima, Celia
arqueaba la espalda. La sensación caliente y excitante hacía que gimiera sin
parar, como si así expulsará el calor insoportable por la boca.
—Parece
que lo estás disfrutando.
—¡Uf, ah!
Le chupó
el clítoris y luego introdujo su lengua puntiaguda en la estrecha abertura.
Celia se estremeció al sentir cómo sus paredes se abrían mientras su lengua se
hundía.
—¡Eh...
Ja...! ¡Jaaaaah, qué calor!
Pero por
si fuera poco, al mismo tiempo que su lengua, uno de los dedos del hombre
encontró su hendidura y la penetró con violencia. Sorprendida por la repentina
intrusión de su dedo, su carne se contrajo y se aferró con fuerza.
—Mmm,
estas apretando.
Cuando el
lascivo agujero de Celia aceptó el largo y grueso dedo sin dificultad, el
hombre, que tenía la boca sobre su vagina sonrió con satisfacción, comenzó a
frotar vigorosamente, atormentando su agujero inferior.
—Aun así,
debes disfrutarlo. Me pregunto cómo se sentirá cuando meta el mío aquí...
¡Estoy deseando destrozarlo!
Sentía
como si solo estuviera rascando la zona que le picaba. Su dedo entraba y salía,
rozando suavemente las paredes internas, la sensación era tan placentera que
sus caderas se balanceaban involuntariamente.
—¡Uf, uf,
ah, uf...!
A medida
que el movimiento de su mano se hacía cada vez más rápido e intenso, el único
dedo que estaba dentro de ella se convirtió en dos, luego en tres.
—¡Oh, oh,
oh!
Desde lo
más profundo de su ser, la excitación la rebosaba de emoción, y Celia apretó
con fuerza los dedos del hombre con sus paredes internas. Bajo sus caricias y
movimientos de sus dedos, la mente y la visión de Celia se calentaron... la parte inferior de su cuerpo estaba tan
caliente que no podía soportarlo.
—¡Ah,
ahahaha! ¡Euh, euheueueuung!
Tras un
buen rato de penetración, las paredes internas de Celia se contrajeron y
sufrieron espasmos. Sus gemidos se volvieron más agudos y el jugo de amor fluyó
libremente.
Entonces,
cuando la parte interior de sus anchos y blancos muslos temblaron y las
lágrimas brotaron de sus ojos, Celia negó con la cabeza y gritó: —¡Ahhhhh!—,
poniéndose rígida.
En ese
instante, Celia experimentó el máximo éxtasis, como si toda la energía de su
cuerpo se agotara, y comprendió que había alcanzado el clímax.
Cuando el
pene duro y carmesí del hombre, como una estaca de hierro, penetra su vagina de
una sola estocada, comprendió que había llegado el momento de experimentar el
éxtasis de ser mujer.
***
—¡Ahhhhh...!
¡Ahhhhh!
El hombre
se movió lentamente para ensanchar la hendidura y pronto se hundió
profundamente. Celia gritó de dolor, sintió como si la estuviera desgarrando y
sangró por primera vez. El hombre con ambas manos jugó con sus pechos cuando
comenzó a mover la cadera haciendo que el dolor se convirtiera gradualmente en
placer a medida que la embestía. Flotaba la arrugada parte interna con el
glande, la punta roma penetraba con más profundidad. El dolor se convirtió en
un placer indescriptible, provocando un escalofrío y una sensación de
hormigueo.
—...¡Ja,
ja, ja!
‘¡Uf!
Incluso
ante el más mínimo roce en su parte baja, su estómago se tensa y su cuerpo
tiembla. Celia solloza como si estuviera
a punto de desmayarse. Sentía como le raspaba hasta las entrañas, le hacía
sentir tanto que su garganta profirió un fuerte gemido.
—Ja,
sí... Se siente tan bien.
El hombre
no metió ni sacó su largo pene, sino que lo mantuvo completamente insertado y
lo movía circularmente. Era lento, pero la sensación de algo duro que flotaba y
raspaba el fondo de las paredes internas me produjo un placer inconfundible que
me abrumó al instante, y no pude evitar gemir por el éxtasis.
Fue
entonces que el hombre agarró de las nalgas a Celia y la levantó. —¡Uf!— Su
cuerpo flotó en el aire, y ella se aferró a él, temiendo caerse, poniendo los
brazos alrededor de su cuello. En el momento en que su espalda se inclinó,
sintió como si su cuerpo estuviera en llamas.
