Era una
tarde perfecta soplaba suavemente el viento frío, no caliente y era la hora del
té. En la mesilla había una bandeja de plata llena de deliciosos postres y servido
en una fina taza de porcelana, té negro de primera calidad. Además, frente a
ella estaba sentado el hombre más hermoso y perfecto, su amante, el Duque
Edmund Serwell.
El hombre
era tan guapo, que era un atrevimiento llamarlo su amante. Edmund tiene una sensual
mirada, cada vez que la miraba mientras bebía su té la hacía estremecerse.
Estaba sentado tranquilamente recargado en el respaldo con una pierna cruzada.
Su aspecto era el de un gran aristócrata, sumamente cómodo rebosante de
dignidad.
Un
rostro, el cual retratistas hacían fila esperando poder hacer una pintura, era
una obra maestra de proporciones perfectas dada por Dios. Unos oscuros ojos
azules, que le hacían recordar la profundidad y la quietud de un lago, un brillante
y hermoso cabello rubio platinado perfectamente peinado. Incluso su expresión
lánguida e indiferente eran solo una pieza más que completaba su perfecta apariencia.
Diana ahora
estaba tomando el té, en el salón de té del meticuloso, escultural y venerable Duque
de Serwell. El gran aristócrata a quien todo el mundo admiraba.
La dulce
hora del té con su amante quien prometía ser el mejor partido.
Como era
costumbre Diana solo tenía que subir y sentarse cómodamente en el carruaje que
él enviaba por ella. Tenía que ir vestida con el vestido, sombrero y zapatos
que él mismo elegía. Cada vez que Diana iba a la residencia del Duque de
Serwell, su prima Agnes armaba un gran escándalo y aplaudía sin parar.
—¡Oh, Dios mío! Nadie ha sido alguna vez
invitado a la casa del Duque. Él te ve ya como su futura esposa.
Pero en
realidad Diana tenía un peso en el corazón.
—Tengo
algo que decirte.
Ya lo había
retrasado varios días. No podía decirlo apresuradamente porque él era su pareja.
Si no es hoy, ¿cuándo podre decirlo?
—¿No te
gusto el té?
—Oh, no.
Tartamudeando
como una tonta, Diana se mordió el labio.
—Apenas
lo has bebido.
Los fríos
ojos azules del Duque miraron la taza de té en la mano de Diana.
—No, es
delicioso y fragante se envuelve en la punta de la lengua…
Diana
rápidamente tomó un sorbo de té, balbuceando. Tenía un rico sabor, era una
mezcla especial de té que solo podía conseguir el Duque, envolvía la punta de
mi lengua.
—O tal
vez lo que no te gusto fueron los pasteles o los bocadillos...
—¿Es
posible? Son tan bonitos que es un desperdicio comerlos.
Diana tomó
su tenedor y cortó un trozo del tamaño de su palma de pastel de fresas y se lo
llevó a la boca. Debido a que fue demasiado apresurada, el trozo de pastel con
una linda rosa de crema sabor a fresa cayó sobre su vestido.
El trozo
de pastel cayó sobre su vestido amarillo (color
piolín) embarrándose de forma espantosa. Mientras Diana entraba en pánico,
Edmund limpio cuidadosamente el vestido con su pañuelo. El pañuelo
cuidadosamente doblado rápidamente se ensucio de crema pastelera.
Z (jajaja no pude resistirme)
—Lo
siento, discúlpame...
Diana
murmuró sonrojándose.
—¿Qué
quieres decir?
Entrecerró
los ojos y sonrió.
—Ensucie
tu pañuelo…
Edmund
rio divertido ante su respuesta.
—Entonces,
¿por qué no me haces uno?
—Oh eso
es...
Se mordió
el labio en lugar de decir que lo haría.
—Pensé
que regalarle un pañuelo a un amante era un regalo aburrido, pero si lo hace la
señorita Diana, estaría feliz de llevarlo conmigo.
Diana
dudo antes de responder.
—Lo
haré... Pero por favor prométeme.
—¿Qué?
