El
carruaje avanzaba rápido. Dado que el funeral terminó a última hora de la
tarde, el carruaje partió temprano en la mañana, por lo tanto, llegarían mañana
a la capital alrededor de la tarde. La residencia del duque de Roxbury estaba
cerca del Palacio Imperial, en la capital, por lo que les tomaría más tiempo llegar
hasta allí. Cuando Tracy finalmente bajó del carruaje, ya empezaba a oscurecer.
—¿Vienes de
parte del vizconde Hartwyn? Lo estaba esperando, por favor ven por aquí.
—Oh, me
halaga que el mayordomo me haya estado esperando.
Después del
cortés saludó del mayordomo del duque de Roxbury, el cochero lo siguió, llevando
la carta del vizconde Hartwyn, Tracy que no sabía qué hacer los siguió.
No puedo creer que el mayordomo haya salido a
recibirlo en persona. ¿Realmente van a discutir sobre la anulación del
matrimonio?
Estoy
intrigada. Si no fuera por eso, no había razón para que el duque adoptara una
postura tan servil. En primer lugar, mi padre no tenía intención de
beneficiarse con este matrimonio, por lo que si el duque le pidiera que anulara
la licencia de matrimonio, no se habría opuesto.
Tracy
sintió pena por el duque, se había convertido en un viudo sin haber visto nunca
a la novia, pero ni siquiera asistió al funeral de su esposa, aunque fuera solo
en papel. Tracy los siguió ansiosa por escuchar que es lo que diría el duque.
Mientras subían la gran escalera, el mayordomo chasqueó la lengua y con lástima
dijo:
—Su
Excelencia me ha pedido que le informe tan pronto como llegaran noticias del
vizconde Hartwyn.
—Entonces,
¿le gustara que le entregue esto personalmente?
—Le
gustara que hicieras eso, pero...
El
mayordomo estaba a punto de hablar cuando de repente entró corriendo una
doncella de mediana edad con expresión preocupada y susurró: —¿Qué?— La
expresión del mayordomo cambió ligeramente y se volvió hacia el cochero.
—Su
Excelencia se siente un poco mal en este momento, así que si pudiera darme la
carta del vizconde, yo se la entregaré.
—Oh,
entonces haré eso. Pero me dijeron que obtuviera una respuesta.
—Probablemente
pueda dársela mañana al amanecer. Yo también se la entregaré. Julie, acompaña a
este caballero a la habitación de invitados.
El
mayordomo recibió la carta sellada del cochero y reanudó la marcha. La criada
hizo lo que ordeno el mayordomo y condujo al cochero por el pasillo opuesto.
Tracy se puso nerviosa.
—¿Que voy
a hacer?
Se
apresuró a alcanzar al mayordomo antes de que desapareciera por la esquina.
Como ya había venido hasta aquí, decidí irme después de ver el rostro del
duque.
—...Su
excelencia.
Después
de llamar en la sólida puerta marrón y no obtener respuesta, el mayordomo llamó
al duque en voz baja. Pero todavía no hubo respuesta desde el interior.
Mientras Tracy esperaba inclino la cabeza, el mayordomo tomó una decisión,
abrió la puerta y entró, y Tracy lo siguió.
—Su
Excelencia, ¿sigue haciendo eso?
Al entrar
en la cámara, Tracy se sorprendió un poco al ver solo una vela encendida en la
gran habitación. La habitación estaba tan oscura que si no fuera por el
mayordomo, ni siquiera habría podido reconocer la presencia del duque. Y se
sorprendió aún más momento después cuando escuchó un pequeño sollozo.
¿Está llorando? ¿El duque de Roxbury?
Vi a un
hombre con una mano en la frente y la cabeza ligeramente agachada. Su rostro no
lo podía ver en detalle debido a la sombra creada por la luz parpadeante de la
vela, pero por lo que escucha indica claramente que el Duque está llorando.
Tracy estaba realmente desconcertada. El duque del que había oído sólo rumores
no era un hombre tan débil.
Era un
hombre fuerte que había llevado al país a la victoria ganando la guerra y que
había superado todo tipo de obstáculos por su condición como hijo ilegítimo y
heredó el título a pesar de los sarcasmos
y las burlas. Y aquí estaba él, luciendo tan débil y llorando.
—El
vizconde Hartwyn le ha enviado una carta.
—....¿Qué
dices?
La voz
baja y grave también era acuosa. Tracy se quedó con la boca abierta.
Está realmente afligido. ¿Es realmente el
duque de Roxbury quien está llorando así en esta gran habitación?
Tracy se
sintió aturdida.
—No la he
leído, Su excelencia. Pensé que debería leerla usted mismo.
—Por
favor, léela por mí.
—Su
Excelencia. Es sobre la anulación de la licencia de matrimonio.
—¡La
anulación!
Exclamó
el duque alzando la voz. El mayordomo se estremeció y balbuceó una excusa.
—Bueno,
quizás el vizconde le envió a Su Excelencia la anulación del matrimonio. En
realidad, no… No se convirtieron en marido y mujer no caminaron hacia el altar
y no pasaron la primera noche juntos. Entonces, si lo desea, escribiré una
respuesta diciendo que Su Excelencia lo concede.
—Eso no
es posible.
—¿Qué?
—No tengo
ninguna intención de anular este matrimonio.
Esta vez
Tracy quedó realmente sorprendida.
¿Por qué? ¿Realmente pretende cumplir con su
deber como marido para una novia que nunca ha visto en persona?
—Pero, Su
Excelencia...
—Deja la
carta.
—...Sí.
El
mayordomo ya no pudo persuadir al frío duque dejó la carta en la pequeña mesa
frente a la puerta y se fue. Tracy se quedó allí, estupefacta. Ni siquiera se
le ocurrió que debía seguir al mayordomo. El duque se levantó tan pronto como
se cerró la puerta, y solo entonces Tracy pudo ver bien su rostro a la luz de
la luna. Aunque era la primera vez que lo veía, tenía una apariencia tan
agradable que era difícil quitarle los ojos de encima.
