Capítulo 2. El único que puede verla.

 

El carruaje avanzaba rápido. Dado que el funeral terminó a última hora de la tarde, el carruaje partió temprano en la mañana, por lo tanto, llegarían mañana a la capital alrededor de la tarde. La residencia del duque de Roxbury estaba cerca del Palacio Imperial, en la capital, por lo que les tomaría más tiempo llegar hasta allí. Cuando Tracy finalmente bajó del carruaje, ya empezaba a oscurecer.

—¿Vienes de parte del vizconde Hartwyn? Lo estaba esperando, por favor ven por aquí.

—Oh, me halaga que el mayordomo me haya estado esperando.

Después del cortés saludó del mayordomo del duque de Roxbury, el cochero lo siguió, llevando la carta del vizconde Hartwyn, Tracy que no sabía qué hacer los siguió.  

No puedo creer que el mayordomo haya salido a recibirlo en persona. ¿Realmente van a discutir sobre la anulación del matrimonio?

Estoy intrigada. Si no fuera por eso, no había razón para que el duque adoptara una postura tan servil. En primer lugar, mi padre no tenía intención de beneficiarse con este matrimonio, por lo que si el duque le pidiera que anulara la licencia de matrimonio, no se habría opuesto.  

Tracy sintió pena por el duque, se había convertido en un viudo sin haber visto nunca a la novia, pero ni siquiera asistió al funeral de su esposa, aunque fuera solo en papel. Tracy los siguió ansiosa por escuchar que es lo que diría el duque. Mientras subían la gran escalera, el mayordomo chasqueó la lengua y con lástima dijo:

—Su Excelencia me ha pedido que le informe tan pronto como llegaran noticias del vizconde Hartwyn.

—Entonces, ¿le gustara que le entregue esto personalmente?

—Le gustara que hicieras eso, pero...

El mayordomo estaba a punto de hablar cuando de repente entró corriendo una doncella de mediana edad con expresión preocupada y susurró: —¿Qué?— La expresión del mayordomo cambió ligeramente y se volvió hacia el cochero.

—Su Excelencia se siente un poco mal en este momento, así que si pudiera darme la carta del vizconde, yo se la entregaré.

—Oh, entonces haré eso. Pero me dijeron que obtuviera una respuesta.

—Probablemente pueda dársela mañana al amanecer. Yo también se la entregaré. Julie, acompaña a este caballero a la habitación de invitados.

El mayordomo recibió la carta sellada del cochero y reanudó la marcha. La criada hizo lo que ordeno el mayordomo y condujo al cochero por el pasillo opuesto. Tracy se puso nerviosa.

—¿Que voy a hacer?

Se apresuró a alcanzar al mayordomo antes de que desapareciera por la esquina. Como ya había venido hasta aquí, decidí irme después de ver el rostro del duque.

—...Su excelencia.

Después de llamar en la sólida puerta marrón y no obtener respuesta, el mayordomo llamó al duque en voz baja. Pero todavía no hubo respuesta desde el interior. Mientras Tracy esperaba inclino la cabeza, el mayordomo tomó una decisión, abrió la puerta y entró, y Tracy lo siguió.

—Su Excelencia, ¿sigue haciendo eso?

Al entrar en la cámara, Tracy se sorprendió un poco al ver solo una vela encendida en la gran habitación. La habitación estaba tan oscura que si no fuera por el mayordomo, ni siquiera habría podido reconocer la presencia del duque. Y se sorprendió aún más momento después cuando escuchó un pequeño sollozo.

¿Está llorando? ¿El duque de Roxbury?

Vi a un hombre con una mano en la frente y la cabeza ligeramente agachada. Su rostro no lo podía ver en detalle debido a la sombra creada por la luz parpadeante de la vela, pero por lo que escucha indica claramente que el Duque está llorando. Tracy estaba realmente desconcertada. El duque del que había oído sólo rumores no era un hombre tan débil.

Era un hombre fuerte que había llevado al país a la victoria ganando la guerra y que había superado todo tipo de obstáculos por su condición como hijo ilegítimo y heredó el título a pesar de los  sarcasmos y las burlas. Y aquí estaba él, luciendo tan débil y llorando.

—El vizconde Hartwyn le ha enviado una carta.

—....¿Qué dices?

La voz baja y grave también era acuosa. Tracy se quedó con la boca abierta.

Está realmente afligido. ¿Es realmente el duque de Roxbury quien está llorando así en esta gran habitación?

Tracy se sintió aturdida.

—No la he leído, Su excelencia. Pensé que debería leerla usted mismo.

—Por favor, léela por mí.

—Su Excelencia. Es sobre la anulación de la licencia de matrimonio.

—¡La anulación!

Exclamó el duque alzando la voz. El mayordomo se estremeció y balbuceó una excusa.

—Bueno, quizás el vizconde le envió a Su Excelencia la anulación del matrimonio. En realidad, no… No se convirtieron en marido y mujer no caminaron hacia el altar y no pasaron la primera noche juntos. Entonces, si lo desea, escribiré una respuesta diciendo que Su Excelencia lo concede.

—Eso no es posible.

—¿Qué?

—No tengo ninguna intención de anular este matrimonio.

Esta vez Tracy quedó realmente sorprendida.

¿Por qué? ¿Realmente pretende cumplir con su deber como marido para una novia que nunca ha visto en persona?

—Pero, Su Excelencia...

—Deja la carta.

—...Sí.

El mayordomo ya no pudo persuadir al frío duque dejó la carta en la pequeña mesa frente a la puerta y se fue. Tracy se quedó allí, estupefacta. Ni siquiera se le ocurrió que debía seguir al mayordomo. El duque se levantó tan pronto como se cerró la puerta, y solo entonces Tracy pudo ver bien su rostro a la luz de la luna. Aunque era la primera vez que lo veía, tenía una apariencia tan agradable que era difícil quitarle los ojos de encima.

