El
duque Rupert Roxburgh miraba por la ventana con expresión sombría. En una noche
en la que no se veía ni una sola estrella en la profunda oscuridad, esa
oscuridad absoluta parecía reflejar su estado de ánimo actual.
—¡Maxim,
mi único hijo!
Maxim,
quien se parecía muchísimo a él, era reconocido como el joven más valiente y
apuesto del país. No solo era sabio, sino que también poseía una gran fuerza
física y destreza en la equitación, la caza y la esgrima, además de un profundo
talento artístico. No podía expresar cuánto amaba y se enorgullece Rupert de
semejante hijo.
No
dudaba de que su hijo perpetuaría el apellido Roxburgh y le daría una mayor
gloria. Pero entonces, hace seis meses, llegó la devastadora noticia de la
muerte de su hijo. El día de su partida para el Grand Tour (era un viaje que
hacían los hijos de la nobleza europea, especialmente de Inglaterra, donde
recorrían Francia e Italia para adquirir conocimientos culturales antes de
integrarse en la sociedad, a mediados del siglo XVII), su hijo se separó de sus
brazos con una expresión emocionada, ojos brillantes y con una sonrisa, le
dijo: «No te preocupes Padre. Volveré sano y salvo».
Dijeron
que había sido un desafortunado accidente. Murió instantáneamente al caer de un
puente en estado de ebriedad, e incluso ante el cadáver de su hijo, Rupert no
podía creerlo. Parecía que abriría los ojos en cualquier momento y lo llamaría
«Padre», pero no respiraba.
—¡No,
no puede ser! ¡Mi hijo no está muerto!
Rupert
no soportaba admitirlo, así que ni siquiera celebró un funeral y depositó el
cuerpo de su hijo Maxim en la cama de su habitación, con la esperanza de que
volviera a abrir los ojos. Pero con el paso del tiempo, el cuerpo de su hijo se
fue descomponiendo. En lugar de volver a abrir los ojos, su carne se fue
pudriendo, y finalmente la habitación se llenó de gusanos y moscas, junto a un
olor fétido que llenó el aire.
Como
resultado, Rupert tuvo que celebrar un funeral para su hijo, Maxim. Y a partir
de ese día, la vida de Rupert también terminó. Después de eso, no supo cómo
pasó el tiempo. Aunque aún era joven y saludable, perdió toda su energía y
parecía más un anciano y pasó casi medio año aturdido.
Su
hija, Adela, cuidó de Rupert con suma devoción, esperando que recuperara su
vitalidad, pero desafortunadamente, Rupert no cumplió con sus deseos. Entonces,
un día, Archer, el primo a quien Rupert tanto odiaba, envió una carta pidiendo
permiso para visitar a Roxburgh. En el momento en que vio la carta, la mente de
Rupert se despertó de repente. Comprendió claramente las sucias intenciones de
Archer al visitar ese lugar.
—¡Archer,
cómo te atreves a codiciar lo que le pertenece a mi hijo!
Rupert,
que había estado apático y desganado, rechinó los dientes. Archer se atrevía a
codiciar sus propiedades y títulos, que se suponía pertenecían a Maxim. No
sabía cómo se había extendido el rumor, pero parecía que Archer creía que
Rupert, quien llevaba más de medio año sufriendo la pérdida de su hijo, estaba
tan enfermo que probablemente moriría pronto. Así que era evidente que quería
echar un vistazo a la mansión y a las propiedades que serían suyas. La idea de
ver eso le hirvió la sangre.
—¡Sobre
todo Archer, esa rata despreciable! ¡Preferiría morir antes que ver eso!
Pero si
no tenía un hijo, ¡sus propiedades y título pasarían a su primo Archer!
Sintiendo que estaba en una crisis que amenazaba su vida, Rupert recobró la
cordura. Se deshizo de la depresión e hizo un esfuerzo por volver a ser él
mismo. Sin embargo, aunque había recuperado la energía, eso no soluciona el
problema. Rupert estaba profundamente preocupado.
Tenía
que tener un hijo, pero no sabía cómo. No podía ser cualquier hijo; Rupert
pensó que jamás podría aceptar un hijo que no superara a Maxim. Para eso, la
sangre no debía ser inferior a la de la familia Roxburgh. ¡Necesitaba el linaje
de una mujer noble!
Pero,
¿existe en este país una mujer más noble que su hija, la joven dama de la
familia Roxburgh? Si la hay, tendría que ser de la realeza, pero no había
mujeres de la edad adecuada. Las princesas mayores ya estaban casadas, y las
únicas mujeres de la realeza que quedaban eran princesas jóvenes de 7 y 9 años.
