Prólogo

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1. La caza en invierno.

Comenzó la temporada de caza del duque de Icanus este invierno. Eso significa que durante este periodo la caza en el Bosque Nevado está prohibida. Si quieres seguir viviendo, no debes siquiera acercarte al bosque durante ese tiempo. 

A los ojos del duque, que está obsesionado con cazar, todo ser vivo es una presa. Por esta razón, los aldeanos suelen estar en constante estado de alerta durante este período.

—Nunca entres a este bosque.

Ariste apuro sus pasos mientras reflexionaba sobre la advertencia que había escuchado varias veces durante el día. El invierno en el norte es más frío y severo. Se necesita mucha preparación para superar el largo invierno.

Ya que el duque sale a cazar durante el invierno, por un tiempo no puede siquiera acercarse al bosque, ya que si tiene mala suerte la mataría e inmediatamente se despediría de este mundo.

El coto de caza del Duque está lejos del bosque donde cazan los cazadores de la aldea, pero los cazadores a veces ingresaban en secreto a esa parte del bosque para cazar.

Era posible porque esa parte del bosque está casi totalmente descuidada salvo en temporada de invierno, a pesar de que formaba parte de la residencia privada del duque.

Por supuesto Ariste no tenía necesariamente que entrar al bosque. Claro si ella fuera una cazadora que careciera de habilidades para cazar, la historia sería diferente, pero ella era alguien que recolectaba hierbas medicinales, así que solo debía esperar a que terminara la caza de invierno, después podría ir a cosechar una gran cantidad de las preciosas hierbas medicinales que crecen en esa parte del bosque.

Ariste caminó atreves de la nieve con los pies protegidos. En la canasta guardaba las preciosas hierbas que solo crecían en la nieve y que resultaban muy útiles para reduciendo el dolor por que tenían efectos antiinflamatorios.

Se trataba de una hierba poco conocida esto se debía porque había sido descubierta por un el herbolario que comerciaba con su padre, quien era médico.

—Tuve suerte.

Ariste sonrió mientras acariciaba la canasta cubierta con tela. Si hiciera un ungüento con esto y lo vendiera, podría sobrevivir por un tiempo. Resultaría ser un importante medicamento para los cazadores quienes suelen hacerse muchas heridas.

En lugar de pagar por los alimentos que recibía en invierno. Ariste se dedicaba a hacer ungüentos con las hiervas medicinales fue debido a la consideración especial del jefe de la aldea. 

Vivia en el pueblo de Vito, un pequeño pueblo localizado en las montañas. La mayoría de los aldeanos eran cazadores o leñadores, y las mujeres se ganaban la vida haciendo y vendiendo artesanías. Los granos y semillas las obtenían principalmente por el comercio que daba la caza: pieles y carne.

Lo más duro para los aldeanos en este pueblo era pasar el invierno. No era fácil encontrar presas en el bosque. Por lo que, se dedicaban a tomar y robar las presas de otros o se forzaban a competir contra otras aldeas e incluso, a veces, era normal que apuntaran sus armas a las personas y no a los animales.

Conseguiríamos más presas si pudiéramos cazar en el Bosque Nevado

Todos en la aldea pensaban de esa manera. La razón era porque en invierno hay una gran cantidad de bestias y podrían conseguir pieles de excelente calidad y podrían venderla a un alto precio. 

Pero, de hecho, esa parte del bosque le pertenece al duque, por lo que no creo que este mal que prohíba la entrada. Sin embargo, cuando comenzaron a restringirse más las actividades habituales, los aldeanos estuvieron a punto de volverse locos.

—¡Dame pastillas para la resaca! ¡Voy a cazar!

Son personas que siempre viven rodeados de sangre, por lo que cuando se vieron arrinconados era inevitable que se pusieran nerviosos en los últimos días. Hubo una pelea física por nada, y algunos de ellos llegaron a la casa de Ariste bajo los efectos del alcohol exigiendo pastillas medicinales.

En aquel momento, Ariste tuvo que trabajar sin descanso y quedándose despierta toda la noche sin quejarse. En particular, este año habían pasado por una mala cosecha y el precio del grano se había superado el doble del precio en comparación con el año anterior, por lo que la situación estaba empeorando.

