Edgar
le rodeó la cintura con los brazos y la sentó en el marco de la ventana. El
marco de la ventana era bastante grande, por lo que fue posible ya que le llegaba
a la altura de la cintura. La besó brevemente en los labios y acarició su delgado
cuello.
—¡Ah...!
Tracy
luchó por ponerse de pie, dejó escapar un gemido que sonó como un grito
desafinado cuando sintió una sensación de hormigueo subiendo desde los dedos de
sus pies. Una zapatilla de raso verde se le resbalo de su pie. Pero Edgar no la
recogió y se la volvió a poner.
—Hmph…
Sus labios
bajaron por su cuello, lamiendo su clavícula, y antes de que ella se diera
cuenta, había aflojado las cintas de su pecho. Su aliento le hizo cosquillas en
la piel y Tracy abrió los ojos con sorpresa cuando agarró su cabeza y fue
incapaz de apartarla. En ese instante, le bajo la parte superior de su vestido.
—Está
bien, no pueden vernos.
Sé que
no pueden ver el interior, pero aun así Tracy se sentía avergonzada. ¿Cómo puedes actuar así en plena luz del
día? Edgar susurró pero mantuvo la cabeza abajo. Sus pequeños pechos,
escondidos debajo del vestido verde claro, estaban completamente expuestos
frente a él. Comenzó a besar y lamer su piel. Tracy agarro su cabeza con ambas
manos y gimió, incapaz de evitarlo.
—Ah,
eh, Edgar.
La
lengua roja revoloteó alrededor de su areola y luego en un instante se tragó el
pezón. Un gemido escapó de los labios de Tracy mientras mordisqueaba suavemente
su pezón elevado.
—¡Hmph!
—Tú
también estás caliente por la forma en que se pusieron duros.
—¡Cómo
no iba a estar caliente cuando me estás haciendo esto!
—¿De
verdad?
Edgar
tenía una pícara sonrisa en sus labios. Parecía satisfecho. De repente, Tracy
pensó que esa sonrisa era peligrosa.
—Mi
esposa dice que la he excitado, así que supongo que tendré que satisfacerla.
—... ¿qué?
¡Ahhhhhhh, aaaaahh!
Antes
de que pudiera entender lo que quería decir, los dedos de Edgar se deslizaron dentro
del dobladillo de su vestido. Como no iba a un evento formal, llevaba ropa
sencilla para salir, así que todo lo que llevaba puesto era una fina enagua debajo
del vestido.
Llevaba
solo un vestido, un liguero y unos calzoncillos. Sus dedos, desabrocharon el
liguero con un movimiento rápido y fueron directos a sus calzoncillos, ignorando
las medias sueltas.
—Oh
Dios, ya estás mojada.
—¡Uf,
Edgar!
—Me
pregunto si estará igual por dentro.
Su tono
burlón puso a Tracy completamente roja y trató de alejarlo. Pero él no se
movió, sólo sonrió satisfecho y con los dedos frotó sobre sus calzoncillos. La
tela, ya empapada con sus jugos, no detuvo sus dedos. Tracy se mordió el labio
y se retorció bajo la estimulación que aumentaba lentamente mientras él seguía
flotando de arriba abajo sobre los calzoncillos empapados.
—Ahhhh.
Los largos
y callosos dedos hicieron a un lado los calzoncillos húmedos y se deslizaron
entre el húmedo arbusto entrando de inmediato en la húmeda raja, Tracy puso las
manos sobre sus hombros y jadeó. Se
encontraba sentada en el marco de la ventana de espaldas al exterior. Frente a
ella, de cara a la puerta, había un sencillo escritorio lleno de documentos y
plumas.
Tenía abajo
la parte superior de su vestido, exhibiendo sus pechos con el vestido suelto, la
falda arriba de las rodillas con las piernas abiertas y Edgar en medio sin un
zapato con las medias holgadas. Se podría decir que era una escena
extremadamente obscena para cualquiera que la viera. Pero quien era aún más
obsceno en esa escena, era el hombre que estaba entre sus piernas porque vestía
galantemente el uniforme de capitán de los templarios que lo hacía parecer virtuoso.
Buscaba
a tientas entre los arbustos empapados de jugo de amor, acariciando la piel
húmeda unas cuantas veces, y pronto encontró lo que buscaba.
—¡Afuera,
ahí está...!
El
clítoris, que se había elevado como si fuera uno de sus pezones, lo estimulo
con los dedos volviéndola loca con cada toque. Edgar le quitó el calzoncillo
tan pronto como sintió que el clítoris de Tracy se tensaba, inclinando la
cabeza saco la lengua e invadió la raja de su esposa.
—¡Uy,
ay!
Tracy incluso
se olvidó que estaba en la oficina del capitán de los Caballeros Templarios
gracias a la gruesa y caliente lengua que seguía haciéndole cosquillas una y
otra vez. La lengua de Edgar lamió y codició generosamente su feminidad. Sus lamidas
eran enloquecedoramente eróticas era como si hubiera encontrado una perla
escondida en el barro.