Con la
urgencia de conseguir un heredero, casarse con una de las princesas era una
opción, pero ¿cuánto tiempo tendría que esperar a que creciera y diera a luz?
Ja, era un dolor de cabeza. Justo entonces, mientras Rupert estaba sumido en
sus pensamientos, llamaron a la puerta.
—Pase.
Rupert,
quien pensó que era un sirviente, lo dejó entrar en la habitación en plena
noche. Entonces, la puerta se abrió y una mujer entró en su cuarto. Era nada
menos que su hija, Adela. Pero, ¡oh...!
Los
ojos de Rupert se abrieron de par en par al ver a su hija. A través del fino
camisón transparente, sus pechos, llenos casi rebosantes, eran claramente visibles.
Además, la zona íntima entre sus muslos blancos como la nieve también estaba
expuesta. Rupert, sobresaltado por la vista, rápidamente volvió la mirada hacia
el rostro de su hija.
Y como
no sabía qué estaba pasando, observó atentamente la expresión de su hija. Su
única hija, Adela Roxburgh, era famosa por su belleza irreal que trascendía la
realidad. Con un cabello dorado exuberante, tenía un rostro tan noble y
delicado como su linaje. Pero esta noche, Adela lucía especialmente hermosa.
Sus
ojos verdes brillaban bajo sus pestañas color miel, sus mejillas sonrosadas,
sus labios color coral y su piel blanca como la nieve. No solo eso, sino que su
cuerpo también era increíblemente atractivo. Rupert se encontró desviando
inconscientemente la mirada hacia su esbelto y blanco cuello. Pero eso no era
suficiente.
Quería
más... Rupert tragó saliva mientras ansiaba explorar con sus ojos a la mujer
que tenía frente a él. Sin embargo, hizo todo lo posible por fijar la mirada en
el cuello de su hija. Debió de funcionar, porque cuando se calmó, abrió la boca
y preguntó:
—¿Qué
haces aquí en plena noche?
—Bueno...
Tuve un sueño aterrador.
Adela
se acercó respondiendo con voz temblorosa.
—¿Qué
clase de sueño tuviste...?
El
rostro de Adela estaba pálido y su cuerpo temblaba. Rupert, sobresaltado, se
acercó a su hija. La sujetó por los brazos y la examinó. Sus brillantes ojos y
labios carnosos estaban demasiado cerca, así que pudo oler el dulce aroma que
emanaba de ella y lo dejó sin palabras. Y en ese momento, sorprendentemente, la
parte inferior de su cuerpo se encendió. Rupert frunció el ceño.
¿Cómo
podía reaccionar así con su hija? No soy ninguna bestia. ¡Ah, me estoy
volviendo loco! Sí, definitivamente es por eso. Rupert se justificó pensando
que su mente estaba liada con lo de Archer y los problemas con el sucesor, así
que había perdido la cabeza por un momento.
—¿Estás
bien?
—No,
papá... no estoy bien.
Ante la
pregunta de Rupert, Adela se desplomó en su pecho. Rupert, por reflejo, bajó la
mano y la sujetó por la cintura. Pero antes de que pudiera sentir su esbelta
cintura y su curva pélvica, una suave caricia presionó su firme pecho.
Instintivamente supo lo que era y se quedó paralizado como una estatua. Pero
incluso entonces, su miembro se hizo cada vez más grande.
—… Ah,
Adela, espera un momento.
Rupert
se mordió el labio inferior tartamudeando y al mismo tiempo, intentó apartar a
su hija. Pero a diferencia de Rupert, Adela apretó aún más su cuerpo contra el
suyo.
—Tengo
miedo.
Sus
pechos regordetes estaban aplastados contra su pecho, y su esbelto vientre
estaba apretado contra su ingle.
—¡Uf!
Quizás
debido a la estimulación que no había sentido en mucho tiempo, un leve gemido
escapó de sus labios. Al mismo tiempo, su gran pene, que se había hinchado y
ostentaba volumen, comenzó a contraerse y a pinchar el estómago de Adela. En
ese momento, Adela jadeó sorprendida. Su rostro estaba claramente confundido.
—¡Papá,
esto...!
Dijo
Adela bajando la mirada, mirando a su pene, que había crecido tanto que parecía
que podría atravesar la tela de su pantalón en cualquier momento. Rupert se
quedó momentáneamente sin palabras. No sabía cómo explicar la reacción de su
cuerpo, era algo que nunca debería haber sucedido. Pero entonces, Adela se
escapó de sus brazos, pálida como una sábana.
—Adela,
lo siento.
—No,
está bien. Estoy bien.
A pesar
de sus palabras, Adela retrocedió asustada. Antes de salir apresuradamente de su
habitación mientras temblaba susurró: «Buenas noches»
—¡Maldita
sea!