—No me darás
ningún regalo a cambio.
—¿Qué
quieres decir?
—Siempre
me compras cosas que son varias veces, o decenas de veces más caras de las que
yo te regalo. No quiero que lo hagas. La última vez que perdí mi pañuelo, fue
así...
Diana
perdió su pañuelo, el que siempre había llevado desde niña cuando salió a navegar
con él. De regreso ese día, Edmund pasó por una tienda y le compró un pañuelo
con un bordado muy bonito. El pañuelo no fue lo único que le compró ese día. Le
compro todos los artículos caros y bonitos de la tienda.
Una caja
de música hecha de cristal decorada con alondras doradas, que toca una hermosa
melodía cuando giras el resorte, una sombrilla bordada con rosas de hilo de oro
y una muñeca de porcelana vestida con un fino vestido con cinta de colores, fueron
empacados cuando lo ordeno. Los regalos, que habían sido pagados y empaquetados
antes de que ella pudiera siquiera disuadirlo, fueron enviados inmediatamente a
la mansión de la Vizcondesa Pamina, la tía de Diana.
—Eso fue
porque perdiste tu pañuelo por mi culpa.
—No fue
por culpa del Duque. Fue mi error. No tenías que comprarme un regalo... ... mi
tía y Agnes estaban perdidas, diciendo que había recibido demasiado.
—¿Son una
carga las cosas que te doy?
—Bueno,
yo
Se mordió
el labio varias veces, no sabía que decir.
—Pediré
que te preparen otro vestido. Probablemente lo tengan listo para cuando la
señorita Diana regrese a casa.
—No tiene
que hacer eso, Duque.
Diana
negó a toda prisa.
—Mi tía
se asusta cuando vuelvo a casa usando otro vestido...
—¿Porque
es malo para tu reputación?
Edmund
completó su oración. Diana se sonrojó ante sus palabras que dieron en el clavo.
—Por
cierto, ¿la Vizcondesa Pamina no se fue a descansar a la isla?
—Bueno,
eso es cierto, pero...
Diana
estaba un poco sorprendida de que Edmund lo supiera. ¿Cuándo le dije que mi tía se fue de viaje a la isla? Diana rebuscó
en su memoria en ese momento.
—La
señorita Diana me lo dijo antes.
—Oh sí.
Como si
leyera sus pensamientos él fue el primero en responder.
—De todos
modos... me dejaré el vestido como está.
—Está
bien.
Él
asintió mansamente. Diana dejó escapar un pequeño suspiro y abanicó sus manos
mientras él se volvía a sentar. De repente, sentí que la temperatura a mi
alrededor había subido bruscamente.
—¿Hace
calor?
—Oh,
no...
Diana,
sin saber qué hacer, juntó las manos. Estaban pegajosas. A diferencia de
Edmund, que era sofisticado y urbano, ella era solo una mujer del campo que
llegó a la ciudad. Era cierto que cada momento con él era como un sueño, pero
también se sentía incómoda como si llevara un vestido demasiado ajustado.
—¿Se fue
la Vizcondesa Pamina con la señorita Agnes?
—Sí, les
encantó la idea de viajar en un crucero.
Mi tía la
Vizcondesa Pamina se fue repentinamente de vacaciones junto con su hija Agnes,
mi prima, hace unos días.
La Perla del Océano nos llevara a la isla. El
crucero propiedad del Conde Collan es un gran crucero que es llamado a su vez un
paraíso en el mar, incluso el Imperio reconoce el negocio marítimo del Conde
Collan. Los boletos son difíciles de conseguir, pero por suerte llegaron a mis
manos. Además, ¡es en primera clase!
La Vizcondesa
Pamina lució emocionada todo el tiempo que estuvieron preparándose para el
viaje. El lujoso crucero era objeto de envidia incluso entre los nobles.
No era
fácil conseguir un boleto ni por ser noble y tener dinero. Conseguir un boleto
en primera clase era una feroz batalla ente los nobles, y esto era porque se
decía que todos estaban reservados y la lista de espera era enorme. Habiendo
ganado boletos en primera clase, el ego de la Vizcondesa Pamina se elevó hasta
el cielo sin que se diera cuenta.
