Confinamiento en el dormitorio Capitulo 1.-Declaración de separación

Era una tarde perfecta soplaba suavemente el viento frío, no caliente y era la hora del té. En la mesilla había una bandeja de plata llena de deliciosos postres y servido en una fina taza de porcelana, té negro de primera calidad. Además, frente a ella estaba sentado el hombre más hermoso y perfecto, su amante, el Duque Edmund Serwell.

El hombre era tan guapo, que era un atrevimiento llamarlo su amante. Edmund tiene una sensual mirada, cada vez que la miraba mientras bebía su té la hacía estremecerse. Estaba sentado tranquilamente recargado en el respaldo con una pierna cruzada. Su aspecto era el de un gran aristócrata, sumamente cómodo rebosante de dignidad.

Un rostro, el cual retratistas hacían fila esperando poder hacer una pintura, era una obra maestra de proporciones perfectas dada por Dios. Unos oscuros ojos azules, que le hacían recordar la profundidad y la quietud de un lago, un brillante y hermoso cabello rubio platinado perfectamente peinado. Incluso su expresión lánguida e indiferente eran solo una pieza más que completaba su perfecta apariencia.

Diana ahora estaba tomando el té, en el salón de té del meticuloso, escultural y venerable Duque de Serwell. El gran aristócrata a quien todo el mundo admiraba.

La dulce hora del té con su amante quien prometía ser el mejor partido. 

Como era costumbre Diana solo tenía que subir y sentarse cómodamente en el carruaje que él enviaba por ella. Tenía que ir vestida con el vestido, sombrero y zapatos que él mismo elegía. Cada vez que Diana iba a la residencia del Duque de Serwell, su prima Agnes armaba un gran escándalo y aplaudía sin parar.

—¡Oh, Dios mío! Nadie ha sido alguna vez invitado a la casa del Duque. Él te ve ya como su futura esposa.

Pero en realidad Diana tenía un peso en el corazón.

—Tengo algo que decirte.

Ya lo había retrasado varios días. No podía decirlo apresuradamente porque él era su pareja.

Si no es hoy, ¿cuándo podre decirlo?

—¿No te gusto el té?

—Oh, no.

Tartamudeando como una tonta, Diana se mordió el labio.

—Apenas lo has bebido.

Los fríos ojos azules del Duque miraron la taza de té en la mano de Diana.

—No, es delicioso y fragante se envuelve en la punta de la lengua…

Diana rápidamente tomó un sorbo de té, balbuceando. Tenía un rico sabor, era una mezcla especial de té que solo podía conseguir el Duque, envolvía la punta de mi lengua.

—O tal vez lo que no te gusto fueron los pasteles o los bocadillos...

—¿Es posible? Son tan bonitos que es un desperdicio comerlos.

Diana tomó su tenedor y cortó un trozo del tamaño de su palma de pastel de fresas y se lo llevó a la boca. Debido a que fue demasiado apresurada, el trozo de pastel con una linda rosa de crema sabor a fresa cayó sobre su vestido.

El trozo de pastel cayó sobre su vestido amarillo (color piolín) embarrándose de forma espantosa. Mientras Diana entraba en pánico, Edmund limpio cuidadosamente el vestido con su pañuelo. El pañuelo cuidadosamente doblado rápidamente se ensucio de crema pastelera.

Z (jajaja no pude resistirme)

—Lo siento, discúlpame...

Diana murmuró sonrojándose.

—¿Qué quieres decir?

Entrecerró los ojos y sonrió.

—Ensucie tu pañuelo…

Edmund rio divertido ante su respuesta.

—Entonces, ¿por qué no me haces uno?

—Oh eso es...

Se mordió el labio en lugar de decir que lo haría.

—Pensé que regalarle un pañuelo a un amante era un regalo aburrido, pero si lo hace la señorita Diana, estaría feliz de llevarlo conmigo.

Diana dudo antes de responder.

—Lo haré... Pero por favor prométeme.

—¿Qué?

—No me darás ningún regalo a cambio.

—¿Qué quieres decir?

—Siempre me compras cosas que son varias veces, o decenas de veces más caras de las que yo te regalo. No quiero que lo hagas. La última vez que perdí mi pañuelo, fue así...

Diana perdió su pañuelo, el que siempre había llevado desde niña cuando salió a navegar con él. De regreso ese día, Edmund pasó por una tienda y le compró un pañuelo con un bordado muy bonito. El pañuelo no fue lo único que le compró ese día. Le compro todos los artículos caros y bonitos de la tienda.

Una caja de música hecha de cristal decorada con alondras doradas, que toca una hermosa melodía cuando giras el resorte, una sombrilla bordada con rosas de hilo de oro y una muñeca de porcelana vestida con un fino vestido con cinta de colores, fueron empacados cuando lo ordeno. Los regalos, que habían sido pagados y empaquetados antes de que ella pudiera siquiera disuadirlo, fueron enviados inmediatamente a la mansión de la Vizcondesa Pamina, la tía de Diana.

