2.- Ayudante de baño

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—Oye, casi llego tarde porque no me dejo ir en toda la noche.

Una de las sirvientas que se habían reunido en la sala de descanso, durante el descanso comenzó a decir una historia lasciva.

—¿Estás tan entusiasmada con el miembro de tu amante?

La sirvienta, que había regresado de sus vacaciones, al oír que otra se burlaba de ella, se jactó de la noche que pasó con su amante. Después de eso, las otras sirvientas continuaron hablando de obscenidades.

Antes de darse cuenta, sus intereses alcanzaron el tamaño y la forma de las partes importantes del hombre. La mayoría de ellas dijeron que estaban decepcionadas porque no cumplían con sus expectativas.

—Pensé que sería enorme porque tiene grandes músculos.

—...qué.

Fue también porque seguía recordando lo que había tenido en la mano ese día. «Solo unos pocos dedos eran muy, muy pocos para describir su tamaño»

—Mariel, ¿qué hay de los hombres con los que te has acostado?

Se sonrojó de vergüenza cuando alguien le preguntó.

—No es obvio. Crees que haya conocido a un hombre decente con esa cara— Karen dijo sarcásticamente y miró fijamente a Mariel.

—¿Qué le pasa a Mariel? Es bonita...

La sirvienta, que seguía hablando, se cayó debido a que otra sirvienta le golpeo en el costado.

La mirada feroz de Karen se volvió hacia Mariel.

Mientras Karen se reía y estiraba los dedos, el rostro de Mariel se sonrojó de inmediato. Cuanto más intentaba olvidarlo, más vívido parecía volver sus recuerdos.

—Oh, mira lo roja que está tu cara. ¿Deben haber sido muchos?

Todas se rieron a carcajadas por lo que dijo la otra sirvienta.

—Debe haber sido más pequeño que esto

Karen dijo sarcásticamente mostrando su dedo meñique.

—Cuanto más grande sea el miembro de un hombre, mejor

Karen dijo sarcástica, como si ya se hubiera acostado con un hombre así.

—Pero no es fácil conocer a un hombre así.

Cierto anhelo brilló en el rostro de la otra sirvienta, quien suspiró profundamente al escuchar las palabras de Karen. Junto con eso, las demás sirvientas suspiraron profundamente.

Mariel, que había escuchado la conversación vergonzosa, se levantó justo a tiempo al sonido de la campana que indicaba el fin del descanso. Todas se levantaron de sus asientos para volver al trabajo en señal de que ella se puso de pie.

—Tú

Karen llamó a Mariel con una expresión algo insatisfecha en su rostro.

—¿Qué pasa?— Mariel miró a Karen a la cara y le dijo.

—¿Algo salió mal ese día?

—¿Qué quieres decir?

—¿De verdad fuiste a limpiar?

Los ojos de Karen estaban nublados por la duda.

—... No sé de qué estás hablando. Hice mi trabajo y limpie muy bien ese día.

—¿En verdad?

Karen dijo con el ceño fruncido una vez más, como si aún no le creyera.

—¿Por qué?

Cuando Mariel preguntó con expresión inocente, Karen giró la cabeza confundida.

—Nada, ya vete.

—Sí.

Ayer rompí un plato, y hoy derramé un poco de agua mala en el piso. Cuando alguien me tocaba, me sobresaltaba repetidamente y, a menudo, no podía escuchar cuando alguien me llamaba ya que estaba distraída. Pero mi mayor problema fue otro.

—Mariel, ¿qué estás tocando tanto?

Lisa preguntó mientras le pasaba la escoba.

—¿Qué?

—Ese es el mango de la escoba.

—Ah, claro.

Mariel apartó la mano de la escoba, sobresaltada, lo que había estado tocando todo el tiempo era el mango rechoncho de la escoba. En estos días, cada vez que Mariel tocaba algo largo y grueso, pensaba en ese día. Fue porque la escena fue un shock que enfrentó por primera vez en su vida. «Lo de ese hombre era tan grande, tan largo... tan duro»

—Usted me llamó, señora.

Mariel miró a Roberta muy tensa. «¿Por qué el ama de llaves me llamo de repente? ¿Es por lo que pasó ese día? ¿Seré despedida de mi trabajo con una dura reprimenda?» Incluso si no fuera así, cuando recordé los errores que había cometido recientemente, mis pensamientos fueron más negativos.

No sería agradable que le dijera que estaba decepcionada por que era un desastre haciendo su trabajo, ya que incluso llegó con una carta de presentación de la vizcondesa.

Eso sería una falta de respeto a la Vizcondesa, quien la presentó...

—Bienvenida, Mariel.

Roberta la miró y asintió. Mariel terminó sus interminables pensamientos y tragó saliva mirando a Roberta.

—Quiero que hagas algo...

—Oh por supuesto.

—Hiciste un muy buen trabajo limpiando la habitación del Duque la última vez.

—...¿Sí?

Mariel pensó que había escuchado mal.

—El Duque estaba muy contento. ¿Qué te sucede? Es un cumplido.

Mirando a Mariel que estaba de pie, sin comprender Roberta preguntó con suspicacia. Mariel, que escuchaba en silencio la historia, respondió insegura.


—De ninguna manera..., ¿eso es todo?

—Oh, nada.

Mariel sentía que algo andaba mal, pero no quería hablar de lo que paso ese día. De todos modos, Roberta no parece saberlo, así que quería dejarlo como está. Quizá el Duque tampoco quiso decirle a Roberta que la nueva sirvienta le había frotado su miembro. Fue una suerte para ella.

—Entonces, ¿puedo quedarme?

Mariel pregunto mientras se calmaba.

—De ahora en adelante, estarás al servicio del Duque.

—...¿Qué?

Mariel sospechó seriamente que algo estaba mal con sus oídos.

—¿No me escuchaste? Te has convertido en la ayudante a tiempo completo del Duque, parece que quedo muy satisfecho con tus habilidades de limpieza.

—Bueno eso fue...

—Originalmente, no le gusta que nadie esté cerca de él porque odia que lo toquen otras personas. Pero parece que le gustaron tus habilidades.

No puedo creer que le tenga que servir directamente al hombre al cual le agarre su miembro grande y grueso con las manos. El temor de que pudiera ser el preludio de una espantosa venganza la tenía inmovilizada.

—...pero, señora, yo.

Estaba a punto de decirle que no podía.

—Por cierto, si sirves al Duque, se te pagará tres veces más que a las otras sirvientas de la casa. Ya que se trata de una asignación especial.


—...Lo haré.

Por la respuesta de Mariel, Roberta asintió satisfecha y señaló la canasta a su lado.

Una nube oscura apareció en el rostro de Mariel mientras miraba los productos de baño que le había entregado Roberta. Mientras miraba el jabón y los productos de baño de alta calidad en la canasta, inmediatamente pensé en el baño lleno de vapor. Luego me horrorice por lo que acababa de aceptar.

—¿Por qué no me respondes?

Mientras Roberta la miraba desconcertada, Mariel asintió apresuradamente con la cabeza.

—Oh, no. Bien.

Mariel abrazó la canasta. Sin embargo, sus pies no se movieron fácilmente.

—¿Por qué sigues ahí parada tan aturdida? Oh, Dios mío, ¿estás enferma?

Roberta miró el rostro pálido de Mariel.


—No, estoy bien.

Mariel forzó una sonrisa, y su cabeza se llenó de remordimientos por lo que acababa de decir instintivamente.

