Pasó el azul
amanecer y salió el ardiente sol rojo.
Celia, que
despertó en la habitación de su hermano Theodore, rompió a llorar desesperada
al pensar en lo que sucedió anoche, todas las escenas que no quería recordar
pasaron por su cabeza.
—¡Ay, no debí
haberme ido...!
Ante la cruda
realidad de que ella misma había provocado esta cruel tragedia, Celia se culpó
una y otra vez. Entonces ¿por qué se
opuso tanto Theodore de que fuera al baile? Después de haberme hecho algo
así, siendo su hermana... Quizás, mientras más se oponía, conociendo su
personalidad ella iría si o si, entonces por eso se opuso obstinadamente.
Pero eso no es lo
importante ahora. Su prioridad era volver a su habitación sin que nadie lo
notara. Celia saltó de la cama y recogió apresuradamente su ropa tirada en el
suelo. Sin tiempo siquiera para ponerse la ropa interior, apenas logró ponerse
la ropa que él había convertido en harapos e intentó escapar rápidamente de la
habitación.
¡Tenía que escapar de él lo antes posible! ¡De lo contrario, podría
volver a la misma situación de anoche! Estaba a solo un paso de la puerta cuando esta
se abrió y de repente apareció Theodore. Sorprendida, Celia no pudo evitar
quedarse quieta. Lo miró fijamente, él se encontraba perfectamente vestido e
impecable, a diferencia de su estado desaliñado, contuvo la respiración.
En el silencio,
sus miradas se cruzaron. Celia frunció el ceño y lo fulminó con la mirada, pero
Theodore solo sonrió con calma. Al mismo tiempo, comenzó a examinar lentamente
su rostro. Como si recordara lo sucedido anoche, sus ojos se detuvieron en su
cuello y clavícula, que estaban cubiertos con marcas rojas, y luego se desplazó
hacia sus pechos, que se erguían orgullosos.
El sudor corría
por su espalda y un escalofrío la recorrió. En un repentino arrebato de ira,
Celia apretó su labio con tanta fuerza que se le puso rojo e intentó pasar
junto a él para irse. Pero él la agarró de la muñeca con firmeza.
—¡Suéltame!
Celia hizo todo
lo posible por apartarse de Theodore y zafarse de su agarre. Pero él no la
soltó. En cambio, la atrajo hacia sí con fuerza y apretó los labios contra
su oído. Luego, torció los labios y se burló.
—¿Adónde vas a ir
así? ¿Vas a contarle a toda la familia lo que pasó anoche?
Esto no estaba
bien. Pero al sentir su aliento caliente en el oído, sintió un hormigueo en el
bajo vientre. Una sensación de electricidad subía por todo su cuerpo, y la
picazón que sentía en su interior la aterrorizó, haciendo que Celia se
estremeciera.
—Puedo
escabullirme. Nadie lo notara... Estoy segura—, lo miró con fiereza, negándose
a ceder, pero él rió entre dientes—. Eso son tonterías. ¿Crees que los
sirvientes no te verán?
Tenía razón. Como
correspondía siendo la mansión de una noble familia, había docenas de
sirvientes. Además, era la hora del desayuno. —Entonces, ¿qué hacemos? Si no
aparezco, todos pensarán que algo anda mal—, dijo Celia frunciendo el ceño. —No
te preocupes. Ya hable con madre—, respondió.
¿Seguro que no le
habrá dicho la verdad? A menos que estuviera loco, no había forma de que le
confesara a nuestra madre lo horrible que me había hecho, Celia pensó
preocupada. Pero al recordar a su hermano mayor, consumido por la locura la
noche anterior, de alguna manera sentí que podría hacerlo.
—¿Qué dijiste?
Si mi madre
supiera lo que pasó anoche, sin duda se habría quedado tan traumatizada que se
habría desplomado. Y lo que habría sucedido después sería demasiado horrible
para siquiera imaginarlo. Podía guardar el secreto hasta la tumba, por favor...
Solo espero que Theodore no haya dicho nada.
—Estabas tan
disgustada por no poder ir al baile de la diosa que en cuanto amaneció,
montaste en tu caballo y te fuiste al bosque.
—Ah.
Siempre que Celia
estaba disgustada o enfadada, salía de casa con su caballo y galopó hasta
sentirse mejor, a veces durante horas, o incluso hasta el atardecer, montaba
por el bosque. Se había convertido en una especie de hábito. Mi madre me regañó
por no comportarme como una dama, pero era una suerte. Aunque no apareciera, no
sería un problema.
