8.- Un hechizo para estar contigo para siempre

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Mariel caminaba por la playa con una mano en el estómago y la otra sosteniendo la mano de su marido. Sus zapatos, que se había quitado, colgaban en la otra mano de Herman. Herman miraba extasiado el borde blanco de su vestido revoloteando sobre sus piernas por la brisa del mar.

A sus ojos carecían de sentido el mar que brillaba por el sol y la arena blanca. El sol estaba allí para hacer brillar sus ojos y su cabello, y la arena solo estaban allí para que ella la pisara y se regocijara. Y el viento...

La brisa del mar hacía que el dobladillo de su delgado vestido se pegara a ella, haciendo que el vientre de Mariel pareciera más prominente.

Medía a Mariel todos los meses y le regalaba ropa, por lo que su vestidor estaba lleno. La habitación del bebé preparada de antemano para cuando naciera ya estaba llena de juguetes y artículos para el cuidado del niño.

—Nunca pensé que comprarías la villa.

La noticia del viaje prenatal del Duque y la Duquesa de Landis a una pequeña villa en la playa se extendió rápidamente por los círculos sociales. Mariel no tenía idea de que la villa, era la villa de su infancia la cual le había contado, incluso cuando él dijo que pasarían un tiempo en una villa hasta que naciera el bebé.

—Quiero recoger almejas.

Cuando Mariel tiró de la manga de Herman, él la detuvo.

—Si pisas una almeja, te lastimarás.

—Pero...

—Yo las recogeré, quédate aquí.

—Tienes que recoger las más bonitas.

—Por supuesto.

Pellizcó levemente las mejillas de su esposa y se acercó a la playa donde se amontonaban las almejas. En el punto donde entraban las olas rebuscó varias veces en la arena y la llamo con la mano para ver si finalmente había encontrado alguna que le gustara.

Al verlo acercarse con una almeja, Mariel respiró hondo sin darse cuenta. El hombre que caminaba a la luz del sol con el mar azul a sus espaldas parecía un dios que acababa de nacer en el mar y salía a tierra.

Dios mío, tal vez.

—¿Qué tienes, Mariel? ¿Hace mucho calor? ¿Quieres ir a la sombra?

Miró el rostro repentinamente sonrojado de su esposa y preguntó preocupado.

—Oh, no. Estoy bien. No tienes que preocuparte.

Mariel puso su mano sobre su palpitante pecho y respiró hondo.

—Si te sientes mal, dímelo, ¿de acuerdo?

Dijo Herman, poniendo su mano cariñosamente en la frente de Mariel.

—Está bien.

—Oh, esa son unas bonitas almejas.

Mariel sonrió al verlas. Las almejas, que brillaban a la luz del sol como un arco iris, eran como un joyero creado por la naturaleza.

—¿Por qué no la abres?

—¿Qué?

—Tienes que mirar ¿Podría tener una perla?

—Oh, de ninguna manera.

Aun así, Mariel abrió con cuidado la almeja.

—¡Vaya!

Apenas abrió el caparazón, Mariel exclamó. Dentro había una enorme perla que emitía un gran brillo.

—Esto es, esto es.

—¿Tal vez tú?

Supongo que cuando estaba sosteniendo la almeja hizo esto.

—No sé. Supongo que es un regalo de la Diosa del Mar para celebrar tu embarazo.

—Supongo que fuiste tú.

—¿Cómo puedes decir tal cosa?

—¿Te gusta?

—No está tan mal.

Mariel sacó la perla de la almeja con admiración. Cuando la vi a la luz del sol, brillo como el arcoíris y se veía muy hermosa.

—Eres tan hermosa. Dice que eres un regalo de Venus. Ese será tu nombre.

—Eso es comprensible.

—Pero ¿Cuándo preparaste esto?

—Dijiste que tuviste un sueño.

—....

—Soñaste que ibas caminando por la playa y recogiste una almeja con una perla dentro.

—Oh ese sueño.

Mariel sonrió hermosamente ante sus palabras.

—¿Cómo lo recuerdas?

—Yo soy quien puede hacer realidad tus sueños.

—Entonces, si hay algo que quieras, solo dímelo. No pienses en ir a ningún lado, yo haré que suceda.

Aun así, a Mariel le gustó. Lo que sea que haga Herman estaba bien para Mariel.

(S. Bendita ignorancia.)

—Tengo una pregunta.

Mariel, que estaba haciendo rodar la perla en su mano, dijo.

—¿Qué?

—... No sé cómo quedé embarazada. Estoy segura de haber tomado la pastilla anticonceptiva todos los días después de hacerlo.