«¿Que acabo de decir? No importa cuán cegada este por el dinero, ¿cómo pude aceptar esta oferta? Diré que no ahora» Mariel dijo después de tomar una gran decisión.

—¿No quieres hacerlo?

Ante la pregunta de Roberta, Mariel volvió a negar con la cabeza.

—De ninguna manera. Gracias por dejármelo a mí. Haré lo mejor que pueda.

—Está bien, trabaja duro. El Duque es un poco sensible, así que será mejor que no lo molestes.

—Sí.

Ante la señal de Roberta con la mano para que se fuera, Mariel se apresuró agarrar la canasta y se dirigió al baño del Duque de Landis.

A lo largo del camino hacia el anexo, suspiro pesadamente.

«Es una locura. Estoy loca. Incluso si necesito el dinero, estoy realmente loca»

—Estaré bien, ¿verdad? ¿Estaré bien?

No dudó en preguntarse. Fue una acción que haría cualquier loco.

—Sí, solo estoy haciendo mi trabajo.

Habló consigo misma y se metalizo.

clic. Cuando abrí la puerta, me llamó la atención el interior perfectamente organizado. Cuando entré en la habitación, pude sentir la suave brisa que soplaba a través de la ventana abierta. El dueño de la habitación no estaba. Mariel entró con cautela al baño donde había ocurrido el problema.

Cuando entré al baño, pude ver el interior brillante a diferencia de ese día. Azulejos con diseños exóticos decoraban las paredes y los pisos, y una magnífica bañera de mármol llenaba un lado del baño. A un lado había una alfombra diseñada para secar el cuerpo.

Mirando el lujoso interior, Mariel se fue relajando poco a poco. «Haz lo que tienes que hacer y vete rápido». Ella se mentalizo una vez más. Fue cuando dejé la canasta que llevaba y fui sacando las cosas de dentro una por una.

—Eres bastante desvergonzada.

Mariel se tambaleó sorprendida al escuchar una voz. En ese momento me resbale y pensé que me caería feo como la última vez. El cuerpo de Mariel cayó en los brazos firmes de alguien. Mariel abrió los ojos fuertemente cerrados. Luego, al mirar los ojos azules del hombre, que le eran familiares pero a la vez desconocidos por sus recuerdos, la miraban directamente. La fuerza de las manos y brazos que sujetaban firmemente su pequeño cuerpo era fuertes.

—Lo siento, lo siento. Tú, tú, tú no sabes...

Las palabras brotaron por la vergüenza. Mariel hizo un gran esfuerzo por quitar la mano que la

sostenía. Pero el Duque no se movió. Sería difícil para ella sostenerse en una posición medio acostada.

«¿Por qué no se mueve parece una roca?»

Fue Mariel quien finalmente rompió el prolongado silencio.

Los ojos azules del Duque la miraron y lentamente la levanto.

La pregunta del Duque llego antes de que pudiera calmar su corazón palpitante.

—¿Cuál es tu nombre?

—¿Qué?

—Nombre.

Preguntó con una mirada bastante feroz, como si no fuera a soltarla si volvía a preguntar.

—Ma, este... Mariel.

Mariel lo miró a los ojos y respondió.

—¿Qué? ¿Quieres que te diga mi nombre también?

—¿Qué?

Mariel se quedó estupefacta cuando le hablo como si estuviera molesto.

—Herman. Ya sabes mi apellido.

Me dijo su nombre de la nada.

Mariel, que estuvo un momento distraída, respondió.

—¿Por qué estás aquí otra vez?

Herman preguntó con los ojos abiertos, y Mariel sintió como su corazón latió con fuerza sin darse cuenta. Quiero decir, fue por dos razones.

Una era la idea de si el significado de la palabra —otra vez— significaba lo que sucedió ese día, y la otra razón era que su rostro, que la hipnotizo, está muy cerca. Realmente hay personas que se ven así.

Tales eran los ojos azul acuosos que estaban ocultos por unas largas pestañas, el puente de la nariz recta y afilada, la línea de la mandíbula y los labios que eran moderadamente rojizos. Ahora es alto, por lo que con sus rasgos finos no lo verían como una mujer, sin embargo si lo imagino siendo joven, si le hubiera puesto un vestido, se hubiera visto como una niña bonita. Pero debajo de él...

—¿Qué estás mirando con tanta atención?

—Oh, no.

Mariel se sonrojó e inclinó la cabeza. ¿Por qué pensé en eso ahora?

—¿Por qué estás aquí otra vez?

Al no obtener respuesta, volvió a preguntar.

—A partir de hoy, se me ha pedido que asista al Duque...

—Oh, lo hice.

Herman asintió con un tono indiferente, como si acabara de recordarlo, y luego hizo otra pregunta.

—¿Lo viste?

—Qué.

Mariel levantó la cabeza sorprendida.


—¿Qué, estás fingiendo no saber?

Mariel se mordió los labios avergonzada. Quería fingir que no sabía. Más bien, si me hubiera caído con fuerza y ​​me hubiera golpeado la cabeza antes, habría podido fingir que había perdido la memoria.

Los ojos del hombre se entrecerraron mientras la observaba girar diligentemente la cabeza para escapar de la situación, y luego torció los labios y dijo:

—Asume la responsabilidad.

—...¿Qué?

—Lo has visto, así que tienes que asumir la responsabilidad.

—Qué...

—Hazte responsable.

Mariel no pudo decir una palabra y solo sonrió ante la cara del hombre que le dio una orden con el rostro inexpresivo.

—No, qué responsabilidad.

—Si agarras y amasas algo que nunca he usado antes, tienes que asumir la responsabilidad, ¿verdad?

—¿Qué?

Cuando la explicación demasiado explícita salió de su boca, Mariel sintió ganas de tirarse al pozo de la bañera.

Su expresión volvió a ser sombría.

—¿Responsabilidad? ¿Qué quieres decir con responsabilidad? ¿Cómo puedo hacer eso...?

—Te lo dije, nunca lo ha tocado nadie más.

Como lo recalco una vez más, Mariel se olvidó de la urgencia de la situación y se sumergió en otra pregunta.

—¿Nunca lo ha usado?

Mariel sin darse cuenta junto sus manos y reestimó su tamaño. Era de un tamaño y grosor que nunca podría olvidar.


—¿Qué estás haciendo?

—No, no. De todos modos, quiero decir...

Mariel miró desesperada a Herman. Cuando vi sus ojos de un azul profundo, me quedé sin aliento sin darme cuenta. Sus ojos eran aterradores. Sentí como si me hubiera cortado con solo mirarlo. «La reprimenda del amo seria por supuesto que la expulsara de la mansión. Entonces estará desempleada en poco tiempo, y serás...»

—¿De qué está hablando, mi señor...?

Mariel negó con la cabeza tratando de escapar de alguna manera. Los ojos de Herman se abrieron ligeramente, mirando que estaba a punto de llorar. Era como un gato con un ratón delante golpeándolo con las patas.

—¿No?

«¿Qué le diría si dijera que no?» Mariel tenía muchas ganas de seguir trabajando para el

Duque. Para poder salir de todas sus deudas, era imprescindible el sueldo que le pagan.

«¿Por qué agarre una parte importante del duque?» No era muy fácil salir de esta situación porque había agarrado su miembro y hasta lo apreté como si amasara harina.

—Haré cualquier cosa. Así que por favor no me eche.

Al final, Mariel decidió adoptar el enfoque formal.

—¿Qué?

—Eso fue, fue un error. Fue solo que no podía ver. Pero despedirme...