Tracy
sonrió y se estremeció por la emoción que la llenaba hasta el borde. El zapato
de satén verde que le quedaba ya colgaba de sus dedos del pie, y también cayó
al suelo. Edgar, al oír el golpe, levantó la cabeza.
—Quiero
abrazarte ahora mismo, Tracy.
—Pero
aquí.
—Está
bien, porque nadie entra sin mi permiso.
Recordé
que el sirviente que me había guiado hasta aquí había dicho lo mismo. Nadie
puede entrar al edificio principal donde se encuentra la oficina del capitán sin
el permiso de Edgar. Incluso el mismo asistente dijo que él tampoco subiría a
menos que tocara el timbre y lo llamara.
—Error
mío—, dijo, —porque todavía tengas mucha vergüenza.
Como
Tracy parecía dudar, Edgar tomó su mano y la guio hasta su cintura. Se
desabrochó el pantalón y con un movimiento rápido se lo bajo junto con su calzoncillo
hasta las nalgas, saliendo su pene rebotando completamente erecto.
—He
querido hacer todo tipo de cosas contigo—, le dijo a Tracy, se hubiera sentido descalificado
como marido si no hubiera despertado completamente su deseo para hacer el amor,
mientras tomaba su mano y la pasaba sobre su pene ella lo miro hipnotizada.
Naturalmente bajo la mirada.
Toco
suavemente el hinchado y húmedo glande agarrando el grueso pilar como si lo
apretase. Cuando llego al final aplicó un poco más de fuerza, acariciando el
escroto con curiosidad. Sujetó el pilar ligeramente y repitió la acción una y
otra vez, Edgar dejó escapar un suspiro más emocionado y apretó los dientes.
Tracy
tuvo la extraña sensación de que lo estaba masturbando. El área entre sus
piernas se sentía un poco más húmeda y resbaladiza. Mi lugar secreto se sentía
vacío y mi boca comenzó a secarse.
Quiero que Edgar me llene.
Era
algo que su antiguo yo habría considerado indecente, siquiera de atreverse a
pensar. Pero mi cabeza, que comenzaba a calentarse por la emoción, gritaba que
no necesitaba nada más que a Edgar. Tracy se armó de valor y soltó su pene. Entonces
Edgar la miró.
—Edgar,
quiero hacerlo.
Quería
sentirme así de nuevo, como me había sentido la primera noche. Esa sensación
plena y estimulante al estar estrechamente conectada a él, esa extraña
sensación que se elevaba desde mi centro, envolviendo todo mi cuerpo y
finalmente haciendo que mi cabeza explote. Quería sentir su cálido aliento
sobre mí y su dura virilidad empujando dentro de ella una y otra vez.
—Si eso
es lo que mi esposa quiere, estaré encantado de complacerla.
—¡Hmph!
Como si
solo hubiera estado esperando, Edgar abrió un poco más sus piernas y metió su
pene dentro de ella. Situando el glande contra su entrada, el coño resbaladizo
lo devoró de inmediato. Tracy, que lo sintió desde el momento que la penetro,
tembló y se agarró de la charretera que colgaba de su hombro.
—¡Ah ah
ah!
—Viendo
que entro de una sola vez, parece que si te amplié con éxito en nuestra primera
noche.
—Eh,
eh, bba, date prisa...
Me
sentí agraviada porque sentía que tenía suficiente espacio ¿Cómo pudo Edgar decir algo así cuando ella sentía que iba a perder la
cabeza desde el momento en que su pene entró así?, y es más, él se movía
lentamente, a pesar de lo que dijo. La emoción comenzó a aumentar y Tracy gritó
con lágrimas en las comisuras de sus ojos.
—Date
prisa…
— ¿Qué
pasa?
—Date
prisa, hhmmm, mételo…
—Ya
estoy dentro.
—Así
no. Rápido, mételo un poco más rápido, por favor.
Deseo
que se mueva más fuerte más profundamente como lo hizo en nuestra primera
noche. Era lo único que podía pensar.
—Me voy
a volver loca...
—Si es
lo que quieres.
Como si
estuviera esperando esas palabras movió la cintura y Tracy jadeó cuando su pene
se hundió por completo. Edgar rodeó su cintura con los brazos y la abrazó,
empujando más fuerte y profundo. Tracy sentía como si se estuviera derritiendo
su cabeza por la fuerza de sus embestidas mientras se movía sin salir de su
interior.
—Eh,
uhhh, uhhh, ahhhh...
—Uf,
Tracy. Está tan estrecho dentro de ti, relájate.
—Si, no
mmm. ¡Ah sí, hhh, ah!
El
sonido del agua turbia que borboteo gradualmente se hizo más fuerte. Tracy se inclinó
un poco más y envolvió las piernas alrededor de la cintura de Edgar, que estaba
de pie entre ellas, sintiendo como se bajaban por completo sus medias. Entonces
su hombre la penetró con más fuerza, hasta la raíz.
—¡Ah!
¡Vaya, ah, Edgar!
—Hmph,
Tracy, ¿sabes?