Esas palabras le
brindaron alivio momentáneo, pero eso no significó que su ira y resentimiento
hacia su hermano desapareciera. Y había otro problema. Si quería que pareciera
que había vuelto de cabalgar, tendría que quedarme aquí al menos unas horas, y
ese era el problema. Tendría que quedarse junto a su hermano, el degenerado
quien la había codiciado y violado siendo su hermana menor.
—Por favor, sal.
—¿Salir? ¿Por
qué?
Theodore ladeó la
cabeza como si no comprendiera la firme petición. Celia rompió a llorar ante la
descarada actitud de su hermano.
—Bueno, ¿ahora me
preguntas porque no lo sabes? Porque no quiero estar junto a ti ni un momento
más.
—Yo no puedo
salir, así que por favor, vete tú, hermano.
Mientras hablaba,
intenté alejarme de él. Pero en lugar de eso, él la empujó contra la pared y la
bloqueó con su cuerpo. Luego la presionó contra la pared con su corpulento
cuerpo. Impidiendo que se moviera. Era peligroso. El miedo la invadió ante la
vívida sensación de su tacto y calor. ¡Si
tan solo pudiera borrar de mi mente lo de anoche, quiero olvidarlo..., pero no
puedo!
—Hermano... ¡Por
favor!
Celia, en un
estado de extrema ansiedad y crisis, cambió rápidamente de actitud y le suplicó
con vehemencia. Pero aun así, él solo torció las comisuras de la boca en una
sonrisa burlona.
—¿No quieres
estar junto a mi ni un momento más? Ja, ¿quién fue la que gritó como loca y
derramó jugo de amor toda la noche?
Sus palabras
burlonas hicieron que llorara. Aunque se entromete en todo y la controla
estrictamente, era el que más la cuidaba entre sus hermanos y la trataba con
cariño, ¿Cómo podían salir esas palabras de su boca? Lágrimas de tristeza
llenaron los ojos de Celia.
—Hermano... ¡Por
favor! No hagas esto... Por favor, vuelve a ser el hermano Theodore que
conozco... Te lo ruego... ¿Por favor?
Pero aunque le
rogó con insistencia, Theodore ni se inmutó. En cambio, con la lengua comenzó a
lamer el lóbulo de su oreja exhalando aliento caliente sobre esta. La piel se
le puso de gallina a Celia que temblaba y sus ojos se llenaron de lágrimas. Se
aferró a los hombros de su hermano con ambas manos y negó con la cabeza
desesperadamente, rogándole que parara. Tras un largo momento,
—¿De verdad
quieres que me vaya?
Su voz grave
resonó en su oído. Incapaz de creer lo que vendría, Celia miró a su hermano
sorprendida. Entonces él susurró nuevamente:
—¿Qué te parece
esto? Hagamos una apuesta.
—Una apuesta,
¿eh?
—Sí.
—¿Qué clase de
apuesta?
Me sorprendió la
repentina propuesta, pero pregunté de todos modos. Había sido tan persistente y
apasionado que sabía que no se echaría atrás tan fácilmente, pero pregunté por
si acaso.
—Si me pides que
me vaya incluso después de gemir ante mis caricias, me iré.
Celia se quedó
sin palabras. ¿De verdad llamaba a eso
una apuesta? No sabía cómo reaccionar ante esa afirmación tan absurda.
—Una apuesta...
¿Y si no quiero apostar?
—Si no quieres,
no puedo hacer nada. Tendré que hacer contigo lo que me plazca.
Como era de
esperar, planeaba tomarla por la fuerza, sin importarle sus deseos... No tenía
otra opción. Tenía que aceptar la propuesta de su hermano, aunque eso
significaba llorar mientras comía mostaza.
—Jo, vale.
Cuando Celia
aceptó la apuesta con lágrimas en los ojos, la ropa que con pena llevaba puesta
le fue despojada en un abrir y cerrar de ojos por sus manos. Entonces, de
repente, su hermano se arrodilló frente a ella como un perro en celo. Le separó
las piernas bruscamente, luego agarró sus muslos con ambas manos y presionó su
rostro contra su arbusto, haciendo que Celia temblaba incontrolablemente.
«Este olor lascivo y secreto...»