Cabello
castaño oscuro. Ojos color amatista que contenían una luz misteriosa, unos
sensuales labios obstinadamente cerrados y una mandíbula fuerte. Era mucho más
alto de lo que esperaba. Cuando se levantó, sus hombros casi tocaban el borde
superior del marco de la ventana. De hecho, era un hombre con un aura
abrumadora, que podía matar el espíritu de su oponente en el campo de batalla.
Pero de alguna manera, el Duque no parece tan aterrador porque tiene los ojos
rojos.
¿En serio, esta así por mi culpa? La idea
de por si acaso cambió a la idea de que realmente podría ser. Era una declaración
que haría reír a cualquiera si la escuchara, le dirían que estaba completamente equivocada.
Pero el hombre frente a ella ahora parecía extremadamente triste. Tracy pensó
que nunca había experimentado nada en su vida que la hubiera dejado tan triste
o decepcionada.
No se le
ocurría ninguna razón inmediata para que un hombre con ese aspecto tuviera esa
expresión en el rostro. ¿Era por ella? El duque de Roxbury comenzó a acercarse a ella
con pasos lentos. Tracy contuvo la respiración mientras él se acercaba más y
más. El hombre que casi se convirtió en su marido era muy guapo. El duque se
detuvo muy cerca de ella, recogió la carta de la mesa, rompió el sello, leyó el
contenido y la arrojó de nuevo con un bufido.
—¿Una
anulación? Nunca. De ninguna manera. Tracy Hartwyn es mi esposa.
Sonó
terriblemente posesivo. Pero a Tracy no le pareció extraño ni aterrador.
Definitivamente había tristeza en su voz.
—Tracy
Roxbury. Sí, debería erigir una lápida con su nuevo nombre.
¿Tracy
Roxbury? Ya estoy enterrada con el nombre de Tracy Hartwyn. Sus padres, que
lamentaban su matrimonio, insistieron en ello. Si cambiaba el nombre de su
lápida, ya no podría seguir enterrada en el cementerio de la finca Hartwyn.
Tracy grito sin darse cuenta.
—¡No!
Pensó que
si no podían cuidar de su tumba, sus padres y su hermano se afligirían aún más
y eso les haría daño. Como de todos modos ella era un fantasma, grito pensando
que el duque no podría oírla. Pero entonces sucedió algo extraño: tan pronto
como grito, la expresión del Duque cambió al instante.
—¿Quién
es?
Los ojos
tristes del duque se agudizaron en ese instante. Rápidamente giró y miró en
todas direcciones. No miró en dirección a Tracy pero su acción fue suficiente
para asustarla, y se quedó allí, rígida, mirando al Duque.
—¿Cómo te
atreves a desobedecer mis órdenes y entrar en mis aposentos? Tienes un gran ego.
Muéstrate de inmediato.
—Qué...
—¿Pensaste
que no te atraparía?
¿Realmente está diciendo que puede oírme? Tracy
preguntó confundida.
—...¿Puedes
oírme?
—¿Entonces
estás diciendo que estoy hablando solo?
—¿Estás
seguro?
Tracy
preguntó con voz temblorosa y el duque arqueo las cejas.
—No digas
tonterías. Te perdonaré si sales ahora mismo.
Aparentemente,
el duque pensaba que ella era una doncella que se había colado en su
habitación. Tracy juntó las manos. Nunca había pensado que algo como esto le
sucedería. Estaba sorprendida, devastada y encantada. En verdad, Tracy se había
sentido sola durante sus diez días como fantasma. Nadie me miraba a los ojos ni me hablaba. Aunque está siendo hostil,
me emocionó que me escuchara.
—¿Cómo
puedes oírme, duque de Roxbury?
—¿Qué?
—¿Puedes
verme?
El duque
ahora parecía completamente molesto. Parecía que pensaba que se estaba burlando
de él. Cuando su mano comenzó a moverse hacia la vaina de su cintura, Tracy
soltó.
—¡Soy
Tracy! Tracy Hartwyn, se supone, que me casaría con el duque.
—¿Qué
quieres decir?
—¿Qué
quiero decir?
El duque
no parecía creerle en absoluto, y con razón. Tracy entendía perfectamente lo
absurda que sonaba. Al parecer estoy muerta, incluso estoy enterrada bajo
tierra.
—Sólo
porque no anularé mi matrimonio con ella, no significa que voy a aceptar esta
clase de bromas de mal gusto.
El duque
habló con dureza y extendió la mano hacia la pared. Probablemente estaba
intentando encender la luz usando una piedra de maná. Tracy esperó en silencio.
Entonces la habitación se iluminó intensamente. El duque miró a su alrededor.
Pero por supuesto no había nadie más en la habitación excepto él, y parecía
confundido. Tracy murmuró con pesar.
—Parece
que no puedes verme.
—Qué es
esto…
—Soy
Tracy Hartwyn, duque de Roxbury.
—Pero
Tracy definitivamente esta…
—Sí, es
verdad. Muerta. Desde hace diez días.
—Entonces...
El duque
estuvo a punto de decir algo pero se detuvo. Tracy vio lo que sus labios
estaban a punto de decir.
—Soy un
fantasma, ahora. ¿Estás decepcionado de que la novia que esperabas sea un
fantasma?
Bromeó
Tracy, riendo amargamente. El duque volvió a preguntar con expresión rígida como
si no pudiera creerlo.
—¿De
verdad me estás diciendo que eres Tracy?
—Sí, lo
soy.
—Entonces,
¿por qué estás... aquí?
—¿Qué?
El
corazón de Tracy se hundió. Este tipo podría tenerme miedo. No es de extrañar.
Una mujer que entra a su habitación a altas horas de la noche y le dice que es
un fantasma.
—No es una
historia de fantasmas de una noche de verano—, dijo Tracy alegremente. Bueno,
sí, supongo. Simplemente pasó…
—¿No
deberías estar descansando en el cielo? Incluso pedí que oraran ante dios por
ti, ¿por qué todavía no te has ido?
El
lastimero grito del duque estremeció a Tracy. Costaría una suma considerable de
dinero pedir a un sacerdote que orara por ella. No esperaba que el Duque
llegara tan lejos por una esposa a la que nunca había visto.