Cabello castaño oscuro. Ojos color amatista que contenían una luz misteriosa, unos sensuales labios obstinadamente cerrados y una mandíbula fuerte. Era mucho más alto de lo que esperaba. Cuando se levantó, sus hombros casi tocaban el borde superior del marco de la ventana. De hecho, era un hombre con un aura abrumadora, que podía matar el espíritu de su oponente en el campo de batalla. Pero de alguna manera, el Duque no parece tan aterrador porque tiene los ojos rojos.

¿En serio, esta así por mi culpa? La idea de por si acaso cambió a la idea de que realmente podría ser. Era una declaración que haría reír a cualquiera si la escuchara,  le dirían que estaba completamente equivocada. Pero el hombre frente a ella ahora parecía extremadamente triste. Tracy pensó que nunca había experimentado nada en su vida que la hubiera dejado tan triste o decepcionada.

No se le ocurría ninguna razón inmediata para que un hombre con ese aspecto tuviera esa expresión en el rostro. ¿Era por ella?  El duque de Roxbury comenzó a acercarse a ella con pasos lentos. Tracy contuvo la respiración mientras él se acercaba más y más. El hombre que casi se convirtió en su marido era muy guapo. El duque se detuvo muy cerca de ella, recogió la carta de la mesa, rompió el sello, leyó el contenido y la arrojó de nuevo con un bufido.

—¿Una anulación? Nunca. De ninguna manera. Tracy Hartwyn es mi esposa.

Sonó terriblemente posesivo. Pero a Tracy no le pareció extraño ni aterrador. Definitivamente había tristeza en su voz.

—Tracy Roxbury. Sí, debería erigir una lápida con su nuevo nombre.

¿Tracy Roxbury? Ya estoy enterrada con el nombre de Tracy Hartwyn. Sus padres, que lamentaban su matrimonio, insistieron en ello. Si cambiaba el nombre de su lápida, ya no podría seguir enterrada en el cementerio de la finca Hartwyn. Tracy grito sin darse cuenta.

—¡No!

Pensó que si no podían cuidar de su tumba, sus padres y su hermano se afligirían aún más y eso les haría daño. Como de todos modos ella era un fantasma, grito pensando que el duque no podría oírla. Pero entonces sucedió algo extraño: tan pronto como grito, la expresión del Duque cambió al instante.

—¿Quién es?

Los ojos tristes del duque se agudizaron en ese instante. Rápidamente giró y miró en todas direcciones. No miró en dirección a Tracy pero su acción fue suficiente para asustarla, y se quedó allí, rígida, mirando al Duque.

—¿Cómo te atreves a desobedecer mis órdenes y entrar en mis aposentos? Tienes un gran ego. Muéstrate de inmediato.

—Qué...

—¿Pensaste que no te atraparía?

¿Realmente está diciendo que puede oírme? Tracy preguntó confundida.

—...¿Puedes oírme?

—¿Entonces estás diciendo que estoy hablando solo?

—¿Estás seguro?

Tracy preguntó con voz temblorosa y el duque arqueo las cejas.

—No digas tonterías. Te perdonaré si sales ahora mismo.

Aparentemente, el duque pensaba que ella era una doncella que se había colado en su habitación. Tracy juntó las manos. Nunca había pensado que algo como esto le sucedería. Estaba sorprendida, devastada y encantada. En verdad, Tracy se había sentido sola durante sus diez días como fantasma. Nadie me miraba a los ojos ni me hablaba. Aunque está siendo hostil, me emocionó que me escuchara.

—¿Cómo puedes oírme, duque de Roxbury?

—¿Qué?

—¿Puedes verme?

El duque ahora parecía completamente molesto. Parecía que pensaba que se estaba burlando de él. Cuando su mano comenzó a moverse hacia la vaina de su cintura, Tracy soltó.

—¡Soy Tracy! Tracy Hartwyn, se supone, que me casaría con el duque.

—¿Qué quieres decir?

—¿Qué quiero decir?

El duque no parecía creerle en absoluto, y con razón. Tracy entendía perfectamente lo absurda que sonaba. Al parecer estoy muerta, incluso estoy enterrada bajo tierra.

—Sólo porque no anularé mi matrimonio con ella, no significa que voy a aceptar esta clase de bromas de mal gusto.

El duque habló con dureza y extendió la mano hacia la pared. Probablemente estaba intentando encender la luz usando una piedra de maná. Tracy esperó en silencio. Entonces la habitación se iluminó intensamente. El duque miró a su alrededor. Pero por supuesto no había nadie más en la habitación excepto él, y parecía confundido. Tracy murmuró con pesar.

—Parece que no puedes verme.

—Qué es esto…

—Soy Tracy Hartwyn, duque de Roxbury.

—Pero Tracy definitivamente esta…

—Sí, es verdad. Muerta. Desde hace diez días.

—Entonces...

El duque estuvo a punto de decir algo pero se detuvo. Tracy vio lo que sus labios estaban a punto de decir.

—Soy un fantasma, ahora. ¿Estás decepcionado de que la novia que esperabas sea un fantasma?

Bromeó Tracy, riendo amargamente. El duque volvió a preguntar con expresión rígida como si no pudiera creerlo.

—¿De verdad me estás diciendo que eres Tracy?

—Sí, lo soy.

—Entonces, ¿por qué estás... aquí?

—¿Qué?

El corazón de Tracy se hundió. Este tipo podría tenerme miedo. No es de extrañar. Una mujer que entra a su habitación a altas horas de la noche y le dice que es un fantasma.

—No es una historia de fantasmas de una noche de verano—, dijo Tracy alegremente. Bueno, sí, supongo. Simplemente pasó…

—¿No deberías estar descansando en el cielo? Incluso pedí que oraran ante dios por ti, ¿por qué todavía no te has ido?

El lastimero grito del duque estremeció a Tracy. Costaría una suma considerable de dinero pedir a un sacerdote que orara por ella. No esperaba que el Duque llegara tan lejos por una esposa a la que nunca había visto.