Originalmente,
Diana también estaba en el programa, pero la Vizcondesa se fue de viaje
dejándola sola, diciendo: ¿Cómo puedes
irte de la capital sin el Duque?
No olvido
decirle que disfrutara de sus citas al máximo mientras ella estaba fuera con su
prima, pero al contrario de lo que pensaba su tía Diana estuvo bastante libre estos
días, eclipsando la consideración de su tía. Incluso antes de que su tía se
fuera de vacaciones las veces que tuvo una cita con el Duque las podía contar
con una mano.
Le había
sugerido que disfrutara de sus citas al máximo porque ella no se interpondría
como si la sugerencia fuera que disfrutara de un encuentro caluroso con el Duque
y que dejara que la abrazara con fuerza. Pero lo que su Tía no sabía era que su
sobrina no tenía esa clase de talento.
—¿Cuándo
regresara la Vizcondesa Pamina?
—Mi tía probablemente
volverá en una semana.
—Estarás
sola en la mansión, ¿no tienes miedo?
—Estaré
bien. Hubo muchas ocasiones en las que estuve sola en el campo.
—Debes
haberte sentido decepcionada porque no te llevaron de vacaciones y te dejaron sola
en la mansión.
—No fue
así. Mi Tía solo fue muy considerada conmigo.
Agregó
Diana, en caso de que el Duque malinterpretara las acciones de su Tía, ella no
la discrimino dejándola sola para irse de vacaciones si así fuera no la habría
invitado a la capital en primer lugar, no le habría enseñado y vestido o
buscado un novio aristócrata.
Edmund entrecerró
los ojos ligeramente mirando a Diana, quien agitaba las manos queriendo proteger
a su tía.
—¿Sabes
qué?
—¿Que?
—Que es
la primera vez que me pides que nos reunamos.
Diana lo
miró fijamente, sin palabras. Fue porque Edmund le recordó el motivo por el que
pidió esta reunión.
—Fue agradable
que me invitaras a una cita.
Como él
dijo, la cita fue a pedido de ella.
No sé
cuánto tiempo había pasado desde que nos sentamos así, cara a cara. Edmund
parecía bastante ocupado estos días, por lo que no tuvo tiempo para reunirse
con Diana. Entonces, por primera vez desde que lo conocí me armé de valor y
pedí una cita. Tenía algo que quiero decirle así que pensé que si lo seguía posponiendo
me quedaría sin tiempo.
Tan
pronto como Edmund recibió su carta, la invitó a su residencia en el ducado
para tomar el té juntos.
—… Gracias por tomarte el tiempo.
—¿Gracias?
No creo que sea una palabra que se diga entre amantes.
Preguntó,
inclinando la cabeza.
—Parecías
bastante ocupado estos días así que pregunte si podría tomar algo de tu tiempo.
Ante eso,
dejó escapar una pequeña risa.
—¿Puedo
escuchar las quejas de mi amante?
—que...
Diana
bajó la cabeza con la cara roja. Me avergonzaba pensar que haya sonado así.
Qué inmadura me hable escuchado.
—Y todo
este tiempo la señorita Diana pareció haberse olvidado de mí.
—...¿Qué?
Los ojos
de Diana se abrieron por la sorpresa.
—Nunca me
contactaste, ¿verdad? Te dije que podías contactarme en cualquier momento a
través de Osborne.
Osborne era su leal mayordomo.
—Escuché
de Osborne que no te habías puesto en contacto con él hasta ahora.
—Eso fue…
Porque parecías ocupado y no quería
molestarte.
Edmund
era el jefe del ducado de Serwell y dirigía varios negocios de la familia.
Había estado ganando dinero con varios negocios propios, aunque la fortuna que
había heredado era suficiente para gastarla en tres vidas. Sus habilidades
comerciales eran bastante buenas, y algunos incluso predijeron que los activos
del Duque de Serwell superarían a los de la familia real.