—Si
tienes algún resentimiento contra mí, te pido disculpas. Todo es culpa mía—,
dijo, —así que puedes irte y ser feliz. Viviré y oraré por ti por el resto de
mi vida...
—No, espera,
espera un minuto.
Tracy
interrumpió al duque con un gesto de la mano, olvidando que no podía verla.
—¿Por qué
se disculpa el Duque?
—Porque
sufriste una muerte injusta así que espero que seas feliz en tu próxima vida.
—Era sólo
mi destino. El Duque tambien resultó dañado. No tienes que ir tan lejos.
—...
¿resulte dañado?
—Sí.
Perdiste a tu novia un día antes de tu boda. Así que tal vez debería ser yo
quien se disculpe.
La
expresión triste del duque se quebró.
—¿De
quién recibiría disculpas un marido que ha perdido a su esposa?
—¿De…?
—Es
natural que lamente la muerte de mi esposa, y aún más natural desearle
felicidad.
—Si
pero...
—Nunca nos hemos visto— estuvo a punto de
decir Tracy, pero dudo cuando vio el rostro testarudo del duque.
—Y tengo
la intención de honrarte a mi lado.
Cierto.
El duque estaba pensando en trasladar su tumba a la capital. Tracy habló
apresuradamente.
—Bueno,
Duque. Ese es el problema. ¿Podrías parar por favor?
—¿qué?
—Trasladar
mi tumba de la finca Hartwyn a la capital.
—Eres mi
esposa, ¿cómo puedes decir eso? Te haré una tumba en nuestro cementerio
familiar. Te mereces el lugar que te corresponde como duquesa de Roxbury
nuestro matrimonio aun es válido.
—Pero...
El deseo
del duque de seguir casados era firme. De hecho, no había forma de anularlo si
alguna de las dos partes deseaba seguir adelante con este matrimonio. Sin
embargo, Tracy habló como si estuviera aferrándose a un clavo ardiendo.
—Mis
padres están muy afligidos y creo que estarán más en paz si pueden cuidar de mi
tumba. Mi hermano también. Todos piensan que mi muerte es culpa suya y no sé
qué harían si no tienen mi tumba.
Al
escuchar la súplica en su voz, el Duque no dijo nada, pero después de un
momento preguntó.
—¿Qué
nombre le pusieron a tu tumba?
—Oh...
Decía Tracy Hartwyn.
—Por
supuesto que no usaron el apellido Roxbury.
—...
Supongo que mi padre pensó que el matrimonio sería anulado.
—Si
cambian el nombre de tu lápida, me aseguraré de que tu tumba no sea movida.
—¿De
verdad?
Al oír la
voz encantada de Tracy, el duque asintió.
—Mañana
por la mañana le enviaré una carta indicando que mantendré el matrimonio legal
y le pediré que cambien tu nombre.
—Yo...
Pero, Duque, tengo una pregunta para ti.
Tracy
dijo con cautela. Sinceramente, sentía curiosidad.
—¿Por qué
quieres seguir casado conmigo?
Si la
reconoce como la duquesa de Roxbury, su próxima esposa seria su segunda esposa.
Se referirían a ella como la —ex duquesa— y a la otra como la —actual duquesa—.
Por supuesto, no sería difícil para el
volver a casarse ya que era el confidente más cercano del emperador y una noble
de alto rango, pero ninguna hija noble de alto rango estará feliz de ser
llamada así.
Como la
familia Roxbury cuenta con una historia ilustre, era esencial que contara con
una anfitriona para administrarla. Ya sea con un matrimonio arreglado o por
amor. Había muchas mujeres a las que podría haber elegido para tal honor, pero
que él mismo las limitara era desconcertante.
—Me temo
que eso sólo será una desventaja para el duque.
—¿Qué
quieres decir con —desventaja—...?
Dijo el
Duque, estirando sus palabras de manera extraña.
—No tengo
ninguna razón para ser tan desfavorable.
—Pero.
—Ya
hicimos nuestros votos matrimoniales. Lo he estado esperando toda mi vida, ¿y
ahora quieres que los rompa? De ninguna manera. Tracy, ya estás conmigo.
El duque
buscó desesperadamente a Tracy. Pero sus ojos no podían mirarla. Tracy esperó
en silencio a que hablara.
—Ahora
que has venido, por favor no te vayas. Por favor...
Extendió
la mano. De nuevo, en dirección equivocada, Tracy vaciló. Pero luego ella se
acercó. No podré tomar su mano. Pero no sé por qué, me sentí agradecida con el
duque por cuidar de mí, y entonces, de repente, agarro su mano. Tracy abrió
mucho los ojos. Mi mano estaba sobre la mano del duque.
—¿Cómo...?
Sentí la mano del duque. Sus manos eran
ásperas y callosas, pero cálidas. El duque también se sorprendió al sentir su mano.
Él tomó su mano con fuerza, como si
tuviera miedo de soltarla.
—Quédate
a mi lado al menos hasta que Dios te guíe.
Tracy se
encontró con los ojos del duque mientras él la miraba y no pudo evitar asentir.
A partir de ese día, Tracy comenzó una extraña relación con el duque de
Roxbury. El duque de Roxbury le escribió al vizconde Hartwyn, como había prometido.
Su padre, por supuesto, estaba profundamente desconcertado, pero no estaba muy
agradecido de que el duque reconociera a su hija como su esposa.
Tracy sabía
por qué. Sus padres habían asumido que ella no quería casarse. Por supuesto, no
estaban del todo equivocados. Tracy no se había olvidado por completo de Sir
Felton, pero sus sentimientos por él ya no eran los mismos. Ella lo había amado
intensamente, aunque se había guardado sus sentimientos para sí misma, y aunque
nunca lo había olvidado, hacía tiempo que se había enfriado hasta el punto de no retorno.
Por eso
aceptó el matrimonio, pero su madre, aunque no sabía quién, había intuido que
Tracy estaba enamorada de otro hombre, y por eso no estaba dispuesta a expresar
su gratitud por el favor del duque de Roxbury. Sus padres todavía se sentían
culpables. Tracy quería hacerlos sentir mejor, así que le pidió un favor al
duque.
—¿Cómo
esto?