Estando todo el pueblo tan enojado una «forastera» como Asite tenía que tener mucho cuidado en no provocarlos aún más. Después de ocho años ella todavía seguía siendo llamada como forastera a pesar de todo el tiempo que llevaba asentada en el pueblo debido a una costumbre específica donde se trataba como forasteros a cualquiera que no hubiera nacido allí.

—Ariste, tenemos que sobrevivir aquí.

Pero mi padre siempre les agradecía que nos hubieran aceptado. Ha pasado casi un año desde que él falleció y Ariste ha estado trabajando como curandera de la aldea en su nombre. Aunque no era una doctora bien educada, tenía habilidad para manejar las hierbas medicinales bastante bien.

Era muy importante ser una persona útil en la aldea. Había mucha gente en el pueblo que recolectaba hierbas, pero nadie tenía más conocimientos que ella. Su padre le enseño todo sobre los lugares donde crecían las hierbas en pleno invierno y sobre otras hierbas poco conocidas por lo que Ariste aprovechaba este conocimiento.

Ella mantenía la esperanza de que mientras tuviera un papel que desempeñar en la aldea, no la echarían. Cuando ingresaron al pueblo, había algo diferente a la habitual. Desde un principio nunca había mucha gente fuera durante esta temporada y era porque no tenían razones para estar afuera enfrentándose a la mordaz ventisca invernal.

El frio era especialmente insoportable estos días y la gente se rehusaba a emplear su energía en movimientos inútiles, incluso con la escasez de alimento. Con todo eso, el escenario que se desarrollaba ante sus ojos le parecía aún más extraño.

—¿Que está pasando?

La gente estaba abarrotada por dondequiera que mirara en el pueblo. Los residentes se habían reunido en grupos y estaban ocupados haciendo su trabajo. El humo salía de las chimeneas junto al aroma de la carne asada a la parrilla o al vapor y el pan horneado.

En invierno, los platos de lujo se restringían lo más posible para ahorrar comida por lo que esta escena resultaba muy extraña de presenciar en esta temporada. Solo existía un lugar de donde se pudieran provenir tantos alimentos tan ricos y nutritivos.

El almacén de alimentos de emergencia de la aldea. En este pueblo, el almacén de alimentos no era solo un almacén, sino un símbolo que determinaba la supervivencia del pueblo. Normalmente, la puerta del almacén de alimentos estaba bien cerrada y no había una manera fácil de abrirla a menos que se lo forzara de alguna manera.

En caso de que ocurriese una hambruna, el jefe disponía que una cierta cantidad de grano y carne se proporcionara a cada familia, y todos los ingredientes recolectados se depositaban en el almacén de alimentos compartidos de la aldea. Todo para una posible emergencia.

Los habitantes de la aldea conocían los terrores de la hambruna, así que seguían estas reglas meticulosamente y Ariste no era la excepción. A diferencia de otras casas que tienen en promedio a tres a cuatro personas, desde un mínimo de dos o incluso hasta 10 personas, Ariste tenía dificultades para cubrir sus cuotas.

Esto debido a que las proporciones de contribución de alimentos de emergencia estaban calculadas en torno a una familia promedio y no por persona. Si me parecía injusto, tendría que casarme, formar una familia y tener hijos.

Aquello contribuía a que la pequeña escala de la población de la ciudad no disminuyera significativamente a pesar de su pequeño tamaño. Ariste llegó a este pueblo hace siete años, de la mano de su padre y a estado viviendo con el todo este tiempo.

Cuando su padre vivía, no era demasiado difícil contribuir con la comida que demandaba al jefe de la aldea, pero ahora que su padre murió, Ariste se sentía agobiada por la cantidad de comida que tenía que pagar.

En cualquier caso, el almacén nunca estaba vacío. Siempre debía llenarse con una buena cantidad de comida. Los alimentos con altas propiedades de almacenamiento, como la carne deshidratada y frutos secos, eran los principales objetivos. También se apilaba grandes porciones de carne congelada.

Pero ahora el almacén estaba abierto. La leña apilada en medio del pueblo daba una idea de la cantidad de carne que se cocinaría este día. Esa cantidad de leña solo se utilizaba durante el festival de verano de la aldea, cando abundan la carne, el alcohol y pan. Pero definitivamente este no el momento.