¡Puck! ¡Puck! ¡Puck!
Cada vez
que él empujaba su cintura con fuerza, un gemido escapaba de su boca. De esa
manera, el coño de Celia era destrozado sin piedad por el enorme pene. Aunque
podía sentir las miradas de quienes los rodeaban, observando en secreto, gritó
de placer: —¡Ah! ¡Ah! ¡Ah!—, arqueando la espalda hacia atrás, mientras el
intenso placer la desbordaba. Entonces, en un instante, todos sus sentidos se
desmoronaron como cera derretida. —Ahh—, Celia torció su cuerpo desesperada
cuando se acercó al orgasmo.
Sexo duro
e intenso. ¡Probablemente jamás olvidaré este momento por el resto de mi vida!
Pero en ese instante, justo antes de alcanzar el orgasmo, el hombre se quitó
repentinamente la máscara. Ella miró su rostro con la vista nublada, embriagada
por el aroma del hombre brutalmente sexy, y se horrorizó.
—¡Oh,
Dios! ¡No!
Incapaz
de creer la realidad que tenía ante sí, Celia cerró los ojos y los volvió a
abrir. Pero la realidad ante sus ojos era caos, horror y conmoción.
—¡Oh,
hermano!
El hombre
enmascarado era su hermano mayor, Theodore.
—Sí, soy
yo, Celia.
Así es.
Una
extraña luz se reflejó sobre el rostro de mi hermano mientras me miraba.
—¿Qué
acababa de decir?
—¡Celia!
¿Qué acabo de decir, tu nombre?
—¿Cómo
supiste que era yo...?
Celia
exclamó sorprendida, ¡Claramente lleva una máscara!
Entonces
Theodore torció los labios y respondió:
—Como tu
hermano mayor, ¿cómo no iba a reconocer a mi querida hermana menor? ¿Verdad?
—Pero
entonces…— ¡Bang! Sentí un dolor
agudo cuando mi agujero lo abrió sin piedad, Celia bajó la mirada horrorizada.
—¡El pene
de mi hermano está dentro de mí!
Solo
entonces vi la unión de nuestros cuerpos. Al mismo tiempo, comprendí la cruel
realidad. Y la terrible realidad que jamás debió suceder.
—¡Ah!
¡No! ¡Esto no puede estar pasando!
Celia
forcejeó para liberarse de su hermano mayor, a pesar de que este la sostenía en
el aire. Pero por mucho que le golpeara el pecho con sus suaves puños, él
permanecía inmóvil como una pared sólida. En cambio, frunció el ceño
profundamente y gruñó.
—ya has
sentido la alegría de tener el pene de tu hermano dentro de ti, así que es
inútil echarte atrás ahora.
—¡Hermano...
por favor!
A pesar
de las fervientes súplicas de Celia, simplemente torció las comisuras de su
boca. Luego, sorprendentemente, la amenazó.
—Ya te
acostaste con tu hermano mayor. ¿Te importaría si se corriera el rumor?
—No lo
sabía... ¡Ahhh!
Ante su
amenaza lasciva y sus continuos movimientos de cadera, su cuerpo comenzó a
calentarse de nuevo, volviéndola loca. ¡Pero
esto no podía continuar! ¡De ninguna manera!
—¡Ah, no!
¡Por favor, hermano! ¡No, por favor, para!
Celia
comenzó a suplicar, llamándolo frenéticamente, mientras se balanceaba
violentamente. Quería que su hermano detuviera este acto lascivo de inmediato y
se disculpara con Dios por sus pecados. Pero él no parecía tener ninguna
intención de hacerlo. En cambio, reprendió a Celia por su error.
—¡Deberías
haberte quedado en la cama y no haber salido! ¡Estoy seguro de que te lo
advertí!
—¡Ahh!
¡Ahhh!
—¡Todo
esto es culpa tuya por no escucharme!
—¡Deberías
haber sabido que esto pasaría!
Si
hubiera sabido que el precio por desobedecer su advertencia sería tan alto,
¡nunca habría salido! No fue hasta entonces que Celia, con lágrimas en los
ojos, se arrepintió profundamente de sus acciones, pero ya era demasiado tarde.
Abrumada por la insoportable agonía, quiso morderse la lengua y morir, pero le
faltó el coraje y solo pudo llorar.