—Si tienes algún resentimiento contra mí, te pido disculpas. Todo es culpa mía—, dijo, —así que puedes irte y ser feliz. Viviré y oraré por ti por el resto de mi vida...

—No, espera, espera un minuto.

Tracy interrumpió al duque con un gesto de la mano, olvidando que no podía verla.

—¿Por qué se disculpa el Duque?

—Porque sufriste una muerte injusta así que espero que seas feliz en tu próxima vida.

—Era sólo mi destino. El Duque tambien resultó dañado. No tienes que ir tan lejos.

—... ¿resulte dañado?

—Sí. Perdiste a tu novia un día antes de tu boda. Así que tal vez debería ser yo quien se disculpe.

La expresión triste del duque se quebró.

—¿De quién recibiría disculpas un marido que ha perdido a su esposa?

—¿De…?

—Es natural que lamente la muerte de mi esposa, y aún más natural desearle felicidad.

—Si pero...

Nunca nos hemos visto— estuvo a punto de decir Tracy, pero dudo cuando vio el rostro testarudo del duque.

—Y tengo la intención de honrarte a mi lado.

Cierto. El duque estaba pensando en trasladar su tumba a la capital. Tracy habló apresuradamente.

—Bueno, Duque. Ese es el problema. ¿Podrías parar por favor?

—¿qué?

—Trasladar mi tumba de la finca Hartwyn a la capital.

—Eres mi esposa, ¿cómo puedes decir eso? Te haré una tumba en nuestro cementerio familiar. Te mereces el lugar que te corresponde como duquesa de Roxbury nuestro matrimonio aun es válido.

—Pero...

El deseo del duque de seguir casados era firme. De hecho, no había forma de anularlo si alguna de las dos partes deseaba seguir adelante con este matrimonio. Sin embargo, Tracy habló como si estuviera aferrándose a un clavo ardiendo.

—Mis padres están muy afligidos y creo que estarán más en paz si pueden cuidar de mi tumba. Mi hermano también. Todos piensan que mi muerte es culpa suya y no sé qué harían si no tienen mi tumba.

Al escuchar la súplica en su voz, el Duque no dijo nada, pero después de un momento preguntó.

—¿Qué nombre le pusieron a tu tumba?

—Oh... Decía Tracy Hartwyn.

—Por supuesto que no usaron el apellido Roxbury.

—... Supongo que mi padre pensó que el matrimonio sería anulado.

—Si cambian el nombre de tu lápida, me aseguraré de que tu tumba no sea movida.

—¿De verdad?

Al oír la voz encantada de Tracy, el duque asintió.

—Mañana por la mañana le enviaré una carta indicando que mantendré el matrimonio legal y le pediré que cambien tu nombre.

—Yo... Pero, Duque, tengo una pregunta para ti.

Tracy dijo con cautela. Sinceramente, sentía curiosidad.

—¿Por qué quieres seguir casado conmigo?

Si la reconoce como la duquesa de Roxbury, su próxima esposa seria su segunda esposa. Se referirían a ella como la —ex duquesa— y a la otra como la —actual duquesa—.  Por supuesto, no sería difícil para el volver a casarse ya que era el confidente más cercano del emperador y una noble de alto rango, pero ninguna hija noble de alto rango estará feliz de ser llamada así.

Como la familia Roxbury cuenta con una historia ilustre, era esencial que contara con una anfitriona para administrarla. Ya sea con un matrimonio arreglado o por amor. Había muchas mujeres a las que podría haber elegido para tal honor, pero que él mismo las limitara era desconcertante.

—Me temo que eso sólo será una desventaja para el duque.

—¿Qué quieres decir con —desventaja—...?

Dijo el Duque, estirando sus palabras de manera extraña.

—No tengo ninguna razón para ser tan desfavorable.

—Pero.

—Ya hicimos nuestros votos matrimoniales. Lo he estado esperando toda mi vida, ¿y ahora quieres que los rompa? De ninguna manera. Tracy, ya estás conmigo.

El duque buscó desesperadamente a Tracy. Pero sus ojos no podían mirarla. Tracy esperó en silencio a que hablara.

—Ahora que has venido, por favor no te vayas. Por favor...

Extendió la mano. De nuevo, en dirección equivocada, Tracy vaciló. Pero luego ella se acercó. No podré tomar su mano. Pero no sé por qué, me sentí agradecida con el duque por cuidar de mí, y entonces, de repente, agarro su mano. Tracy abrió mucho los ojos. Mi mano estaba sobre la mano del duque.

—¿Cómo...?

 Sentí la mano del duque. Sus manos eran ásperas y callosas, pero cálidas. El duque también se sorprendió al sentir su mano.  Él tomó su mano con fuerza, como si tuviera miedo de soltarla.

—Quédate a mi lado al menos hasta que Dios te guíe.

Tracy se encontró con los ojos del duque mientras él la miraba y no pudo evitar asentir. A partir de ese día, Tracy comenzó una extraña relación con el duque de Roxbury. El duque de Roxbury le escribió al vizconde Hartwyn, como había prometido. Su padre, por supuesto, estaba profundamente desconcertado, pero no estaba muy agradecido de que el duque reconociera a su hija como su esposa.

Tracy sabía por qué. Sus padres habían asumido que ella no quería casarse. Por supuesto, no estaban del todo equivocados. Tracy no se había olvidado por completo de Sir Felton, pero sus sentimientos por él ya no eran los mismos. Ella lo había amado intensamente, aunque se había guardado sus sentimientos para sí misma, y ​​aunque nunca lo había olvidado, hacía tiempo que se había enfriado hasta el punto de no retorno.

Por eso aceptó el matrimonio, pero su madre, aunque no sabía quién, había intuido que Tracy estaba enamorada de otro hombre, y por eso no estaba dispuesta a expresar su gratitud por el favor del duque de Roxbury. Sus padres todavía se sentían culpables. Tracy quería hacerlos sentir mejor, así que le pidió un favor al duque.