Susurró
Edgar, extendiendo un brazo y apoyando la parte superior de su cuerpo contra el
de ella. Mientras lo hacía, aceleró las embestidas metiendo su pene más profundamente
dentro de su coño. Escuchando como sus juegos mojaban su vello púbico que se enredaba
y desenredaba cada vez.
—Es por
este sonido que te he deseado en cada comida.
—Mmmm,
¿por qué?
—Pienso
que se escucha similar al sonido que
haces cuando comes pasta.
Entonces, ¿fue por eso que Edgar estaba tan
emocionado en ese momento? A Tracy le gustaba con suficiente salsa su
pasta, así que la removía con el tenedor varias veces. Cada vez que Tracy hacía
eso, Edgar se mostraba indiferente así que no tenía idea, excepto esa vez que
notó que la parte inferior de su cuerpo se había abultado.
—Por tu
expresión, parece que no tenías idea.
—¡Aaah,
aaah, Edgar!
Tracy
dejó escapar un gemido agudo cuando comenzó a acelerar el ritmo de sus
embestidas. Él levantó su cintura mientras seguía insertado el pene dentro de
ella. Tracy abrió mucho los ojos cuando de repente quedó suspendida en el aire.
Tan pronto como bajo debido a su peso el pene se insertó más profundo y golpeo cierto
lugar en su interior.
Él la
agarro de la cintura con ambos brazos y movió su cuerpo arriba y abajo. Tracy
tembló ante la fuerte estimulación que golpeaba hasta su cabeza mientras él
movía su cuerpo. La entrada estaba tan resbaladiza que el pene se salía
ligeramente en cada embestida. Entonces Edgar la giró e hizo que se agarrara
con ambas manos del marco de la ventana.
—Edgar,
si haces esto.
—Te dije
que no pueden vernos.
Aunque
lo sé, me da vergüenza. Con el vestido casi completamente quitado, sentí que
podían verme a través de la ventana mientras teníamos sexo en su oficina en
pleno día. El vestido lo tenía hasta el ombligo todo arrugado. Tenía marcas
rojas y de sus dientes en sus pechos que eran una clara evidencia de su
aventura.
Ni que
decir de su enagua y la falda, que tenía levantadas sobre las rodillas todas empapadas
por dentro. Eso es tan vergonzoso y dentro de la sede de los Caballeros templarios.
Lo que es más, el hombre con el que está teniendo sexo es nada menos que el Capitán
de los caballeros templarios quien tenía hasta el suelo el pantalón negro de entrenamiento,
que es parte del uniforme y se está manchando con sus jugos. Al pensar en ello,
me hizo sentir pecaminosa y eso me emocionó aún más.
—¡Ah...!
Edgar detrás
de ella extendió una mano y se agarró al marco de la ventana mientras con la
otra jugueteaba con su pezón. Sentí como mis pechos se empezaban a calentar
contra el vidrio por los rayos del sol. A pesar de que era imposible imagine
que podían verme los caballeros que entrenaban y eso me hizo sentir aún más
emocionada mientras me mordía el labio al sentir cada embestida.
Edgar saco
su pene y deslizó sus piernas al suelo para que ella pudiera apoyarse.
Agarrando su pene volvió a alinearlo contra su entrada, la penetro de nuevo por
detrás.
—¡Hmph,
ah, Edgar!
—¡Hmph,
jeje, Tracy...!
Sintió
la entrada menos estrecha al penetrarla por detrás. Estaba bastante mojada, por
lo que su pene entró completamente de una sola estocada sin ninguna dificultad.
Cuando comenzó a retroceder, Tracy lloró extendiendo una mano por detrás y agarrándose
de su muslo.
—Oh,
no...
No. No. No quiero que se salga. Quiero que
se quede dentro de mí para siempre. Sólo
ese pensamiento flotaba en su mente con los nudillos blancos. Mientras se aferraba
a tientas detrás de ella su mano se agarró de cierto lugar. Pero no fue de su
muslo donde se agarró, fue de su trasero. —Por favor—, suplicó Tracy, agarrando
su trasero con todas sus fuerzas.
—No te
detengas… Edgar…
—Ja,
Tracy, para decirlo de esa manera.
—Caliente,
ah, ah, ah, ¡uf!
—No
puedo soportarlo más.
Edgar
dijo en un susurro sexy, y comenzó a empujar con más fuerza.
—Uf,
eh, eh, ah, me encanta, muy bueno…— Tracy gimió mientras se aferraba a su nalga.
El
placer de su pene empujando dentro de ella sin dudarlo era tan grande. La
estimulación era tan intensa que sus piernas se doblaron y no podía mantenerse
en pie. Se sentía tan bien que Tracy apretó lo que se movía dentro de ella,
queriendo sujetarlo para que no se escapara. Entonces Edgar también soltó un
gemido.
—¡Ja,
ja, ja, Tracy!
—Hmmm,
sí, ufm muy bien.
—¡Tracy...!
—¡Hmph…!
Edgar
gritó su nombre una y otra vez, permaneció dentro, empujando hasta ese punto dentro
de su interior que se contraía una y otra vez, eyaculando al mismo tiempo que
ella mientras gemía por llegar al clímax. Tracy jadeó, aferrándose al marco de
la ventana. Se sentía satisfecha ante la sensación que llenaba su estómago, también
sentía su clítoris palpitar mientras él seguía derramando semen.