En
cuanto oyó cerrarse la puerta, Rupert se maldijo a sí mismo. Estaba excitado
por su propia hija. Pero a partir de ese día, Rupert se volvió más extraño. La
noche siguiente, durante la cena, se saltó el desayuno y el almuerzo con el
pretexto de no tener hambre, pero ya no podía evitar a Adela, así que fue al
comedor. Rupert quería decirle a Adela que el incidente de ayer fue un error y
que deberían olvidarlo.
Pero en
cuanto vio a su hija, Rupert se quedó paralizado. Su lujuria se apoderó de él y
su deseo por Adela se encendió como un fuego.
—¡Oh,
Dios!
Rupert
clamó a Dios con fervor. Le pidió que lo salvará del mal, porque albergaba
pensamientos tan lascivos. Pero sus ojos se quedaron fijos en su hija, Adela, y
no pudo moverse. Miraba a Adela como si estuviera poseído. Y en su mente
imaginaba como la empujaba violentamente contra la pared, rasgando su ropa
sacaria su pene de los pantalones y la follaría como un animal. Dejó escapar un
gemido de alegría.
***
Su
deseo crecía cada vez más con el paso de los días. Como la serpiente satánica
que atormentaba persistentemente a Eva para que comiera del árbol del bien y
del mal, lo atormentaba sin cesar. Gracias a su inmensa riqueza y noble título
como duque, podía liberar la lujuria de su cuerpo tanto como quisiera. Sin
embargo, contemplar vulgares cuerpos no despertaba siquiera su interés. Solo
Adela, que era igual a él y tenía sangre noble corriendo por sus venas, pudo
despertar su lujuria.
—Mi
señor.
—De
acuerdo, entiendo.
Al
anochecer, Benjamín llamó a Rupert, que trabajaba en su oficina. Al oír su
llamada, Rupert se levantó emocionado. Después, se dirigió a la habitación de
su hija Adela. Echando un vistazo a su alrededor para asegurarse de que nadie
lo viera, se coló en la habitación de su hija y se escondió tras las gruesas
cortinas junto a la ventana. Contuvo la respiración, esperando a que Adela
entrará. Poco después, Adela entró en la habitación junto a su doncella.
Acababa de cenar y dio un paseo ligero; su rostro mostraba signos de cansancio.
—Señorita,
¿está muy cansada?
—No,
solo un poco. No pasa nada.
—Aun
así, sería mejor que se acostara temprano.
—Sí,
sería mejor.
Adela
respondió, y la criada comenzó a quitarle el vestido con destreza. Después de
un rato, su hermoso cuerpo desnudo quedó al descubierto. A Rupert se le hizo un
nudo en la garganta al vislumbrar sus voluminosos pechos, su esbelta cintura y
sus regordetes glúteos. Cuando la parte inferior de su cuerpo reaccionó sin
reservas a lo que veía, Rupert se bajó los pantalones y la ropa interior al
mismo tiempo. Su vello púbico, de un dorado oscuro, quedó al descubierto, y
pronto su enorme pene emergió. Después de esperar un rato, Adela se metió en la
bañera.
La
criada que ordenaba la ropa de Adela se acercó silenciosamente a la ventana,
sin que lo notara la joven dama. Luego, con mucho cuidado, extendió la mano
tras la espalda, sujetando la ropa interior que Adela acababa de quitarse.
Rupert la agarró con naturalidad.
—¡Ah,
ja!
Sin
vergüenza, la envolvió alrededor de su pene y comenzó a masturbarse.
—¡Uf,
uf...!
Rupert
miró fijamente a su hija mientras se bañaba frotando su pene. Lentamente, movía
la ropa interior arriba a abajo, como si fuera el coño de Adela. La piel blanca
absorbía el agua y se humedece. Le ardía la garganta. El agua fluía con tanta
delicia sobre su cuerpo que quería tocar y saborear lo que tenía delante; me
estaba volviendo loco.
Mientras
sus ojos ávidos miraban a su hija, la tela rozando su enorme pene inyectado en
sangre le provocó una sensación de calor. La fricción le provocaba una intensa
sensación de placer cambiando su expresión movía la mano con más destreza.
Apretaba su pene con fuerza, moviendo la tela, excitándose.
¡Ja,
ja, ja!
Rupert
sujetaba su pene sacudiéndolo frenéticamente de arriba a abajo, jadeando como
un perro en celo. Él, que era reconocido como un noble duque en este país, le
estaba haciendo esto a su propia hija.
—¡Ahhh...,
hmph, hmph!