Era un
gran y maravilloso hombre su amante.
Entonces
era natural que esté ocupado pensaba que no tenia tiempo para verla o de salir con
ella. Por eso ella se estaba preparando mentalmente.
Ahora ha llegado el momento de ponerle fin.
—En
realidad, acabo de comprar un castillo.
—¿Un
castillo…?
—Escuché
que fue construido hace más de cien años. Planeo comprarlo y remodelarlo para
usarlo como una villa.
La gente
normal nunca hubiera pensado en eso. Comprar un castillo en sí era sorprendente
pero remodelar y reparar un castillo para hacerlo más habitable era costoso.
—Ya casi
está terminado.
—De
verdad... Creo que eso es asombroso.
Debe ser un gran y hermoso castillo si él lo
eligió.
—La aguja
y los muros de piedra son hermosos. Está en lo profundo del bosque, por lo que
la gente rara vez lo visita, por lo que es un buen lugar para pasar un tiempo a
solas.
Cállate, Diana lo pensó particularmente
fuerte. Edmund probablemente quiera pasar su tiempo tranquilo y a solas sin que
nadie lo moleste.
—¿No
quieres verlo?
Cuando
preguntó con una sonrisa, Diana sintió un dolor que subía desde lo más profundo
de su corazón. Diana respondió después de tragar saliva seca como si estuviera
buscando una respuesta.
—Sí,
quiero ir.
Pero no sucederá. La invitación solo fue por
cortesía.
—Entonces,
¿qué quieres decirme?
—Su...
Diana
respondió casualmente y entró en pánico.
—¿Qué?
El rostro
sonriente de Edmund fue capturado en sus ojos redondos.
—¿Cómo
supiste?
Que estuviéramos hoy tomando el té fue simplemente
porque yo lo pedí. Pedí reunirme con él a través de su fiel mayordomo y poco
después fui invitada a tomar el té en su residencia. Pero él me habla como si
pudiera ver a través de mí.
—Tiendes
a mostrar tus pensamientos en el rostro, señorita Diana.
Él sonrió
y tomó su pañuelo.
Él está constantemente observándome y me
sentía avergonzada, lo que hoy voy a decirle no es para nada agradable, por lo
mismo no sabía cómo empezar pero al final fui atrapada por él.
—Dejemos
de vernos.
Diana
dijo rápidamente. Seguía avergonzada por las repentinas palabras.
—¿Señorita
Diana?
Él ladeó
la cabeza y la miró. Su rostro que siempre esta tan tranquilo como la
superficie del lago parecía un poco avergonzado. Era comprensible. Ahora está
pateando al mejor hombre de este imperio.
No lo entenderían. Me estoy quedando sin
aliento.
—Así es
como siempre me llamas, dulce, pero muy formal… El Duque improviso ante toda
esa gente, simplemente para salvarme de mi problema...
En el
primer baile de máscaras al que asistí, casi estuve a punto de ser abusada
sexualmente. Fue nada menos que Edmund quien me salvó de lo que podría haber
sido un fatal accidente para una joven que acababa de debutar en el mundo
social. Además incluso mintió de buena fe a las personas que se avergonzaron al
ver su ropa desordenada diciendo que ella era su amante.
Así fue como
su relación comenzó con una mentira y solo ellos dos lo sabían.
—Debido a
eso, la reputación del Duque se dañó...
—¿Mi
reputación?
Preguntó,
frunciendo el ceño.
—El Duque
estaba impaciente… Y dejo malinterpretar que fue quien lo hizo. Como una
consideración hacia mí.
Sentí
como si todo mi cuerpo se encogiera cuando traté de recitar cada palabra por mi
cuenta.
—Así que
es hora el momento de arreglarlo.
—Ent…
—Eso no.
Edmund la
interrumpió. Habló amablemente como siempre, pero de alguna manera lo sentí
algo frio.
—Tengo
curiosidad acerca de los pensamientos de la señorita Diana.