Olfateó entre sus
piernas con excitación, como un perro en celo, inhalando el aroma de su coño
abriéndolo con la punta de la nariz. Celia, sobresaltada, intentó juntar las
piernas, pero fue inútil. En lugar de eso, abrió hasta donde pudo las piernas
de su hermana y le hizo cosquillas en su zona íntima con la lengua.
—Uh-huh...
Su hermano lamia
y besaba su coño. Mientras la excitación la invadía por su larga y gruesa
lengua que la lamía de arriba abajo entre los labios de su raja, el interior de
Celia se contrae y derrama jugo de amor.
—Para... para, me
estás volviendo loca.
Debí haberle
preguntado sobre las reglas de la apuesta, como ¿cuánto tiempo tendría que
aguantar?, pero no pude ya que mi hermano tenía la lengua dentro de mi pequeño
agujero. Pronto, en la habitación resonaron sonidos lascivos de «chup, tsuup»,
su clítoris era frotado y aplastado por la gruesa punta de su lengua.
—Hmm... ¡Oh, ugh!
Mientras todo su
cuerpo ardía caliente porque lamía, mordía y se hundía dentro de ella, un
gemido, casi un sollozo brotó finalmente de la boca de Celia.
¡Tengo que soportar...! ¡Esto no puede estar pasando!
Celia se tapó la
boca. Para soportarlo, mordió la tierna carne dentro de su boca. Mordió tan
fuerte que pudo sentir el sabor metálico de la sangre. Pero ante los incesantes
sonidos lascivos que continuaban, y la lengua de su hermano rozando
despiadadamente la parte inferior de su cuerpo, no tuvo más remedio que vagar
entre el placer y el deseo.
—Ajá, ajá...
Como una
equilibrista al borde del abismo, se aferró a la razón para no caer. Pero al
final no pudo evitar derrumbarse. Por mucho que intentara resistirse, su débil
cuerpo sucumbía impotente al éxtasis, se arrodilló y se entregó a él. Entonces,
como si supiera de la lamentable situación de Celia, Theodore la mordió.
Porque su cuerpo
estaba llegando al clímax, gimió en silencio ya que no podía soportarlo más. La
mano con la que cubría su boca la movió repentinamente. Y agarrando la cabeza
de su hermano lo obligó a enterrar su rostro con fuerza entre sus piernas. Su
risa resonó con claridad. Pero no le importo. Su mente ya estaba en blanco y no
podía pensar en nada más.
—¡Oh, hermano!
Celia jadeó y
suplicó. Empujando sus caderas hacia adelante, pidiéndo que la lamiera más
fuerte. Entonces oí su voz llena de triunfo.
—Entiendo. Haré
lo que quieres, Celia.
—¡Jaja! ¡Ay,
Dios!... ¡Uf!
Su hermano quien
hizo la dulce promesa comenzó a atacar con insistencia sólo las partes
sensibles de Celia. Cuando él movió repetidamente la lengua lamiendo de un lado
a otro, un gemido entrecortado, casi un grito, escapó de su boca.
Llegando al
instante al clímax. Celia se aferró a la cabeza de su hermano con fuerza
gimiendo mientras sacudía su cuerpo. Pero incluso entonces, su hermano continuó
atormentándola. Pero en lugar de su boca y lengua, introdujo dos gruesos dedos
en el agujero y exploró el interior de Celia.
—¡Huh...! ¡Ah!
¡Uhhh!
Cuando sacó ambos
dedos, brotó un chorro transparente como si fuera orina. Celia no pudo evitar
sollozar, mientras sentía un inmenso
placer y a la vez auto desprecio. Se incorporó y la miró en silencio. Luego
besó los ojos de Celia, besó sus labios y besó su cuello como
consolándola.
—¡Ay, hermano!
Sin embargo,
cuando su llanto se calmó, Theodore la cargó y se dirigió a la cama. Acostó a
Celia en la cama, en cuanto se quitó la ropa, se subió encima de ella,
presionando su esbelto cuerpo con su fornido cuerpo. El cuerpo de Celia quedó
aplastado entre la cama y el cuerpo robusto de su hermano, y fue incapaz de
moverse.
—¡Ah, Celia!
Su hermano,
sujetando su largo pilar, acarició lentamente su hendidura. De repente, lo
metió con fuerza dentro de ella. —¡Ah!— El grueso eje abrió lentamente el
estrecho pasaje y llegó a lo más profundo.
El jugo de amor
empujado por el pene empapó sus testículos. Y en tal estado penetrada, Celia no
podía moverse, y no tuvo más remedio que soportar la presencia de esa cosa
dura.