—¿Cómo esto?

—Sí. Seguiré moviéndome.

Se armó de valor y pensó que llevaría esto hasta el final. El duque se aclaró la garganta un par de veces, un poco avergonzado. Aunque nos tomamos de la mano desde nuestro primer encuentro, esta sería la primera vez que experimentamos algo como esto.

—Ugh... Esto no está funcionando.

—Supongo que es porque es mi primera vez.

—Pero no puedo hacerlo sin la mano del duque.

—...Esta bien. Sigue moviéndote. Estaré completamente relajado.

Tracy se inclinó un poco más. Su largo cabello rozó el antebrazo del duque. El duque se estremeció, pero no se apartó. Tracy se sintió aliviada por dentro. Todavía podía sentirla y eso la tranquilizó, porque sentía que todavía pertenecía a este mundo.

Tomo la mano del duque que sostenía la pluma y la movió vigorosamente. Estaba tan absorta escribiendo que no se dio cuenta de que sus pechos estaban completamente sobre el antebrazo del duque. La mano relajada del Duque se arrastraba mientras ella la movía. Sin embargo, Tracy era inconsciente de que el duque estaba ejerciendo mucha presión en otras áreas además de su brazo derecho, que sostenía la pluma.

[No puedo esperar para casarme contigo, pero por favor mantén nuestra relación en secreto para mis padres y mi hermano. Podrían regañarme por ser inmodesta]

Terminó la última frase perfectamente. Tracy soltó la mano del duque con satisfacción. No era completamente la forma en la que escribía la letra estaba un poco chueca, pero esto sería suficiente para engañar a sus padres; ahora estaba creando pruebas de que había estado cultivando en secreto una historia de amor con el duque de Roxbury. Sus padres se sentirían aliviados al saber que su matrimonio fue una historia de amor y no una arreglada o forzada.

—Esto es suficiente. Si envío esto, mis padres estarán felices de poner el apellido Roxbury en mi lápida.

—¿Estás segura de que esto funcionará?

—Por supuesto. Mis padres no son tan suspicaces.

—Siento que falta algo.

Extendió la mano y el duque tomó su mano perfectamente, aunque no podía ver su cuerpo. Él dejó que ella volviera a tomar su mano.

—Creo que debería agregar otra línea.

—¿Acerca de?

—Te amo, Edgar.

La cara de Tracy se sonrojó de un rojo brillante. Avergonzada, no podía mirarlo a los ojos, aunque sabía que no podría ver su cara de todos modos.

—Adelante, escríbelo.

—Bueno pero.

—El cochero está a punto de irse—, dijo, —¿de qué sirve demorarse? Si escribes eso, el vizconde lo creerá completamente.

Eso era cierto. Sus padres y su hermano sabían que Tracy era tímida. Pero si le dijera a un hombre que lo amaba tan abiertamente, creerían que estaba profundamente enamorada de él. Tracy no sabía qué hacer, pero finalmente movió su mano y, por alguna razón, la mano del Duque la sintió un poco más cálida.

—Está hecho.

—Sí.

Tan pronto como terminó de firmar, el duque colocó la carta de Tracy en un sobre junto con la que había escrito para persuadir al vizconde y selló con cera.

—Entonces le entregare esto. Tracy, ¿iremos hoy al templo?

—Bueno, no. Creo que ya no tenemos que hacerlo.

Habían pasado cinco días desde que llegue a la residencia del Duque. Tracy visitó el templo de la capital con el duque. Fue para descubrir qué estaba pasando. Ningún caso como el de Tracy ha sido mencionado en la Biblia que se encuentra en el estudio del duque, que era tan grande como la biblioteca imperial.

Entonces el duque preguntó si le gustaría reunirse con un sacerdote y Tracy estuvo de acuerdo. Pero después de algunas conversaciones, el sumo sacerdote dijo que nunca antes había oído hablar de algo así. Como la otra persona era el duque de Roxbury, no pudo expresar abiertamente su disgusto, pero explicó que decir que dios dejaba a los muertos sin llevarlos a ninguna parte equivaldría a una blasfemia.

Entonces, hace unos días llegué a la conclusión de que no valía la pena volver. Si iba más al templo, sólo conseguiría tranquilidad pero no podría obtener más información. Por supuesto, cada vez que el duque de Roxbury visitaba el templo, pasaba mucho tiempo en la sala de oración y luego regresaba, por lo que a los ojos de los demás, parecía una persona pura que rezaba por el descanso eterno de su difunta esposa.

El duque también escuchó tales rumores, pero no los negó específicamente. Al principio, Tracy se sintió avergonzada, pero lo dejó pasar porque era bueno para la reputación del duque.

—¿Pero qué pasa si mis padres todavía sospechan? Como sabes, realmente nunca he salido de Hartwyn Manor. Sera difícil de creer que compartiéramos nuestros sentimientos sólo a través de cartas.

—Bueno, no tienes que preocuparte por eso. Porque me he alojado en Hartwyn Manor.

—¿Sí? ¿De verdad?

Pregunté sorprendido, pero el Duque asintió lentamente. Al mirar la seriedad en su rostro, no parecía que estuviera mintiendo. Pero no importa lo mucho que intente recordar no podía recordar a ningún noble de alto rango alojado en Hartwyn Manor. Si lo hubiera habido, no hay manera de que ella no lo hubiera sabido.

Hasta hace poco, había aprendido a ayudar a mi madre a organizar el libro de contabilidad de los fondos operativos del patrimonio que se habían acumulado durante veinte años. Si hubiera habido una visita del duque de Roxbury, se habría gastado una enorme cantidad de dinero, pero no constaba en los libros.

—¿Cuándo? No recuerdo que el Duque alguna vez nos haya visitado...

—Sí, no hubo ningún duque de Roxbury, pero sí Edgar.

—¿Ah...?

—Porque soy un hijo ilegítimo. La ex duquesa de Roxbury, es decir, mi madre en mi registro familiar, no me permitió quedarme en la capital. Me hizo vagar por las provincias.