—Sí.
Seguiré moviéndome.
Se armó
de valor y pensó que llevaría esto hasta el final. El duque se aclaró la garganta
un par de veces, un poco avergonzado. Aunque nos tomamos de la mano desde
nuestro primer encuentro, esta sería la primera vez que experimentamos algo
como esto.
—Ugh...
Esto no está funcionando.
—Supongo
que es porque es mi primera vez.
—Pero no puedo
hacerlo sin la mano del duque.
—...Esta
bien. Sigue moviéndote. Estaré completamente relajado.
Tracy se
inclinó un poco más. Su largo cabello rozó el antebrazo del duque. El duque se
estremeció, pero no se apartó. Tracy se sintió aliviada por dentro. Todavía
podía sentirla y eso la tranquilizó, porque sentía que todavía pertenecía a
este mundo.
Tomo la
mano del duque que sostenía la pluma y la movió vigorosamente. Estaba tan
absorta escribiendo que no se dio cuenta de que sus pechos estaban
completamente sobre el antebrazo del duque. La mano relajada del Duque se
arrastraba mientras ella la movía. Sin embargo, Tracy era inconsciente de que
el duque estaba ejerciendo mucha presión en otras áreas además de su brazo
derecho, que sostenía la pluma.
[No puedo esperar para casarme contigo, pero
por favor mantén nuestra relación en secreto para mis padres y mi hermano.
Podrían regañarme por ser inmodesta]
Terminó
la última frase perfectamente. Tracy soltó la mano del duque con satisfacción.
No era completamente la forma en la que escribía la letra estaba un poco
chueca, pero esto sería suficiente para engañar a sus padres; ahora estaba
creando pruebas de que había estado cultivando en secreto una historia de amor
con el duque de Roxbury. Sus padres se sentirían aliviados al saber que su matrimonio
fue una historia de amor y no una arreglada o forzada.
—Esto es
suficiente. Si envío esto, mis padres estarán felices de poner el apellido
Roxbury en mi lápida.
—¿Estás
segura de que esto funcionará?
—Por
supuesto. Mis padres no son tan suspicaces.
—Siento
que falta algo.
Extendió
la mano y el duque tomó su mano perfectamente, aunque no podía ver su cuerpo.
Él dejó que ella volviera a tomar su mano.
—Creo que
debería agregar otra línea.
—¿Acerca
de?
—Te amo,
Edgar.
La cara de
Tracy se sonrojó de un rojo brillante. Avergonzada, no podía mirarlo a los
ojos, aunque sabía que no podría ver su cara de todos modos.
—Adelante,
escríbelo.
—Bueno
pero.
—El
cochero está a punto de irse—, dijo, —¿de qué sirve demorarse? Si escribes eso,
el vizconde lo creerá completamente.
Eso era
cierto. Sus padres y su hermano sabían que Tracy era tímida. Pero si le dijera
a un hombre que lo amaba tan abiertamente, creerían que estaba profundamente
enamorada de él. Tracy no sabía qué hacer, pero finalmente movió su mano y, por
alguna razón, la mano del Duque la sintió un poco más cálida.
—Está
hecho.
—Sí.
Tan
pronto como terminó de firmar, el duque colocó la carta de Tracy en un sobre
junto con la que había escrito para persuadir al vizconde y selló con cera.
—Entonces
le entregare esto. Tracy, ¿iremos hoy al templo?
—Bueno,
no. Creo que ya no tenemos que hacerlo.
Habían
pasado cinco días desde que llegue a la residencia del Duque. Tracy visitó el
templo de la capital con el duque. Fue para descubrir qué estaba pasando.
Ningún caso como el de Tracy ha sido mencionado en la Biblia que se encuentra
en el estudio del duque, que era tan grande como la biblioteca imperial.
Entonces
el duque preguntó si le gustaría reunirse con un sacerdote y Tracy estuvo de
acuerdo. Pero después de algunas conversaciones, el sumo sacerdote dijo que
nunca antes había oído hablar de algo así. Como la otra persona era el duque de
Roxbury, no pudo expresar abiertamente su disgusto, pero explicó que decir que
dios dejaba a los muertos sin llevarlos a ninguna parte equivaldría a una
blasfemia.
Entonces,
hace unos días llegué a la conclusión de que no valía la pena volver. Si iba
más al templo, sólo conseguiría tranquilidad pero no podría obtener más
información. Por supuesto, cada vez que el duque de Roxbury visitaba el templo,
pasaba mucho tiempo en la sala de oración y luego regresaba, por lo que a los
ojos de los demás, parecía una persona pura que rezaba por el descanso eterno
de su difunta esposa.
El duque
también escuchó tales rumores, pero no los negó específicamente. Al principio,
Tracy se sintió avergonzada, pero lo dejó pasar porque era bueno para la
reputación del duque.
—¿Pero
qué pasa si mis padres todavía sospechan? Como sabes, realmente nunca he salido
de Hartwyn Manor. Sera difícil de creer que compartiéramos nuestros
sentimientos sólo a través de cartas.
—Bueno,
no tienes que preocuparte por eso. Porque me he alojado en Hartwyn Manor.
—¿Sí? ¿De
verdad?
Pregunté
sorprendido, pero el Duque asintió lentamente. Al mirar la seriedad en su
rostro, no parecía que estuviera mintiendo. Pero no importa lo mucho que
intente recordar no podía recordar a ningún noble de alto rango alojado en
Hartwyn Manor. Si lo hubiera habido, no hay manera de que ella no lo hubiera
sabido.
Hasta
hace poco, había aprendido a ayudar a mi madre a organizar el libro de
contabilidad de los fondos operativos del patrimonio que se habían acumulado
durante veinte años. Si hubiera habido una visita del duque de Roxbury, se
habría gastado una enorme cantidad de dinero, pero no constaba en los libros.
—¿Cuándo?
No recuerdo que el Duque alguna vez nos haya visitado...
—Sí, no
hubo ningún duque de Roxbury, pero sí Edgar.
—¿Ah...?
—Porque soy
un hijo ilegítimo. La ex duquesa de Roxbury, es decir, mi madre en mi registro
familiar, no me permitió quedarme en la capital. Me hizo vagar por las
provincias.