Ella
quería mantener esa lánguida sensación, así que acercó su trasero hacia la
pelvis de él para evitar que se escapara. Podía sentir a Edgar también
respirando con dificultad. El espeso chorro de semen también fluyo por sus
muslos. Cuando terminó de eyacular, Edgar salió de ella. Tracy pensó mientras
sentía su pene salir de su interior, —Ha terminado.
Aunque
se aferró a él con todas sus fuerzas porque le gustaba la sensación que sentía,
Tracy recobró el sentido cuando escuchó a los caballeros entrenando del otro
lado de la ventana, Edgar sacó un pañuelo y le secó los muslos.
—¿Por
qué no te sientas aquí para que pueda limpiar entre tus piernas?
—Oh,
no, aquí… donde yo...
—Siéntate.
La
volvió a sentar en el marco de la ventana y le separó las piernas. Tracy miró
hacia otro lado, avergonzada de que viera allí de nuevo después de tener
relaciones. Edgar sonrió y secó a fondo con un toque cálido y cuidadoso. Había
derramado tanto semen que tomó bastante tiempo limpiarla. En un momento,
incluso tuvo que meter el dedo dentro del agujero por que seguía saliendo semen
de su interior.
—¿Siempre
hay pañuelos extra en tú oficina?, gracias a Dios.
—No
creo que sean para esto.
—Por
supuesto que no.
Edgar
no olvidó besarla, a pesar de que contó un chiste tonto. Edgar se arregló los
pantalones y sacó otro pañuelo del cajón para limpiarse el pene. Lo miro sin
pensar y Tracy se sorprendió al ver que su pene seguía levantado y estaba
rígido. Edgar se subió la ropa interior a la fuerza.
Luego,
tal como Tracy había visto una vez, acomodo hacia un lado su pene. A pesar de
que ya llevaba puesto su pantalón aún se podía notar claramente su presencia
cualquiera que lo viera podía decir que estaba emocionado.
—Supongo
que tomarte una vez no es suficiente después de todo.
—Pero… es
tu oficina.
Tracy
levantó las manos. Ya había agotado todas sus fuerzas después de una sola
sesión de sexo. Al ver lo emocionado que estaba sentí que no podría volver a
casa si continuaba. Edgar se arregló la ropa con una expresión de pena en su
rostro.
—... Lo
sé, es por eso que me estoy conteniendo.
Dijo en
voz baja, ató meticulosamente las cintas de su vestido, le puso los
calzoncillos incluso le puso las medias
y los zapatos. Tracy se entregó tranquilamente a su cuidado y, al final, no se
veía diferente de cuando entro a su oficina, exceptuando que tenía las mejillas
sonrojadas y el interior de su vestido estaba un poco mojado pero fue un toque
sutil.
—En
cambio, ¿por qué no vuelves a casa antes?
—Buena
idea. Estaba pensando en hacer eso de todos modos.
Tracy
estalló en una pequeña carcajada. Luego extendió la mano y acercó su rostro,
besándolo brevemente.
—Vuelve
pronto. Te estaré esperando.
—Me
ocuparé de lo urgente y volveré pronto.
Edgar
sonrió con picardía señalando la parte inferior de su cuerpo con la mirada, que
se sentía incómodo. Y se volvió a poner sobre los hombros la capa que se había
caído durante el sexo.
—Definitivamente
parece que estamos hablando de trabajo, pero ¿por qué se siente sucio?
Tracy
sonrió con picardía y lo siguió fuera del edificio. Edgar la acompaño por el
camino hasta el carruaje de la familia Roxbury que esperaba en la puerta
principal. Él la ayudó a subir al carruaje.
—¡Capitán!
¡Capitán!
Vimos
que quien lo llamaba era el sirviente que la había llevado a su oficina
corriendo apresuradamente. Tracy le susurró a Edgar.
—Creo
que te está buscando.
—Creo
que sí.
Al ver
la expresión de preocupación en su rostro, parecía como si algo malo estuviera
pasando. Ella empujó su espalda, instándolo a darse prisa. Edgar vaciló en sus
pasos, descontento de alejarse. Tracy no pudo resistirse quería hacerle una
pequeña broma porque regreso a ser el caballero estoico y apuesto. Ella lo
volvió a empujar pero acariciando suavemente la parte interna de su muslo. El
rostro de Edgar se distorsionó de inmediato.
—¿Qué
estás haciendo, Tracy?
—¿Quiero
seguir haciendo eso? Vamos, date prisa y vuelve.
—Si me
tocas así…
—Así
que termina tu trabajo y vuelve pronto. Si quieres abrazarme.
Rozó
ligeramente sobre su pene, y este volvió inmediatamente a ponerse duro Tracy,
al ver eso, sonrió alegremente y agitó la mano. Edgar, que no pudo evitar
soltar un gemido, cubriendo el bulto de sus pantalones con su capa se dio la
vuelta, sin olvidar decirle que disfrutara de la cena. Camino hacia su sirviente,
y ambos se dirigieron de regreso a su oficina con paso rápido.