Se desesperó al
darse cuenta de que había cometido una vez más un acto impío con su hermano
mayor, y rezó a la diosa para que la perdonara. En ese momento, seguía siendo
yo. Theodore besó su tierno hombro y empezó a mover las caderas con fuerza.
—¡Ja! ¡Ah!
El pilar de carne
que estiraba las tiernas paredes como si fuera a rasgarlas se abalanzaba,
deslizándose hacia atrás y luego cuando volvía a empujar hacia adelante.
Debajo... Un sonido húmedo, como si la estuvieran golpeando con un garrote
enorme, resonaba por la habitación. La penetraba como si quisiera destrozarla.
Mientras Celia
temblaba incontrolablemente, con lágrimas corriendo por su rostro por el
intenso placer, Theodore lamía sus mejillas empapadas de lágrimas pellizcando
sus preciosos pezones rosados entre sus dedos. Frotó y pellizcó al ritmo de
cada embestida con su gruesa polla.
—¡Eh, ah, ugh!
¡Ahhhh!
Celia sintió una
ardiente sensación extendiéndose por sus pechos y cerró los ojos con fuerza. El
placer vertiginoso la invadía por completo. Inconsciente frotaba su cuerpo
caliente contra el cuerpo de su hermano.
—¡Eh! ¡Ugh...!
Theodore dejando
escapar un profundo gemido, se apartó de su cuerpo y se incorporó. Luego la
agarró por las rodillas y comenzó a embestirla más profundamente. Su cintura se
dobló y su estómago se contrajo.
Ahora, su enorme
pene la penetraba verticalmente. El glande hurgaba hasta el fondo, junto al
grueso falo que raspaba su interior, penetrando más profundamente de lo
habitual, perforando su tierno interior.
—¡Ah, ah, ah...!
La intensa
sensación la hizo sentir como si fuera a perder la cabeza. Sintió que iba a
derrumbarse. ¡Cómo podía ser tan bueno!
—¡Oh, ah, Bunny,
ah... Ja, ah, qué debo hacer, ah-eung, ah...!
Celia gritaba
moviendo la cintura. Aferrandose a sus fuertes brazos presa del pánico,
clavándole las uñas y llamando desesperadamente a su hermano.
—¡Pum, pum, pum,
pum!
—¡Ahhh!
Echó hacia atrás
su cabeza involuntariamente cuando el placer alcanzó su punto máximo. En ese
momento, él no pudo contenerse más y movió las caderas más rápido. Un instante
antes de que sus ojos se volvieran blancos y luego negros. Ja... Su hermano
empujó sus caderas más rápido y más fuerte. Pronto, su pene enrojecido comenzó
a eyacular, llenándola por completo.
***
Después de ese
día, Celia se encerró en su habitación y se negó a salir. También mantuvo a su
criada personal, Becky, a su lado para evitar que Theodore la violara de nuevo.
Pero al final, no sirvió de nada.
—¡Uf!
Celia frunció el
ceño suavemente mientras se quedaba profundamente dormida. Era extraño. El
calor que subía desde lo más profundo de su vientre perturbó su sueño.
—......Mmm.
Algo andaba mal,
y no podía abrir bien los ojos. Se culpaba por lo que había pasado con su
hermano, algo que nunca debería haber pasado, y sufría tanto que no pudo dormir
durante días, así que no quería despertar. Algo pesado le oprimía todo el
cuerpo...
Intentó escapar
de la presión, pero el intenso calor que había sentido desde antes parecía
envolverla, ardiendo ferozmente. Instintivamente presintiendo el peligro, Celia
abrió los ojos de repente. Y allí lo vio. Nada menos que su hermano mayor,
Theodore, montado sobre ella, embistiéndola.
Sintió como si le
hubiera caído un rayo y miró a su hermano con horror, pero él sonreía con los
labios sobre su pecho frotandolos con la punta de la nariz.
—Por fin
despiertas.
Se le puso la
piel de gallina. Estaba tan abrumada por la surrealista situación que perdió la
cabeza y luego se giró para buscar a su criada, Becky. Pero Becky estaba
tumbada en el sofá, profundamente dormida.
—¡Ah, fuera!
¿Qué... le hiciste a Becky...?
—No te preocupes.
Solo se tomó una pastilla para dormir.
Celia estaba
realmente impactada por las palabras de su hermano. ¿Por qué está tan
obsesionado conmigo? En ese momento sintió
su enorme polla retorciéndose clavándose dentro de ella.