Una fría orden cayó sobre su cabeza mientras lloraba.

—Ocúpate de mí cuando me baño.

—¿Qué?

Mariel dudó de lo que escucho.

—¿No escuchaste?


Mariel parpadeó por un momento, luego asintió vigorosamente.

—¡Esta bien!

Eso es todo. ¿No ese era mi antiguo trabajo originalmente? Incluso cuando trabajaba como ama de llaves, era su responsabilidad lavar y vestir a la vizcondesa, que no tenía mucha movilidad.

—...¿De Verdad?

La expresión de Herman cambió extrañamente.

—¡Por supuesto! ¡La persona a la que serví dijo que era muy buena bañándola!

—¿La bañaste?

—Sí, incluso le di un masaje, ¡e incluso dijo que mis manos son las mejores!

Mariel fingió frotarse los hombros con las manos.

—...

La expresión de Herman se volvía cada vez más extraña. Parecía como si estuviera frunciendo el ceño mientras sonreía.

Sonrió y comenzó a desabotonarse la camisa.

—¿Qué está haciendo?

—Bueno, voy a tomar un baño. De ahora en adelante no dijiste que estas a mi servicio.

Una sonrisa malvada se dibujó en sus labios.

—Bueno es...

—¿Por qué, no lo puedes preparar?

—No. Si, si

Mariel se apresuró a preparar el baño. No podía mirar atrás mientras abría el grifo para llenar la bañera con agua caliente. Gracias al chorro de agua caliente, rápidamente comenzó a surgir un vapor espeso en el baño.

Moviendo diligentemente sus manos, sacó el jabón, los productos de baño, esponjas y toallas que él usaría, uno por uno los coloco a lado de la bañera.

Shrek.

—...

Mariel se apresuró a verter la loción de baño espumoso en la bañera. Inmediatamente, el color del agua cambió y un aroma refrescante se extendió por todo el baño. El olor del mar. Mariel cerró lentamente los ojos ante el olor al disolverse las sales de baño. Era un aroma refrescante que te hacía sentir como si estuvieras en el mar azul.

—¿Ya terminaste?

Ante la pregunta que escucho detrás, Mariel recobró el sentido.

—Ya está todo... está hecho.


Mientras hablaba Mariel, lo escucho caminar.

Splash Cuando se sumergió en la bañera, el agua se derramó y le empapó el delantal y las rodillas.

—¿Me vas a bañar con los ojos cerrados?

Nuevamente, escucho su feroz voz.

—No.

Mariel logró abrir sus ojos fuertemente cerrados.

—...

Cuando abrió los ojos, estaba Herman frente a ella, sumergido en la gran bañera, mirándola con una mirada lánguida con un brazo apoyado en la baranda de la bañera.

«Un hombre guapo y mojado». Mariel se quedó sin palabras ante la vista demasiado decadente.

—¿Puedo ayudarle?

Dije con la esperanza de que dijera que no. Ya vi, incluso si lo baño apenas puedo ver su torso

ya que está dentro de la gran bañera. No, tendré que ver su cuerpo desnudo al frotarlo.

—Tienes que bañarme.

La suposición de Mariel fue un buen error.

—...¿Qué?

Sacudió el dedo y salpicó agua sobre la ropa de Mariel. Mariel miró fijamente su figura y se vio obligada a recoger la esponja que había colocado cerca. Luego recogió el jabón y empezó a hacer espuma.

—Por favor, dese la vuelta.

—Es suficiente.

Se quito la espuma de la espalda echándose agua y se dio la vuelta Mariel se sorprendió y dio un paso atrás.

—Tienes que lavar el frente.

Ante su pecho, por supuesto, Mariel no supo dónde mirar.

—¿Qué estás haciendo?

Antes de que su voz se volviera más aguda, Mariel rápidamente con la esponja comenzó a frotarlo con cuidado. Era un hombre con un pecho tan ancho como su espalda. Mientras frotaba los músculos de sus pectorales esculpidos, frunció el ceño y señaló más abajo.

—¿Solo vas a frotar el mismo lugar hasta quitarme la carne?

Por su irritación, Mariel se vio obligada a bajar más la mano y comenzó a frotar. A medida que las burbujas continuaban disolviéndose, solo podía mirar el agua turbia. No podía evitarlo

sin preocuparme. Si va un poco más abajo del área que está frotando, seguramente lo tocara. Si eso sucede, aunque sea por error, volverá a tocar esa cosa espantosa. Mientras pensaba en ello, un calor pareció subir por todo su cuerpo y comenzó a juguetear con sus manos nuevamente. Trate de ser lo más cuidadosa posible de no tocar debajo de él.

—¡Mi señor!

Herman sonrió cuando Mariel chilló.

—Debes lavarlo también. Es el lugar que contaminaste.

Sin poder siquiera negar o refutar sus palabras, la mano de Mariel que la adentró más en el agua la coloco sobre su miembro que sobresalía.

—Mi señor, Mi señor... esto es...

—Lávalo.

Dijo en un tono autoritario, como si no le fuera a permitir negarse.

—Solo con tus manos.

Luego tomó la esponja de su mano y la tiró. Mientras Mariel fue privada de su única barrera, pálida persiguió la esponja con la mirada, lo que sostenía en su mano se hinchó aún más. Toda la habitación estaba llena de vapor por el agua caliente que llenaba la bañera, hasta el punto de que pensé que iba a explotar. Herman se sentó en la bañera y la miró relajado. Mariel se sentó junto a la bañera y lo miró desconcertada. Con su mano sumergida en el agua de la bañera.

—Señor, mi señor, esto es demasiado, demasiado...

No fue en este tipo de baño en el que pensé.

—¿Qué es demasiado? Dijiste que harías cualquier cosa.

Mariel lo miró con el rostro lloroso.

—Es, realmente, es...

Se quedó sin palabras cuando vio lo que sostenía en la mano. Era mucho más grande y grueso de lo que recordaba. Ni siquiera podía sostenerlo completamente en su mano. Mientras se inclinaba más cerca de Mariel, presionó sus labios en su oreja.

—Flótalo, con la loción.

Estoy completamente vestida y estoy tocando la parte secreta de un hombre desnudo, por mucho que esté con burbujas...

—Apúrate.

Coloco su gran mano sobre la pequeña de Mariel. Luego comenzó a frotar su pene, de un lado a otro, arriba y abajo.

—Haa...

Un suspiro se le escapó mientras se apoyaba en la bañera. Movió la mano de Mariel arriba, abajo, con la suya, frotando su pene libremente. Podía sentir claramente las gruesas venas rozando su palma. No solo eso, sino que cuando la mano acaricio sobre el glande flotando el frente acunándolo, un fuerte gemido salió de su boca.

Ella confirmó nuevamente que lo que toco ese día no fue un sueño mientras tocaba la cabeza rígidamente levantada. Longitud, forma, grosor... Incluso el calor que se transmitía bajo la palma de su mano. Mariel quería morir porque se preguntaba cuánto tiempo seguiría tocándolo, sintiendo vergüenza. Pero fue algo extraño.

Silbido. Las manos entrelazadas comenzaron a moverse más rápido. A pesar de que solo movía su mano, Mariel sintió como si se estuviera volviendo loca por la sensación.

—Ja.. haa...haa

El rostro enrojecido con los ojos medio cerrados era increíblemente sensual. Mirándolo, los pezones de Mariel se pusieron firmes.

Si no estuviera usando ropa interior, claramente él lo habría notado.

—¿No lo recuerdas?

—...¿Qué?