A
diferencia de antes, la boca del duque estaba bastante rígida.
—En ese
momento... por un tiempo, muy poco tiempo. Me quedé en la finca Hartwyn y
oculté mi identidad para que nadie lo supiera.
—Bueno ya
veo.
Tracy
había olvidado que, para empezar, no lo había criado el duque. El duque le
habló de su pasado en voz baja.
El
anterior duque de Roxbury no tuvo un hijo de una concubina o amante, sino de la
doncella de su esposa. La duquesa estaba furiosa y trató de deshacerse de la
doncella y del niño inmediatamente, pero tenía que estar atenta al ojo público
porque no había podido quedar embarazada. No quería que la acusaran de intentar
poner fin al linaje ducal.
Le llevó
mucho tiempo convencer a su marido y finalmente logró expulsar a su hijo
ilegítimo. Más adelante, tuvieron un heredero, pero un día, mientras llevaban a
su hijo pequeño a una fiesta, toda la familia murió en un accidente de
carruaje, al final dejaron que el único hijo del Duque, el actual Duque,
asumiera el cargo.
—Usé mi
entrenamiento como excusa, pero la vida en los márgenes del imperio era
miserable. ¿Qué señor daría la bienvenida a un hijo ilegítimo no reconocido? No
hay nada de bueno el ser odiado por la duquesa, en un lugar me expulsaron de la
propiedad tan pronto como mi identidad fue descubierta, así que decidí fingir
ser un huérfano de guerra, haciendo lo que fuera necesario para sobrevivir.
Pero fue diferente en la finca Hartwyn, donde fueron amables con un niño
plebeyo errante y me dieron un lugar donde quedarme, una casa con techo de paja
y un molino de agua en funcionamiento.
—¡Ah!
Ahí, se cuál es, ¿es la que tiene los postes del porche hechos de madera negra?
—...Sí.
—Había un
columpio atado a un árbol en el patio de esa casa, y yo iba allí a menudo en
secreto. También me gustaba el gato de la tía Mary.
Parecía
que el duque de Roxbury efectivamente se había quedado en la finca Hartwyn, así
que podría responder a cualquier otra pregunta que mi padre pudiera tener para
el duque.
—Gracias,
Duque.
—Édgar.
—¿Qué?
—Mi
nombre es Edgar. ¿Hasta cuándo vas a llamar así a tu marido?
—Ah...
eso, eso.
—Te lo
dije, tengo la intención de ser fiel a mis votos matrimoniales.
El duque
de Roxbury habló en voz baja con una mirada cálida.
—Tracy,
por favor llámame Edgar.
—Edgar...
—Así es.
Soy tu marido.
Intentó
extender los brazos hacia ella, pero los retiró. Trato de tenerla entre sus
brazos. Pero le pareció pensar que ella no aceptaría. Tracy de repente se
sintió avergonzada. Porque su cuerpo casi se movió en el momento en que él
extendió los brazos.
—Uh,
¿desde cuándo el Duque se siente tan íntimo?
Originalmente,
yo era del tipo de persona que se quedaba callada no hablaba con nadie que no
fuera cercano, supongo que gradualmente me fui sintiendo más cercana a él
después de que dijo que honraría sus votos matrimoniales. Tracy se sintió
avergonzada y se aclaró la garganta.
—Entonces,
de ahora en adelante, te llamaré Edgar.
—Gracias.
Edgar
estaba realmente contento. Su sonrisa sincera calentó el corazón de Tracy.
Salió diciendo que tenía que entregarle la carta al cochero.
—No
tienes que mentir.
Tracy
agradeció su consideración. Caminó lentamente hacia la habitación lateral de su
oficina. No era nada lujosa, pero sí limpia y sencilla, con una cama y una
mesa. Edgar le cedió toda la habitación. Por supuesto, otras personas no podían
oír a Tracy ni ver su cuerpo, por lo que no tenía por qué estar aquí.
Pero
Edgar quería que se quedara aquí porque le preocupaba que la vieran o la
lastimaran. Por supuesto, también añadió que lamentaba haberle dado a su esposa
una habitación tan sencilla como esta en lugar de una elegante habitación
nupcial. Pero Tracy no tuvo quejas.
Es mucho más bonita que mi habitación en
Hartwyn Manor.
La
residencia del duque por sí sola era cinco veces más grande que la residencia
del vizconde, y esta habitación por sí sola era muchas veces más grande y más
bonita que la habitación de invitados del Vizconde.
Si no
terminaba su trabajo en la sede de los Caballeros Templarios, llevaba los
documentos a su oficina y los terminaba, dijo que esta habitación la mando
hacer con el propósito de que pudiera tomar una siesta. Era tan segura que
nadie entraba ni salía excepto el mayordomo, que personalmente viene a limpiar
los días que él señala. Gracias a eso, Tracy pudo descansar cómodamente.
—Estás en
la oficina a menudo, así que no me aburro.
Le dijo
al mayordomo que comería todas sus comidas en la oficina. Incluso logró obtener
del emperador unas vacaciones de 15 días. Todos parecían pensar que estaba
deprimido por el dolor de su pérdida. Al principio era incómodo estar cerca de
él todo el día, excepto cuando dormía, pero poco a poco se fue acostumbrando.
Porque cuando él se fue a pedir unas vacaciones ella se cansó de estar
encerrada sola en su habitación. Leyó durante todo el día sin poder hablar con
nadie.
Le encantaba
leer cuando estaba viva, por lo que estaba encantada al poder agarrar objetos
después de tomar la mano de Edgar. Nunca pensé que me cansaría de leer. Me di
cuenta después de que no pude hablar con nadie de que era divertido porque
tenía alguien con quien hablar sobre el libro.
Antes era
mi hermano con quien hablaba, ahora era con Edgar. Él escucharía cualquier cosa
que ella tuviera que decir. Apoyaría la barbilla, asentiría de vez en cuando
con la cabeza y añadiría algunas palabras. A veces se ponía de su lado, a veces la
refutaba. Él le contaba hechos que ella no conocía o escuchaba con interés sus
explicaciones y le hacía preguntas. Tracy, a quien le encantaba leer pero
siempre había tenido sed de aprender gracias a su educación en una finca provincial,
estaba encantada de abrir los ojos a nuevos hechos al conversar con Edgar. No
me tomó mucho tiempo sentir que Edgar era mi verdadero esposo, con quien podía
conectarme mentalmente y tener una conversación, no era el hombre sin rostro
del principio.