—¡Ah... Ahh!
Celia forcejeó
para zafarse de su hermano, pero Theodore apretó su esbelta cintura y la sujetó
con más fuerza mientras la embestía con ella intentando escapar. Su fuerza era
inimaginable. Pero eso no la detuvo. Celia luchó con todas sus fuerzas, arañó y
empujó a su hermano. Al cabo de un rato, finalmente la soltó.
Presa del pánico,
Celia se arrastró fuera de la cama. En cuanto llegó al suelo, se levantó e
intentó escapar. Sin embargo, una mano fuerte la agarró de la mano y la atrajo
hacia él, quien ya se había bajado de la cama.
Cuando Celia cayó
sobre él, la agarró por la cintura y la levantó, luego se arrodilló y se colocó
detrás de ella. Celia negó con la cabeza mientras le golpeaba los muslos con
los puños.
—¡Ay, Dios mío!
Lloró, diciéndole
que no hiciera eso, que no estaba bien. Pero no había manera de que la soltara.
Frotó la entrada de su coño, ya húmeda, con su grueso glande varias veces como
para calmarla, y luego metió el grande en la abertura.
—¡Mmm, ah...!
La gruesa polla
se hundió profundamente como si quisiera apuñalarla hasta el estómago.
Poniéndole la piel de gallina dondequiera que rozará, presionando contra sus
paredes internas. Los ojos de Celia se abrieron de par en par, sorprendida,
mientras sus muslos temblaban.
—¡Maldición, se
siente tan bien!
Theodore
sonriendo dijo con amargura, hundiendo su miembro en el cuerpo de su hermana
Celia.
¡Ja, si hubiera sabido que esto pasaría, la habría poseído cuando sus
pechos planos se volvieron regordetes como melones maduros!
Lamentando el
tiempo perdido, embistió con más fuerza. Mi linda y encantadora Celia es
hermosa. Mientras follaba el coño de su hermana, Theodore no sintió culpa ni
remordimiento, ni siquiera un instante de vacilación. Sintió una profunda
euforia al ver que el acto pegajoso y explícito que sólo había imaginado con
Celia, a quien tanto había deseado, ahora se hacía realidad.
—¡Hwat, hwat,
fuera...!
Al ver a Celia
tumbada en el suelo llorando, Theodore pensó con seriedad.
¿Cómo podría poseerla para siempre?
... Era grande,
metí mi pene en el estrecho agujero y levanté la cabeza. Extendió la mano,
pellizcó y retorció sus hinchados pezones, saboreando el caliente, húmedo y
pegajoso agujero de su coño. Entonces, de repente, sonrió de forma extraña
Sí, había una manera...
Sintiéndose mejor
ahora que el problema estaba resuelto, empujaba su pene contra la pared
interior con tanta fuerza que se podía escuchar los embistes ¡bang! ¡bang! ¡bang! Celia echó la
cabeza hacia atrás y dejó escapar un grito. Después de un rato,
—¡Uf, guau!
Theodore, que
seguía penetrando chocando sus testículos contra su coño, eyaculo por primera
vez, colocó sus manos bajo la cadera de Celia y la levantó. Sujetando las
deliciosas nalgas de su hermana comenzó a embestirla de nuevo. El grueso miembro
separando su carne la penetraba profundamente.
—¡Ahh! ¡Oh,
hermano! ¡Ahh, ah!
Cada vez que la
penetraba, la linda y adorable Celia temblaba y se retorcía. Su rostro tuvo una
expresión indescriptible por un instante, y al siguiente, derramó lágrimas ardientes
de sus tiernos ojos.
En la oscuridad
de la noche, los dos cuerpos se entrelazaron. Los sonidos lascivos y los gritos
de éxtasis resonaron por toda la habitación. El placer que sentía con cada
embestida que llegaba hasta su útero, era tan abrumador que Celia no pudo
evitar gemir sin parar.
«Por favor, detente...», aunque ella le suplicó cientos de veces, su
hermano nunca se detuvo ni bajó la intensidad. En cambio, continuó embistiendo,
llenándola de su calor. No se detuvo hasta que sus frágiles extremidades se
contorsionaron salvajemente.
***
El primo de
Theodore, Edward, vivía en la pobreza, a diferencia de su familia. Hasta cierto
punto, eran tan pobres que tenían que preocuparse por su próxima comida. Estaba
tan desesperado porque no veía la manera para poder ganarse la vida.