A diferencia de antes, la boca del duque estaba bastante rígida.

—En ese momento... por un tiempo, muy poco tiempo. Me quedé en la finca Hartwyn y oculté mi identidad para que nadie lo supiera.

—Bueno ya veo.

Tracy había olvidado que, para empezar, no lo había criado el duque. El duque le habló de su pasado en voz baja.

El anterior duque de Roxbury no tuvo un hijo de una concubina o amante, sino de la doncella de su esposa. La duquesa estaba furiosa y trató de deshacerse de la doncella y del niño inmediatamente, pero tenía que estar atenta al ojo público porque no había podido quedar embarazada. No quería que la acusaran de intentar poner fin al linaje ducal.

Le llevó mucho tiempo convencer a su marido y finalmente logró expulsar a su hijo ilegítimo. Más adelante, tuvieron un heredero, pero un día, mientras llevaban a su hijo pequeño a una fiesta, toda la familia murió en un accidente de carruaje, al final dejaron que el único hijo del Duque, el actual Duque, asumiera el cargo.

—Usé mi entrenamiento como excusa, pero la vida en los márgenes del imperio era miserable. ¿Qué señor daría la bienvenida a un hijo ilegítimo no reconocido? No hay nada de bueno el ser odiado por la duquesa, en un lugar me expulsaron de la propiedad tan pronto como mi identidad fue descubierta, así que decidí fingir ser un huérfano de guerra, haciendo lo que fuera necesario para sobrevivir. Pero fue diferente en la finca Hartwyn, donde fueron amables con un niño plebeyo errante y me dieron un lugar donde quedarme, una casa con techo de paja y un molino de agua en funcionamiento.

—¡Ah! Ahí, se cuál es, ¿es la que tiene los postes del porche hechos de madera negra?

—...Sí.

—Había un columpio atado a un árbol en el patio de esa casa, y yo iba allí a menudo en secreto. También me gustaba el gato de la tía Mary.

Parecía que el duque de Roxbury efectivamente se había quedado en la finca Hartwyn, así que podría responder a cualquier otra pregunta que mi padre pudiera tener para el duque.

—Gracias, Duque.

—Édgar.

—¿Qué?

—Mi nombre es Edgar. ¿Hasta cuándo vas a llamar así a tu marido?

—Ah... eso, eso.

—Te lo dije, tengo la intención de ser fiel a mis votos matrimoniales.

El duque de Roxbury habló en voz baja con una mirada cálida.

—Tracy, por favor llámame Edgar.

—Edgar...

—Así es. Soy tu marido.

Intentó extender los brazos hacia ella, pero los retiró. Trato de tenerla entre sus brazos. Pero le pareció pensar que ella no aceptaría. Tracy de repente se sintió avergonzada. Porque su cuerpo casi se movió en el momento en que él extendió los brazos.

—Uh, ¿desde cuándo el Duque se siente tan íntimo?

Originalmente, yo era del tipo de persona que se quedaba callada no hablaba con nadie que no fuera cercano, supongo que gradualmente me fui sintiendo más cercana a él después de que dijo que honraría sus votos matrimoniales. Tracy se sintió avergonzada y se aclaró la garganta.

—Entonces, de ahora en adelante, te llamaré Edgar.

—Gracias.

Edgar estaba realmente contento. Su sonrisa sincera calentó el corazón de Tracy. Salió diciendo que tenía que entregarle la carta al cochero.

—No tienes que mentir.

Tracy agradeció su consideración. Caminó lentamente hacia la habitación lateral de su oficina. No era nada lujosa, pero sí limpia y sencilla, con una cama y una mesa. Edgar le cedió toda la habitación. Por supuesto, otras personas no podían oír a Tracy ni ver su cuerpo, por lo que no tenía por qué estar aquí.

Pero Edgar quería que se quedara aquí porque le preocupaba que la vieran o la lastimaran. Por supuesto, también añadió que lamentaba haberle dado a su esposa una habitación tan sencilla como esta en lugar de una elegante habitación nupcial. Pero Tracy no tuvo quejas.

Es mucho más bonita que mi habitación en Hartwyn Manor.

La residencia del duque por sí sola era cinco veces más grande que la residencia del vizconde, y esta habitación por sí sola era muchas veces más grande y más bonita que la habitación de invitados del Vizconde.

Si no terminaba su trabajo en la sede de los Caballeros Templarios, llevaba los documentos a su oficina y los terminaba, dijo que esta habitación la mando hacer con el propósito de que pudiera tomar una siesta. Era tan segura que nadie entraba ni salía excepto el mayordomo, que personalmente viene a limpiar los días que él señala. Gracias a eso, Tracy pudo descansar cómodamente.

—Estás en la oficina a menudo, así que no me aburro.

Le dijo al mayordomo que comería todas sus comidas en la oficina. Incluso logró obtener del emperador unas vacaciones de 15 días. Todos parecían pensar que estaba deprimido por el dolor de su pérdida. Al principio era incómodo estar cerca de él todo el día, excepto cuando dormía, pero poco a poco se fue acostumbrando. Porque cuando él se fue a pedir unas vacaciones ella se cansó de estar encerrada sola en su habitación. Leyó durante todo el día sin poder hablar con nadie.

Le encantaba leer cuando estaba viva, por lo que estaba encantada al poder agarrar objetos después de tomar la mano de Edgar. Nunca pensé que me cansaría de leer. Me di cuenta después de que no pude hablar con nadie de que era divertido porque tenía alguien con quien hablar sobre el libro.

Antes era mi hermano con quien hablaba, ahora era con Edgar. Él escucharía cualquier cosa que ella tuviera que decir. Apoyaría la barbilla, asentiría de vez en cuando con la cabeza y añadiría algunas palabras.  A veces se ponía de su lado, a veces la refutaba. Él le contaba hechos que ella no conocía o escuchaba con interés sus explicaciones y le hacía preguntas. Tracy, a quien le encantaba leer pero siempre había tenido sed de aprender gracias a su educación en una finca provincial, estaba encantada de abrir los ojos a nuevos hechos al conversar con Edgar. No me tomó mucho tiempo sentir que Edgar era mi verdadero esposo, con quien podía conectarme mentalmente y tener una conversación, no era el hombre sin rostro del principio.