Después
de un rato, sus muslos, firmes como el acero, se tensaron. Rupert, al llegar al
clímax, tembló como si estuviera orinando y eyaculó. Una enorme cantidad de
semen empapó la ropa interior de su hija de forma obscena.
—Ah,
ja.
Viéndose
así, debería haber sentido auto desprecio o culpa, pero el rostro de Rupert
estaba completamente tranquilo. Porque no era la primera vez que lo hacía.
Desde el día que descubrió que Adela se sumergía en agua tibia en la bañera
antes de ponerse el pijama después de un paseo, Rupert había estado colándose
en la habitación de su hija.
Y ese
hecho se mantenía en estricto secreto, solo lo sabían el mayordomo y la criada
que atendían a Adela, y nadie más. Pero mientras la espiaba casi a diario, algo
completamente inesperado sucedió. Antes de que se diera cuenta, se encontró masturbándose
mientras observaba a su hija. Un profundo sentimiento de auto desprecio y de
inmensa culpa lo invadieron, pero para cuando se dio cuenta, ya era demasiado
tarde.
Su
cuerpo era la fuente de la inmundicia y el pecado.
***
El acto
de espiar el cuerpo de Adela continuó. Sin embargo, a pesar de esto, el
voyeurismo tenía sus límites para satisfacer su deseo. La masturbación era
igual, y en lugar de esconderse tras las cortinas y esperar a que Adela se
durmiera para escabullirse de la habitación de su hija, ahora se quedaba junto
a su cama durante horas observándola. Cada vez que veía a su hija dormida con
un noble aspecto, como una santa, a Rupert le ardía la garganta. El intenso
deseo que lo asaltaba docenas de veces al día se había vuelto aún más fuerte y
le subía hasta la punta de la garganta.
—¡Maldición!
Un
deseo brutal, como el de una bestia, hervía en su interior. Quería destrozar el
delicado negligé rosa que llevaba su hija y poseer su dulce cuerpo en ese mismo
instante. Rupert, que finalmente había llegado a su límite, llamó a Adela a su
habitación al día siguiente.
Ella
estaba vestida solo con su camisón.
—¿Papá,
me llamaste?
Sin
embargo, ahora Adela también llevaba una fina bata sobre su camisón, quizá
porque le daba vergüenza venir con un negligé tan revelador. Era una lástima,
pero pronto estaría desnuda.
—Sí.
—¿Qué hago aquí a estas horas de la noche?
[¿Qué haces aquí a estas horas de la
noche?]
Ahora
le hizo la pregunta que Rupert le había hecho el día que fue a verlo sobre su
pesadilla. Rupert se acercó lentamente a Adela. Con una mirada disimulada, como
si saboreara su sabor con los ojos, recorrió con lentitud su cuerpo de pies a
cabeza. Adela tragó saliva ante su mirada, llena de pasión, y cuando finalmente
se acercó, parecía nerviosa y confundida.
—Adela.
Rupert
llamó a su hija con dulzura, intentando ocultar los oscuros deseos que lo
atormentaban y la codicia que sentía por ella.
—Sí...
Respondió
Adela, tragando saliva con dificultad. Le temblaban las manos y respondió
ligeramente temblorosa. Su apariencia inocente lo impacientaba. Quería
desnudarla de inmediato, meter su pene palpitante en la vagina de su hija y
sacudirla con fuerza.
—¿Sabes
que Archer me envió una carta hace poco?
—¿Archer?
—Sí,
dijo que quería visitar la Mansión Roxburgh.
—...¿Por
qué de repente?
Los
ojos de Adela se llenaron de dudas mientras preguntaba la razón.
—¿Por
qué? No sé dónde ni cómo oyó los rumores, pero probablemente pensó que estaba
tan afligido por la muerte de Maxim que me consumiría y moriría. Así que
probablemente esté planeando echar un vistazo a la mansión y la finca que
serían suyas antes de que eso suceda.
—N-no
puede ser... Eso no puede ser cierto.
Adela
pareció sorprendida por las palabras de Rupert llenas de desprecio y odio hacia
Archer.
—Como
sabes, si no tengo un hijo varón, mis propiedades y título pasarán a mi primo.
Y no soporto la idea de que eso suceda.
—Oh, lo
sé. Pero aún eres joven, papá.
—Entonces,
si te vuelves a casar y tienes el hijo que deseas...
Adela
respondió con cautela. Era lo que esperaba oír, pero aun así no le gusto.
Rupert no esperaba sentirse molesto. Sin embargo, reprimió sus emociones y
respondió con calma:
—Por
eso tienes que tener a mi hijo.
Adela
no pudo evitar quedarse atónita ante las palabras de Rupert. Con incredulidad,
lo miró como si no pudiera creer lo que acababa de oír y dijo:
—...¿Qué?