—Eso fue porque perdiste tu pañuelo por mi culpa.

—No fue por culpa del Duque. Fue mi error. No tenías que comprarme un regalo... ... mi tía y Agnes estaban perdidas, diciendo que había recibido demasiado.

—¿Son una carga las cosas que te doy?

—Bueno, yo

Se mordió el labio varias veces, no sabía que decir.

—Pediré que te preparen otro vestido. Probablemente lo tengan listo para cuando la señorita Diana regrese a casa.

—No tiene que hacer eso, Duque.

Diana negó a toda prisa.

—Mi tía se asusta cuando vuelvo a casa usando otro vestido...

—¿Porque es malo para tu reputación?

Edmund completó su oración. Diana se sonrojó ante sus palabras que dieron en el clavo.

—Por cierto, ¿la Vizcondesa Pamina no se fue a descansar a la isla?

—Bueno, eso es cierto, pero...

Diana estaba un poco sorprendida de que Edmund lo supiera. ¿Cuándo le dije que mi tía se fue de viaje a la isla? Diana rebuscó en su memoria en ese momento.

—La señorita Diana me lo dijo antes.

—Oh sí.

Como si leyera sus pensamientos él fue el primero en responder.

—De todos modos...  me dejaré el vestido como está.

—Está bien.

Él asintió mansamente. Diana dejó escapar un pequeño suspiro y abanicó sus manos mientras él se volvía a sentar. De repente, sentí que la temperatura a mi alrededor había subido bruscamente.

—¿Hace calor?

—Oh, no...

Diana, sin saber qué hacer, juntó las manos. Estaban pegajosas. A diferencia de Edmund, que era sofisticado y urbano, ella era solo una mujer del campo que llegó a la ciudad. Era cierto que cada momento con él era como un sueño, pero también se sentía incómoda como si llevara un vestido demasiado ajustado.

—¿Se fue la Vizcondesa Pamina con la señorita Agnes?

—Sí, les encantó la idea de viajar en un crucero.

Mi tía la Vizcondesa Pamina se fue repentinamente de vacaciones junto con su hija Agnes, mi prima, hace unos días.

La Perla del Océano nos llevara a la isla. El crucero propiedad del Conde Collan es un gran crucero que es llamado a su vez un paraíso en el mar, incluso el Imperio reconoce el negocio marítimo del Conde Collan. Los boletos son difíciles de conseguir, pero por suerte llegaron a mis manos. Además, ¡es en primera clase!

La Vizcondesa Pamina lució emocionada todo el tiempo que estuvieron preparándose para el viaje. El lujoso crucero era objeto de envidia incluso entre los nobles.

No era fácil conseguir un boleto ni por ser noble y tener dinero. Conseguir un boleto en primera clase era una feroz batalla ente los nobles, y esto era porque se decía que todos estaban reservados y la lista de espera era enorme. Habiendo ganado boletos en primera clase, el ego de la Vizcondesa Pamina se elevó hasta el cielo sin que se diera cuenta.

Originalmente, Diana también estaba en el programa, pero la Vizcondesa se fue de viaje dejándola sola, diciendo: ¿Cómo puedes irte de la capital sin el Duque?

No olvido decirle que disfrutara de sus citas al máximo mientras ella estaba fuera con su prima, pero al contrario de lo que pensaba su tía Diana estuvo bastante libre estos días, eclipsando la consideración de su tía. Incluso antes de que su tía se fuera de vacaciones las veces que tuvo una cita con el Duque las podía contar con una mano. 

Le había sugerido que disfrutara de sus citas al máximo porque ella no se interpondría como si la sugerencia fuera que disfrutara de un encuentro caluroso con el Duque y que dejara que la abrazara con fuerza. Pero lo que su Tía no sabía era que su sobrina no tenía esa clase de talento.

—¿Cuándo regresara la Vizcondesa Pamina?

—Mi tía probablemente volverá en una semana.

—Estarás sola en la mansión, ¿no tienes miedo?

—Estaré bien. Hubo muchas ocasiones en las que estuve sola en el campo.

—Debes haberte sentido decepcionada porque no te llevaron de vacaciones y te dejaron sola en la mansión.

—No fue así. Mi Tía solo fue muy considerada conmigo.

Agregó Diana, en caso de que el Duque malinterpretara las acciones de su Tía, ella no la discrimino dejándola sola para irse de vacaciones si así fuera no la habría invitado a la capital en primer lugar, no le habría enseñado y vestido o buscado un novio aristócrata.

Edmund entrecerró los ojos ligeramente mirando a Diana, quien agitaba las manos queriendo proteger a su tía.

—¿Sabes qué?

—¿Que?

—Que es la primera vez que me pides que nos reunamos.

Diana lo miró fijamente, sin palabras. Fue porque Edmund le recordó el motivo por el que pidió esta reunión.

—Fue agradable que me invitaras a una cita.

Como él dijo, la cita fue a pedido de ella.