—Llegas
un poco tarde.
Tracy se
frotó los ojos, se cambió de ropa y se recostó más cómodamente contra la cabecera.
Entre los libros que Edgar le trajo ayer había uno sobre el mito fundacional y
me pareció interesante, así que lo leí completo y me fui a la cama, pero aun no
tenía sueño. Ella se acostó en la cama. Como de todos modos nadie podía
mirarme, estiré mi cuerpo cómodamente.
Sus
párpados parpadearon lentamente. Tracy pronto comenzó a caer en trance, sin
darse cuenta de que la cama se hundía lentamente bajo su peso. Dio vueltas y
vueltas involuntariamente, sintiendo un escalofrío. No hacía frío, pero se
sentía inquietante.
—¿Dormí
con la ventana... abierta?
Como era
otoño, podía sentir el viento frío si no cerraba la ventana pero lo olvidé
porque tenía mucho sueño. Pensando que podría resfriarse debido a su fino camisón,
Tracy se levantó rápidamente. Afortunadamente, todavía parecía ser media noche.
—¿Pero
los fantasmas también se resfrían?
Sacudiendo
la cabeza, Tracy se acercó a la ventana, luego escuchó el sonido de cascos de
los caballos miré hacia abajo y vi un carruaje con el emblema de la familia
Roxbury pasando por la puerta principal. Parecía que Edgar que había salido a
alguna parte ya regresaba. Tracy estaba tan feliz que rápidamente corrió hacia
la puerta de la oficina. Estará aquí pronto. Ella no se equivocó. Momentos
después, escuchó la puerta abrirse.
—¡Edgar!
Tracy lo
recibió con mucho gusto. Edgar sostenía un plato con tapa plateada.
—¿Oh, qué
es eso?
—Ah... tu
comida.
Pero
Edgar tardó un poco en responderle y rápidamente entró en la habitación y cerró
la puerta detrás de él. No había sentido la necesidad de tomar un sorbo de agua
cuando estaba en la finca Hartwyn, pero desde que se alojaba en la casa del
duque de Roxbury, sentía hambre. Tracy pensó que era fascinante, pero Edgar era
muy sensible y quería saber todo lo que quería comer y beber, y siempre se lo
llevaba. Hoy, obviamente había pensado en ella y pasó por el comedor para
recogerlo tan pronto como regresó. Tracy sonrió levemente y respondió.
—Estoy
bien, no tengo hambre.
—Me di
cuenta de que no cenaste. El mayordomo me dijo que no trajo la cena hoy.
—Me quedé
dormida y olvidé comer. Estoy muy bien. Pero ¿Edgar, tú ya cenaste?
—Yo
tampoco...
Por
alguna razón, Edgar arrastro las palabras de manera inusual. Luego, con la
mirada fija en el suelo, se acercó y colocó el plato sobre la mesa.
—Por
favor come. Limpiaré cuando hayas terminado.
—...¿Qué
pasa?
—¿Eh?
—Estas
actuando un poco raro.
Tracy
ladeó la cabeza y se acercó a su lado. Sus pies descalzos, sin pantuflas,
pisaron la suave alfombra. Dejando ligeras huellas en la alfombra por donde
pasaba. Al verlo, los ojos de Edgar se iluminaron de convicción.
—¿Pasó
algo ahí afuera?
—Nada.
—Entonces,
¿por qué no me miras?
Como de
costumbre, Edgar miró hacia donde escuchó su voz. No estaba exactamente cara a
cara con ella, por supuesto, pero de alguna manera sentía su mirada en la
partes superior de su cuerpo, por lo que Tracy disfrutaba hablar con él, porque
sentía que él realmente se preocupaba por ella. Pero ahora se comportaba
extraño Edgar mantuvo la mirada baja, aunque debía saber de dónde venía su voz.
Tracy se sintió triste. Sin darse cuenta, lo agarró del brazo.
—Édgar.
Edgar
debió haber escuchado esa insinuación en su voz, por lo que reflexivamente
levantó la cabeza. Nuestras miradas se encontraron de inmediato.
—¿Eh? En
realidad me estas mirando, ¿verdad?
Nunca
había pasado antes. Tracy preguntó sorprendida y el duque asintió.
—Sí. Te
estoy mirando a los ojos.
Sus
miradas se encontraron de una manera extraña. Tracy se dio cuenta que sostenía
la cabeza de manera poco natural y se negaba a mover los ojos. ¿Qué le pasa?,
pensó, y luego se quedó con la boca abierta. ¿Me está mirando a los ojos? Dijo
eso con tanta certeza.
—Edgar,
por casualidad.
—...Sí.
Tracy se
sorprendió terriblemente al sentir la mano de Edgar en su brazo, Él la agarro
sin torpeza ni vacilación.
—Puedo
verte.
—¿De
verdad?
—Sí. Veo
tu cabello dorado y tus ojos verdes.
—¿Cómo
puedes…?
Se me
hizo un nudo en la garganta. Siento que las lágrimas brotan de mis ojos. No sé
qué pasó, pero me sentí abrumada, como si no fuera un fantasma como si no
hubiera sido borrada de este mundo o tuviera que irse. Era alguien que vivía en
el mismo espacio, en el mismo tiempo, como cualquier persona.
—¿Estás
seguro de que puedes verme?
—Estas
borrosa, pero puedo ver tu forma y colores. Puedo sentirte muy claramente,
puedo sentir que me abrazas.
—¿Desde
cuándo? ¿Desde cuándo has podido verme?
—Desde
hace un tiempo. Pude verte cuando sonreíste la primera vez que dijiste mi
nombre.
Edgar
habló en voz muy baja, pero suavemente apartó su brazo de mí. Tracy, abrumada
por la emoción, se sintió herida por su gesto de evidente rechazo, aunque
cauteloso.