¡¿Qué quieres decir?!
—Te
pedí que tuvieras a mi hijo.
—¡Eso,
eso... es ridículo!
—No
digas eso, puedes tener a cualquier mujer. ¿Por qué me codicias, soy tu hija?
Adela gritó horrorizada. Pero Rupert ni
pestañeó.
—No
tengo intención de traer sangre humilde a nuestra familia. Si acaso, sería de
la realeza, pero no hay mujeres de la edad adecuada.
Adela
contuvo la respiración y guardó silencio ante las firmes palabras de Rupert.
Aunque estaba sumida en sus pensamientos, puso los ojos en blanco, como si se
preguntara si las palabras de su padre eran ciertas.
—Aparte
de la realeza, ¿en qué otro lugar de este país hay una mujer más noble que tú?
—Aun
así, ¿cómo puedes querer hacer eso con tu hija...? ¿Por qué no buscas a una
mujer en otro país?—, sugirió Adele con cautela. Al verla intentar hacer que
cambiara de opinión, Rupert la miró con lástima.
—Entonces,
¿por qué viniste a mí esta noche vestida así?
Ya era
demasiado tarde para echarse atrás. Sus ojos, fijos en Adela, se oscurecieron
de pasión.
—Adela.
Extendió
la mano de repente. Luego, con voz profunda, acaricio lentamente su mejilla y
dijo:
—Yo
tampoco quiero hacer esto. Pero sacrificarnos por la familia es... nuestro
deber.
Los
ojos de Adela brillaron con ferocidad ante sus mentiras. Rupert no desaprovechó
la oportunidad.
—Prometo
tratarte con cariño... Y mostrarte las alegrías del dormitorio.
Rupert
susurró seductoramente con voz profunda. Con las manos, saboreó la sensación de
su suave piel.
—Pero
duele, ¿verdad?
—Sí.
Pero el dolor también trae placer.
—¿En
serio?
—Sí.
A pesar
de las tiernas palabras de Rupert, Adela dudó un buen rato. Su paciencia, al
límite, parecía a punto de romperse en cualquier momento, pero se obligó a
aguantar. Sin embargo, ese fugaz instante se le hizo eterno. Entonces,
sorprendentemente, Adela asintió lentamente.
—Por el
bien de la familia...
Con una
alegría indescriptible, Rupert liberó los instintos que había estado
reprimiendo.
—Adela,
te haré feliz.
Rupert
inclinó la cabeza, apretó la barbilla de Adela con la mano y le separó los
labios. Al verter su aliento caliente sobre sus labios rosados, la tensión de
Adela era palpable mientras jadeaba y tragaba saliva. Al ver esto, el corazón
de Rupert se aceleró y, en lugar de sus labios, mordió su pequeña barbilla.
Adela se estremeció; su pequeño cuerpo tembló. Al sentirlo, sus labios
volvieron a subir.
Pero
entonces percibió un dulce aroma proveniente de sus labios entreabiertos.
Incapaz de resistir la tentación, Rupert separó sus labios y le metió la
lengua.
—¡Uf!
Su
lengua se introdujo en el estrecho y húmedo espacio. La sensación de su suave
boca era intensamente excitante. Su saliva era tan dulce que la tragó,
succionando y lamiendo sus labios. Tras saborear con avidez la boca de su hija,
los movimientos de la lengua de Rupert se volvieron lentos. Su húmeda lengua
caliente, que había hundido hasta la raíz, arañaba el paladar de Adela y lamía
sobre sus dientes.
—¡Mmm!
Rupert
gemía suavemente mientras devoraba la pequeña y suave lengua de su hija. Su
saliva pegajosa se enredó, y las dos lenguas dentro de su boca se entrelazaron
como una sola, comenzando un ritmo sensual. Pronto, el sonido explícito de los
sorbos llenó la habitación.
—¡Uf,
uh, uh...!
Adela
dejó escapar un suave gemido mientras frotaba y chupaba su dulce lengua. Era
incapaz de pensar con claridad, abrumada por el placer de la pegajosa fricción.
Es más, cuando él le chupaba los labios, estaba tan ocupada jadeando que no
sabía si mantener la lengua quieta o moverla... No sabía qué hacer. Rupert rió
disimuladamente ante su inocente apariencia y devoró sus labios más
profundamente. Envolvió su lengua alrededor de la suya, capturándola desde la
raíz y frotándola con fuerza.
—¡Eung!
—¡Mmm!