Incluso
mientras forcejeaba, le suplico: —No, por favor, para—, pero su cuerpo
respondía obedientemente. No, no solo respondía, sino que en algún momento, se
vio sucumbiendo sin remedio al intenso placer que su hermano mayor le
proporcionaba. Extrañas sensaciones se acumularon en el centro de su cuerpo. Y
entonces...
—¡Pum,
pum, pum!
La
penetraba con tanta fuerza que parecía que quería destrozarla. Su tierno
agujero, recién penetrado, lo penetró innumerables veces sin parar, y…
—Eh, jaa…
Sintió
una extraña sensación y curvó los dedos de los pies hacia adentro y sintió
ganas de orinar.
—¡No, no
puedo orinar!
Tenía que
contenerme, pero en cuanto me di cuenta, las ganas de orinar me invadieron como
una oleada en ese instante. Celia intentó contenerse curvando los dedos de los
pies.
Sin
embargo, cada vez que la polla de su hermano entraba y salía penetrándola,
¡sentía un hormigueo! Y esa acción despertó en ella sensaciones completamente
nuevas:
—... ¡Eh,
jaa, sí!
—¡Ja!
En medio
de un placer que la hacía sentir morir, Celia finalmente alcanzó el clímax. En
ese mismo instante, sintió que algo estallaba dentro de su cuerpo, y una fuente
de jugo de amor brotó de su orificio inferior.
Y
entonces, como si la diosa los bendijera, fuegos artificiales estallaron en el
cielo, y Celia dejó escapar un gemido tan fuerte como un fuego artificial.
Entonces Theodore sintiendo que estaba a punto de eyacular la folló con todas
sus fuerzas.
—¡K,
keueujjit!
Las luces
multicolores se extendían pintando el cielo de colores mientras las gotas de
agua salpicaban por todas partes, eran un espectáculo digno de contemplar.
—¡No!
¡Esto no puede estar pasando!
—¡Ja, ja!
La
vergüenza la invadió como un maremoto. Aunque sabía que era su hermano, sintió
un éxtasis aún más intenso, y su cuerpo, que nunca antes había experimentado un
clímax tan extremo, hizo que Celia sintiera asco.
Sin
embargo, incluso en medio de eso, su hermano se metió profundamente dentro de
ella y se corrió, sacudiendo su cuerpo. Fue como si orinara dentro de ella.
***
Tras el
largo éxtasis, ella yacía inerte, y Theodore habló con voz bastante firme.
—Prométemelo,
Seria.
—...¿Qué?
—Que no
volverás a venir a lugares como este sin más.
Celia
asintió en silencio. Con tres hermanos mayores, no había garantía de que algo
como lo de hoy no volviera a ocurrir.
—Ah, mi
Celia.
Theodore
le besó la mano, como si su inusual obediencia y comportamiento le pareciera
encantador, y luego la vistió rápidamente y la llevó al carruaje. En cuanto
subieron al carruaje, su hermano la sentó en su regazo. Luego la abrazó y la
llevó de vuelta a casa, abrazándola con cariño.
—Pero...
—Mmm.
—¡Eung!
Durante
todo el camino, su hermano la besó en la boca y metió la mano dentro de su
vestido, tocándola como si fuera suya, con gestos descarados. Y en cuanto
llegaron a casa después de un rato, Theodore llevó a Celia al anexo donde se
alojaba.
—¿Por qué
aquí...?
Celia,
que esperaba volver a su habitación, lo miró sorprendida, pero Theodore
simplemente llamó a un sirviente y le ordenó que la llevara a su dormitorio.
—No,
hermano. Si nos pillan…
Celia
jadeó y protestó. Entonces Theodore dijo inmediatamente con un brillo en los
ojos:
—¿Prefieres
hacerlo a escondidas en mi habitación o prefieres que se sepa?
Ah, no
había nada que pudiera hacer.
Se mordió
el labio en señal de desafío, pero al ver expuesta su fatal debilidad, Celia se
vio obligada a obedecer sus órdenes. Así que Celia siguió al sirviente hasta la
habitación de su hermano en el anexo.
Mientras
tanto, Theodore se sirvió una copa y la bebió. Calmando su sed con el fuerte
whisky, el sirviente que había llevado a Celia a su habitación se acercó.
Cuando Teodoro vio al sirviente, sacó una moneda de oro de su bolsillo. Se la
entregó y dijo: —Gracias por contarme sobre la máscara y el vestido de Seria.
El
sirviente, que recibió la moneda de oro, sonrió ampliamente y se marchó, una
vez que se hubo marchado, comenzó a caminar tranquilamente hacia su dormitorio.