No sé cuánto tiempo había pasado desde que nos sentamos así, cara a cara. Edmund parecía bastante ocupado estos días, por lo que no tuvo tiempo para reunirse con Diana. Entonces, por primera vez desde que lo conocí me armé de valor y pedí una cita. Tenía algo que quiero decirle así que pensé que si lo seguía posponiendo me quedaría sin tiempo.

Tan pronto como Edmund recibió su carta, la invitó a su residencia en el ducado para tomar el té juntos.

 —… Gracias por tomarte el tiempo.

—¿Gracias? No creo que sea una palabra que se diga entre amantes.

Preguntó, inclinando la cabeza.

—Parecías bastante ocupado estos días así que pregunte si podría tomar algo de tu tiempo.

Ante eso, dejó escapar una pequeña risa.

—¿Puedo escuchar las quejas de mi amante?

—que...

Diana bajó la cabeza con la cara roja. Me avergonzaba pensar que haya sonado así.

Qué inmadura me hable escuchado.

—Y todo este tiempo la señorita Diana pareció haberse olvidado de mí.

—...¿Qué?

Los ojos de Diana se abrieron por la sorpresa.

—Nunca me contactaste, ¿verdad? Te dije que podías contactarme en cualquier momento a través de Osborne.

Osborne era su leal mayordomo.

—Escuché de Osborne que no te habías puesto en contacto con él hasta ahora.

—Eso fue…

Porque parecías ocupado y no quería molestarte.

Edmund era el jefe del ducado de Serwell y dirigía varios negocios de la familia. Había estado ganando dinero con varios negocios propios, aunque la fortuna que había heredado era suficiente para gastarla en tres vidas. Sus habilidades comerciales eran bastante buenas, y algunos incluso predijeron que los activos del Duque de Serwell superarían a los de la familia real.

Era un gran y maravilloso hombre su amante.

Entonces era natural que esté ocupado pensaba que no tenia tiempo para verla o de salir con ella. Por eso ella se estaba preparando mentalmente.

Ahora ha llegado el momento de ponerle fin.

—En realidad, acabo de comprar un castillo.

—¿Un castillo…?

—Escuché que fue construido hace más de cien años. Planeo comprarlo y remodelarlo para usarlo como una villa.

La gente normal nunca hubiera pensado en eso. Comprar un castillo en sí era sorprendente pero remodelar y reparar un castillo para hacerlo más habitable era costoso.

—Ya casi está terminado.

—De verdad... Creo que eso es asombroso.

Debe ser un gran y hermoso castillo si él lo eligió.

—La aguja y los muros de piedra son hermosos. Está en lo profundo del bosque, por lo que la gente rara vez lo visita, por lo que es un buen lugar para pasar un tiempo a solas.

Cállate, Diana lo pensó particularmente fuerte. Edmund probablemente quiera pasar su tiempo tranquilo y a solas sin que nadie lo moleste.

—¿No quieres verlo?

Cuando preguntó con una sonrisa, Diana sintió un dolor que subía desde lo más profundo de su corazón. Diana respondió después de tragar saliva seca como si estuviera buscando una respuesta.

—Sí, quiero ir.

Pero no sucederá. La invitación solo fue por cortesía.

—Entonces, ¿qué quieres decirme?

—Su...

Diana respondió casualmente y entró en pánico.

—¿Qué?

El rostro sonriente de Edmund fue capturado en sus ojos redondos.

—¿Cómo supiste?

Que estuviéramos hoy tomando el té fue simplemente porque yo lo pedí. Pedí reunirme con él a través de su fiel mayordomo y poco después fui invitada a tomar el té en su residencia. Pero él me habla como si pudiera ver a través de mí.

—Tiendes a mostrar tus pensamientos en el rostro, señorita Diana.

Él sonrió y tomó su pañuelo.

Él está constantemente observándome y me sentía avergonzada, lo que hoy voy a decirle no es para nada agradable, por lo mismo no sabía cómo empezar pero al final fui atrapada por él.

—Dejemos de vernos.

Diana dijo rápidamente. Seguía avergonzada por las repentinas palabras.

—¿Señorita Diana?

Él ladeó la cabeza y la miró. Su rostro que siempre esta tan tranquilo como la superficie del lago parecía un poco avergonzado. Era comprensible. Ahora está pateando al mejor hombre de este imperio.

No lo entenderían. Me estoy quedando sin aliento.

—Así es como siempre me llamas, dulce, pero muy formal… El Duque improviso ante toda esa gente, simplemente para salvarme de mi problema...

En el primer baile de máscaras al que asistí, casi estuve a punto de ser abusada sexualmente. Fue nada menos que Edmund quien me salvó de lo que podría haber sido un fatal accidente para una joven que acababa de debutar en el mundo social. Además incluso mintió de buena fe a las personas que se avergonzaron al ver su ropa desordenada diciendo que ella era su amante.

Así fue como su relación comenzó con una mentira y solo ellos dos lo sabían.

—Debido a eso, la reputación del Duque se dañó...

—¿Mi reputación?

Preguntó, frunciendo el ceño.