Su
saliva se enredó en la caliente e intensa fricción y fluyó por la garganta del
otro, pero la sed de Rupert no se sació en absoluto. Sintió que primero tenía
que satisfacer el deseo de su pene, que parecía a punto de reventarle los
pantalones, necesitaba saciar su sed física aunque fuera un poco. Pero como
había prometido tratarla con cariño, Rupert se esforzó por contener su lujuria.
Fue
entonces cuando sucedió. Fuera casualidad o no, algo rozó la parte delantera de
sus pantalones. Tocando su ya explosivo pene.
—¡Qué
demonios!
Sus
ojos azules, que brillaban de lujuria, de repente se volvieron fríos y duros. Y
fue en ese instante que la razón de Rupert se desvaneció por completo. ¡Tengo que abrazarla ahora mismo!
Rupert, frenético, casi le arrancó la ropa a Adela. Pronto quedaron desnudos.
Adela, agitando sus largas y frondosas pestañas, contempló el cuerpo desnudo de
Rupert.
Adela
jadeó de sorpresa al ver su enorme pene, tan grueso como su antebrazo,
elevándose en el aire y aferrándose a su bajo vientre, anidado entre los firmes
músculos de su pecho, sus abdominales definidos y sus muslos de acero. Al oír
su jadeo, los deseos más sucios lo invadieron. Un deseo ardiente y profundo se
enroscaba como una serpiente en lo profundo de su estómago.
—¿Entonces
nos vamos a la cama?
Rupert
levantó entre sus brazos el cuerpo desnudo que había visto innumerables veces
mientras se masturbaba, casi a diario. Las elegantes curvas y la carne húmeda
que se adhería a su piel despertaron su admiración. Rupert se dirigió a la
cama. Mientras lo hacía, su pene se balanceaba de un lado a otro, rozando
suavemente su espalda baja.
Cada
vez que la tocaba, Adela se estremecía adorablemente. Un momento después, tras
caminar solo unos pasos, llegó a la cama y recostó a su hija con cuidado.
Quería abalanzarse sobre ella de inmediato, pero el cuerpo femenino bajo su
mirada era tan hermoso, como el de una diosa, que no pudo evitar admirar
tragando saliva. Su cuello pálido y esbelto y la plenitud de sus pechos,
coronados con unos pezones erectos de color carmesí, eran absolutamente
eróticos.
—¡Adela,
eres hermosa!
Su
rostro se sonrojó cada vez más bajo su intensa mirada y comentarios explícitos,
y pronto sus orejas también se enrojecieron. Rupert, que había permanecido
inmóvil observándola, se subió a la cama. Luego, con los dedos retorció y arañó
los tentadores pezones.
—¡Fuera!
Adela,
excitada, movió la cintura y dejó escapar un gemido sensual. Quería saborear su
voluptuoso cuerpo con las manos, morderla, chuparla y hacer todo lo imaginable,
pero la parte inferior de su cuerpo lo necesitaba con más urgencia. Quería
follármela de una vez, sacudirla, eyacular y luego saborear y explorar cada
centímetro de su cuerpo.
—Jaja.
Rupert
separó las piernas de su hija con sus muslos. Se colocó entre sus piernas,
dobló las rodillas de Adela y las presionó contra su pecho. Sus nalgas se
elevaron y su vagina se abrió de par en par. Rupert agarró su pene con la mano
derecha y lo presionó contra su vagina, su coño. A pesar de solo haber chupado
sus labios con avidez, sorprendentemente, la abertura vaginal de su hija ya
estaba húmeda.
—Hmmm...
Soltó
un breve suspiro. El reluciente jugo de amor y el calor cálido en la entrada
del agujero hacían sentir como si su pene se derritiera. Rupert insertó su pene
en el agujero en ese estado. Movió las caderas vigorosamente para hurgar dentro
del agujero, que aún no se había abierto por completo, empujando profundamente.
Cada vez, Adela se mordía el labio inferior y ahogaba un grito agudo. Pero
entonces, ¡uf! Su interior era demasiado estrecho para acomodar su pene.
Además, el estrecho pasaje parecía casi cortarle el pene al hundirse. El dolor
se transmitía desde el pene.
—¡Uf,
ah...!
Aun
así, era bueno. Penetrar el elástico pasaje le hizo soltar un extraño gemido.
—¡Ahh!
¡Ahh!
A
diferencia de él, Adela se estremecía de dolor. Y mientras intentaba evitar que
la penetrara, Rupert la agarró sin piedad de las rodillas y la atrajo hacia sí.
La penetró profundamente de una estocada. Con su enorme pene la embistió sin
piedad, forzando la entrada de su hija para que se ajustara a su enorme tamaño
y así pudiera entrar y salir con suavidad. Entonces, en un momento,
—¡Uf!