—Tan
lindo.
Si le
digo que es lindo, al líder de los Caballeros Templarios, al noble de mayor
rango de todo el Imperio, ¿me regañaría por
ser grosera? Tracy lo vio desaparecer, incapaz de ocultar su sonrisa, cuando
se disponía a subirse al carruaje fue
cuando escuchó que alguien la llamaba.
—¿Tracy?
Tracy
se giró por reflejo cuando escucho su nombre. Dos hombres se detuvieron delante
de ella. El cochero de la familia Roxbury no pareció notarlos, dormitaba
profundamente en el asiento del conductor.
Esa, esa voz es de….
Era
Jade. Aunque estaba muy feliz de volver a verlo, sabía que no debí haber girado. Se supone que no debo ser Tracy Hartwyn,
porque estoy muerta.
—Ja,
no. No puedes ser Tracy.
Siguió
el hombre negando, Tracy se mordió el labio e intentó volver a subirse. Si no
fuera por la voz familiar que escucho nuevamente.
—Pero
Maestro Jade, ese es el carruaje de la familia Roxbury. Mire, tiene el escudo
del ducado en la puerta.
—Entonces
qué demonios…
—Esta
mujer parece ser un miembro de la familia del duque.
Tracy
se dio la vuelta con incredulidad. Esa voz no la había escuchado desde hacía
mucho tiempo, pero le era familiar, debía ser él.
—Buenos
días. Mi nombre es John Felton.
Sin
duda el hombre ante mis ojos era Sir Felton, quien me robó el corazón cuando
era niña.
¿Por qué está él aquí junto a Jade?
—Oh
hola.
—Por
favor, perdone mi grosería al hablarle de manera informal, aunque sé que es de
mala educación para con la dama.
—...Sí…
no importa.
Apenas pude
soportar tenía un nudo en la garganta. Tracy miró a Jade no lo había visto
desde el día de mi funeral. Esperaba que estuviera bien, pero quería
comprobarlo con mis propios ojos. Jade también la estaba mirando. Cuando sus
miradas se encontraron, Felton dio un paso adelante e interrumpió.
—¿Supongo
que está de camino al ducado de Roxbury?
—Sí, a
petición del Duque.
—Ah...
¿entonces se queda allí?
—Bueno,
sí.
Tracy dudo
pero en el momento en que respondió que sí, el rostro de Jade se contrajo y
dijo, mirando a Tracy con resentimiento.
—Felton,
será mejor que nos vayamos.
—Pero,
Maestro.
—Vámonos.
La
mirada de Jade era tan fría como el hielo. Tracy se quedó helada. Una mueca de desprecio
apareció en sus labios y luego soltó palabras como si fueran cuchillos.
—No
quiero tener nada que ver con la astuta mujer que ha hurtado el lugar de mi
hermana. Qué tonto es el duque de Roxbury, estuvo tan enamorado de Tracy
durante tanto tiempo, pero tan pronto como grabó su apellido en su lápida, trajo
a otra mujer solo porque se parece a
ella.
Me
dolió el pecho y me sentía tan triste porque no podía explicarle. Tracy apretó
el dobladillo de su vestido. Entendí por qué me decía eso Jade, y en lo único
que pude pensar fue que tendría que soportar sus duras palabras.
Hermano, me estás diciendo esto porque sigues
pensando en mí. Aunque lo sé, ¿por qué me duele tanto el corazón?
Jade y
yo éramos muy cercanos como hermanos. Nunca habíamos peleado y ver la frialdad en sus ojos, la forma en que me
miraba como si fuera su enemigo, era demasiado para soportar.
—Será
mejor que lo pienses dos veces, puta, no sé con cuantos más te hayas acostado,
pero si estás pensando en aprovecharte de un hombre que ha perdido a su esposa,
será mejor que te retires. Incluso si él no está en su sano juicio ahora solo te
mantiene cerca porque te pareces a mi hermana, pronto se arrepentirá y te
echará. El duque de Roxbury es el mejor espadachín del imperio, así que
compórtate y vete antes de que te echen.
—Soy...
—Incluso
su voz, ¿pero qué tomaste, algún tipo de poción? Eres absolutamente repugnante.
Quería
protestar pero Jade tan solo espetó y se alejó. No pareció ocurrírsele que ella
pudiera realmente ser su hermana. Jade se fue furioso, dejando a Felton solo, aparentemente
era incapaz de tolerar siquiera su presencia. Era como si acabara de enfrentar
a la amante del marido de su hermana. Respirando hondo y lo vio dirigirse a la
oficina del capitán, Tracy ni siquiera pudo detenerlo. Mientras Tracy respiraba
profundamente para contener las lágrimas, Felton, que no se movió, habló.
—Eso
fue extraño.
—Lo
siento, señor. Tengo que irme.
—Señorita Tracy.
Mis
pies se detuvieron cuando estaba a punto de subirme.
—... ¿Cómo
me has llamado?