—El Duque estaba impaciente… Y dejo malinterpretar que fue quien lo hizo. Como una consideración hacia mí.

Sentí como si todo mi cuerpo se encogiera cuando traté de recitar cada palabra por mi cuenta.

—Así que es hora el momento de arreglarlo.

—Ent…

—Eso no.

Edmund la interrumpió. Habló amablemente como siempre, pero de alguna manera lo sentí algo frio.

—Tengo curiosidad acerca de los pensamientos de la señorita Diana.

Diana se quedó sin palabras debido a sus ojos suavemente curvados, pero luego dijo los pensamientos que había estado callando todo este tiempo, no podemos ser amantes, no podemos convertirnos en marido y mujer.

—El Duque necesita encontrar una mujer que sea mejor que yo. Y yo también… quiero encontrar a un hombre que me cuide y me ame, y con el que pueda vivir una vida normal.

—Todos los aristócratas de alto estatus tienen varios gobiernos. (Amantes)

Todas y cada una de las palabras que dijo Agnes mientras suspiraba en el pasado le atravesaron el corazón como una daga. A diferencia del campo donde nació y creció, el mundo social de la capital era un lugar donde a menudo los hombres e incluso las mujeres tenían un amante aun después de casarse.

Mejor dicho era un mundo donde las personas que son fieles a sus esposas o esposos eran tratados como aburridos y carentes de habilidades. Además, era un hombre demasiado bueno para que pudiera casarse con él. Era el caballero más codiciado para tenerlo como esposo.

Comparada con este hombre, ella era una mujer de clase baja e imperfecta. Puede tener una relación romántica con el Duque, a quien todos admiran, por un corto tiempo pero ella nunca sería una buena esposa. Aun así, decidió no ser pesimista sobre su situación.

Aunque nació siendo hija de una familia pobre de nobles caídos, fue criada por unos amorosos padres, y estaba acostumbrada a sentir el amor de una familia al vivir en una casa donde la risa nunca cesaban, a pesar de que no tenían mucho dinero.

Sin vestidos elegantes, sin joyas deslumbrantes para adornar la cabeza y el cuello, sin lujosos carruajes que la lleven al baile. Pero estaba bien. Ella estaba iluminando su camino a la felicidad a su manera.

Volveré a casa.

En primer lugar, no tenía para pagar una dote y el estatus de su familia era insignificante, por lo que supo de inmediato que tratar de encontrar a un buen esposo en la capital era en sí solo un sueño. Los meses pasados ​​como amante del Duque de Serwell los recordaría como un bello sueño. La familia de Diana pudo asistir a fiestas y bailes organizados por la alta aristocracia, algo con lo que jamás podrían soñar. Vestido que llevara se convertía en tendencia social. Ella no era Cenicienta, pero se sentía así. Lo que todos envidiaban no eran los vestidos o las joyas que llevaba sino al hombre parado justo al lado de ella. Una relación formada por un accidente inesperado.

Pero poco a poco se dio cuenta, con el tiempo, de que el lugar a su lado, ella no era quien debería estar. La sofisticada vida social y la atención de las personas que se derramaban solo porque era la amante del Duque era una carga. Cuando volví a mis sentidos, ya había sucedido. Por lo tanto. Era hora de despertar y darle la vuelta a todo. Era un hombre amable y cariñoso. Fue el resultado que llego por la improvisación al salvarla de una crisis. Así que al final tenía que pagar, Diana vino a este lugar con la firme determinación.

—Quiero formar una familia con alguien a quien ame y me ame por igual. Aunque tengo estatus, es uno muy bajo, incomparable al del Duque y no tengo dinero, pero quiero ser amada y vivir una vida feliz.

Diana por fin dijo las palabras en las que había estado pensando por mucho tiempo. Uno debe saber cuál es su lugar. Así como hay una mejor mujer para Edmund, hay un mejor hombre para ella.

Debe haber alguien. Ella quería creerlo.

—¿Estás diciendo que no puedes hacer eso conmigo?

—.... sí.

—¿Por qué?

Diana estaba atónita por su mirada. Pero ¿cómo te lo digo?

—Tú ya sabes...

—¿Qué?

—Yo y el Duque no encajamos. No tengo ni el estatus, ni propiedades, ni dinero… nada. El Duque debe conocer a una mejor mujer.

—¿Mejor en qué? Dame un ejemplo.

—Ella será la mujer que ame. Hermosa… y de buena familia con un estatus que pueda compararse con el del Duque…

Mientras enumeraba las condiciones una por una, pensé en mi condición y me sentí un poco miserable.

Diana repetidamente cruzo y descruzo sus manos varias veces sobre el vestido.

—No teníamos una relación formal de todos modos.

—¿Qué quieres decir con eso?

¿Soy yo o la voz de Edmund de repente la escuche como un frió susurro? Diana tembló y se le puso la piel de gallina.

—…que no estábamos comprometidos, ni pensábamos casarnos. No saliste conmigo porque te gustara o porque te enamoraste de mí. Así que, por favor, rompamos.