Rupert
gruñó y gimió como un animal. Fue porque su coño, que ya se había adaptado a su
miembro, se contraía y lo apretaba con fuerza, haciendo que sus ojos se
pusieron blancos por el placer.
—¡Joder,
uf!
El
sabor de sus paredes internas era embriagador. Era como un sabor celestial.
—Adela,
Kkuk, el de papá... ¿Sabe bien? Eh, ¿se siente bien?
preguntó
Rupert con voz profunda mientras penetraba su vagina. Se preguntó cómo se
sentiría su hija al recibir su pene, aunque él mismo lo disfrutaba tanto.
—¡Eh!
Se siente raro.
—¿Raro?
¿Cómo?
Incluso
mientras Rupert preguntaba, su pene se retorcía como una serpiente, agitándose
dentro de ella. Emitiendo un suave chapoteo, como si estuviera presumiendo.
—¡Ah,
ah! Ah, duele... ¡pero se siente bien!
Su
rostro ya estaba mojado por las lágrimas cuando dejó escapar un suave gemido.
¡Ya lo
estaba sintiendo! ¡Era, sin duda, la hija de la familia Roxburgh!
Al
igual que Maxim, quien heredó su sangre y era excelente como un semental en las
relaciones sexuales, Adele también parecía ser una seductora nata. Mientras la
excitación la desbordaba y el placer subía junto con la sangre, Rupert movía
salvajemente las caderas adelante y atrás, embistiendo el coño de su hija.
—¡Ja!
¡Uf! ¡Ah, uf!
—¡Kuh!
Embistió
con fuerza, saboreando cada centímetro de su interior.
***
—¡Uf!
Rupert,
que había eyaculado dentro de Adela como si estuviera orinando, pensó que su
cuerpo tembloroso era demasiado hermoso, así que tenía que darle mucho cariño.
Cubrió su boca con la suya para amortiguar sus jadeos, mientras sus manos
agarraban sus pechos y retorcía sus pezones.
—¡Uf,
uh!
Apretaba
sus pezones con fuerza mientras chupaba su lengua con avidez.
—¡Jo!
Pero
Adela intentó apartarse de los labios de Rupert. Rupert se apartó de sus labios
y lamió la saliva que se le había acumulado en las comisuras de los labios,
preguntándole: —por qué. Adela, con lágrimas en los ojos, dijo con una voz que
casi sonaba a sollozo:
—Yo
ya... lo hice
Mientras
ella le explicaba su razón, Rupert le clavó las uñas en los pezones. La mujer
debajo de él tembló levemente.
—Adela,
te dije que te haría feliz. Así que no te preocupes y déjame hacerlo.
—¡Pero...!
Rupert,
que se había calmado, rodeó el torso de su hija con sus gruesos brazos. Como
una serpiente gigante apretando a su presa. Luego bajó los labios y comenzó a
devorar lentamente uno de los pechos de Adela con sus fuertes mandíbulas.
Adela
abrió la boca de par en par con los ojos abiertos por la sorpresa.
—¡Oh,
no! ¡Ja, no hagas eso...! ¡Qué asco...!
Gritó
que no podía, que no debía hacer eso. Pero Rupert simplemente apretó el pecho
con el que había estado jugando hace un rato con la mano.
—¡Ahhh!
La
suave textura era deliciosa para masticar y tragar. Los pezones, de un rojo
intenso, también estaban deliciosos. Además, los pezones, erectos en su boca,
eran increíblemente eróticos y adorables.
¡Ah,
esto me está volviendo loco!
Con
solo acariciar sus pechos, Rupert reavivó su ardiente deseo, y se abalanzó
sobre los pechos de su hija, mordiéndolos y succionándolos con avidez. Adela
gemía de placer, con el cuerpo temblando.
—¡Ah!
¡Ah! ¡Ah!
Mientras
él succionaba profundamente su pecho lamiendo la carne circundante mordiendo
suavemente su pezón con los dientes, ella se retorcía de placer. Sus gemidos
lascivos hacían que la parte inferior de su cuerpo se hinchara como un animal
excitado. No, sentía que iba a explotar, con la sangre subiendo a borbotones.
Pero tuvo que contenerse.
En el
momento en que Adela, que había experimentado un extremo placer, estaba a punto
de alcanzar el clímax, quiso hundir su polla dentro de ella para experimentar
la emoción que su cuerpo sentía. Rupert continuó lamiendo y chupando el otro
pecho. Levantó la vista y miró fijamente el rostro de su hija.
—¡Ah,
ahhhhh!
Su
rostro sonrojado, sus labios entreabiertos y sus ojos nublados de placer
satisficieron a Rupert. La fricción descarada continuó hasta que Adela alcanzó
el clímax. Moviendo su esculpida mandíbula y grueso cuello al ritmo de su
lengua. Entonces, de repente, percibió una señal.