Estaba en tal
situación porque su padre, el barón Meyer, era adicto al alcohol y al juego.
Malgastó toda la fortuna familiar y ahora se encontraban endeudados, y eso
fue lo que lo llevó al borde de la
locura.
Vivía una vida
infernal, luchando contra la pobreza. Un día, mientras soportaba sus penurias
diarias, un sirviente de la familia de Theodore fue a buscarlo.
—¿Qué? ¿Lord
Theodore quiere verme?
—Sí.
Fue algo
asombroso, dado que, aunque eran primos, apenas se habían visto unas pocas
veces en toda su vida. Convocado así, Edward fue a ver a Theodore. Al llegar a
la enorme mansión y observar la extensa finca que la rodeaba.
Edward se sintió
intimidado incluso antes de conocer a su primo Theodore, abrumado por la
magnitud de todo aquello, incomparable con su humilde entorno.
—Bienvenido, Lord
Edward.
Siguiendo las
indicaciones del sirviente, entró en el estudio, donde Theodore le dio una
cálida bienvenida, como si fuera un viejo amigo.
¡Qué amable de su parte al recibirme tan cálidamente!
Edward estaba
simplemente nervioso. Aunque no entendía la situación, Edward forzó una sonrisa
incomodo y se inclinó cortésmente ante Theodore.
—¿Debió de ser un
largo viaje?
—Oh, sí...
—Sentémonos y
hablemos un momento.
Siguiendo la
sugerencia de Theodore, se sentaron uno frente al otro en la mesita de té en el
estudio. Un sirviente que esperaba se fue y trajo rápidamente té caliente y
bocadillos. Al cabo de un rato, cuando el sirviente sirvió el té en sus tazas y
se fue, Theodore sonrió amablemente en silencio y le ofreció que bebiera.
—Adelante.
—Ah, sí.
Edward, que había
estado absorto observando la expresión de Theodore, cogió la taza de té. Luego
tomó un sorbo en silencio, sin dejar de observar el rostro de Theodore,
nervioso.
—Por cierto,
¿puedo preguntar por qué pidió verme?—, preguntó con cautela mientras dejaba la
taza de té. Entonces, Theodore también dejó su taza y habló directamente, ya
que no era de andarse con rodeos. ¿Qué
demonios le iba a decir? Edward tragó saliva con nerviosismo. Estaba tan
tenso que sentía un nudo en la garganta. Pero...
—Quiero que te
cases con mi hermana menor, Celia.
Edward se quedó
sin aliento ante la inimaginable petición. ¿Qué?
¿Qué dijo? ¿Casarme con Celia? ¿Casarme con Celia, quien es reconocida en todo
el país por su belleza y es adorada por su familia?
Incluso si
alguien de una prestigiosa familia noble, reconocida por otros nobles, le
propusiera matrimonio, esta noble y antigua familia probablemente respondería
con indiferencia. Sin embargo, ¿le estaba
proponiendo que se casara con ella, un primo sin dinero, sin título a un simple
noble nominal? ¿Por qué, por qué demonios? Estaba seguro de que había oído mal.
—...¿Eh?
Disculpe, ¿podría repetirlo?
—Quiero que te
cases con Celia.
Su voz grave y
profunda confirmó una vez más que había oído bien. Incapaz de comprender lo que
había oído, miró fijamente a Theodore, quien continuó.
—Si haces caso a
mis palabras, yo, como señor de esta casa, saldaré la deuda que tu padre, el
barón Meyer, tiene en tu lugar.
¡Pensar que no solo se casaría con Celia, sino que también saldaría
sus deudas! La oferta era tan generosa que me dio escalofríos. En ese momento,
supe instintivamente que una oferta así debía tener condiciones.
—¿Cuáles son las
condiciones?
Theodore sonrió
tranquilamente ante la pregunta de Edward.
—Qué bien que
seas astuto.
La siniestra
sonrisa puso a Edward aún más nervioso.
—Aunque te cases
con Celia, tienes prohibido compartir su cama.
—... ¿Que?
—Tienes prohibido
dormir con ella.
Tiene prohibido
dormir con ella. Edward abrió los ojos de par en par, sorprendido, ante sus
palabras inauditas.
—Y una cosa más,
incluso después de casarte, debes permitirme seguir visitando
frecuentemente a Celia.