Diana respiró hondo y sacó una pequeña caja de la bolsa de cuentas que llevaba. Las cejas de Edmund se fruncieron cuando reconoció la caja.

Que

—¿Por qué?

—Quiero devolverlos.

Diana dijo con calma. Dentro había un par de hermosos aretes decorados con diamantes.

El día que perdió su pañuelo, fue lo más caro que Edmund le había comprado cuando pasó por la tienda. Tan pronto como el comerciante reconoció al Duque de Serwell, sacó su carta oculta.

Es un artículo que gané después de una feroz batalla. Originalmente el juego venía con un anillo, pero desafortunadamente el anillo se perdió. Pero vale la pena coleccionar los aretes. Es un objeto digno del estatus de un Duque.

Edmund asintió y ordenó que lo empaquetaran sin preguntar el precio. Recordaba claramente lo bonitos que eran los aretes dentro de la caja y lo brillantes que eran los diamantes incrustados.

Debajo de un diamante redondo, el arete en forma de gota de agua tenía otro gran diamante que colgaba al final, eran los suficientemente hermosos para dejar a las personas con la boca abierta.

—Oh, Dios mío, te lo propuso.

Apenas vieron los aretes, mi tía y Agnes gritaron al mismo tiempo.

—Son unos aretes. No tiene nada que ver con una propuesta.

Fue inútil por más que intenté explicarles que solo era un regalo. Los diamantes en si son el símbolo para una propuesta de matrimonio. Además, unos diamantes tan grandes y hermosos merecían tales expectativas. Diana también sabía que eran demasiados caros para llamarlos un simple regalo.

No solo los aretes, sino lo que sea que le diera. Ya sea un vestido hecho a medida del mejor vestidor de la capital, o un sofá y una mesa minuciosamente esculpidos por un artesano. Del que se dice que no puede ya recibir pedidos por las reservas. Mientras la habitación de Diana se llenaba de hermosos y preciosos objetos, por el contrario su mente estaba hecha un lio.

Esto no era lo que ella quería. Ella quería que la amara. Si otras personas la escucharan, pensarían que está diciendo tonterías, pero realmente eso era lo que ella quería.

—Son demasiado para mí.

—...

—Te devolveré el resto de las cosas. Pero por hoy empezare con esto.

Edmund miro fijamente la caja, con los aretes, sin saber lo que estaba pensando.

¿Todas las cosas que me ha dado hasta ahora? Me pregunto ¿Cuántos carros necesitare contratar  para meter todas las cosas que me dio?

Sin embargo, era contradictorio que rompiéramos y conservara las cosas que me dio. ¿No parecería una mujer que se acercó a él solo por codicia? No quiero que Edmund piense eso de mí.

—¿De verdad quieres romper conmigo?

Preguntó con voz seca. ¿Estás enojado? No ¿Cómo me atrevo a siquiera pensarlo? Diana lo miró atentamente a los ojos.

Edmund parecía estar pensando en algo sin decir una palabra. Fue muy poco tiempo, pero Diana sintió que le ardía el estómago entonces dijo.

—¿No tienes miedo de que al terminar nuestra relación se esparzan tumultuosos rumores? Pueden dañar tu reputación Diana.

—Eso... depende de mí. Y en estos días, la gente realmente ya no piensa como en el pasado. El Duque y yo...

—¿Nosotros?

Diana se sintió extraña cuando él dijo: —Nosotros— Nosotros, nosotros. Solía ​​referirse casualmente a sí mismo y a Diana como —nosotros—.

Parecía que pertenecía a los límites de Edmund. Sin embargo, él no lo dijo de esa manera. Él y Diana nunca podrían mezclarse en su mundo. Pude sentirlo cada vez que asistía a los eventos con él. Por como la miraban al estar juntos, la gente susurrando a sus espaldas. Sonreían amablemente frente a ellos, pero cuando se daban la vuelta, todos apostaban a cuándo seria abandonada por el Duque. Ahora sabía lo suficiente como para darse cuenta de lo poco apropiada que era para el Duque.

—Sí, el hecho de que... acabamos de tener un breve encuentro. En el mundo social, innumerables amantes se encuentran y se separan repetidamente.

Por supuesto, tales historias no se tomaban a la ligera. Incluso ahora, las familias conservadoras a menudo trazan una línea diciendo que no dejaran ser parte de la familia a una mujer que haya causado un escándalo antes del matrimonio.

Aun así, nada comparado con la generación de mis padres, o la generación de los padres de mis padres, nada se podía comparar con ellos.

—Para que el Duque y yo podamos tener una mejor relación.

Los labios de Edmund se curvaron ante sus palabras. Diana, que notó el significado sutil de la sonrisa, se sonrojó y bajó la cabeza.

Lo que digo ¿suena divertido?

No importa cuántas mujeres conozca antes de casarse, él era el Duque de Serwell, puede tener incluso una breve historia de amor. Cuando quiera podrá casarse con una hermosa mujer de buena cuna ella será su nueva amante y su esposa.