—Llegas un poco tarde.

Tracy se frotó los ojos, se cambió de ropa y se recostó más cómodamente contra la cabecera. Entre los libros que Edgar le trajo ayer había uno sobre el mito fundacional y me pareció interesante, así que lo leí completo y me fui a la cama, pero aun no tenía sueño. Ella se acostó en la cama. Como de todos modos nadie podía mirarme, estiré mi cuerpo cómodamente.

Sus párpados parpadearon lentamente. Tracy pronto comenzó a caer en trance, sin darse cuenta de que la cama se hundía lentamente bajo su peso. Dio vueltas y vueltas involuntariamente, sintiendo un escalofrío. No hacía frío, pero se sentía inquietante.

—¿Dormí con la ventana... abierta?

Como era otoño, podía sentir el viento frío si no cerraba la ventana pero lo olvidé porque tenía mucho sueño. Pensando que podría resfriarse debido a su fino camisón, Tracy se levantó rápidamente. Afortunadamente, todavía parecía ser media noche.

—¿Pero los fantasmas también se resfrían?

Sacudiendo la cabeza, Tracy se acercó a la ventana, luego escuchó el sonido de cascos de los caballos miré hacia abajo y vi un carruaje con el emblema de la familia Roxbury pasando por la puerta principal. Parecía que Edgar que había salido a alguna parte ya regresaba. Tracy estaba tan feliz que rápidamente corrió hacia la puerta de la oficina. Estará aquí pronto. Ella no se equivocó. Momentos después, escuchó la puerta abrirse.

—¡Edgar!

Tracy lo recibió con mucho gusto. Edgar sostenía un plato con tapa plateada.

—¿Oh, qué es eso?

—Ah... tu comida.

Pero Edgar tardó un poco en responderle y rápidamente entró en la habitación y cerró la puerta detrás de él. No había sentido la necesidad de tomar un sorbo de agua cuando estaba en la finca Hartwyn, pero desde que se alojaba en la casa del duque de Roxbury, sentía hambre. Tracy pensó que era fascinante, pero Edgar era muy sensible y quería saber todo lo que quería comer y beber, y siempre se lo llevaba. Hoy, obviamente había pensado en ella y pasó por el comedor para recogerlo tan pronto como regresó. Tracy sonrió levemente y respondió.

—Estoy bien, no tengo hambre.

—Me di cuenta de que no cenaste. El mayordomo me dijo que no trajo la cena hoy.

—Me quedé dormida y olvidé comer. Estoy muy bien. Pero ¿Edgar, tú ya cenaste?

—Yo tampoco...

Por alguna razón, Edgar arrastro las palabras de manera inusual. Luego, con la mirada fija en el suelo, se acercó y colocó el plato sobre la mesa.

—Por favor come. Limpiaré cuando hayas terminado.

—...¿Qué pasa?

—¿Eh?

—Estas actuando un poco raro.

Tracy ladeó la cabeza y se acercó a su lado. Sus pies descalzos, sin pantuflas, pisaron la suave alfombra. Dejando ligeras huellas en la alfombra por donde pasaba. Al verlo, los ojos de Edgar se iluminaron de convicción.

—¿Pasó algo ahí afuera?

—Nada.

—Entonces, ¿por qué no me miras?

Como de costumbre, Edgar miró hacia donde escuchó su voz. No estaba exactamente cara a cara con ella, por supuesto, pero de alguna manera sentía su mirada en la partes superior de su cuerpo, por lo que Tracy disfrutaba hablar con él, porque sentía que él realmente se preocupaba por ella. Pero ahora se comportaba extraño Edgar mantuvo la mirada baja, aunque debía saber de dónde venía su voz. Tracy se sintió triste. Sin darse cuenta, lo agarró del brazo.

—Édgar.

Edgar debió haber escuchado esa insinuación en su voz, por lo que reflexivamente levantó la cabeza. Nuestras miradas se encontraron de inmediato.

—¿Eh? En realidad me estas mirando, ¿verdad?

Nunca había pasado antes. Tracy preguntó sorprendida y el duque asintió.

—Sí. Te estoy mirando a los ojos.

Sus miradas se encontraron de una manera extraña. Tracy se dio cuenta que sostenía la cabeza de manera poco natural y se negaba a mover los ojos. ¿Qué le pasa?, pensó, y luego se quedó con la boca abierta. ¿Me está mirando a los ojos? Dijo eso con tanta certeza.

—Edgar, por casualidad.

—...Sí.

Tracy se sorprendió terriblemente al sentir la mano de Edgar en su brazo, Él la agarro sin torpeza ni vacilación.

—Puedo verte.

—¿De verdad?

—Sí. Veo tu cabello dorado y tus ojos verdes.

—¿Cómo puedes…?

Se me hizo un nudo en la garganta. Siento que las lágrimas brotan de mis ojos. No sé qué pasó, pero me sentí abrumada, como si no fuera un fantasma como si no hubiera sido borrada de este mundo o tuviera que irse. Era alguien que vivía en el mismo espacio, en el mismo tiempo, como cualquier persona.

—¿Estás seguro de que puedes verme?

—Estas borrosa, pero puedo ver tu forma y colores. Puedo sentirte muy claramente, puedo sentir que me abrazas.

—¿Desde cuándo? ¿Desde cuándo has podido verme?

—Desde hace un tiempo. Pude verte cuando sonreíste la primera vez que dijiste mi nombre.

Edgar habló en voz muy baja, pero suavemente apartó su brazo de mí. Tracy, abrumada por la emoción, se sintió herida por su gesto de evidente rechazo, aunque cauteloso.

