Tracy murió
una noche antes de su boda. Aceptar su propia muerte no fue fácil especialmente
cuando esta mirado a toda su familia llorando frente a su ataúd decorado.
—AHaa...
Mi Tracy. Si hubiera sabido que te irías tan repentinamente, no te habría
pedido que te casaras.
—Ew,
madre, te dije que pararas.
—Señora,
era inevitable, así que deje de llorar.
—Y mi
padre también estaba llorando.
—¿Qué
pasa si Tracy todavía nos culpa aun estando muerta, cariño?
—No te culpo. Dije que no te culpo.
Tracy se
sentó encima del ataúd apretando la
mandíbula y gritó con tristeza. Pero no había manera de que pudieran oírla.
—Déjanos
expiar hasta el día de nuestra muerte. Mi pequeña, no te olvidaré y te visitaré
a menudo, para que no te sientas sola, ¿de acuerdo?
—Ahaa,
cariño...
El
vizconde Hartwyn y su esposa pronto se abrazaron y volvieron a romper a llorar.
Con tristeza, extendió la mano y trató de acariciar la espalda de sus padres,
pero volvió a fallar. Su mano transparente simplemente paso a través de ellos
en el aire.
—Esta vez
tampoco sirvió de nada.
A estas
alturas, es un milagro que no esté flotando en el aire. Tracy bajó del ataúd y
miró el vestido de novia blanco que envolvía su cuerpo. Había llegado el
momento de enterrar el ataúd. Los sirvientes pronto estuvieron listos para
bajar el ataúd al foso. Pero uno de los sirvientes no pudo sostener bien la
cuerda, lo que provocó que el ataúd vibrara, y el vizconde y la vizcondesa Hartwyn
cayeron al suelo y lloraron. Tracy abandonó rápidamente el lugar, desconsolada
por los gritos de su madre.
—¿Dónde
está mi hermano?
Era el
funeral de su única hermana y me decepcionó un poco que él no estaba a la
vista. Tracy se dirigió a la mansión dando pasos como deslizándose, como si
estuviera volando. La mansión Hartwyn no estaba lejos del cementerio, por lo
que llego allí en poco tiempo. La pequeña mansión estaba inquietantemente
silenciosa mientras ella subía sigilosamente la familiar escalera. La
habitación de su hermano estaba en el segundo piso, igual que la de ella.
—Hermano
mayor, ¿qué estás haciendo para que ni siquiera vengas al funeral de tu
hermana?
Sabiendo
que no escucharía su voz, Tracy deliberadamente habló alegremente y entró en la
habitación de su hermano, donde la puerta estaba abierta.
—...ah.
Su
hermano, Jade, estaba llorando, golpeándose el pecho, mordiéndose el labio por
si se le escapaban las lágrimas, a pesar de que sabía que los pocos sirvientes
de la mansión habían ido al funeral. No esperaba que llorara, ya que nunca
mostró ningún signo de debilidad. Verlo llorar me rompió el corazón nuevamente.
Tracy inconscientemente tocó el hombro de Jade. Una vez más, su mano traspaso
su hombro.
—Si
hubiera sabido que sería así. Si hubiera sabido que morirías tan
repentinamente. No hubiera dejado que te casaras, incluso aunque fuera el duque
de Roxbury.
—...Hermano.
—No
conozco su rostro y nació fuera del matrimonio, pero sigue siendo un duque, y
pensé que era el mejor matrimonio para ti después de todo lo que has pasado.
¿Por qué acepté cuando mis padres pensaban de esa manera? ¿Por qué pensé que
ese era el mejor camino para ti...?
Jade
incluso se quitó las charreteras que colgaban de sus hombros. Se los habían
entregado como prueba de su aceptación en los Caballeros Imperiales. Tracy
recordó de repente que el hombre que le había puesto esas charreteras a su
hermano era el hombre que se convertiría en su marido.
—Pensé
que sería algo bueno para todos, Tracy, ya que él era mi superior. Incluso
cuando tú... dijiste que no estabas segura acerca de este matrimonio, te
presioné para que siguieras adelante. Todo es culpa mía. Terminaste así porque
nuestra avaricia se apoderó de nosotros. Lo siento, Tracy. Lo siento...
—Hermano,
no digas eso.
—Hmph,
Tracy...
Sentí
como si mi corazón estuviera siendo destrozado. Tracy se mordió el labio con
fuerza. Aunque fui yo quien no tuvo
cuidado. Sus padres y su hermano lloraban y se culpaban a sí mismos. Tracy
salió silenciosamente de la habitación. Mientras caminaba por la alfombra roja,
donde había ceniza negra, evitó deliberadamente su habitación. Habían pasado
diez días desde su muerte y todavía no se atrevía a ir allí. Tracy fue al
jardín en la parte trasera de la mansión y se sentó en silencio.