El problema era la propia Diana. Después de romper con el Duque, ¿quién le propondría matrimonio? Pero ya no quería arriesgar mi salud mental en esta relación asfixiante.

—Eso espero, señorita Diana.

Mientras miraba las yemas de mis dedos con la cabeza gacha, escuché las palabras concisas de Edmund. Diana esparció diligentemente las arrugas de su vestido después se detuvo.

Fue tal como lo pensé. El Duque de Serwell quería también terminar solo espero a que ella lo dijera primero. Pero las palabras que siguieron fueron completamente inesperadas.

—Supongo que soy aburrido.

—No, no.

Diana negó con la cabeza avergonzada.

—Si eso es lo que piensas, no puedo evitarlo.

Él sonrió ligeramente. Diana sintió un dolor en su pecho cuando lo vio.

—No, nunca lo hice.

—No tienes que consolarme. Supongo que no soy divertido.

Quería negar que no fue así, pero él fue más rápido.

—No tengo la intención de forzar una relación. El camino que tenemos que seguir es diferente. Bueno, eso es lo que debemos hacer.

Diana sintió que su corazón se desmoronaba con sus palabras, fue demasiado directo.

Practique innumerables veces para decir esto. Diana necesito mucha resolución. Pero él esta tan tranquilo. Todo está bien. Es lo que esperaba, pero no pude evitar sentirme deprimida.

Aunque fui yo quien vino a ponerle fin, tenía miedo ya que se acercaba el final.

Está bien, estaré bien. Ni siquiera era una relación normal en primer lugar, ¿verdad? Diana lo repitió varias veces en su mente.

El Duque solo había mostrado calidez y consideración a lo largo de su relación. Todos tenían envidia de ellos, y solían sentir las miradas celosas. Tan pronto como ella comenzó a salir con él, más y más hombres la seguían aquí y allá.

El Duque de Serwell era un hombre que la iluminaba como un halo con solo pararse a su lado, pero desafortunadamente, ella no estaba en condiciones de recibir esa luz. Porque todo era falso. Porque no es mío. De todos modos, fue una jugada para salir de la crisis, por lo que no debería entristecerse. Sin embargo, la voz del hombre que acepto con calma la ruptura la hizo sentir decepcionada.

—Entonces, Diana, por última vez. Tomemos una copa de despedida.

Edmund dijo, inclinando su cabeza hacia el otro lado.

—YO...

Antes de que Diana pudiera responder algo, tocó el timbre llamando a un sirviente. Poco después, abrieron la puerta y le dio instrucciones a una sirvienta que después trajo una botella de vino con un aroma dulce y dos copas que se colocaron en la mesilla entre los dos.

Sirvió el vino en las dos copas y deslizo una frente a Diana.

—bebe.

Señaló el vaso con la barbilla. El líquido rojo del interior fluctuó suavemente, cuando sus dedos al levantar la copa, lo movió con gracia.

Por un momento, Diana dudó al sentir la opresión en su pecho, sin saber qué hacer. Si bebo realmente todo termino. Romperé para siempre con el hombre que me ha tratado como su verdadera amante.

Es lo que querías.

La oportunidad para poner fin a una extraña relación que comenzó con una mentira. ¿No era esa la razón por la que había esperado esta reunión? Entonces, ¿por qué mi corazón vibra como una bisagra rota?

—¿Por qué?

Preguntó, cruzando las piernas. El vino en la copa que tenía en la mano lo balanceó un poco más fuerte.

—¿Crees que le puse algo al vino?

—¿Qué?

Diana abrió mucho los ojos sorprendida.

—¿A qué te refieres al decir algo así?

—Nunca se sabe.

Volvió a girar la copa en su mano y, extrañamente, cada vez que la giraba con un gesto elegante, ella se sentía como el vino que contenía. Simplemente ondea de un lado a otro mientras lo sacude...

—No, me malinterpretaste.

Diana negó con la cabeza.

—El Duque no es de esa clase de persona. Me ayudó a superar mis problemas... y ha estado conmigo desde entonces.

—¿Todo el tiempo?

—Sé que el Duque nunca sería así. Nunca ha sido... grosero conmigo.

Nunca trató mal a Diana. Nunca me toco o beso repentinamente. Solo un ligero abrazo, un ligero beso y un ligero agarre de manos fue todo el contacto físico que compartió con él.

Fue un contacto muy sano, pensé que sería el mismo trato que le daría a una muñeca o un cachorro. Recordó cuando su prima, Agnes, regresó de una reunión secreta con su amante con los labios rojos e hinchados.

Era muy pegajoso, me costó mucho quitármelo. No me dejo sola ni un segundo. Casi no vuelvo antes de que mi madre se levantara.

Agnes refunfuñó, y luego le preguntó a Diana con los ojos iluminados.

El Duque también hace lo mismo contigo, ¿No es verdad?

Diana no pudo responder a su pregunta. En cambio se agacho con el rostro rojo. Al verla así, Agnes dijo, oh, oh, oh, oh, como si hubiera desatado su imaginación.