—¿Es
porque no te gusto, porque puedes verme?
—¿Qué?
—Has
estado tratando de evitarme por un tiempo. Puedes ver mi rostro, pero no me
miras, y ahora estás tratando de... alejarte de mí.
—Eso es.
—¿La
Tracy Hartwyn que Edgar esperaba es diferente de la mujer que tienes ante tus
ojos?
Estaba
tan molesta que mi voz tembló de frustración. Tracy estaba tan triste que no
podía soportarlo. Desde que morí, perdí a todas las personas con las que
hablaba, era natural porque nadie en el mundo podía verme ni oírme, pero para
Tracy, que amaba a las personas que la rodeaban y le gustaba hablar de cosas
triviales. Este momento era difícil y solitario.
Entonces,
aunque era un extraño, poco a poco aceptó a Edgar, quien le dijo que no la
dejaría ir y la cuidó diciendo ser su marido. Tracy pensó que si ni siquiera
Edgar hablaba con ella, sería como perder el mundo entero.
—¿Soy
diferente de lo que imaginabas? ¿Por qué me estas evitando?
Mientras
hablaba, sentí una oleada de arrepentimiento invadiéndome. Su visión se volvió borrosa
y las lágrimas corrieron por sus mejillas. Edgar rápidamente le secó las
mejillas y dijo.
—No.
¿Cómo puedes decir que estoy tratando de evitarte?
—Entonces,
¿por qué lo haces?
Dijo
Tracy, agarro su brazo derecho y abrazándolo con la intención de escuchar su
respuesta. Edgar la miro preocupado.
—Eso es…
—Ahora,
si no te agrado, prefiero que me digas la verdad.
—Simplemente
me sentí avergonzado cuando te vi.
—...
¿Que? ¿Por qué te avergonzarías?
—Bueno,
estás en camisón.
—¿Por qué
estoy en camisón ?… ¡Ah!
Aunque no
era aristocrático, Tracy, que estaba a punto de preguntar si era gran cosa ya
que todavía estaban casados en el papel, se detuvo en seco al
darse cuenta de repente. No estaba usando ropa interior debajo del camisón. Normalmente
me la quitaba por las noches porque me resultaba incómodo que me apretara los
pechos.
Le
resultaba incómodo seguir usando el vestido de novia que llevaba cuando dejo
Hartwyn Manor. De modo que el camisón que Edgar le había conseguido no era, por
supuesto, muy femenino. Inevitablemente circularían extraños rumores si un
hombre robusto, que pasa las noches solo y sin esposa ordenara conseguir un camisón
de mujer.
Entonces
Edgar le había conseguido un camisón para niños similar a su físico. Era una
prenda fina de una sola pieza muy sencilla. No estaba hecha de la mejor tela y
era lo suficientemente delgada como para permitir el paso del aire y mostrar su
carne. Realmente no le había prestado mucha atención ya que era un fantasma de
todos modos...
—¡Lo
siento, lo siento!
Tracy
rápidamente retrocedió unos pasos, con la cara completamente roja. Pero no
olvidó cubrirse el pecho. Sentí que iba a morir de vergüenza. Me di cuenta de
que me alegraba no haber usado mis calzoncillos.
—No
tienes que disculparte. Después de todo, estamos casados.
—Bueno,
eso es cierto, pero…
—En ese
momento, parecía que no sabías que podía verte, así que pensé que sería mejor
apartar la mirada. No es porque no me
gustes o no quiera, así que por favor relájate.
—Hubiera sido
mejor si me hubieras visto por la mañana.
Sus
labios se curvaron en una sonrisa seductora. Los profundos ojos color amatista
miraron fijamente los ojos verde hierba de Tracy.
—Tracy.
Estoy... muy emocionado de verte. No me importa cómo luzcas, simplemente estoy
inmensamente feliz de que estés conmigo ahora mismo, Tracy, porque eres mi
esposa.
Edgar
susurró con sinceridad. Su voz baja pareció fluir a través del cuerpo de Tracy.
Ella sintió que se ponía rígida. Tracy inconscientemente bajó los brazos, que
estaban cruzados sobre su pecho en forma de X. Edgar se levantó y se acercó a
ella.
—Dime que
nunca te irás de mi lado, jamás.
—Pero...
—Por
favor.
Estuvo a
punto de decir que no estaba destinado a ser así, pero la desesperación en sus
ojos la dejó sin palabras. Tragó fuerte y se dio cuenta de que no quería
dejarla. Ella tampoco quería dejarlo. Edgar Roxbury era mejor hombre de lo que
ella creía. No, era un muy buen hombre. Dulce, amable y cariñoso, incluso
ayudaba a una fantasma que de repente vino a visitarlo después de su muerte.
Si lo
hubiera conocido cuando estaba viva, habría pensado que era un buen hombre con
quien casarme. Entonces Tracy estaba pensando que si Dios no se la llevaba al
final, ella quería quedarse a su lado. Ella habló impulsivamente.
—A mí
también me gusta estar contigo.
Edgar
sonrió levemente ante sus palabras y extendió la mano. Tracy con mucho gusto
tomó su mano. Edgar la acercó y la abrazó. Tracy se acurrucó en su pecho, el
viento fresco persistía en ella. Un cuerpo pesado, sólido, un poco frío, la
abrazó con fuerza. Una mano cálida rodeó su espalda. Tracy se acurrucó en sus
brazos. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que había sentido el calor de
otra persona.
—Tracy.
Tracy
levantó la cabeza ante su tono ronco, Edgar era unas dos cabezas más alto que
ella, por lo que tuvo que estirar el cuello para mirarlo. Edgar la miró a los
ojos y preguntó lentamente.
—Si es
así, ¿puedo ir hoy a verte?
—...
¿Que?
—Me
dijiste que no te alejarías de mi lado.
Mi
corazón empezó a latir con fuerza. Mientras pensaba: ¿Qué voy a hacer?, el rostro
de Edgar se acercaba cada vez más. Su aliento caliente me hizo cosquillas en el
puente de la nariz.
—Vamos.
Tracy
vaciló y luego respondió.
—...Sí.
Tan
pronto como respondió, sus labios se acercaron.