—Quiero decir, este tamaño, no es fácil de ver.

Su señor habló con voz lánguida, como un verdadero pervertido. Era un hombre cuyo orgullo y confianza en su miembro estaba por encima del promedio.

—...Por supuesto que valió la pena.

—Por la noche, hurga debajo de ti, pensando en secreto en esto.

—¿Qué?

Mariel llorosa abrió los ojos como platos por su inaudito comportamiento.

—Lo meteré si quieres.

—Wow, Qué...

Mientras tanto, seguía flotándose con su mano diligentemente. Finalmente, lo que tenía en la mano se había hinchado hasta el límite. Pude sentir líquido saliendo disparado en el agua.

—Esto es...

La sensación del líquido grumoso pegado entre sus dedos era rara. Era realmente obsceno...

Mariel estaba mareada por lo que había vivido por primera vez en su vida. A pesar de que había salido suficiente líquido, su miembro no parecía haber disminuido. Incluso sintió que había comenzado a expandirse vigorosamente nuevamente, Mariel no pudo cerrar la boca por la consternación. Qué cosa tan desordenada y vulgar. Mariel sintió una gran desesperación al ser confrontada por la naturaleza del famoso Duque de Landis por su misofobia.

Preguntó con una sonrisa al ver su rostro mojado.

—Te ves caliente.

La mirada lánguida de Herman miró a Mariel.

—Adelante. Vamos a lavarnos juntos.

—¿Qué?

Mariel lo miró hipnotizada por sus palabras.

—Dijiste que asumirías la responsabilidad.

—Ya, ya he hecho...

—...esto.

Es embarazoso. Creo que ya le serví con mi mano bastante. Sus ojos lánguidos parecían anhelar desesperadamente algo.

—No has estado pensando en esto todas las noches.

Susurró, frotando su cuerpo de nuevo.

—Nunca lo hice.

Mariel negaba con la cabeza como loca. ¿Cómo pude?...no, por supuesto, no fue solo en la noche. Mientras limpiaba la ventana, lavaba el mantel y hacía las tareas, pasaba en el tacto, la forma, el tamaño todo el tiempo. No sabía que era una mujer tan lasciva.

¿Qué se sentiría al hacer eso?

(—Cuanto más grande sea el miembro de un hombre, mejor.)

Recordé lo que escuché de las sirvientas antes.

(—Pero no es fácil conocer a un hombre así.)

Cierto anhelo apareció en el rostro de la sirvienta mientras suspiraba profundamente. No sabía lo que era en ese momento. Por supuesto. ¿Cómo podía anhelar o imaginar algo que nunca había visto? fue así...

—Yo, yo saldré. El final es solo... ¡Kyaak!

Herman agarró a Mariel, que estaba a punto de levantarse, y la metió en la bañera.

Pung. Por su acción, Mariel quedó completamente mojada de pies a cabeza.

—Mi señor...

Mariel lo miró perpleja. Su ropa estaba mojada y pegada al cuerpo. Su cabello también estaba completamente mojado. El hombre la observó, que se había vuelto como un ratón mojado, relajado.

—Con esto puesto no puedes bañarte.

Frunció el ceño, tiró y volteo a Mariel y comenzó a desabotonar la parte de atrás de su ropa. Cuando el botón, que había jalado, giró en su mano debido a que estaba mojado, tiró de la ropa con ambas manos sin dudarlo. Clash Junto con el sonido de su ropa siendo rasgada, la espalda de Mariel se erizo por el vapor.

—¡Mi señor!

—No chilles. ¿No sabes que el sonido se vuelve más fuerte aquí?

—¡ah!

—Son sorprendentes.

Sus ojos se agrandaron cuando miró sus enormes pechos. Sus blancos pechos eran deliciosos tan grandes que incluso cabían en sus grandes manos. Sus manos cubiertas de espuma tocaron los pechos de Mariel envolviéndolos, masajeándolos y apretándolos. Los ojos de Mariel se abrieron como platos al mirar sus manos agarrar lentamente sus pechos.

—Si los tocas así...

Las manos que agarraban sus pezones, los retorcieron con el pulgar y el índice haciendo la sensación más intensa.

—Eh...

—Estupendo, el tamaño y la textura.

—Sí, mmm.

Estaba agitada y solo le estaba acariciando el pecho, pero podía sentir su miembro parado en el fondo golpeando mi trasero. Sabía lo que era sin mirar. Herman dijo, mordiéndole la oreja con los labios.

—Flótalo con tu trasero. Nunca había hecho esto antes.

Mariel tembló finamente al contacto de su miembro siendo frotado entre las nalgas. Tocarlo con las manos o verlo estaba bien para ella, pero tocar su miembro directamente debajo de mí era algo completamente diferente.

—Estoy así desde ese día. Tienes que... asumir la responsabilidad

Herman movió su pene y lo puso sobre el trasero de Mariel y comenzó a frotarlo lentamente. Ambas manos aún agarraban los pechos de Mariel. Cuando presionó entre sus dedos los pezones de Mariel y los estimuló, Mariel dejo escapar un gemido y dijo:

—No, qué, responsabilidad. ¡Oh, Dios mío!

—Sí, sí, ah.

Cada vez que frotaba su gran y grueso pene sin dudarlo entre sus piernas sobre su carne sensible abierta, estallaba en gemidos fuertes y pequeños.

—De ningún modo...

La sorpresa y el placer se apoderaron de ella al mismo tiempo. Herman sujetó la espalda de Mariel, que estaba tratando de escapar, y luego la sujetó con fuerza para que no pudiera sacarlo.


—Sí, ah, ah, ah.

—¡Uhhhhhhhh!

Herman giró la cabeza de Mariel y la beso. Los labios de Mariel, que escupían gemidos obscenos, fueron tragados por Herman. Mariel contuvo el aliento y le clavó las uñas en el brazo, mientras la lengua se metía entre sus labios sin descanso. Debe haber sido bastante doloroso, pero él no le dijo nada. Solo se concentró en abrir los labios de Mariel para meterle la lengua y en seguir moviendo diligentemente su pene. Sus manos también estaban ocupadas acariciando el cuerpo desnudo de Mariel.

—Haa...

Tan pronto como pensó que se estaba asfixiando, Herman colocó a Mariel en la baranda de la bañera. Mariel, cuya energía había sido drenada por las largas caricias, solo lo siguió impotente. Cuando la pared mojada tocó su espalda, saltó sorprendida.

—está bien.

—Haaaa.....

Con Mariel en la baranda, Herman se arrodilló en el agua. El rostro de Mariel enrojeció cuando vio su gran e hinchado miembro a través del agua espumosa.

—Pronto, eso estará dentro de mí...

Mariel de repente se puso febril ante la idea. Trague saliva seca y el interior de mi cuerpo se tensó. Una sensación aterradora pero emocionante me recorrió la columna vertebral.

Ya me había acostumbrado a su tamaño y forma al tocarlo, pero la idea de meterlo dentro me hizo sentir miedo.

—¿Que estas mirando?

—Oh, no...

—¿Te gusta tanto?

—No, no es...

—Está bien, lo meteré pronto.

—No, no soy...

Mariel trató de negarlo, pero Herman ya no la escuchaba.

El hombre con una sonrisa, agarró las piernas de Mariel y las separó de inmediato.

—¡Oh!

El rostro de Mariel rápidamente se puso rojo al tener las piernas vergonzosamente abiertas. Sentada frente a él con las piernas muy abiertas, él pudo ver su agujero claramente.