Luego, con una sonrisa sincera en los labios, abrió la puerta y entró.
—Ah, mi
Celia.
Al ver a
su tan anhelada hermana menor acostada en su cama, su mente se calentó al
instante y todo su cuerpo hirvió con un calor abrasador.
—Ahora
nunca podrá volver a ser como antes.
Theodore
susurró mientras se quitaba la ropa lentamente. En cuanto estuvo desnudo, su
corazón comenzó a latir con fuerza al pensar en poseer a la mujer que tenía
delante, y un placer emocionante lo invadió, tensando el bajo vientre.
—¡Oh,
hermano mayor!— Miró a Celia, quien seguía sin rendirse, sacudiendo la cabeza
con el rostro pálido diciendo que no, agarró su pene con una mano. Lo sacudió y
acarició, estimulando el glande, haciendo que su pene, ya erecto, se volviera
aún más grueso y grande. Para disfrutar plenamente de su cuerpo voluptuoso.
En cuanto
se subió a la cama, Theodor comenzó a desvestir a Celia. Cuando sus pezones
quedaron expuestos lo hicieron salivar, la hizo tumbarse boca arriba para poder
follarla por detrás.
Para colmo,
se recostó sobre ella lo que hizo que sujetara las sábanas con fuerza,
provocando que sus labios dibujaran una sonrisa de satisfacción.
—¡Esta,
esta postura!
Con el
rostro enrojecido por la vergüenza, le rogó que parara, pero Theodore no se
inmutó.
—No
tienes porqué avergonzarte. Estarás satisfecha enseguida, Celia.
En
cambio, se apoyó en sus redondas nalgas, intentando consolar a su hermana. Las
piernas desnudas de ambos se cruzaron sin tocarse.
—¡Ah!
Mientras
el cuerpo de Celia temblaba, él empujaba su pene, era tan grueso que le ardió
el bajo vientre. Su hermoso agujero fue embestido contundentemente.
—¡Ah,
guau!
Se
escuchaban leves gemidos, y las calientes paredes internas se adherían a su
pene. La sensación de placer lo abrumaba, Theodore se mordió el labio inferior
y agarró con fuerza las caderas de su hermana menor, Celia.
—Que lo
aprietes... realmente me enloquece.
Su mano
trazó una trayectoria y cortó el aire. Le dio una bofetada a una de sus blancas
nalgas y se puso roja.
—¡Ah!
¡Hermano!
El
agujero se contrajo, y al apretarse, Theodore sujetó su pelvis con ambas manos
y empujó su cintura hacia adelante. Fue una penetración tan profunda que su
vello púbico rozó sus nalgas, Celia echó la cabeza hacia atrás y gimió: —¡Ah,
ah!—. Theodore empujó repetidamente sus caderas embistiendo con fuerza.
Así, su
pene continuó separando sus pálidas nalgas sin descanso. La carne chocaba
contra la carne, haciendo un sonido húmedo, el glande se adentraba profundamente
en su interior presionando repetidamente sus paredes internas.
—¡Guau!
¡Guau!
—Qué rico—,
el agarre del coño de Celia lo excitaba con cada embestida. —Ah—, era mucho
mejor de lo que había imaginado cientos o miles de veces. A medida que su pene,
apretado firmemente dentro de su vagina, crecía, Theodore dejaba escapar un
gemido sonriendo. El hecho de que ahora pudiera poseer el cuerpo de Celia, que
tanto había deseado, era insoportablemente excitante.
Entonces
sintió una repentina sensación de hormigueo en el bajo vientre seguida por unas
ganas abrumadoras de eyacular. Pero aún no podía terminar.
—¿Cómo
iba a renunciar al agujero que acababa de reclamar? Quería disfrutar de Celia
un poco más.
—Celia,
ahora eres mía. Ahora y para siempre.
Cada vez
que su cuerpo se movía, sus pechos se mecían sensualmente. Extendió la mano y
acarició uno con lujuria.
—¡Uf,
joder...!
Theodore
empujó sus caderas hacia adelante y hacia atrás. Aunque ya estaban firmemente
unidos, quería penetrarla más profundamente, así que apretó su cintura y
embistió con fuerza. Quería penetrar profundamente el agujero de su amada
hermana, tan profundo como sus testículos le permitieran.
-Fin-
Jaja, la culpa de esta novela la tubo mi amiga que me llevo a ver una peli y salió medio norteña jaja.
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