¡Debe ser completamente diferente a su cara de amargado! Como era de esperar, los hombres son todos unos animales.

Diana no pudo soportar decirle la verdad a Agnes, que seguía gritando emocionada.

El Duque nunca me tocó con un solo dedo, nunca me abrazó apasionadamente, nunca me beso metiéndome la lengua promiscuamente, nunca se sintió ansioso por llevarla a la cama. Él no sentía ningún afecto por mí. De eso se dio cuenta Diana durante los últimos meses de relación con este hombre. Así que tenía que corregirlo antes de que fuera demasiado tarde.

Después de decidirse, Diana se llevó la copa de vino a la boca y lentamente bebió. Cuando el sabor amargo y dulce envolvió la punta de su lengua, cerró los ojos y tragó. En ese momento, al alzar la mirada me encontré con la mirada de Edmund.

Él la miraba fijamente, con la copa del vino en la boca. Sentía que se emborrachaba al mismo tiempo que bebía, por lo que su expresión la vio diferente de lo habitual.

¿Qué demonios es esto?

Abrió y cerró los ojos lentamente. Incapaz de leer la expresión que observaba a través del cristal.

¿Cuál es el punto? Ya se terminó. Sólo estoy haciendo esto por arrepentimiento. ¿No fue él quien le sirvió una copa de vino como despedida tan pronto como acepto la ruptura?

Como para sacudirse los sentimientos persistentes que le restaban, Diana bebió hasta la última gota. Y dejo la copa sobre la mesa con un gran estruendo. Una pequeña sonrisa cruzó su rostro mientras miraba la copa vacía. Ver esa expresión hizo que Diana se sintiera un poco más miserable. Obviamente, ella fue la primera en despedirse.

Los hombres son unos animales que esperan que sean las mujeres la que se despidan primero. Porque no quieren ser los malos. Cuando las mujeres dicen que deben terminar, las muerden diciendo que está bien.

Eso es lo que dijo Agnes. Con su gran experiencia en citas, a menudo nos contaba sobre los momentos de despedida. Nunca soñé que llegaría el día en que viviría la misma experiencia que las historias que solía escuchar sonriendo mientras me sentía extraña. Sin embargo, después de vivirlo en persona, la realidad fue más amarga que la ilusión.

Estabas esperando a que yo me despidiera primero.  

Mientras pensaba en ello, mis lágrimas brotaron. Se las arregló para reprimir las lágrimas mordiéndose el labio inferior. Tuvieron un sin fin de citas pintorescas y bailaron bajo deslumbrantes candelabros, todo lo que sucedió fue solo una ilusión. Se las arregló para no decir nada, reflexionando sobre los recuerdos que se rompieron como una delgada pieza de vidrio.

—Mientras tanto, muchas gracias. Espero que conozcas a una buena mujer... ...que tengas un amor hermoso y te cases.

Las palabras que no quería decir salieron una tras otra. Supongo que fue porque bebí.

—Si te invito. ¿Vendrías?

Sonrió ligeramente, pero la sonrisa no llego a sus ojos. Diana parpadeó ante la extraña armonía. Entonces, como si no hubiera sucedido, había una sonrisa amable en su boca que se reflejó en los ojos de Edmund.

Así es.

Supongo que bebí de más, Diana concluyó que lo que vio fue un error. Recordando esa noche del baile, se sentía decepcionada ya que finalmente dejo al hombre que la protegió.

—Entonces me retiro.

Diana se levantó de un salto. El gesto llamó la atención de Edmund.

—Te llevaré.

En el momento en que dejó la copa y trató de ponerse de pie, Diana negó con la cabeza.

—No. Estamos ahora…

—¿Porque no estamos saliendo? Crees que soy un hombre sin corazón.

—Lo siento. No quise decir eso.

Diana se disculpó rápidamente.

—Sin embargo, pensaba que éramos muy buenos amigos.

—... Tal vez eso es lo que otros ven.

Una vez más se soltó su lengua. Los ojos de Edmund se abrieron un poco como si estuviera un poco sorprendido. Pensé que había cometido un error, pero ya era demasiado tarde para retomar lo que ya había dicho.

—No, no. Olvídalo. Siento haberte molestado todo este tiempo. Me alegro de haber podido arreglarlo. Me voy a casa.

Dijo Diana con la cabeza inclinada. Por supuesto, su rostro no era invisible. En realidad, no quería verlo. No tuve el coraje de hacerlo. No quería ni imaginar lo patética que me veía.

—Bueno, entonces, adiós.

Diana dijo eso y casi se cae al dar un paso. Sin embargo, sin importar cuándo se acercó, no cayó debido al brazo del hombre, que la atrapo con flexibilidad.

—Estas borracha.

Por lo que dijo hizo que Diana se sintiera aún más avergonzada.

—No, no es...

La fuerza de la mano que agarraba su cintura era considerable. ¿Cuándo la había sostenido con tanta fuerza? Diana sintió una extraña sensación de nuevo.