De ninguna manera... Edward entrecerró los ojos en ese instante. Había
oído rumores de incesto, especialmente relaciones obscenas entre hermanos, que
se llevaban a cabo en secreto, pero Edward frunció el ceño al pensar que el
hombre frente a él y su hermana menor pudieran tener ese tipo de relación.
—¿Qué te parece?
¿Aceptarás mi propuesta?
Esta era
claramente una propuesta insultante. Pero estaba en una situación desesperada.
En una situación en la que podría respirar más tranquilo si tan solo pudiera
pagar la deuda de su padre, pensó: ¿Qué
importa si es un insulto o lo que sea?
Aun así, no se
atrevía a hablar. Mientras Edward permanecía en silencio con expresión seria,
Theodore, que lo había estado mirando fijamente, le lanzó otro cebo con
indiferencia.
—Ah, sí, Celia
quiere vivir en paz, primero debemos deshacernos del barón Meyer.
Edward aguzó el
oído al oír esas palabras.
—...Eh, ¿cómo?
—Podemos enviarlo
a Bethlem.
El infame
hospital psiquiátrico del imperio, Bethlem. Edward, lleno de resentimiento y
odio hacia su padre, no pudo evitar estremecerse al oír la palabra «Bethlem». Sin embargo, si las cosas
seguían así..., tanto su madre como él terminarían en la ruina tarde o
temprano.
—También te
mudaras a una nueva casa y yo seré quien cubrirá los gastos de manutención cada
mes.
Ante esas
palabras, Edward tragó saliva. La oferta era más que un cebo tentador; era casi
como si le estuviera entregando a la gallina de los huevos de oro. Edward
finalmente no tuvo más remedio que aceptar.
Theodore, que
observó cada reacción de Edward sonrió con una amplia sonrisa, tocó el timbre
para llamar a un sirviente. Cuando el sirviente entró en el estudio, le dijo
que trajera a Celia. Unos momentos después, Celia entró en el estudio.
¡Oh, cómo puede alguien ser tan hermosa!
Edward quedó tan
cautivado por su encantadora belleza que se perdió en su presencia. Cuando
Celia se acercó, se levantó sin darse cuenta y la miró con expresión aturdida.
Theodore frunció
el ceño ante el comportamiento de Edward, pero rápidamente recuperó la
compostura y los presentó.
—Celia, saluda.
El es Sir Edward, es quien se casará contigo.
Celia parecía
tener algo que decir, pero pronto adoptó una expresión resignada y saludó a
Edward.
—Hola, Sir
Edward. Hacía tiempo que no lo saludaba.
—S-sí, realmente
ha pasado mucho tiempo.
La última vez que
la vi fue hace unos cuatro años.
La joven Celia
era guapa y muy atractiva, pero ahora que había crecido y madurado, era
deslumbrantemente hermosa. Edward se quedó sin palabras al pensar que una dama
tan noble, con aspecto de diosa, se convertiría en su esposa. Y en ese momento,
comprendió plenamente por qué Theodore no podía evitar desear y codiciar a su
propia hermana menor.
***
Fue una boda
modesta a la que solo asistieron unos pocos parientes cercanos y amigos. La
gente del imperio que no fue invitada a la boda hablaba entre sí. Decían que
Celia, quien había tenido una boda de lo más extravagante, se había casado con
el hijo de un barón pobre, un partido poco atractivo, por Edward. Quien con su
impresionante apariencia, había seducido a la inocente Celia para salvar a su
pobre familia.
En fin, después
de la ceremonia, se celebró una fiesta. La fiesta fue modesta. No, para ser
sinceros, el ambiente era incómodo, incluso miserable. Aunque habían asistido a
regañadientes a la ceremonia nupcial de Celia debido a la insistencia de su
hijo mayor, Theodore, la madre y los hermanos de Celia, quienes no podían
aceptar sinceramente este matrimonio, abandonaron la fiesta poco después de
llegar.
El silencio
pronto envolvió el lugar. Una sonrisa amarga se dibujó en los labios de Edward.
Theodore, quien lo había estado observando en silencio, le dio una palmadita en
el hombro.
—Cuñado, lo
hiciste bien.
—Necesito que me
prestes a Celia por un momento, ¿te parece bien?
¿Por un momento?, me pregunto por qué su rostro, con una suave sonrisa, parecía tan
siniestro. Realmente sería solo por un momento, pero aunque pensara así, no
puedo evitarlo. Edward asintió a regañadientes.