—No
sabía que te quedabas en el ducado, pero me alegro que te encuentras bien. Me
encontré con el Maestro Jade en la capital, y después de un tiempo en
reconocimiento por mi servicio a la Casa Hartwyn, me aceptaron en la Orden de
Caballeros Templarios junto con el Maestro Jade. Por supuesto, no soy
oficialmente un caballero como él.
—Yo…,
yo no soy Tracy...
—Te he
estado buscando, señorita. Ojalá hubiera podido llegar antes a su funeral. Regresaba
de mis andanzas cuando me enteré de su matrimonio, pero tuve algunos problemas
y llegué tarde. Tenía miedo que mi llegada tardía fue la que causo tu muerte.
Dijo
Felton desesperado, se arrodilló e inclinó la cabeza. Tracy, que intentaba
negar que era ella, se quedó sin palabras; él
está completamente seguro de que soy yo. Además, ¿Por qué piensa que fue su
culpa que haya terminado así? Eso tampoco tiene ningún sentido.
—¿Qué
quieres decir?
—Sé que
no estás muerta.
—...
¿Le ruego me disculpe?
—Si
hubiera llegado a tiempo para decírselo al vizconde, la señorita no habría
tenido que pasar por tantas dificultades...
Cada
palabra que dijo Felton fue impactante. Tracy sintió como si se hubiera
paralizado.
—Me
gustaría contarte con más detalle, ¿te importa?
Ella
apenas asintió y Felton la ayudo a subirse en el carruaje cargándola. El
cochero debía estar cansado por qué no lo noto y seguía roncando. Felton bajó
las cortinillas y susurró.
—Cuando
llegué a Hartwyn Menor, el funeral de la señorita Tracy ya había terminado. El
vizconde y la vizcondesa estaban fuera de sí por el dolor, y el Maestro Jade
estaba tan triste que continuo bebiendo hasta quedarse borracho. Yo también
estaba conmocionado y entristecido, pero poco a poco empecé a preguntarme: ¿por
qué la señorita tomaría alcohol para poder dormir?, Además era sospechoso que
con lo poco que bebiste te quedaras profundamente dormida y no notaras el fuego.
—Eso es
porque Bella no sabe mucho sobre vinos...
—No
importa lo inexperta que sea una criada con el vino, ella tendría que tener el sentido
común para no darle a la novia algo muy fuerte en vísperas de su boda.
Mientras
lo escuchaba, me pareció que tenía sentido. Aunque Bella era un año menor que
ella, tenía marido. Ella se había quejado de que él bebía todos los días, pero ¿realmente
me había dado algo de beber sin saber que era muy fuerte?
—Además
de eso, Bella murió en un misterioso accidente tres días después del funeral.
Sucedieron muchas cosas sospechosas.
—¿Qué?
¿Bella murió?
Tracy
exclamó en estado de shock. Había sido su mejor amiga desde que eran niñas. Pero
murió en un accidente...
—No
hubo autopsia ni investigación, ya que ella era solo una criada, pero pensé que
era sospechoso y que debía tener algo que ver con tu muerte, y luego escuché que
el duque de Roxbury había cambiado el nombre en tu lápida, y que la había
sacado de la genealogía de la familia Hartwyn y la había trasladado a su propia
familia. Después de eso todo pareció encajar como en un rompecabezas.
—… que es
lo que quieres decir.
—Yo… pensé
que era extraño, pero no estaba muy seguro.
Felton dudo
un momento luego murmuró pidiendo perdón e hizo la señal de la cruz, y después
dijo.
—Desenterré
la tumba de la señorita.
—¿Qué hiciste?
—Perdóneme.
Nunca quise deshonrar a la señorita, pero necesitaba pruebas más claras así que
abrí su ataúd y, oh, Dios mío.
Dijo
Felton, como si le diera miedo pensar en eso de nuevo.
—El
cuerpo de la señorita no estaba en el ataúd.
—¿Qué
paso con mi cuerpo? ¿Dónde está?
—No
había rastro, era como si su cuerpo nunca hubiera sido puesto allí. Pregunté
por las personas que colocaron su cuerpo en el ataúd. Y eso también fue
extraño. Ni los vizcondes ni el maestro Jade, pudieron tocar su cuerpo, por lo que
solo el enterrador fue el encargado de arreglarla y ponerla en el ataúd, pero él
también desapareció después del funeral. Quizás también esté muerto ya que nunca
lo encontré. Después de eso estaba
seguro. Lo más probable era que la señorita no estuviera muerta. Alguien debió
haber fingido su muerte.
Sentí como
si mi cabello se estuviera poniendo blanco.
—Entonces,
eso significa que no estoy muerta. Pero entonces ¿cómo ocurrió? ¿Porque todo mi cuerpo se volvió transparente
y por qué podía atravesar los objetos?
—Descubrí
que resulta hay una poción mágica que puede hacer eso. Se supone te vuelve
temporalmente invisible para las personas y hace que no puedas tocar nada. Se
llama 'poción fantasma'.