—Apóyate en mi.

—Puedo ir sola.

Ante la negativa persistente de Diana, exhaló profundamente y acercó su cuerpo más cerca. El olor a colonia de su cuerpo invadió a Diana y al instante se sintió mareada.

—No seas terca.

Lo dijo en un tono notablemente coercitivo. Era completamente diferente al habitual, y lo sentí más porque estaba borracha. Agarro a Diana y la dejo inmovilizada. Se sintió vacía por un momento cuando el brazo que la sostenía presionó suavemente su hombro.

¿Alguna vez la había abrazado con tanta fuerza?

Me hizo sentir más miserable saber que no me estaba abrazando por deseo, sino solo para apoyarme. Sin embargo, el calor y el olor a colonia en sus manos eran insoportablemente seductores. Fue a causa de la embriaguez que mi mente se volvió confusa. Aunque movía los pies, era prácticamente una muñeca sostenida por su fuerza. Parecía que no sería capaz de caminar correctamente sin apoyarme en su brazo.

Este momento mientras caminaba apoyándome en su cuerpo era como un sueño. En el momento en el que tuve el pensamiento inútil de desear que nunca terminara, habíamos llegado a la entrada principal de la mansión.

El carruaje ya estaba esperando. Edmund soltó su mano y Diana finalmente se liberó de sus brazos. El tiempo de ensueño había terminado. Diana parpadeó lentamente, luego subió al carruaje cuando él abrió la puertilla para ella.

—Bueno adiós.

Fue la última despedida, dicha de una manera muy educada. Diana, sin darse cuenta, se sentó cerca de la ventana del carruaje y lo miró.

Ahora que era la última, realmente, la última vez, sentí que el alcohol que había estado corriendo por mi cuerpo desaparecía por un momento.

—Asegúrate de dormir profundamente en el camino. Será un largo viaje.

Fue muy amigable. Pero Diana incluso se entristeció por eso.

¿Es eso realmente todo? Es la última vez, es realmente la última vez.    

«Relincho, Relincho» el carruaje se estremeció un poco con el sonido de los caballos relinchando. Diana lo miró apresuradamente de nuevo y susurró.

—Gracias, Duque.

Nunca lo olvidaré. Esas palabras no salieron de mi boca.

Pero definitivamente era cierto. Absolutamente, por los siglos de los siglos.

¿Cómo podría olvidar al hombre que me dio unos meses de ensueño?

Era hora de salir del sueño y volver a la realidad.

El carruaje era una calabaza, y el vestido que llevaba estaba roto... Porque esa era la realidad.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Edmund, reconociendo su expresión. Incluso entonces, Diana se sintió algo molesta. Debes estar aliviado al despedirte de mí. Él actuó como si estuvieran saliendo frente a la gente como si solo estuviera haciendo una buena acción, y la llevo a citas a bailes. Es como si lo hubiera aliviado de una molesta carga, yo.

En ese momento, el carruaje comenzó a moverse suavemente. Los caballos aceleraron y pronto Edmund desapareció de su vista. No pudo apartar la mirada de la ventana hasta que él se convirtió en un pequeño punto y desapareció.

Así termino, no esperaba que lo atrapara, pero fue tan fugaz. No pude evitar sentir que un rincón de mi corazón estaba vacío cuando lo vi aceptar que termináramos.

—Cuando nos conocimos...

Diana recordó los eventos del pasado uno por uno. A medida que llegaba al día en que se conocieron, los ojos de Diana se llenaron de lágrimas.

Apresuradamente se limpió los ojos con la manga.

¿No es demasiado absurdo que llore después de que fui yo quien rompió con él? Fui yo quien lo pidió.

Pero no era suficiente para evitar que las lágrimas brotaran, era natural. Me gustaba, en serio, como no iba a gustarme ese hombre.

Desde el momento en que la rescató del peligro, se enamoró. Era una persona maravillosa y agradable y me encantaba su rostro cuando sonreía.

—Simplemente volví a la realidad.

Murmuró una vez más, como si quisiera comvérsese a sí misma. En ese momento, comencé a sentirme somnolienta, sentí mucho sueño.

—El vino debe haber sido muy fuerte.

Cuando bebí, no lo noté debido al sabor moderadamente dulce, pero probablemente tenía un alto contenido de alcohol. Pero no había nada de malo en ello. Tal vez lo mejor sea que duerma un poco al estar así de borracha.

Asegúrate de dormir profundamente en el camino. Será un largo viaje

¿Largo viaje?

Las palabras de Edmund seguían resonando en mis oídos.

¿Qué distancia habría entre la residencia del Duque de Serwell a la casa de mi tía? ¿De verdad podía considerarse un largo viaje?

Pero eso no importaba ahora. Se hundió profundamente en el suave respaldo de la silla. Parpadeando lentamente, se quedó dormida con el sonido regular de los cascos de los caballos.

Diana cerró los ojos, sintiendo un calor lánguido extendiéndose por todo su cuerpo.

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