En ese momento cuando Ariste no pudo moverse estupefacta mientras veía cómo el humo de la leña se elevaba que de repente, al volver su mirada hizo contacto visual con un hombre que llevaba un hacha en una mano y una botella de alcohol en la otra.

—...

Ariste dio un paso atrás sin darse cuenta. Los ojos del hombre la estudiaban repugnante y persistentemente de la cabeza a los pies. Él sonrió llevándose la botella a la boca y tragando el alcohol como si fuera agua mientras parte del líquido goteaba empapando el cuello del hombre.

El hijo del jefe de la aldea, Hans, siempre fue un mujeriego que andaba medio borracho. Su rutina principal era beber alcohol y liarse con las mujeres del pueblo. Especialmente después de la muerte de su padre, había comenzó a acosar a Ariste inventando rumores descaradamente obscenos.

Ella escapo disgustada porque él ya había tratado de forzar un abrazo o un beso antes. Aunque el jefe de la aldea no estaba satisfecho con su hijo, no le impuso sanciones graves. Dado que el poder absoluto de la aldea estaba de su lado, Hans se comportaba cada vez más salvajemente.

Ariste rememorando aquellos desagradables hechos comenzó a retroceder. Era el tipo de hombre con el que no debía mezclarse, ya que era el único hijo del jefe de la aldea, no podía pelear ni avergonzarlo, por lo que era mejor evitarlo. Cuando agaché mi sombrero y me di la vuelta disponiéndome a volver a casa.

—¡Ariste!

Mila, una buena amiga que se encontraba a lo lejos comenzó a aproximarse.

—Has vuelto ¿Conseguiste algo?

—Sí, tuve suerte. Son hierbas que solo crecen en la nieve.

Ariste abrió la canasta y le mostró el interior.

El rostro de Mila se iluminó cuando miró dentro.

—Con esto, puede hacer muchos medicamentos y ungüentos. Mi padre también preguntó para cuándo estarían preparados sus ungüentos. Y eso también...

Mila le dirigió una mirada, Ariste que sabía de lo que estaba hablando, fingió no escucharlo.

—Cuando tenga ungüento para quemaduras, te daré un poco.

Ariste respondió con una sonrisa, resultaban de un precio elevado para su economía, pero Mila solía conseguir de ella ungüentos caros por unas pocas palabras amables, aunque para Ariste eso no era particularmente un problema.

—¿De Verdad?

Mila sonrió emocionada.

—El ungüento que haces es el más efectivo, las heridas se curan rápidamente. Oh, vamos, te daré esto.

Mila abrió la canasta que sostenía y sacó algunas de las papas de adentro. A las papas le habían aparecido brotes morados, pero Ariste lo recibió sin preocupación.

—Está bien, gracias.

Estaba agradecida por las patatas germinadas ya que en estos días la comida escasea, aunque después de cortarlas, no quedaba mucho para comer.

—Pero ¿qué diablos está pasando aquí?

Ariste miró a su alrededor de nuevo y dijo

—Oh, supongo que los cazadores especiales están quedándose en la ciudad.

—¿Cazador especial?

—No está permitido cazar durante la caza de invierno del duque, y ¿dicen que se quedaran hasta que se levante la prohibición y luego se van a cazar? Mi papá me comento que no hay ningún animal que no puedan atrapar.

Los cazadores especiales eran aquellos que no se quedaban en un lugar específico y cazaban moviéndose constantemente. En lugar de cazar conejos y zorros, por lo general cazaban animales que tenían precios más altos y, por lo tanto, estaban en riesgo.

También hacían otras cosas además de cazar. Por ejemplo, se decía que podían perseguir a fugitivos, encontrar objetos, enviar cosas a áreas distantes... incluso matar personas.

—¿Estás bien?

—¿Qué?

Como si no pudiera entender las palabras de Ariste, preguntó Mila con los ojos bien abiertos.

—Sabes lo que hago, además...

Son personas del exterior.

Ariste se mordió los labios, tratando de no hablar porque no tenía nada más que decir. Pero en el momento en que trajo eso a colación era obvio que se refería a que ella también era una forastera.

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