Mariel palmeó su estómago extrañamente. Aun le parecía increíble que estuviera

embarazada del hijo de Herman y también que siguiera con él.

—Eso es lo que uno llama destino.

—Tú y el niño estaban destinados a venir a mí.

—...¿Es eso cierto?

—Por supuesto.

—Yo... ni siquiera sabía que estaba embarazada, así que seguí tomando las pastillas anticonceptivas, espero que no haya afectado a mi hijo de alguna manera.

—Mi médico dijo que no había ningún problema. Mi hijo nacerá con buena salud.

Si Herman dice que nacerá sano entonces yo le creo.

Mariel dejó de pensar de forma negativa.

—Desde el principio fue el destino.

—Desde el momento en que te caíste en mi baño.

—...

—Desde el momento en que te levantaste agarrándote de mí pene.

Mariel se sintió avergonzada cuando lo dijo con una expresión seria.

—Deja de burlarte de mí.

Herman que agarró levemente su mano beso a Mariel en los labios. El atardecer teñía a la pareja del mismo color.

Epílogo

Otra Historia

—Tiene un gran pene... me gusta. El pene de Mi señor... Es tan bueno.

—Oh... es tan bueno como me llena.

Era linda y sumamente encantadora cuando hablaba de forma lasciva aun cuando era tímida. ¿Cómo puedo llenar las entrañas de una mujer tan pequeña? Volví a sentirme orgulloso de lo grande que la tenía.

Sin embargo, un día, Mariel comenzó a verse preocupada. A veces lo miraba y suspiraba, y a veces lloraba.

¿Se cansó de mí?

Cuanta más ansiedad sentía, más tenía que abrazarla. Entonces Mariel lo abrazó cálidamente y Herman se dio cuenta de que no podía escapar de ella.

Herman entró a la habitación de Mariel mientras ella dormía. Y encontró lo que había escondido en su cómoda. La pequeña botella de vidrio estaba llena de pastillas. La última vez que fue a la ciudad, era obvio que las había comprado en la farmacia.

—¿Estás enferma?

Cuando le pregunto preocupado, Mariel se mostró especialmente avergonzada. Parecía estar escondiendo algo, pero no preguntó más. Si seguía preguntando, solo lo ocultará más. Para averiguarlo tuve que fingir aceptar su respuesta.

—Es una píldora anticonceptiva que toman las mujeres. Si la toma inmediatamente después del coito, tiene el efecto de prevenir el embarazo.

—¿Tu amante las toma? Como se trata de un producto industrial, pueden tener efectos secundarios en su cuerpo. Puede causarle mareos, dolor de estómago repentino o granos en la piel... Por supuesto, el mayor efecto secundario es el embarazo. Eso es porque como método anticoncepción su eficacia no es muy alta.

—¿Oh, de verdad?

Al ver la sonrisa sospechosa de Herman, el médico dijo.

—Sí, mi médico me conoce bien.

Herman sonrió satisfecho.

—Escuché que los efectos secundarios son graves, así que no creo que deba seguir tomando esas pastillas.

Herman golpeó la tapa de la botella con los dedos y dijo:

—Estoy seguro de que se ha enfermando por tomar estas pastillas, por eso quiero que me des algunos suplementos nutricionales que sean buenos para su cuerpo. Ella ya es pequeña y delgada.

Su voz realmente se escuchaba preocupada.

—Bien. La preparare ahora mismo.

—... Lo tendré en cuenta.

El doctor asintió con una sonrisa significativa.

—Quiero que la forma y el color de ese medicamento sea el mismo.

—Por supuesto.

El médico no preguntó más. Herman se levantó de su asiento con una mirada de satisfacción.

También era necesario mostrarles a todos que ella era mi mujer para asegurarme de que no pudiera escapar a ninguna parte.

Fui a visitar a mi padrino, el Duque de Parker, quien está muy unido a mis padres.

El Duque y la Duquesa de Parker accedieron de buena gana a su pedido. Mientras tanto, Herman le escribió una carta a su madre, que estaba pasando un rato agradable en el campo al menos dentro de este año, la amenazó con que tendría un lindo nieto y una nuera, así que no debía preocuparse por nada, y si se oponía al matrimonio, su hijo se quedaría solo en un rincón de la mansión preparándose para envejecer solo.

La anciana que conoce mejor que nadie la sinceridad de su hijo le mando su respuesta: —me gusta

También le escribió que había escuchado solo cumplidos sobre lo linda y sincera que era la chica de parte de la Vizcondesa con quien se había reunido en la finca.