—¿Entonces
estás diciendo que Bella puso la poción en el vino? Eso no puede ser cierto,
¿Por qué, qué la llevaría a hacer eso? Además, una poción como esa debe ser
costosa, y el salario de Bella no le permitiría pagarla. Además,... Es una poción
que ni siquiera Sir Felton sabía que existía, así que ¿cómo pudo haberla
conseguido?
—Puede
que no haya sido obra de Bella.
—¿Estás
diciendo que alguien la compró?
—Así
es.
Tracy se
quedó atónita ante la seguridad de Felton. Ya era bastante difícil creer que no
estaba muerta, pero aquí estaba él, hablando como si ella debiera sospechar de
todos los que la rodeaban. Tracy preguntó ansiosa por escucharlo.
—Está
bien. Entonces, ¿quién crees que fue? ¿Quién le pagó para hacerme esto?
—No
creo que me vayas a creer.
Felton
dudo un poco pero luego dijo con determinación.
—El
duque de Roxbury.
—Eso es
ridículo.
Tracy
se rió histéricamente. Eso fue la cosa más ridícula que jamás haya escuchado.
¿Por qué Edgar la obligaría a hacerme eso,
y una noche antes de nuestra boda? Incluso después de que firmo el certificado
de matrimonio, Sir Felton ha ido demasiado lejos con sus bromas.
—Por
favor, vete.
Ella ya
no estaba dispuesta a escucharlo más, por lo que lo envió de regreso. Pero
Felton no cedió. Más bien, siguió hablando sin prestarle atención.
—Piénsalo
bien, mi señorita. Para él, hubiera sido mucho mejor que usted muriera.
—¿De
qué diablos estás hablando?
—Es un
hijo ilegítimo. Incluso aunque ahora es el jefe de los Caballeros templarios, un
héroe de guerra y el heredero del Duque de Roxbury, su origen no desaparece. Los
círculos sociales todavía lo menosprecian ya que no puede cambiar su origen,
incluso si lo intentara la mejor opción que tendría es la de casarse,
preferiblemente con alguien de una familia prestigiosa como la familia Hartwyn.
Ya lo
sabía porque era lo mismo que había asumido cuando escuche la noticia por
primera vez. ¿De qué otra manera se habría comprometido con ella, una noble de
feudo que no tiene ninguna conexión? y había estado dispuesta a aceptarlo
sabiendo que era un matrimonio sin amor. Pero ahora había cambiado de opinión.
El
Edgar Roxbury que ha conocido en estos días no era para nada el hombre que había
pensado que era. Él era un hombre cariñoso, romántico, que solo tiene ojos para
ella y era capaz de comprometerse. No podía entender como había confiado en ella
en tan poco tiempo, pero había aceptado su situación sin dudar un momento,
incluso cuando pudo haber simplemente llamado a un sacerdote para exorcizarla. Es suficiente.
Tracy se
sentía agotada y vacía, y Edgar fue el único hombre que pudo hacer que ese vacío
que había sentido por cuatro años, los mismos que había sido rechazada por
Felton desapareciera de un solo golpe, pero incluso si le dijera esto a Felton,
no había manera de que me creyera. Tracy ni siquiera quería hablar de eso.
No podía
entender por qué el hombre que me había dado la espalda cuando yo estaba pasando
por un momento difícil y solitario había cambiado de actitud. Tracy dijo con
una expresión severa.
—Pero
si Edgar realmente necesitara el honor de la familia Hartwyn, no tendría que
deshacerse de mí, ¿verdad? Sería mucho mejor para él tenerme como su esposa.
¿Por qué tendría que usar esa poción para convertirme en un fantasma?
—Supongo
que realmente no sabes nada sobre él, señorita.
—¿Qué
quieres decir?
—¿Sabes
por qué el duque de Roxbury nunca se ha comprometido? Por supuesto, no ha
podido casarse debido a que fue a la guerra, pero no fue porque no se le hayan
acercado mujeres. El simplemente las rechazaba tajantemente. Diciendo que tenía
una mujer a la que amaba.
Sentí
que mi corazón se desplomaba. Felton, al ver su rostro que se había puesto pálido,
habló con más determinación.
—Dijo
que se conocieron cuando eran niños, pero no que no podían estar juntos debido
a su posición, y desde entonces ha estado ocupado tratando de hacerse un nombre
en las guerras de conquista, para poder recuperarla. Él solo te está utilizando—,
dijo, —eres la herramienta que necesita para tener un estatus perfecto.
Quería
pensar que lo que Felton decía no era cierto, pero mis manos seguían temblando.
Escuchar que podría tener a otra mujer a la que ama hace que mi corazón se
acelere y se me hiela la sangre. Fue porque nunca lo habría imaginado. No
quería creerlo.
—Para
él, Tracy Hartwyn habría sido mejor muerta que viva, pero habría sido demasiado
peligroso matarte, así que decidió que lo mejor sería convertirte en un
fantasma.
Cuando
abriera los ojos después del efecto de la poción, Probablemente pensó que sería
insoportable para ella siendo una noble y que no entendería la situación. Debió
haber pensado que huiría y moriría, sin siquiera imaginar que la joven en
realidad vendría a buscarlo a la capital. Felton llegó a la conclusión de que
ella ahora le creía completamente. Tracy se mordió el labio.