—¡Ohhhhh...!
La
esbelta cintura de Adela se estremeció y los dedos de sus pies se curvaron.
Echó la cabeza hacia atrás y sus muslos se estremecieron visiblemente.
Inmediatamente, Rupert apartó los labios de sus pechos y le separó las piernas.
—¡Ah,
ah, papi...! ¡Por favor!
Cuando
el placer desapareció de golpe, Adela, a punto de correrse, lo llamó con voz
desesperada. Rupert no rechazó sus súplicas y se apresuró a meter de nuevo su
enorme pene en el agujero, que estaba a punto de alcanzar el clímax.
—¡Guárdalo!
La
estrechez era de otro nivel. Casi derrame mi semen en cuanto lo inserté. Rupert
apretó los dientes y aguantó, y comenzó a embestir con insistencia su interior,
donde se concentraba el placer.
—¡Ahhh!
..... ¡Oh, qué bien! ..... ¡Ah, ahh......! ¡Jajaja!
El
cuerpo de Adela, que estaba ardiendo al máximo, se movía al mismo ritmo.
Aferrada a él como una cigarra, emitía gemidos como sollozos. Su agujero se
contrajo; no era diferente de una tortura. Mmm,
incapaz de expresar con palabras el indescriptible placer, Rupert se rascó la
garganta y dejó escapar un gemido.
Entonces,
de repente, la pared interna se tensó con una fuerza tremenda, y Rupert, que
había estado metiendo su pene mientras chupaba la barbilla de Adela, cambió de
repente de ritmo y comenzó a embestir con más velocidad. Empujaba profundamente
y se retiraba rápidamente, clavando su pene en el frágil agujero como una
estaca.
—¡Pum,
pum, pum!
Las
paredes internas, que habían sido destrozadas, fueron cruelmente aplastadas por
el rojo pene. La espuma que se había formado en los genitales se adhirió a las
paredes vaginales y a su pene.
—¡Ah!
¡Ah! ¡Ah!
El
máximo placer le recorrió la columna vertebral y los nervios. Adela también lo
sintió, moviendo la cintura y estremeciéndose. En ese estado, Rupert metió su
pene en su vagina en ángulo recto. Entonces, Adela no pudo contener el placer
del orgasmo y envolvió sus piernas con fuerza alrededor de sus caderas.
El
placer ardiente se volvió tan intenso que sintió como si lo hubieran arrojado
al fuego del infierno, envolviéndolo. El calor era tan intenso que sentía como
si su cuerpo se derritiera.
—¡Aaaaaaaaah!
—¡Keuuuu!
¡Kyaaaah!
Mientras
las lágrimas corrían por las mejillas de Adela y sus párpados temblaban, los
dos cuerpos entrelazados alcanzaron su punto máximo simultáneamente,
convulsionando y temblando.
—¡Huh!
....
¡Haa!, y al mismo tiempo, se desplomaron juntos sobre la cama.
***
Al día
siguiente, al mediodía, Adela abrió los ojos, deslumbrada por la luz, y se dio
cuenta de que estaba en los brazos de su padre. Al levantar la cabeza de su
firme pecho, vio el rostro de Rupert, profundamente dormido. Bueno, era
comprensible. Incluso ella, que había fingido ser virgen y apenas se había
movido, aceptando sus caricias y su pene, estaba agotada.
Era
natural que hubiera pasado toda la noche teniendo relaciones apasionadamente.
Había eyaculado tanto que sentía el bajo vientre lleno. Entonces sucedió. La
luz del sol que se filtraba a través de las cortinas iluminó el hermoso rostro
de Rupert mientras dormía. Adela, que había estado observando en silencio sus
esculturales rasgos que la dejaban sin aliento, movió la mano con cuidado, y
comenzó a acariciar su rostro.
—¿Cómo
puede ser tan guapo, papá...?
Su
cabello, sus cejas, sus ojos, su nariz, sus labios.
¡El papá que tanto deseaba, el papá que
tanto amaba y por el que podría morir, ahora era mío!
Sentía
una inmensa, vertiginosa y emocionante alegría.
¡Ahora no puedes escapar de mí!
Pero
por cómo lo conseguí. Aunque más tarde descubriera la cruda verdad, no tenía
intención de dejarlo escapar.
—Papá...
Nunca podrás escapar de mí.
Adela le susurró al oído, con una sonrisa
siniestra y maliciosa. Si alguien la hubiera visto, se habría horrorizado al
ver su expresión desquiciada.
Fin
jaja me están gustando cada vez mas estas mini
historias, y esperen hay mas.
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