—Ella es mi prometida.

Pero Mariel no parecía muy contenta. Quería compartir todo lo que tenía con ella, pero cuanto más lo hacía más sentía que se quería escapar. Estaba impaciente. Quería ver el fruto de los dos lo antes posible.

Herman observo la condición física de Mariel desde entonces. Se sintió más seguro cuando comenzaron a aparecer los síntomas, se quedaba dormida mientras lo escuchaba, todo el día estaba somnolienta y, a menudo se mareaba.

Sin embargo, fue muy difícil el poder aguantarme y hacerlo despacio. ¿No sería mejor si no lo hiciéramos en absoluto?

—Duerme Mariel.

Traté de dormir, sosteniéndola en mis brazos. Pero fue una tortura enorme. El olor de su cuerpo durmiendo en mis brazos, el olor de su cabello, su aliento cada vez que respiraba. Aun así, no me imaginaba dejarla ir. Al final, mientras reprimía sus deseos, solo la abrazó y se torturó a sí mismo.

Entonces Herman solo esperaba. Hasta que Mariel notara los cambios en su cuerpo y se lo confesara tímidamente.

Tengo a tu bebé.

¿Cuál es el problema? ¿Estás cansada de mí? ¿O realmente tienes a alguien más ahí fuera? Incluso con mi hijo en el vientre, no creo que tenga otro hombre.

Herman miró a Mariel, quien desde hace unos días estaba visiblemente ansiosa, y se preguntó cuándo le diría lo que estaba pensando. Pero eso no paso.

Mariel se ha ido. Su cabello se erizó todo el tiempo que la persiguió. No debí haber esperado. Apretó los dientes. Fui un estúpido. No debí esperar a que ella sola caminara hacia mis brazos.

Me había convencido que podía hacer eso, pero no debí haberlo hecho. Debí haber aventado la red, atraparla y mantenerla a mi lado. Si la atrapo esta vez, si la vuelvo a abrazar, nunca más...

Cuando agarro y cargo a Mariel en sus brazos en la estación de tren. Herman finalmente sintió que su mundo estaba completo. Sin embargo, cuando lo vio Mariel, ella lloró y le rogó.

Sus lágrimas eran como lanzas que se clavaban en mi pecho.

Tendrás a mi hijo y lo criaras sin mí que soy su padre.

—No puedes hacer eso.

La bruja del mar le dio a la sirena dos piernas para que pudiera subir a la superficie.

Pero yo iba a partir esas dos piernas y así tenerla siempre a mi lado. La domesticare y hare hasta lo imposible para que ni siquiera piense en volver al mar.

—... No sé cómo quedé embarazada. Estoy segura de haber tomado la pastilla
anticonceptiva todos los días después de hacerlo.

El hilo que unía a los dos era el destino.

Destino que él mismo unió.

—Tú y el niño estaban destinados a venir a mí.

Ayudante de Baño Fin.

El Duque

Historia paralela.

El duque Herman Landis tenía una apariencia demasiado hermosa. Fue gracias a que heredó la belleza de su madre, quien conquistó el mundo social con su excelente apariencia.

Pero a él solo lo molestaba. Desde muy joven, las mujeres solían aferrarse a él y lo molestaban por ser tan guapo. No, solo tenía suerte con las mujeres.

—Eres más hermoso que una mujer, ¿te gustaría darme una oportunidad?

Pero no tenía nada por lo que luchar. Desde que nació, tuvo en sus manos un tenedor y un cuchillo adornados con oro y diamantes.

Una fortuna inagotable, vastas propiedades y enormes negocios propiedad del Duque de Landis...

Por lo general, cuando una persona tiene tanto dinero, cae en la lujuria, las drogas y otras desviaciones, pero ni siquiera hizo eso. Fue debido a su misofobia extrema.

—Si tienes sexo, podrás dormir bien. Te podrá parecer fascinante e interesante porque sentirás como si se hubiera abierto un nuevo mundo.

De hecho, siempre le daba la misma receta. ¿Qué puedo hacer cuando ni siquiera quiero tocar a la gente?

—Maldición.

Escupió una palabrota, se quitó la ropa y luego caminó y se sumergió en la bañera. Había abierto el agua caliente y rápidamente se llenó el baño de vapor.

Herman estaba esperando siempre este momento, era su consuelo poder sentir que se ahogaba en el agua, cuando sentía la impresionante humedad.

chirriar. Lentamente abrió los ojos al sonido de la puerta abriéndose.

¿Quién entro?

Nadie podía entrar, ni en el dormitorio ni en el baño, cuando él estaba en la bañera.