—¿Es porque no te gusto, porque puedes verme?

—¿Qué?

—Has estado tratando de evitarme por un tiempo. Puedes ver mi rostro, pero no me miras, y ahora estás tratando de... alejarte de mí.

—Eso es.

—¿La Tracy Hartwyn que Edgar esperaba es diferente de la mujer que tienes ante tus ojos?

Estaba tan molesta que mi voz tembló de frustración. Tracy estaba tan triste que no podía soportarlo. Desde que morí, perdí a todas las personas con las que hablaba, era natural porque nadie en el mundo podía verme ni oírme, pero para Tracy, que amaba a las personas que la rodeaban y le gustaba hablar de cosas triviales. Este momento era difícil y solitario.

Entonces, aunque era un extraño, poco a poco aceptó a Edgar, quien le dijo que no la dejaría ir y la cuidó diciendo ser su marido. Tracy pensó que si ni siquiera Edgar hablaba con ella, sería como perder el mundo entero.

—¿Soy diferente de lo que imaginabas? ¿Por qué me estas evitando?

Mientras hablaba, sentí una oleada de arrepentimiento invadiéndome. Su visión se volvió borrosa y las lágrimas corrieron por sus mejillas. Edgar rápidamente le secó las mejillas y dijo.

—No. ¿Cómo puedes decir que estoy tratando de evitarte?

—Entonces, ¿por qué lo haces?

Dijo Tracy, agarro su brazo derecho y abrazándolo con la intención de escuchar su respuesta. Edgar la miro preocupado.

—Eso es…

—Ahora, si no te agrado, prefiero que me digas la verdad.

—Simplemente me sentí avergonzado cuando te vi.

—... ¿Que? ¿Por qué te avergonzarías?

—Bueno, estás en camisón.

—¿Por qué estoy en camisón  ?… ¡Ah!

Aunque no era aristocrático, Tracy, que estaba a punto de preguntar si era gran cosa ya que todavía estaban casados ​​en el papel, se detuvo en seco al darse cuenta de repente. No estaba usando ropa interior debajo del camisón. Normalmente me la quitaba por las noches porque me resultaba incómodo que me apretara los pechos.

Le resultaba incómodo seguir usando el vestido de novia que llevaba cuando dejo Hartwyn Manor. De modo que el camisón que Edgar le había conseguido no era, por supuesto, muy femenino. Inevitablemente circularían extraños rumores si un hombre robusto, que pasa las noches solo y sin esposa ordenara conseguir un camisón de mujer.

Entonces Edgar le había conseguido un camisón para niños similar a su físico. Era una prenda fina de una sola pieza muy sencilla. No estaba hecha de la mejor tela y era lo suficientemente delgada como para permitir el paso del aire y mostrar su carne. Realmente no le había prestado mucha atención ya que era un fantasma de todos modos...

—¡Lo siento, lo siento!

Tracy rápidamente retrocedió unos pasos, con la cara completamente roja. Pero no olvidó cubrirse el pecho. Sentí que iba a morir de vergüenza. Me di cuenta de que me alegraba no haber usado mis calzoncillos.

—No tienes que disculparte. Después de todo, estamos casados.

—Bueno, eso es cierto, pero…

—En ese momento, parecía que no sabías que podía verte, así que pensé que sería mejor apartar la  mirada. No es porque no me gustes o no quiera, así que por favor relájate.

—Hubiera sido mejor si me hubieras visto por la mañana.

Sus labios se curvaron en una sonrisa seductora. Los profundos ojos color amatista miraron fijamente los ojos verde hierba de Tracy.

—Tracy. Estoy... muy emocionado de verte. No me importa cómo luzcas, simplemente estoy inmensamente feliz de que estés conmigo ahora mismo, Tracy, porque eres mi esposa.

Edgar susurró con sinceridad. Su voz baja pareció fluir a través del cuerpo de Tracy. Ella sintió que se ponía rígida. Tracy inconscientemente bajó los brazos, que estaban cruzados sobre su pecho en forma de X. Edgar se levantó y se acercó a ella.

—Dime que nunca te irás de mi lado, jamás.

—Pero...

—Por favor.

Estuvo a punto de decir que no estaba destinado a ser así, pero la desesperación en sus ojos la dejó sin palabras. Tragó fuerte y se dio cuenta de que no quería dejarla. Ella tampoco quería dejarlo. Edgar Roxbury era mejor hombre de lo que ella creía. No, era un muy buen hombre. Dulce, amable y cariñoso, incluso ayudaba a una fantasma que de repente vino a visitarlo después de su muerte.

Si lo hubiera conocido cuando estaba viva, habría pensado que era un buen hombre con quien casarme. Entonces Tracy estaba pensando que si Dios no se la llevaba al final, ella quería quedarse a su lado. Ella habló impulsivamente.

—A mí también me gusta estar contigo.

Edgar sonrió levemente ante sus palabras y extendió la mano. Tracy con mucho gusto tomó su mano. Edgar la acercó y la abrazó. Tracy se acurrucó en su pecho, el viento fresco persistía en ella. Un cuerpo pesado, sólido, un poco frío, la abrazó con fuerza. Una mano cálida rodeó su espalda. Tracy se acurrucó en sus brazos. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que había sentido el calor de otra persona.

—Tracy.

Tracy levantó la cabeza ante su tono ronco, Edgar era unas dos cabezas más alto que ella, por lo que tuvo que estirar el cuello para mirarlo. Edgar la miró a los ojos y preguntó lentamente.

—Si es así, ¿puedo ir hoy a verte?

—... ¿Que?

—Me dijiste que no te alejarías de mi lado.

Mi corazón empezó a latir con fuerza. Mientras pensaba: ¿Qué voy a hacer?,  el rostro de Edgar se acercaba cada vez más. Su aliento caliente me hizo cosquillas en el puente de la nariz.

—Vamos.

Tracy vaciló y luego respondió.

—...Sí.