Tracy se
había quedado dormida después de beber en la noche un día antes de su boda, la
idea de casarme con un alto noble de la capital a quien nunca había visto antes
y que ya no podría ver a Sir Felton me hizo deprimir un poco. Entonces le pedí
a una criada que me trajera un vaso de licor fuerte, pero no esperaba quedarme
dormida tan profundamente que ni siquiera el fuego me despertaría.
Saltaron
chispas de la vela aromática que la doncella había dejado encendida para
ayudarme a dormir, y las chispas alcanzaron el dosel. Afortunadamente el
incendio fue pequeño, pero el problema fue el humo. Tracy, que se había quedado
dormida ajena al mundo, murió por asfixia. Esa fue toda la historia que
descubrió en el transcurso de diez días.
—Cuando
abrí los ojos, la fecha de la boda ya había pasado y yo llevaba mi vestido de
novia, estaba en un funeral, no en una boda, y…
Lo más
extraño de todo fue el hecho de que ella estaba viva. Por supuesto, no sé si
así es como llamaría a su condición aun me palpita el corazón y respiraba, pero
nadie puede verme, pero da igual.
—¿Por qué
estoy haciendo esto, por qué no voy al cielo o al infierno?
Tracy
nunca había hecho nada tan bueno ni tan malo en su vida; ella simplemente había
vivido como la hija de un noble común y corriente. La familia del Vizconde Hartwyn
contribuyó a la fundación del imperio, pero su fortuna había ido disminuyendo
gradualmente y ahora apenas se ganaban la vida como un pequeño señorío provincial.
Su relación con los granjeros y comerciantes no era tan mala y, como hija de un
señor, fue criada para cuidar de ellos, estudió cultura y etiqueta hasta los
veintidós años. Tracy tenía mucha curiosidad.
—¿Por qué
deambulo por este mundo sin ser juzgada por Dios? ¿Tengo que ser un fantasma
por el resto de mi vida?
Tracy
suspiró. Sus ojos recorrieron el fino vestido que envolvía su cuerpo y dejó
escapar una risa débil.
—Todos me
envidiaban por convertirme en la novia del Duque. Pero terminé convirtiéndome
en una novia fantasma.
El duque
de la capital debió quedar decepcionado. ¿O se habla arrepentido? Había
presentado una propuesta de matrimonio sólo porque escucho que era bonita, pero
termino perdiéndola de repente. Según la ley imperial, los votos eran válidos
desde el momento en que se firmaba la licencia de matrimonio. Por lo general,
los nobles se casaban con personas que vivían cerca o se conocían, por lo que
normalmente firmaban el día de la boda.
Pero el
matrimonio de Tracy fue muy inusual. Por alguna razón, el duque de Roxbury, que
vivía en la capital, pidió que le enviaran la licencia primero, para poder
firmarla con anticipación. De modo que el duque de Roxbury quedó viudo antes de
poder ver el rostro de su novia. Empecé a sentir un poco de pena por él.
Después de todo, no fue un matrimonio por amor, pero recordé la carta que me
había enviado diciendo que sería nombrada duquesa, sin pedir nada a cambio.
A
diferencia de Jade, quien pospuso su boda para unirse a los Caballeros
Templarios, Tracy se perdió su boda aunque no tenía intención de casarse. No,
tal vez lo que secretamente había esperado se hizo realidad. Teniendo en cuenta
que la edad habitual para contraer matrimonio entre las mujeres nobles es alrededor
de la adolescencia, Tracy tenía razón al estar impaciente.
Sin
embargo, estaba bastante agradecida de tener la suerte de que su familia no
haya recibido una propuesta. Me preguntaba si Sir Felton, que había rechazado
mi confesión, cambiaría ahora de opinión.
—Es usted
demasiado digna de mí, mi señora. Yo, que no tengo nada, no me atrevo a
codiciarla.
Sir
Felton, que había jurado lealtad al vizconde Hartwyn como un caballero errante,
le había respondido a Tracy con una sonrisa amable. Eres demasiado buena para mí, le había dicho, y cuando ella lo
intentó un par de veces más sin éxito, él le dio la misma razón cada vez. Así,
Tracy abandonó poco a poco su corazón ardiente. Pero todavía había un
sentimiento de —tal vez— en el fondo de su corazón. Si esperaba con paciencia,
tal vez Sir Felton me vería de diferente manera, tenía ese tipo de esperanza.
Pero Sir
Felton se mantuvo firme hasta que ella cumplió veintidós años. Tracy era
bonita, pero no tanto como para que los rumores se extendieran por todo el imperio.
Su familia no era nada especial, por lo que nunca se habló de algún compromiso con
alguna otra familia noble. Tracy no tenía ningún conocido, ya que prefería
sentarse tranquilamente en su jardín a leer un libro o criar a sus conejos, en
lugar de socializar en las fiestas de té y bailes en otras propiedades.