Pero quién diablos...

Escucho un tarareo no muy lejos. Al principio, pensé que era una alucinación auditiva, pero el tarareo comenzó a ser más y más claro. Luego escuche que tallaban el suelo. Sus ojos, que se habían acostumbrado al vapor del baño después de estar mucho tiempo en la bañera, reconocieron la forma borrosa de inmediato.

Estará sorprendida, tendrá miedo, gritara...

Su predicción fue mitad, mitad.

—¡Ahhhhhhh!

La criada se resbaló sin aun verlo. Un golpe resonó a través del baño. Debe haber sido bastante doloroso, y frunció el ceño al imaginar el dolor. Vi a la mujer tratando de volver a levantarse de alguna manera a través del vapor blanco. Luego se cayó de nuevo.

—¡Maldita sea!

Su grito resonó una vez más. Se volvió a caer, así que debió dolerle más esta vez. Trató de contener su risa furtiva esta vez. Es un acto de cobardes reírse del dolor de los demás. La criada lucho por levantarse de nuevo. Parecía que estaba buscando algo para poder levantarse, agarrando y tanteando.

¿Puedo ayudarla esta vez? Hay mucho vapor adentro, así que ¿no debería sostener su mano?

—¡Ahhhhhhh!

El vapor de agua comenzó a salir lentamente por la puerta del baño que había dejado abierta. Se quedó solo en el baño en silencio. Para ser precisos, me quedé solo en el baño con una tremenda erección.

Sentía como si me hubieran golpeado en la cabeza mientras miraba mi pene levantado inclinando la cabeza.

Solo entonces me di cuenta.

Desde el momento en que escucho a la sirvienta tararear, había reaccionado vigorosamente y eso fue mucho antes de que siquiera lo tocara, mi pene estaba erecto.

De ningún modo. ¿Fui poseído por esa pequeña sirvienta?

—Maldición...

Herman abrió mucho los ojos y pronunció una maldición en voz baja. Sus pantalones ya estaban mojados, y él seguía erecto como si fuera a romper sus pantalones incluso después de haberse venido, ya que se había masturbado ferozmente hace un rato, debido a un sueño que acababa de tener. No importa lo que un hombre soñara, no era nada extraño o desagradable.

Era completamente vergonzoso. Ser tocado por una mujer, no, aunque hubiera sido un hombre, era lo mismo. El Duque Herman Landis. Era un hipocondríaco que odiaba el contacto físico con otras personas.

Entonces, la mujer que audazmente le frotó el pene y se escapó era, por supuesto, una delincuente. Si esto no se levantara todo el tiempo, habría echado a la mujer de inmediato.

Quiero decir, no podía hacerlo mientras esto esta asi.

Después de un tiempo, miró hacia abajo, ya que no mostro signos de calmarse, y

pronunció otra maldición. Al final, no tuvo más remedio que tomar una decisión.

—Toma la responsabilidad.

Quiero follarla.

Quería caminar hacia ella quitarle el uniforme de sirvienta para luego introducir mí pene y hacer un lío infernal con ella.

Era un deseo que nunca había sentido antes. Incluso si solo tocaba la piel de alguna persona, se me ponía la piel de gallina. Sexo. Quiero hacerle cosas tan íntimas y promiscuas. Era seguro que se había vuelto loco. Pero ahora no podía comerla.

Lo sabré una vez que la tenga. Pondré primero a dormir a este loco bastardo que mantiene la cabeza en alto todo el tiempo, y luego pensare en ello.

—Mi señor...

Mientras miraba a Mariel llorar debajo de mí, mi codicia creció.

—Escuché que la nueva sirvienta fue grosera. Si no le gusta puedo reemplazarla...

—No, la dejaré como mi asistente, no dejes que haga nada más.

Ante sus palabras, Roberta pareció sorprendida por un momento, pero siguió sus órdenes con su habitual rostro inexpresivo.

¿Cómo te atreves a tocar mi cuerpo?

Y me hizo un tonto que no podía controlar su propio cuerpo. Solo pensar en eso lo hizo sentir como si su dignidad dentro de él hubiera sido destruida. Ni siquiera podía tocar su cosa y nunca nadie la había tocado, la cosa que pensé que nunca usaría por el resto de mi vida. La tome no solo con una, sino con ambas manos.

Ella esta tan sorprendida y sobresaltada que está a punto de llorar.

—¡Por supuesto! ¡La persona a la que serví dijo que era muy buena bañándola!

Estaba sonriendo muy feliz cuando le pedí que me asista en mi baño. Herman sintió que algo se le retorcía en el estómago.