Sentí que me estaba volviendo loca cuando lo vi mirándolo.

Mariel se avergonzó aún más cuando intento juntar sus piernas pero él las agarro con fuerza. Si pudiera, quisiera desaparecer como la espuma que está en la bañera. Ya sea que supiera lo que pensaba o no, Herman miró excitado entre las piernas de Mariel. Mariel intento moverse tratando de evitar que la mirara, pero no pudo vencer la fuerza de sus brazos firmemente sujetándola. Su lucha por el contrario solo estimuló su visión. Fue un momento en el que de repente sintió que le brillaban los ojos.

—¡Ah!

Herman enterró su rostro entre las piernas de Mariel.

—¡Mi señor, no!

Mariel estaba aterrorizada y agarró el cabello platinado de Herman. De cualquier manera, mantuvo sus piernas separadas con fuerza, metió su cara y comenzó a concentrarse en su trabajo.

—Ah ah...Ahhh...

—... Tsu-eup.

El sonido picante y descarado comenzó a resonar en el baño.

—Ah ah ah.

Cada vez que tocaba la punta de su lengua su lugar sensible, un gemido muy erótico salía de la boca de Mariel. Las lágrimas corrían por sus mejillas con el toque de su lengua metiéndose dentro lamiéndola.

—Mi señor...

Mariel lo llamó fuera de sí. Sus piernas estaban tensas y doloridas. Después de que Mariel perdió toda la voluntad y la energía para resistirse, Herman levantó el rostro enterrado entre sus piernas. No era su saliva lo que se derrama de su lengua roja. Algo más viscoso estaba por toda su boca.

—Solo esto.

—¿Cómo voy a meter mi pene?

Preguntó en un tono de reproche.

—Estás apretando mi lengua como si fueras a cortarla...

Dijo mientras presionaba su pulgar contra el clítoris de Mariel.

—No hagas eso, no hagas eso...

Mariel lloró mientras el placer se extendía por todo su cuerpo.

—¿Por qué? Tú también lo tocaste. ¿Yo no puedo?

—Es, no, hugh

Mariel apenas podía respirar mientras se apoyaba en la baranda del baño. Los huesos sobresalían blancos en el dorso de su mano agarrándose. Sus manos temblorosas apenas se sujetaban con fuerza.

—Sí ja, ja

Es como esto. Por fin, como si todos los preparativos estuvieran hechos, Herman se incorporó a medias. Cuando Mariel vio su enorme miembro cabeceando en el agua, se llenó de un hormigueo de emoción y miedo al mismo tiempo.

—Mi señor...

Mientras lloraba, Herman la consoló frotando su miembro contra el coño húmedo de Mariel. Oh, no, no lo metas. Es aterrador.

Fue un momento de alivio. Su miembro resbaladiza empapado en agua jabonosa penetro su delicada membrana de inmediato.

Mariel gritó con fuerza. Sentí como si mi cuerpo se partiera por la mitad cuando entro. Herman frunció el ceño por un momento ante el grito desgarrador y se detuvo.

—Ah ah...

Mariel se limitó a temblar, mordiéndose los labios. Cada vez que empujaba hacia adentro lo que ni siquiera podía entrar, dejaba escapar una serie de pequeños gemidos.

—Oh mi

Las cejas de Herman se fruncieron aún más mientras la observaba sollozar levemente. Ladeó la cabeza como si esto fuera extraño, pero cuando vio la sangre goteando entre las piernas de Mariel, abrió mucho los ojos sorprendido.

—¿Esta es tu primera vez?

—Maldición.

Una maldición en voz baja salió de su boca.

—Dijiste que estabas acostumbrada a este tipo de cosas.

—Que, que.

—¿No lo dijiste a propósito?

Mariel lo miró con una cara que decía: —¿De qué diablos estás hablando?—. ¿No fuiste tú quien lo metió hasta este punto sin piedad?

—Maldición.

Herman maldijo una vez más y miró a Mariel, que le mordía su pene como si quisiera cortárselo.

—Tómalo con calma.

Herman dijo en voz baja, bajando la mano y moviendo su pene que sobresalía. Parecía estar luchando de una manera diferente a ella.

Fue porque su estrecho agujero estaba mordiendo su pene.

—¡Ja!

—Duele... duele.

Incluso con el líquido que ya había derramado era demasiado grande para soportar su tamaño. Mariel sintió que estaba siendo castigada. Me sentí como la serpiente que codiciaba el fruto prohibido, codiciando meterse en su agujero siendo atado por un molde terrible. Pero Herman no mostró signos de retroceder. Tembló de satisfacción mientras miraba su pene mientras lo metía. Su pene, que había metido completamente, estaba caliente como si lo hubiera sumergido en un horno.

Cada vez que se movía, ya fuera agua o sudor caía de su cuerpo.

—Jaja.

—¿Por qué estás tan estrecha? Me estas apretando demasiado.

Frunció el ceño como si fuera doloroso.

—Entonces sácalo... Puedes sacarlo.

—No quiero.

Sonrió levemente y luego movió su espalda.

—¡Argh!

La súbita estimulación hizo que Mariel estirara la mano sin saber qué hacer. Envolvió sus brazos alrededor de su cuello como una enredadera ya que naturalmente fue lo primero que agarro, Mariel tuvo que soportar sus embestidas. puck, puck. El sonido de la fricción se escuchaba cada vez que la envestía profundamente en el baño lleno de vapor.

—Ha-huh, sí.

Se sentía como una muñeca con la que estaba jugando. La presencia del hombre era tan grande y tan fuerte. Aun así, después de un tiempo la sensación cuando lo metía y sacaba fue más suave que al principio. Por supuesto, después de eso, se volvió feroz y golpeó su interior.

—¡Sí! ¡Uf!

Apretada entre la pared del baño y su cuerpo firme, Mariel continúo gimiendo. Cada vez que respiraba, respiraba vapor, dejándola aturdida.

—Hoo...

—Ay, dentro...

—¿Qué?

—En mi interior...

Fue interrumpida a pesar de que no pudo terminar la frase.

—¿Quieres que lo deje dentro?

Preguntó, pasando su lengua por su oreja. Claramente se estaba burlando de ella.

—Porque ya... Ya terminaste dentro.

Mariel dijo con voz llorosa. Los labios de Herman se cerraron ante su lindo resentimiento.


—Ah, claro.

Agregó después de chuparle el lóbulo de la oreja, como si acabara de darse cuenta de su gran error.

—No te preocupes, te daré un poco más.

—He derramado todo.

Y aun así, ¿Por qué sigue dentro de mí?

—Bueno, me voy...

Mariel trato de moverse para poder levantarse. No sabía qué me iba a pasar a este ritmo.

—Lo siento. Te daré de comer de nuevo, hasta llenarlo...

—No, no, está bien...

Sus labios fueron devorados por él cuando estaba a punto de decir que no apresuradamente.

—Haaa...mmm.. ja

La sensación cuando se movió ya estando dentro estaba más allá de su imaginación.

—Um, ah, eh...

Como ya había llegado muy adentro, con cada envestida, los gemidos de Mariel llenaban el baño resonando.

—Um, oh, mmm...

Sus pechos fueron apretados con fuerza en su musculoso pecho. Y fueron estrujados como si fueran masa. Al ver a sus pezones ponerse duros nuevamente, Mariel pensó que eran demasiado eróticos. Quizás al notar su mirada, Herman rápidamente mordió el pecho de Mariel.


—¡Oh!