Entonces Theodore
agarró a Celia por la muñeca y la levantó. Luego la llevó al anexo a un lado de
la mansión, diciendo que deberían tener una boda de verdad. Mientras su hermano
la arrastraba, Celia hizo todo lo posible por ocultar sus complejos
sentimientos.
No pasa nada.
Esperaba que esto pasara, así que no fue una sorpresa. Lo supe instintivamente
porque dormía con mi hermano todos los días sin falta. Sabía que, hiciera lo
que hiciera, nunca podría escapar de él... Y por mucho que se esforzara, solo
podía resignarse al ver que ya no podía escapar.
Una vez que me
rendí, pude aceptar el placer que sentía en mi cuerpo. En algún momento, no
pude contener la excitación que me desbordaba y comencé a mover las caderas sin
darme cuenta.
La movía de
arriba abajo, soltando fuertes gemidos. Así que no se sorprendió cuando
Theodore dijo algo inimaginable, algo que sería castigado por la diosa.
[Celia, me casaré contigo pronto.]
[¿Casarme?... ¿Contigo?]
[Sí.]
[Conseguí un sustituto para que te cases con él en mi lugar, y ese
día, tú y yo tendremos una boda de verdad.]
Ja, pensé que era
ridículo, ¡nunca imaginé que sería capaz de hacer algo como esto! Sentí lástima
por mi primo Edward, a quien mi hermano y yo sacrificamos.
Al entrar en el
anexo, Celia dejó escapar un profundo suspiro de resignación al ver al sacerdote
esperándolos. Se celebraron dos bodas este día, con una novia y dos novios...
No había nada que pudiera hacer en ese momento. Solo podía rezar a la diosa
para que los perdonara a ella y a su hermano.
Así, Celia
intercambió votos matrimoniales con Theodore ante el sacerdote, en un ambiente
solemne y reverente. Poco después de que la ceremonia terminara y el sacerdote
saliera del anexo, Theodore agarró con urgencia el vestido de novia de Celia.
¡Rasg! La falda del vestido de Celia, por debajo de la cintura, estaba rasgado.
—¡Oh, hermano!
En cuanto vio la
ropa interior nupcial bajo su vestido, también la rasgó. Al quedar expuesta su
vagina, hizo que rodeara su fuerte cuello con los brazos, y la levantó en el
aire, sujetándola por las nalgas con ambos brazos. Mientras su cuerpo flotaba
en el aire, forcejeando, su pene lo alineó con su coño.
—... ¡Fuera, ah!
El pene rojo de
su hermano, duro como una estaca de hierro, la penetró, atravesando sus
entrañas de un solo golpe. ¡Dios mío, qué es esto después de una ceremonia
nupcial sagrada!
Sin embargo,
Celia no pudo detenerlo. Sabía que aunque dijera que no, no funcionaría. Así
que, mientras las lágrimas corrían por su rostro, se mordió el labio y
simplemente soportó los feroces movimientos de su hermano mientras él la
embestía profundamente.
—¡Ahh! ¡Uh!
Mientras estaba
enredada con su hermano en este acto lascivo, sintió la mirada ardiente de
alguien. Giró la cabeza hacia donde sentía la mirada, y se encontró con los
ojos de Edward. Celia se quedó paralizada, y Theodore se giró y miró fijamente
a Edward.
—¡Huck!
Ante esta
repentina situación, Celia se sintió angustiada y no sabía qué hacer, pero su
hermano solo se rió entre dientes. Entonces, como para presumir ante Edward,
comenzó a embestirla salvajemente con más fuerza.
—¡Ah, ah!
—¡Pum, pum, pum! ¡No, no...!
Mientras su
estómago temblaba y se encogían los dedos de sus pies. Celia se sumió en el
placer, era incapaz de pensar con claridad, ante los gestos despiadados de su
hermano. Pero entonces... Edward, que los observaba con el rostro enrojecido
por la excitación, se bajó los pantalones, sacó su pene y comenzó a
acariciarlo. Se acarició el pene erecto con una mano mientras se masajeaba el
escroto con la otra.
Miraba fijamente
a los hermanos que estaban fornicando. Sacando la lengua lamiendo el labio
inferior mientras se masturbaba de arriba abajo el hinchado falo hasta el
prepucio. Incluso entonces, Theodore susurró dulcemente al oído.
Le pidió que
jurara amor y obediencia eternos. Empujando su polla como un perro en celo,
Celia maldijo y respondió —Si— con un gemido. Edward, que escuchó la maldición,
en sintonía con la situación de Theodore, eyaculó vigorosamente.
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