—Mmm.
Fue un
toque suave, con extrema moderación. Pero la mano de Edgar, que atrajo
suavemente la barbilla de Tracy hacia él, estaba increíblemente caliente. La
lengua que rozó suavemente sus labios, perdió la razón en el momento en que se
encontró con la lengua de Tracy.
—¡Hmph...!
Edgar se
acercó un poco más a ella. Luego giró levemente su cabeza y comenzó a lamer el
interior de su boca como si fuera a tragársela. Tracy, que había quedado
congelada por la sorpresa, gradualmente comenzó a sentir una sensación extraña
cuando su lengua flotaba y se enredaba con la de ella.
Me sentí
avergonzada y sorprendida, pero no odié la sensación de sus manos calientes
envolviendo mi cintura. Su lengua ahora frotaba delicadamente el interior de su
delicada carne. Las mejillas de Tracy comenzaron a calentarse.
—Ja, eh,
Edgar…
Tracy,
que estaba absorta en su primer beso, se quedó sin aliento, levantó ligeramente
la cabeza y dijo su nombre. Edgar la miró suavemente, con los ojos ebrios de
pasión.
—Sue, me
estoy ahogando...
—Oh, lo
siento. No me di cuenta de que era demasiado para ti.
—Esta
bien. ¡Ah...!
Se sintió
innecesariamente avergonzada, preguntándose si esto era un beso, y cuando trató
de girar la cabeza, Edgar le rodeó la cintura con ambos brazos y la acercó más.
Ahora todo su cuerpo estaba contra él que ni siquiera un trozo de papel podía
pasar a través de ellos. La parte superior de su cuerpo, sin ropa interior,
ahora estaba perfectamente pegada a su musculoso pecho. La capa que llevaba se
deslizó sobre sus hombros. Pero a Edgar no pareció importarle en absoluto.
—¿Cómo
estuvo? ¿No te gustó?
—Oh,
no... Digo si…
—Eso es
un alivio. Estaba preocupado. Pensé que podría haber sido demasiado rudo.
—Me
sorprendió un poco porque es la primera vez que hago algo como esto. No lo odié.
En
realidad, sería más exacto decir que estuvo muy bueno, pero Tracy se tragó las
palabras con la cara sonrojada. Edgar sonrió satisfecho y la abrazó con fuerza.
Por un momento, Tracy estuvo contenta con ese abrazo, pero sintió que algo le
tocaba el estómago. Algo duro, duro y largo...
—¡Ah!
En el
momento en que sintió algo caliente frotándose contra ella, se dio cuenta de lo
que era y su rostro se volvió de un tono rojo aún más intenso. Tracy se
retorció ante la extraña sensación y le dio un codazo a Edgar, este noto porque
y la soltó.
—Lo
lamento.
Había
fuerza en su fuerte mandíbula. Su voz, baja y paciente, era sexy. Tracy evitó
involuntariamente su mirada. Edgar dio un paso atrás y dijo.
—Te traje
un poco de pasta de rosas. Incluso si no tienes hambre, prueba al menos un
poco.
—Oh
gracias.
Tracy
caminó apresuradamente hacia la mesa y se sentó. Edgar quito la tapa plateada y
enrollo un poco de pasta en un tenedor mientras ella colocaba una servilleta en
su regazo, le entrego el tenedor. Tracy extendió la mano, pero accidentalmente
vio la parte inferior de su cuerpo.
—Ay dios
mío.
Se dio
cuenta de que eso era lo que había estado frotando en su estómago. La parte
delantera de los pantalones negros de Edgar estaba abultada. Estaba oculto
dentro de sus pantalones, pero su forma era claramente visible. El volumen
parecía bastante grande. El engrosamiento de la solapa frontal también reveló
la forma del bulto contra el costado de sus pantalones, que era muy grueso y
largo.
La cara
de Tracy se sonrojó tanto como la salsa de su pasta. Edgar empezó a respirar de
forma agitada cuando se dio cuenta de que ella estaba mirando la parte inferior
de su cuerpo. De repente su polla se agitó.
—... Lo
siento, pero tengo que irme.
—¿Que,
si?
—Después
de cenar, regresa a tu habitación y descansa.
—Disculpa.
Edgar,
que estaba a punto de salir corriendo sin escuchar su respuesta, se detuvo en
seco al escuchar su voz.
—Ya es
demasiado tarde, Edgar.
Tenía
miedo de que él no volviera. Puede que Tracy fuera tímida, pero no ignoraba el
sentido común básico. Como futura novia, naturalmente recibió educación en
todas las cosas básicas. Lo mismo ocurre con los deberes nocturnos. Porque
cuando se casara, naturalmente tenía la obligación de dar a luz y criar un
heredero.
Entonces
ella no sabía por qué Edgar se había emocionado tanto en ese momento; ella
había estado nerviosa de que él pudiera abrazarla, pero cuando dijo que se iba,
ella hablo de la nada. En realidad no esperaba que hoy me besara, pero pensé
que como empezó, continuaría, pero me avergoncé cuando se alejó, así que lo detuve.
—......Estaré
fuera por un tiempo. Deja el plato ahí, volveré y limpiaré.
—Ah...
pero.
—Por
ahora, no creo que pueda soportarlo.
Edgar
susurró, con el ceño ligeramente fruncido.
—Ese
camisón parece ser una buena prueba para mi paciencia, así que te conseguiré
otro.
Y con
eso, salió por la puerta. Tracy, desconcertada, se quedó sentada sin comprender
que había pasado sosteniendo el tenedor envuelto con pasta. Luego miró sus
pechos. Sus pezones prominentes eran visibles a través de la tela blanca semitransparente,
pudo ver sus pezones, duros, coloridos como siempre. La fina tela no pudo
ocultar su presencia y los había revelado sin lugar a dudas.
Bien entonces. ¡Podría haberlos sentido
cuando estaba entre sus brazos! Ella lo había seducido no sólo
visualmente sino también físicamente. Entendiendo perfectamente lo que Edgar quiso
decir con paciencia, Tracy dejó caer el tenedor y se cubrió la cara
terriblemente sonrojada con ambas manos.
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