Tan pronto como respondió, sus labios se acercaron.

—Mmm.

Fue un toque suave, con extrema moderación. Pero la mano de Edgar, que atrajo suavemente la barbilla de Tracy hacia él, estaba increíblemente caliente. La lengua que rozó suavemente sus labios, perdió la razón en el momento en que se encontró con la lengua de Tracy.

—¡Hmph...!

Edgar se acercó un poco más a ella. Luego giró levemente su cabeza y comenzó a lamer el interior de su boca como si fuera a tragársela. Tracy, que había quedado congelada por la sorpresa, gradualmente comenzó a sentir una sensación extraña cuando su lengua flotaba y se enredaba con la de ella.

Me sentí avergonzada y sorprendida, pero no odié la sensación de sus manos calientes envolviendo mi cintura. Su lengua ahora frotaba delicadamente el interior de su delicada carne. Las mejillas de Tracy comenzaron a calentarse.

—Ja, eh, Edgar…

Tracy, que estaba absorta en su primer beso, se quedó sin aliento, levantó ligeramente la cabeza y dijo su nombre. Edgar la miró suavemente, con los ojos ebrios de pasión.

—Sue, me estoy ahogando...

—Oh, lo siento. No me di cuenta de que era demasiado para ti.

—Esta bien. ¡Ah...!

Se sintió innecesariamente avergonzada, preguntándose si esto era un beso, y cuando trató de girar la cabeza, Edgar le rodeó la cintura con ambos brazos y la acercó más. Ahora todo su cuerpo estaba contra él que ni siquiera un trozo de papel podía pasar a través de ellos. La parte superior de su cuerpo, sin ropa interior, ahora estaba perfectamente pegada a su musculoso pecho. La capa que llevaba se deslizó sobre sus hombros. Pero a Edgar no pareció importarle en absoluto.

—¿Cómo estuvo? ¿No te gustó?

—Oh, no... Digo si…

—Eso es un alivio. Estaba preocupado. Pensé que podría haber sido demasiado rudo.

—Me sorprendió un poco porque es la primera vez que hago algo como esto. No lo odié.

En realidad, sería más exacto decir que estuvo muy bueno, pero Tracy se tragó las palabras con la cara sonrojada. Edgar sonrió satisfecho y la abrazó con fuerza. Por un momento, Tracy estuvo contenta con ese abrazo, pero sintió que algo le tocaba el estómago. Algo duro, duro y largo...

—¡Ah!

En el momento en que sintió algo caliente frotándose contra ella, se dio cuenta de lo que era y su rostro se volvió de un tono rojo aún más intenso. Tracy se retorció ante la extraña sensación y le dio un codazo a Edgar, este noto porque y la soltó.

—Lo lamento.

Había fuerza en su fuerte mandíbula. Su voz, baja y paciente, era sexy. Tracy evitó involuntariamente su mirada. Edgar dio un paso atrás y dijo.

—Te traje un poco de pasta de rosas. Incluso si no tienes hambre, prueba al menos un poco.

—Oh gracias.

Tracy caminó apresuradamente hacia la mesa y se sentó. Edgar quito la tapa plateada y enrollo un poco de pasta en un tenedor mientras ella colocaba una servilleta en su regazo, le entrego el tenedor. Tracy extendió la mano, pero accidentalmente vio la parte inferior de su cuerpo.

—Ay dios mío.

Se dio cuenta de que eso era lo que había estado frotando en su estómago. La parte delantera de los pantalones negros de Edgar estaba abultada. Estaba oculto dentro de sus pantalones, pero su forma era claramente visible. El volumen parecía bastante grande. El engrosamiento de la solapa frontal también reveló la forma del bulto contra el costado de sus pantalones, que era muy grueso y largo.

La cara de Tracy se sonrojó tanto como la salsa de su pasta. Edgar empezó a respirar de forma agitada cuando se dio cuenta de que ella estaba mirando la parte inferior de su cuerpo. De repente su polla se agitó.

—... Lo siento, pero tengo que irme.

—¿Que, si?

—Después de cenar, regresa a tu habitación y descansa.

—Disculpa.

Edgar, que estaba a punto de salir corriendo sin escuchar su respuesta, se detuvo en seco al escuchar su voz.

—Ya es demasiado tarde, Edgar.

Tenía miedo de que él no volviera. Puede que Tracy fuera tímida, pero no ignoraba el sentido común básico. Como futura novia, naturalmente recibió educación en todas las cosas básicas. Lo mismo ocurre con los deberes nocturnos. Porque cuando se casara, naturalmente tenía la obligación de dar a luz y criar un heredero.

Entonces ella no sabía por qué Edgar se había emocionado tanto en ese momento; ella había estado nerviosa de que él pudiera abrazarla, pero cuando dijo que se iba, ella hablo de la nada. En realidad no esperaba que hoy me besara, pero pensé que como empezó, continuaría, pero me avergoncé cuando se alejó, así que lo detuve.

—......Estaré fuera por un tiempo. Deja el plato ahí, volveré y limpiaré.

—Ah... pero.

—Por ahora, no creo que pueda soportarlo.

Edgar susurró, con el ceño ligeramente fruncido.

—Ese camisón parece ser una buena prueba para mi paciencia, así que te conseguiré otro.

Y con eso, salió por la puerta. Tracy, desconcertada, se quedó sentada sin comprender que había pasado sosteniendo el tenedor envuelto con pasta. Luego miró sus pechos. Sus pezones prominentes eran visibles a través de la tela blanca semitransparente, pudo ver sus pezones, duros, coloridos como siempre. La fina tela no pudo ocultar su presencia y los había revelado sin lugar a dudas.

Bien entonces. ¡Podría haberlos sentido cuando estaba entre sus brazos! Ella lo había seducido no sólo visualmente sino también físicamente. Entendiendo perfectamente lo que Edgar quiso decir con paciencia, Tracy dejó caer el tenedor y se cubrió la cara terriblemente sonrojada con ambas manos.


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