Diana se
quedó sin palabras debido a sus ojos suavemente curvados, pero luego dijo los
pensamientos que había estado callando todo este tiempo, no podemos ser amantes, no podemos convertirnos en marido y mujer.
—El Duque
necesita encontrar una mujer que sea mejor que yo. Y yo también… quiero encontrar
a un hombre que me cuide y me ame, y con el que pueda vivir una vida normal.
—Todos
los aristócratas de alto estatus tienen varios gobiernos. (Amantes)
Todas y
cada una de las palabras que dijo Agnes mientras suspiraba en el pasado le
atravesaron el corazón como una daga. A diferencia del campo donde nació y
creció, el mundo social de la capital era un lugar donde a menudo los hombres e
incluso las mujeres tenían un amante aun después de casarse.
Mejor
dicho era un mundo donde las personas que son fieles a sus esposas o esposos
eran tratados como aburridos y carentes de habilidades. Además, era un hombre
demasiado bueno para que pudiera casarse con él. Era el caballero más codiciado
para tenerlo como esposo.
Comparada
con este hombre, ella era una mujer de clase baja e imperfecta. Puede tener una
relación romántica con el Duque, a quien todos admiran, por un corto tiempo
pero ella nunca sería una buena esposa. Aun así, decidió no ser pesimista sobre
su situación.
Aunque
nació siendo hija de una familia pobre de nobles caídos, fue criada por unos
amorosos padres, y estaba acostumbrada a sentir el amor de una familia al vivir
en una casa donde la risa nunca cesaban, a pesar de que no tenían mucho dinero.
Sin
vestidos elegantes, sin joyas deslumbrantes para adornar la cabeza y el cuello,
sin lujosos carruajes que la lleven al baile. Pero estaba bien. Ella estaba
iluminando su camino a la felicidad a su manera.
Volveré a casa.
En primer
lugar, no tenía para pagar una dote y el estatus de su familia era
insignificante, por lo que supo de inmediato que tratar de encontrar a un buen
esposo en la capital era en sí solo un sueño. Los meses pasados como
amante del Duque de Serwell los recordaría como un bello sueño. La familia de
Diana pudo asistir a fiestas y bailes organizados por la alta aristocracia,
algo con lo que jamás podrían soñar. Vestido que llevara se convertía en tendencia
social. Ella no era Cenicienta, pero se sentía así. Lo que todos envidiaban no
eran los vestidos o las joyas que llevaba sino al hombre parado justo al lado
de ella. Una relación formada por un accidente inesperado.
Pero poco
a poco se dio cuenta, con el tiempo, de que el lugar a su lado, ella no era quien
debería estar. La sofisticada vida social y la atención de las personas que se
derramaban solo porque era la amante del Duque era una carga. Cuando volví a
mis sentidos, ya había sucedido. Por lo tanto. Era hora de despertar y darle la
vuelta a todo. Era un hombre amable y cariñoso. Fue el resultado que llego por
la improvisación al salvarla de una crisis. Así que al final tenía que pagar,
Diana vino a este lugar con la firme determinación.
—Quiero
formar una familia con alguien a quien ame y me ame por igual. Aunque tengo
estatus, es uno muy bajo, incomparable al del Duque y no tengo dinero, pero
quiero ser amada y vivir una vida feliz.
Diana por
fin dijo las palabras en las que había estado pensando por mucho tiempo. Uno debe saber cuál es su lugar. Así
como hay una mejor mujer para Edmund, hay un mejor hombre para ella.
Debe haber alguien. Ella quería creerlo.
—¿Estás
diciendo que no puedes hacer eso conmigo?
—.... sí.
—¿Por
qué?
Diana
estaba atónita por su mirada. Pero ¿cómo
te lo digo?
—Tú ya sabes...
—¿Qué?
—Yo y el Duque
no encajamos. No tengo ni el estatus, ni propiedades, ni dinero… nada. El Duque
debe conocer a una mejor mujer.
—¿Mejor
en qué? Dame un ejemplo.
—Ella será
la mujer que ame. Hermosa… y de buena familia con un estatus que pueda
compararse con el del Duque…
Mientras
enumeraba las condiciones una por una, pensé en mi condición y me sentí un poco
miserable.