Los
vizcondes y Jade tampoco vieron la necesidad de que Tracy se apresurara a
casarse, por lo que no le buscaron un cónyuge. Aunque le preocupaba no poder
encontrar una buena pareja y casarse, solía decir que si no tenía una relación,
podría vivir felizmente con su familia. Entonces Tracy decidió vivir así
mientras pasaba el tiempo.
Aunque
casi se había dado por vencida, todavía tenía la esperanza de que, si
continuaba viviendo así, algún día Lord Felton podría mirarla. Mientras tanto,
había llegado de la capital una propuesta de matrimonio del duque de Roxbury,
un gran noble, que era el confidente más cercano del Emperador.
¿Por qué diablos paso eso?
Tracy
reflexionó. Por supuesto, la primera vez que recibió la propuesta, se quedó
atónita, lo pensó durante días y lo rechazó cortésmente. Pero entonces el duque
le envió otra propuesta, esta vez acompañada de una carta mucho más larga,
diciéndole que quería casarse con ella, que aceptaría que la ceremonia de boda
la organizara su familia, que haría todo de acuerdo con sus deseos y que
esperaría a que ella dijera que sí en cualquier momento.
Mientras
todos estaban desconcertados por su seriedad sin motivo alguno, Tracy investigó
al duque de Roxbury: era el hijo ilegítimo del duque anterior, pero era hijo
único, por lo que se convirtió en su sucesor y asumió el título hace un año.
También era un general muy capaz que había escoltado al Emperador en sus
guerras de conquista y era el líder de los Caballeros Imperiales.
No había
tenido noticias de Sir Felton, quien se había ido a la misma orden a la que
Jade esperaba unirse. Aunque no haya escuchado noticias de él, Tracy estaba
agotada tras cuatro años de amor no correspondido. Sus sentimientos por él no
habían desaparecido del todo, pero eran más débiles que al principio.
Tracy se
sentía sola y se preguntó sintiendo curiosidad, ¿Quién diablos es este hombre que está tan desesperado por mí?
Entonces
acepté casarme. En el momento en que me di cuenta de que probablemente a Sir
Felton no le importaría, sentí que mi corazón se partía. Necesitaba algo para
llenar ese vacío. Tenía la esperanza de que tal vez el matrimonio pudiera
llenar ese vacío. Y quería ayudar a mi hermano a que tuviera éxito.
Jade nunca
se lo había mencionado, pero Tracy sabía que la razón por la que reprobaba
repetidamente el examen de ingreso era por la familia. Si se convirtiera en
duquesa de Roxbury, Jade podría llevar el halo de la familia ducal. Por lo que
se sintió aliviada cuando le pidieron que enviara la licencia de matrimonio con
antelación. Tracy firmó la licencia de matrimonio, mitad con resignación, mitad
con esperanza.
Y luego
ella murió. Qué cruel broma del destino.
—¿Sir
Felton aún no se ha enterado de la noticia? ¿O está en camino?
No
asistió a su funeral. Tracy resistió la tentación de ir a buscarlo. Tenía miedo
de la realidad que enfrentaría si lo hacía. Me pondría triste si a Sir Felton
no le importa en absoluto mi muerte. Tracy dejó escapar otro suspiro.
—¿Entonces
qué debería hacer ahora?
La finca
Hartwyn era pequeña, diminuta. Después de darse cuenta de que estaba muerta,
Tracy visito a todos los miembros de su familia, también a los sirvientes del
vizconde y a los campesinos con quienes había sido cercana. En particular, la
tía María, quien se había hecho mi amiga cuando me columpiaba cuando era una
niña, estaba tan desconsolada que casi se desplomó.
A Tracy
le resultó muy difícil dar un paso al frente, ya que las otras mujeres que
habían venido a consolarla estallaron también en lágrimas de dolor. Así que me
acerque para consolarla aunque sabía que no podía oírme. Incluso vi cómo
enterraban el ataúd que contenía mi cuerpo, así que parecía que todo lo que
tenía que hacer ya estaba hecho.
Como
seguía quedándome en mi casa, era difícil ver sufrir a mi familia. Todos se
culpaban a sí mismos y el dolor que sentía al verlos así era insoportable.
Pensé que sería mejor irme a algún lugar por un tiempo. Pero ella no tenía
adónde ir. No conocía a nadie. En ese momento, de repente oí la voz del cochero
en la puerta trasera anunciando la salida del carruaje, —¡Ya estoy listo para
ir a la capital, señor!
¿La capital? Tracy
giró rápidamente la cabeza. Si el vizconde Hartwyn tenía que ir a la capital,
probablemente sería por esa razón. Se arremangó la falda y echó a correr. Sus
pies ligeros, como si pisaran nubes, alcanzaron fácilmente al carruaje que
había comenzado a correr. Tracy subió al estribo del carruaje, se deslizó
dentro y se sentó.
Sí, vayamos a la capital. Iré a conocerlo.
Pensó
Tracy mientras presionaba su pecho.
Al hombre que casi se convierte en mi marido. El duque de Roxbury, me pregunto qué le
habrá pasado.
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