Mariel sintió como si algo dentro se calentara mientras succiona persistentemente su pezón con su boca como si fuera un bebé lactando. Cuanto más succionaba su pecho, más profundamente se contraía por dentro y apretaba su agarre. Un gemido insoportable salió de su boca.

—Me estoy volviendo loco...

Herman murmuró, barriendo su cabello bruscamente. Gotas de agua condensada por el viento cayeron en la bañera. Mientras Mariel lo miraba, Herman se inclinó y lamió los ojos de Mariel.

—Deja de apretar....

—Lo siento. Yo lo siento.

Mariel se disculpó sin darse cuenta. Pero no tenía idea de cómo dejar de hacerlo. Era natural porque esta era su primera vez.

—Vamos

—Respira... ah, sí.

Mariel logró exhalar ante sus palabras. Luego, su interior se relajó por un momento y, mientras tanto, Herman se retiró rápidamente, y el rostro de Mariel se llenó de sorpresa al verlo. Mariel se sobresaltó de nuevo cuando lo metió. Era como si una gran serpiente hubiera entrado en su cuerpo y se hubiera enterrado de nuevo, y se quedó sin palabras. Había turbidez blanca en las venas que sobresalían. Después de ver la evidencia que mostro claramente lo que había hecho por dentro, los ojos de Mariel se oscurecieron.

—Mmm...

Me invadió una extraña sensación de pérdida. Solo había venido para servir al propietario, pero no esperaba regalarle todo mi ser tan rápido. No sabía que esta era la responsabilidad que dijo, de verdad

Su discurso se transformó en un murmullo distante. Mariel trató de levantar sus párpados cada vez más pesados, pero no lo consiguió. Al final, su fuerza se drenó de su cuerpo junto con sus párpados que se cerraron lentamente, Herman se puso de pie lentamente, abrazando a Mariel, quien de repente se derrumbó. Había perdido la conciencia y abrazó con fuerza su cuerpo. Era lo suficientemente pequeña como para sentir mucho peso a pesar de que su cuerpo estaba flácido.

Caminó hacia el dormitorio, con Mariel en brazos. Cuando Mariel volvió a abrir los ojos, se sobresaltó por el inesperado consuelo. Algo cálido la envolvió. Cuando levanté la cabeza, vi la cara de Herman que se quedó dormido. De alguna manera me sentí extraña cuando lo vi indefenso frente a mí.

Mariel se dio cuenta de que estaba desnuda y respiró hondo. Estaba limpia y seca. Probablemente él limpió su cuerpo mientras dormía. Había sido atendida por su señor. Mariel no pudo moverse porque tenía miedo de que su aliento lo tocara y lo despertara. Estar demasiado cerca de él le dio la oportunidad de mirar más de cerca su rostro. A diferencia de cuando estaba despierto, dormido de alguna manera tenía un aire juvenil.

Obviamente no podía ver sus ojos azules porque estaba dormido, pero pude ver sus las largas pestañas, que daban una elegante sombra. Cuando pensó en su nariz afilada hurgando en su agujero, el rostro de Mariel automáticamente se puso rojo. Por supuesto también pensó en lo que hizo con su lengua y sus labios rojos...

—ah....

—Uf.

Mariel se levantó de la cama con cuidado el dolor punzante continuó mientras se dirigía al baño para buscar su ropa que le había quitado. Mariel, vestida con la ropa mojada, abrió la puerta del dormitorio. Después de mirar hacia atrás por última vez, salió silenciosamente de la habitación, dejando a Herman todavía durmiendo pacíficamente. Al día siguiente, Mariel caminaba llevando una bandeja con una taza y una tetera al dormitorio de Herman.

—Mariel, ¿Te sientes incómoda?

Ante las palabras de Lisa, Mariel se sobresaltó.

—¿Por qué?

Cuando Mariel preguntó, Lisa inclinó la cabeza y dijo:

—Te ves incómoda caminando.

—Oh, es porque me torcí la pierna mientras cepillaba ayer.

—¿Ah, de verdad?

—Estoy bien no es nada grave.

—Tengo una buena pomada para el dolor, ¿quieres un poco?

—No es nada.

Mariel sonrió al mirar el rostro genuinamente preocupado de Lisa. No está realmente lastimada, así que no podía aceptar la pomada.

—Escuché que serás la ayudante de nuestro señor. El ama de llaves me dijo.

Karen, que encontró a Mariel a lo lejos, se acercó como un bisonte enfadado. Parecía bastante enojada al ver que sus ojos estaban inyectados en sangre y el rostro rojo.

—Vete. Te vas a meter en problemas sin ninguna razón.

Mariel golpeó a Lisa en las costillas.

—¿Eh? Oh, sí.

Lisa miró el rostro enojado de Karen y salió corriendo lo más rápido que pudo para evitarla.

—¡Tú! ¡Tú! ¿No me escuchaste? ¿No me vas a responder?

Mariel asintió y le dirigió una media sonrisa.

—¿Qué diablos hiciste?

—¿Qué hice?

Cuando Mariel volvió a pregunta, Karen sonrió sorprendida.

—Entonces, ¿no hiciste nada? ¡Nuestro señor odia tener a alguien a su lado! ¿Por qué cuando nunca ha sido atendido te pediría que lo hagas? ¿Qué demonios hiciste?

Karen se acercó, mirándola.

—Oh, ¿lo sedujiste con tu cuerpo?

—No.

—No, estabas muy nerviosa desde el primer día, pero....

Karen apretó los dientes y la miró.

—Dije que no.

Mariel reprimió su nerviosismo y lo negó rotundamente. Te juro que nunca lo seduje con mi cuerpo.

—Espero que no me incrimines con tales palabras.

—¿Qué? ¿Incrimines?

Ante la respuesta de Mariel, los ojos de Karen se abrieron como platos.

—Oye, ahora me estas molestando ¿por qué estás sirviendo al maestro?

Karen pinchó el pecho de Mariel con su dedo índice. Con la charola en la mano, Mariel no pudo defenderse y solo observó el humillante acto.

—Solo dije que no. Tú eres la que está diciendo esas tonterías, y cuando la doncella Roberta se entere, no estará a salvo.

—La ama de llaves confía absolutamente en mí. ¿No ves que también me ocupo de las otras sirvientas?

—.....¿Qué?

Karen cambio de expresión. No pudo dejar de fruncir el ceño cuando vio a Mariel replicar.

—Será mejor que tengas cuidado. Es demasiado pronto para que seas arrogante por ser la ayudante de nuestro señor. El Duque se cansara de ti. Veré cuánto duras.

Karen resopló, luego se dio la vuelta y se alejó. Fue efectivo pensar que mencionando al ama de llaves se calmaría un poco.

Karen desapareció, pero eso no terminó con los problemas y la angustia de Mariel. Mirando la tetera y la taza de té en la bandeja de plata, pensó en las profundas dudas que inundaban su mente. Mientras Mariel caminaba por el pasillo que conducía al anexo, las palabras de Karen seguían rondando por su mente.

(—Oh, ¿lo sedujiste con tu cuerpo?)

Solo era responsable de lo que me dijo: hazte responsable. Porque toqué, froté y amase la cosa secreta del cuerpo del Duque. ¿Pero eso fue todo? Era difícil negar los placeres que llenaban su cabeza mientras Herman la empujaba y la abrazaba. Fue un poco doloroso y difícil, pero... Ya le he pagado, Mariel pensó que ayer había pagado todas sus deudas al atenderlo en el baño. Así que no hay nada de qué deba preocuparse ahora. Karen nunca sabrá lo que pasó ayer.