Diana
repetidamente cruzo y descruzo sus manos varias veces sobre el vestido.
—No teníamos
una relación formal de todos modos.
—¿Qué
quieres decir con eso?
¿Soy yo o la voz de Edmund de repente la
escuche como un frió susurro? Diana tembló y se le puso la
piel de gallina.
—…que no estábamos
comprometidos, ni pensábamos casarnos. No saliste conmigo porque te gustara o porque
te enamoraste de mí. Así que, por favor, rompamos.
Diana
respiró hondo y sacó una pequeña caja de la bolsa de cuentas que llevaba. Las
cejas de Edmund se fruncieron cuando reconoció la caja.
Que
—¿Por
qué?
—Quiero devolverlos.
Diana
dijo con calma. Dentro había un par de hermosos aretes decorados con diamantes.
El día
que perdió su pañuelo, fue lo más caro que Edmund le había comprado cuando pasó
por la tienda. Tan pronto como el comerciante reconoció al Duque de Serwell,
sacó su carta oculta.
—Es un artículo que gané después de una feroz
batalla. Originalmente el juego venía con un anillo, pero desafortunadamente el
anillo se perdió. Pero vale la pena coleccionar los aretes. Es un objeto digno
del estatus de un Duque.
Edmund
asintió y ordenó que lo empaquetaran sin preguntar el precio. Recordaba
claramente lo bonitos que eran los aretes dentro de la caja y lo brillantes que
eran los diamantes incrustados.
Debajo de
un diamante redondo, el arete en forma de gota de agua tenía otro gran diamante
que colgaba al final, eran los suficientemente hermosos para dejar a las
personas con la boca abierta.
—Oh, Dios
mío, te lo propuso.
Apenas
vieron los aretes, mi tía y Agnes gritaron al mismo tiempo.
—Son unos aretes. No tiene nada que ver
con una propuesta.
Fue
inútil por más que intenté explicarles que solo era un regalo. Los diamantes en
si son el símbolo para una propuesta de matrimonio. Además, unos diamantes tan
grandes y hermosos merecían tales expectativas. Diana también sabía que eran
demasiados caros para llamarlos un simple regalo.
No solo
los aretes, sino lo que sea que le diera. Ya sea un vestido hecho a medida del
mejor vestidor de la capital, o un sofá y una mesa minuciosamente esculpidos
por un artesano. Del que se dice que no puede ya recibir pedidos por las
reservas. Mientras la habitación de Diana se llenaba de hermosos y preciosos
objetos, por el contrario su mente estaba hecha un lio.
Esto no era lo que ella quería. Ella quería
que la amara. Si otras personas la escucharan, pensarían que está diciendo
tonterías, pero realmente eso era lo que ella quería.
—Son
demasiado para mí.
—...
—Te devolveré
el resto de las cosas. Pero por hoy empezare con esto.
Edmund
miro fijamente la caja, con los aretes, sin saber lo que estaba pensando.
¿Todas las cosas que me ha dado hasta ahora? Me pregunto ¿Cuántos carros necesitare
contratar para meter todas las cosas que
me dio?
Sin
embargo, era contradictorio que rompiéramos y conservara las cosas que me dio. ¿No parecería una mujer que se acercó a él
solo por codicia? No quiero que Edmund piense eso de mí.
—¿De
verdad quieres romper conmigo?
Preguntó
con voz seca. ¿Estás enojado? No ¿Cómo me atrevo a siquiera pensarlo?
Diana lo miró atentamente a los ojos.
Edmund
parecía estar pensando en algo sin decir una palabra. Fue muy poco tiempo, pero
Diana sintió que le ardía el estómago entonces dijo.
—¿No
tienes miedo de que al terminar nuestra relación se esparzan tumultuosos
rumores? Pueden dañar tu reputación Diana.
—Eso...
depende de mí. Y en estos días, la gente realmente ya no piensa como en el
pasado. El Duque y yo...
—¿Nosotros?