—… Bien
entiendo, Sir Felton. Me temo que tendré que regresar.
—Sí.
Piense con cuidado, señorita. Si alguna vez necesita mi ayuda, siempre puede
acudir a mí.
Él
sonrió, hizo una reverencia, como si pensara que Tracy lo buscaría nuevamente,
y salió del carruaje diciendo que mantendría en secreto el hecho de que ella aún
está viva por ahora. Poco después de que abandonara el carruaje, el cochero se
despertó. Se disculpó profusamente con Tracy y partió hacia la residencia
ducal. Tracy siguió sentada en el carruaje aturdida, perdida en sus pensamientos.
Estaba confundida por todo lo que dijo.
—...Edgar,
¿realmente estaba tratando de aprovecharse de mí?
Ese
pensamiento no desapareció cuando regresó a su habitación en la finca del
Duque. Las palabras de Sir Felton seguían resonando en mi cabeza.
—Alguien debió haber fingido su muerte.
—El duque de Roxbury.
—Está siendo utilizada por él.
—No,
eso no puede ser cierto.
Tracy
negó con la cabeza. Creo en la confesión de Edgar. Él ha dicho que me ama, así
que prefiero preguntarle cuando regrese. ¿Si realmente me ama, o solo me
necesita por ser la hija del vizconde Hartwyn para poder recuperar a su antiguo
amor?, él lo negara. Tracy pensó eso y se sentó a esperarlo, mirando por la
ventana. Pero Edgar no regresó.
El
mayordomo también dijo que no había recibido ningún mensaje. Al final, no
regresó a la residencia del duque, donde lo esperaba Tracy, hasta que amaneció.
Cuando salió el sol de la mañana y los pájaros comenzaron a cantar, Tracy
finalmente se levantó y comenzó a buscar en la pila de libros que Edgar le
había traído para leer. Tracy buscó frenéticamente, revisando textos antiguos, bíblicos,
mitos, religión y magia.
Pero no
había información sobre la poción. Por supuesto, no había información sobre pociones
mágicas. Tracy se sentó en el suelo desesperada. Después de un rato, entró una
criada y le preguntó si quería desayunar, pero ella negó lentamente con la
cabeza. Pensé que podría ser cierto, y no podía deshacerme de la creciente
sospecha.
Tracy
se puso de pie sintiendo las piernas temblorosas, apenas se había vestido,
lavado y preparado una taza de té cuando Edgar regresó. Tan pronto como la criada
anunció la noticia y se fue, Edgar inmediatamente subió a su habitación.
—Pido
disculpas por mi ausencia sin previo aviso. De repente algo sucedió dentro de
los Caballeros. Me habría comunicado contigo en la mañana, pero no tuve tiempo
porque la ceremonia de nombramiento comenzó de inmediato.
—...
Está bien, sé que el puesto de Capitán es muy ocupado.
—¿Pero
por qué te ves tan demacrada? Escuché del mayordomo que incluso te saltaste el
desayuno.
—Es
solo que, sin Edgar, no puedo dormir y no tengo apetito.
Edgar
la abrazó y le dio unas palmaditas en la espalda mientras le respondía, sin poder
sonreír.
—No
debería hacer esto, debería quedarme a tu lado pero tengo que salir otra vez esta
noche, así que ordenaré que te preparen tu pasta de rosas favorita y para el
almuerzo ¿Te gustaría unirte a mí?
—Claro...
Hazlo.
Después
de eso, tomamos un té con un postre sencillo. Tracy seguía dudando. Ella estaba
inusualmente callada y seguía mirándolo. Edgar debió notarlo, porque empezó a
hablar más y a ser más cariñoso que de costumbre. Tracy lo pensó varias veces y
finalmente dijo cuando ya casi era hora de que él se levantara.
—Edgar,
tengo una pregunta.
Edgar,
que acababa de levantarse y se estaba ajustando la capa, inmediatamente levantó
la cabeza y preguntó.
—¿Cuál
es?
Tracy
respiró hondo, juntó las manos frente a su pecho tembloroso y lo miró.
Por favor. Por favor, di que no. Pedí en
mi corazón.
—¿Había
alguna mujer por la que sentías algo cuando eras joven? Sólo estoy preguntando,
no estoy tratando de sonar celosa ni nada por el estilo.
—¿Puedo
preguntar por qué sientes curiosidad por eso?
De
repente me asusté ante su rostro rígido. Tracy rápidamente dijo algo que sonó
como una excusa.
—Por
supuesto, sé que incluso si te gustaba en aquel entonces, puede que ahora sea
diferente. Eras joven, así que probablemente solo te sentías así.
—Tracy.
Con voz
grabe dijo después de un momento de silencio.
—Si había.
—...
¿qué?
—Era una
chica que conocí cuando era joven. Ella es la única a quien todavía extraño con
todo mi corazón. Gracias por preguntar.
Edgar
salió de la habitación, dejando a Tracy endurecida como una estatua de hielo. Cuando
su expresión cambió en ese instante, Tracy recordó la advertencia de Felton.
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