—¿Mi señor?

Mariel miró a Herman, quien la empujo contra la pared. Al mismo tiempo, miró a su alrededor. Fue porque tenía miedo de que alguien podría pasar.

—¿A quién estás buscando?

Como si lo que estaba haciendo fuera divertido, Herman levantó una ceja y sonrió. El atuendo de Herman estaba bastante desaliñado. Tenía puesta una camisa lo suficientemente holgada que mostraba todo su pecho, tenía incluso el pelo enredado. Por alguna razón, parecía muy molesto.

—Si alguien nos ve.

—Si alguien nos ve, ¿qué? ¿No puedo hablar con mi sirvienta en mi casa?

Su ceño se incrementó ligeramente. Ante esa vista, Mariel sintió encogerse al tamaño de un frijol.

Cuando Mariel trató de zafarse, Herman la agarró y la apretó.

—Déjalo. Alguien más lo limpiará.

A pesar de que la taza de té y la tetera de porcelana eran muy caras, que incluso juntando su salario por varios años no podría pagarlas, estaban cubiertas de suciedad, el hecho le era indiferente.

—Más que eso. ¿Por qué te fuiste sin decir nada?

Mariel se sintió avergonzada por la inesperada pregunta.

—¿Qué?

—Me desperté y no estabas. Escapaste como un gato callejero.

—Bueno, por supuesto que hice todo lo que tenía que hacer...

—¿Qué hacer?


Su expresión se oscureció un poco más. Al ver las grietas dibujadas en su rostro una por una cada vez que hablaba, parecía que estaba muy enojado.

—Entonces probablemente no estás haciendo lo que se supone debes hacer y solo estas siendo floja.

—¿Qué?

Dijo con una sonrisa maliciosa mientras ella parpadeaba confundida.

—Tu trabajo. ¿Lo olvidaste?

—Mi trabajo es...

Mariel se esforzó por pensar. Era la hora en la que tomaba el té y eso era lo que traía. Ella solo era culpable de realizar fielmente su trabajo, pero ¿qué rayos es esta farsa?

—Yo... ya lo he hecho.

—¿Qué?

—Eso, eso...


Avergonzada porque no podía decirlo, luchaba por hacerlo.

Herman tenía una expresión poco razonable.

—Debes abrazarme cuando yo quiera.

—¿Le ruego me disculpe?

—No puedes saldar tu deuda con solo una vez. Por qué tocaste y amasaste un lugar que nadie más ha tocado.

—¡Eso fue un error!

Cuando Mariel finalmente no pudo soportarlo más le gritó, las cejas de Herman se fruncieron aún más.

—Sí, te estoy dando la oportunidad de corregir tus errores. Ese es tu trabajo.

Al escuchar su historia coherente pero sin sentido, Mariel se quedó sin palabras.

—Trae tu equipaje

—¿Qué?


—Tienes que estar cerca de mí para cuidarme. Tienes que venir cuando te llame.

—Pero...

—¿Hay alguna razón por la que no puedas?

—Bueno, no puedo hacer lo que hicimos ayer. No más...

—No, lo harás.

Herman se pegó a Mariel. Su miembro erguida era evidente y tocó la pierna de Mariel, ella lo miró asombrada.

—Oye, esto es...

—Mira, he estado así todo el día. No puedo salir así sin avergonzarme. Ha estado así desde que lo tocaste.

—Hasta que este síntoma desaparezca, tienes que hacerte responsable de mí.

Mariel lo miró entre lágrimas ante la amenaza que le dijo en voz baja.

—Yo, mi señor, yo...

—¡Mi señor!

Mariel lo llamó en voz alta y miró a su alrededor para ver si había alguien quien los pudiera mirar. Afortunadamente, nadie pasó, pero si hacen mucho ruido, cualquiera los vería.

—No me importa si nos miran

Herman dijo tranquilo, sabiendo lo que le importaba.

—Mi señor.

Mariel lo llamó pensativa, pero fue inútil.

Bum, bum Herman, que había entrado en el anexo en un instante, subió las escaleras de mármol cargándola. No fue hasta que Herman llegó a su destino que puso a Mariel en el suelo. Tan pronto como Mariel se bajó, corrió directo hacia una esquina y trató de alejarse de él lo más que pudo.

—Déjame salir— suplicó Mariel.

Fue en el baño, donde la tenía y donde Herman la dejó. Sonrió como si hubiera escuchado la súplica de Mariel y llevó la mano a la camisa. Mariel cerró rápidamente los ojos, pero el sonido de él quitándose la ropa resonó por todo el baño. Ya desnudo le dijo:

—Tómalo.

—Se pone así tan pronto como te veo.

Herman dijo mientras la miraba de arriba abajo, sosteniendo su miembro con la mano. Mariel se paró a un lado del baño, mirando a Herman y su miembro asustada.

—Qué estás haciendo.

Sus ojos recorrieron sus regordetes pechos, su estrecha cintura y, a su vez, sus esbeltas piernas. Mariel levantó las manos para tratar de cubrirlas, pero sus manos no eran lo suficientemente grandes para cubrirse del todo. La mirada del hombre, que pacientemente la miro acercarse poco a poco, cambió de repente.

Herman, que la había agarrado del brazo, la sentó y entrecerró los ojos cuando Mariel, sorprendida con las piernas flojas, se sentó juntando las piernas. Era simplemente adorable, ya que de alguna manera trataba de escapar de su mirada.

—Chúpalo.

Mariel no estaba segura de qué hacer con la orden lanzada con frialdad, y estaba como si le hubieran tirado una piedra en la cabeza con lo que acababa de escuchar.

—Como lo hice yo, esta vez tú lo chuparas.

Siguió una amable explicación, pero fue solo una serie de pequeños golpes para Mariel.

—¿Debería dártelo?

—Uh, eh...

Un gemido bajo brotó de su boca mientras envolvía su lengua alrededor del miembro que había puesto en su boca hasta atragantarse y lo chupó torpemente.

Herman agarró la mejilla de Mariel y le dio unos golpecitos, y ella inmediatamente lo miró con los ojos llorosos. Que quieres, ¿tengo que hacerlo o no? Por supuesto no tenía la intención de morderlo.

—Aunque sea difícil, no lo hagas.

—Oh, je, haaa...

Mariel solo derramó lágrimas mientras intentaba moverse hacia adelante y hacia atrás, ya que era demasiado difícil por lo grande que era. ¿Cuánto tiempo lo he chupado? Sin embargo, el miembro de Herman aún seguía duro. Mariel lo miró con su miembro en la boca. Fue una protesta tácita pedirle que le ayudara porque estaba exhausta.

—¿Quieres que te ayude?

Sonrió y agarró el cabello de Mariel. Ella pensó que iba a sacar lentamente su miembro de su boca, pero en vez de hacerlo lo metió más profundo. El miembro golpeó su garganta y sintió náuseas. Mariel tuvo que sobrellevar que lo metiera y sacara mientras la agarraba del pelo llorando profusamente ante la sensación de sus miembro metido hasta el fondo de su garganta sin siquiera poder respirar.

El cuerpo de Mariel se apartó en un instante, sus manos que habían sido levantadas por él quedaron atrapadas en su gran agarre, sus muñecas blancas y delgadas quedaron fijas en la pared del baño por la mano de Herman. Ella estaba pegada a la pared como una mariposa, temblando y con su otra mano agarró su pecho redondo y blanco.

Como si disfrutara del toque suave de su carne elástica, lentamente comenzó a masajear el pecho, y en algún momento, su mano se hundido en sus caderas y comenzó a acariciar su suave coño sin dudarlo.