—¿Lo bañaste?

—Sí, incluso le di un masaje, ¡incluso dijo que mis manos son las mejores!

Oh, así que no es la primera vez que esto le sucede.

La idea de que alguien más la haya visto desnuda y haya disfrutado de sus gemidos de placer, o haya visto la reacción de su cuerpo porque a pesar de que era tímida se derretía bajo sus manos me hizo sentir más molesto. No sabía por qué. Así que más la presione.

En realidad, era Herman quien tenía prisa. Varios días habían pasado desde que ella lo agarro, seguía poniéndose duro y miro su miembro sintiéndose realmente miserable.

Y ese era el sueño que tenía todas las noches. No pude soportarlo más cuando vi a la mujer frente a mí. He estado enfermo durante días, pero esto es algo común para ella.

Su ira estaba al límite. Quería venganza. Quería dejar rastros de mí dentro de ella y hacer que nunca lo olvide.

Y eso fue lo que paso.

—¿Esta es tu primera vez?

Cuando pensó que era la primera vez de la mujer, giró un poco más, Mariel no pudo ocultar el dolor, aunque se esforzó mucho para que fuera lo menos doloroso posible. Aun así, cada vez que entraba y salía, estaba en un estado de feroz excitación.

Herman se llenó de un extraño placer. A partir de ese momento, no pude soltar su cuerpo en absoluto. La penetre sin cesar, la penetre una y otra vez... hasta que Mariel se agotó. Después de eso, caí en un sueño profundo después de mucho tiempo. Pero cuando desperté, Mariel ya no estaba.

¿Fue porque había pasado mucho tiempo desde que dormí tan profundamente, o porque estaba demasiado relajado al estar ebrio con el olor corporal y la temperatura corporal de Mariel?

Sobre todo, me preocupaba que ella estuviera lastimada por lo de anoche. Entonces, salí a buscar a Mariel. Sin embargo, las palabras que salieron de su boca cuando la encontré me sorprendieron nuevamente.

—Porque, por supuesto, hice todo lo que tenía que hacer...

—Qué hacer.

No, es más cuando vi a Mariel, comencé a hincharme como loco. Me pregunté si me había convertido en su esclavo por la lujuria, pero no me importaba. Porque lo primero era calmar mi cuerpo que hervía con solo mirarla.

Así que Mariel se convirtió en su asistente personal y la puso debajo de él, día y noche. Ante las palabras del médico, Herman trató de fingir que no le entendía y giro la cabeza.

—¿De verdad se nota?

—Sí, tu expresión se ha vuelto más suave y tu agudeza ha disminuido mucho. Es una prueba de que estás durmiendo lo suficiente.

El doctor continuó en un tono tranquilo como siempre.

—¿Paso algo?

—...Nada.

Herman apartó su mirada de la mirada del médico por alguna razón, quien lo seguía mirando con detenimiento.

—Ya veo. Eso es una lástima. Como médico, me preguntaba cómo fue que curo su enfermedad el Duque.

—Si tienes sexo, podrás dormir bien. Te podrá parecer fascinante e interesante porque sentirás como si se hubiera abierto un nuevo mundo.

Tan grande. ¿Fue realmente por eso? ¿Mezclar su cuerpo con Mariel le trajo tanta satisfacción? Odiaba tocar a las personas... ...cuando estaba sumido en sus pensamientos.

Toc Toc

—Traje el té.

—De todos modos, eso es un alivio.

Dijo el médico y se puso de pie con su maletín. La sirvienta, que acababa de entra con el té, miró avergonzada al doctor que ya se había levantado.

—El té todavía está caliente, así que bebamos.

A diferencia de sus cortes invitación la mirada de Herman detrás de la sirvienta lo miraba diciendo que, si no se iba de inmediato, lo despediría.

—Necesito ver a otro paciente. Tengo que irme. Después tomaremos té.

El doctor hizo una reverencia a Herman y se despidió de Mariel y salió por la puerta.

Con el sonido de la puerta cerrándose, hubo un ruido de alguien cayendo.

—¡El invitado todavía está afuera...!

—¿Qué tiene, por qué, te gusto?

La voz gruñona era definitivamente la del Duque. Quien odia que lo toquen.

—¡Como te atreves a decir eso!

El doctor sonrió y se fue.

(Asistente de baño) Gaiden Fin.

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Comentarios

  1. Vine a leer cochinadas y salí con el corazón deseando que algún día tenga a alguien que me ame locamente como lo hace el duque a Mariel (claro, que respete mis decisiones y no me amarre como a ella jajaja)

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