Como si quisiera ampliar su agujero para poder meter su pene, el dedo que se había metido dentro acaricio suavemente el interior. El dedo que solía ser uno aumentó gradualmente a dos y luego a tres. Mientras tanto, el sonido de la respiración de Mariel se hacía cada vez más intensa.

—Señor, mi señor...

Mariel miró hacia atrás y lloró.

—¿Por qué, Mariel?

Se inclinó por detrás y hundió los dientes en la nuca blanca de su cuello. El gran miembro de carne, duro, que era muy difícil de meter dentro de ella, exhibía su clara presencia Mariel se estremeció cuando rozó detrás de ella.

—Sí, eh...

—Todavía no lo he puesto, ¿te sientes sola?

La reacción de su cuerpo fue demasiado honesta para decir que no.

Lo que siente cuando su miembro entra en su cuerpo, lo que siente cuando flota por dentro...

—Si me permites...

—Mi señor...

Abrió la boca y miró el miembro de Herman, que se elevaba vigorosamente. El pene de color rojo oscuro, que ya estaban cerca del ombligo, asentía como si estuviera midiendo el pequeño agujero donde se iba a meter.

—¿Por qué, Mariel?

Tal vez estaba más emocionado por su voz cuando lo llamaba, pero se acercó.

—UH Huh.

Mariel se mordió el labio con todas sus fuerzas al sentir que le frotaba las nalgas. Hizo un extraño gemido.

—Mi señor...

Se tragó sus gemidos y lloró una vez más, pero fue en vano. Solo hizo que la sensación del falo hinchado frotando suavemente la piel húmeda fuera más vívido.

—Ábrelas.

—¿Qué?

Mariel recargada en la pared del baño tembló. Sintió una sensación de hormigueo cuando sus pezones tocaron el azulejo frío. Por el contrario, el falo tocando su trasero era demasiado grande y demasiado caliente.

—Eh.

Mariel tembló de miedo cuando lo froto a través de su grieta.

—Quédate donde estás.

Herman juntó las manos de Mariel y las fijó a la pared, luego bajó su mano libre y la metió entre las piernas de Mariel.

Cuando el dedo que atravesó su carne húmeda encontró su clítoris y lo apretó, el cuerpo de Mariel perdió fuerza.

—Oye, no puedes sentarte.

Herman empujó su pierna entre las piernas de Mariel y la aseguró.

—Lo siento. Yo lo siento...

—Hoo...ja...

Me picaba el interior del cuerpo. Mariel, de pie nuevamente en la pared, lo miró ansiosa. Él sonrió, sosteniendo las manos de Mariel. Contrariamente a la sonrisa inocente en su rostro, su pene comenzó a penetrar violentamente el coño de Mariel.

—¡Ah! ¡Aah!

Fuertes gemidos comenzaron a sonar en el baño. Soltando las manos de Mariel bajó y agarró su esbelta cintura.

—haa, ja...mmm

Tan pronto como Mariel trató de sacarlo de su agujero, Herman empujó su pene más profundo.

—Ahhh......—

Mariel respiró con dificultad porque lo metió hasta la raíz.

—Te dije que respiraras.

Incluso si se lo dijo amablemente, Mariel solo podía llorar de forma intermitente y no podía exhalar con regularidad.

—Ajá, ajá

Chasqueó la lengua y agarró el pecho de Mariel con toda su mano.

—Mmm...

Como si aplastara un durazno maduro, el pecho de Mariel empezó a temblar bajo su mano. Y al mismo tiempo, la embestía vigorosamente.

—Pou, Pou.

—¡Ah! ¡Ugh!

Cuanto más fuerte era el golpe, más fuertes crecían los sollozos de Mariel. Cuando sintió claramente que se venía derramo su semen dentro de ella, finalmente saco su miembro. Incluso esa sensación fue demasiado cruda. Mariel perdió por completo las fuerzas y tembló ligeramente. Herman sosteniendo su flácido cuerpo, caminó directamente hacia la bañera. Ya estaba llena de agua. Herman se metió en la bañera sosteniéndola.

—¿Te gusta este olor?

Mariel ni siquiera tuvo fuerzas para responder. Era demasiado esperar que respondiera después de hacerle eso. Empezó a esparcir lentamente el agua de baño sobre el cuerpo de Mariel. Dejó marcas rojas en sus blancos pechos. No solo allí, sino sobre toda su piel blanca como la nieve, las marcas de morder, chupar, lamer y jugar estaban grabadas en todo su cuerpo. Mariel se quedó inexpresiva al ver a Herman verter agua fragante sobre ella.

—¿Qué estás pensando?

Abrió el grifo de la bañera y empezó a llenarla con más agua caliente.

—Eh...


Mariel se sorprendió al verlo lavar entres sus piernas con agua tibia.

—Yo, lo haré.

—¿Te duele mucho?

preguntó, frunciendo el ceño. No podía ser, pero sus ojos estaban llenos de preocupación.

—no.

Mariel negó con la cabeza inconscientemente.

—Entonces, ¿lo hacemos una vez más?

Al ver la cara de asombro de Mariel, Herman se echó a reír. Mientras tanto, Herman, que había limpiado entre las piernas de Mariel, enjuagó su cuerpo. Me gusta esto. Herman salió de la bañera mientras cargaba a Mariel.

—Bájame, por favor.

—Si no quieres que caigamos juntos al suelo, deja de moverte.

A ella no le gustó, pero no tuvo más remedio que salir tranquilamente del baño en sus brazos. El agua goteaba por donde pasaba. Cuando ambos entraron desnudos por la puerta del dormitorio, Mariel estaba aún más avergonzada.

—Eso el agua, agua.

El agua que goteaba de sus cuerpos sobre la lujosa alfombra estaba dejando marcas oscuras. Pero se apresuró a caminar hacia la cama y la acostó. Le preocupaba que su cuerpo aún húmedo manchara las sábanas. Empujó suavemente su cuerpo cuando trato de levantarse.

—Quédate quieta. ¿Qué vas a hacer así?

Mariel yacio tranquila en la cama de nuevo, por su tono, no sabía si era amistoso o contundente. Sin embargo, no se sentía cómoda estando desnuda en la cama del hombre. Estaba buscando tratando de encontrar algo para cubrir su cuerpo al menos un poco, pero Herman regresó con una toalla. Limpió el agua del cuerpo de Mariel lentamente con un toque bastante delicado, y con la toalla restante se limpió, la tiró al piso, jaló las sábanas y tapo el cuerpo de Mariel.

—Señor, mi señor.

—¿Qué?

Herman respondió, acostándose junto a ella tapándose con la sabana. Mariel se sobresaltó en un instante por el contacto con su piel estando desnuda, y tuvo que respirar hondo.

—Yo, yo.

Mientras Mariel tartamudeaba por la vergüenza, sus manos se envolvieron alrededor de su cintura y acerco su cuerpo desnudo.

—Si te vuelves a ir como ayer. No te dejaré salir de esta habitación.


El susurro salvaje mantuvo en silencio a Mariel.

¿Me va a cortar las piernas? A Mariel se le puso la piel de gallina.

Como si notara su reacción, colocó su gran mano detrás de su espalda. Los ojos de Mariel comenzaron a cerrarse lentamente mientras acariciaba suavemente su espalda desnuda. La fatiga comparable a la de ayer se apoderó de ella de inmediato. Al final, Mariel parpadeó lentamente y se durmió.

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