Diana se
sintió extraña cuando él dijo: —Nosotros—
Nosotros, nosotros. Solía referirse
casualmente a sí mismo y
a Diana como —nosotros—.
Parecía
que pertenecía a los límites de Edmund. Sin embargo, él no lo dijo de esa
manera. Él y Diana nunca podrían mezclarse en su mundo. Pude sentirlo cada vez
que asistía a los eventos con él. Por como la miraban al estar juntos, la gente
susurrando a sus espaldas. Sonreían amablemente frente a ellos, pero cuando se
daban la vuelta, todos apostaban a cuándo seria abandonada por el Duque. Ahora
sabía lo suficiente como para darse cuenta de lo poco apropiada que era para el
Duque.
—Sí, el
hecho de que... acabamos de tener un breve encuentro. En el mundo social,
innumerables amantes se encuentran y se separan repetidamente.
Por
supuesto, tales historias no se tomaban a la ligera. Incluso ahora, las
familias conservadoras a menudo trazan una línea diciendo que no dejaran ser
parte de la familia a una mujer que haya causado un escándalo antes del
matrimonio.
Aun así, nada
comparado con la generación de mis padres, o la generación de los padres de mis
padres, nada se podía comparar con ellos.
—Para que
el Duque y yo podamos tener una mejor relación.
Los
labios de Edmund se curvaron ante sus palabras. Diana, que notó el significado
sutil de la sonrisa, se sonrojó y bajó la cabeza.
Lo que digo ¿suena divertido?
No
importa cuántas mujeres conozca antes de casarse, él era el Duque de Serwell,
puede tener incluso una breve historia de amor. Cuando quiera podrá casarse con
una hermosa mujer de buena cuna ella será su nueva amante y su esposa.
El
problema era la propia Diana. Después de romper con el Duque, ¿quién le propondría matrimonio? Pero ya
no quería arriesgar mi salud mental en esta relación asfixiante.
—Eso
espero, señorita Diana.
Mientras
miraba las yemas de mis dedos con la cabeza gacha, escuché las palabras
concisas de Edmund. Diana esparció diligentemente las arrugas de su vestido
después se detuvo.
Fue tal
como lo pensé. El Duque de Serwell quería también terminar solo espero a que
ella lo dijera primero. Pero las palabras que siguieron fueron completamente
inesperadas.
—Supongo
que soy aburrido.
—No, no.
Diana
negó con la cabeza avergonzada.
—Si eso
es lo que piensas, no puedo evitarlo.
Él sonrió
ligeramente. Diana sintió un dolor en su pecho cuando lo vio.
—No,
nunca lo hice.
—No
tienes que consolarme. Supongo que no soy divertido.
Quería
negar que no fue así, pero él fue más rápido.
—No tengo
la intención de forzar una relación. El camino que tenemos que seguir es
diferente. Bueno, eso es lo que debemos hacer.
Diana
sintió que su corazón se desmoronaba con sus palabras, fue demasiado directo.
Practique innumerables veces para decir esto. Diana
necesito mucha resolución. Pero él esta tan tranquilo. Todo está bien. Es lo
que esperaba, pero no pude evitar sentirme deprimida.
Aunque
fui yo quien vino a ponerle fin, tenía miedo ya que se acercaba el final.
Está bien, estaré bien. Ni siquiera era una
relación normal en primer lugar, ¿verdad? Diana lo repitió varias
veces en su mente.
El Duque
solo había mostrado calidez y consideración a lo largo de su relación. Todos
tenían envidia de ellos, y solían sentir las miradas celosas. Tan pronto como
ella comenzó a salir con él, más y más hombres la seguían aquí y allá.
El Duque
de Serwell era un hombre que la iluminaba como un halo con solo pararse a su
lado, pero desafortunadamente, ella no estaba en condiciones de recibir esa
luz. Porque todo era falso. Porque no es
mío. De todos modos, fue una jugada para salir de la crisis, por lo que no
debería entristecerse. Sin embargo, la voz del hombre que acepto con calma la
ruptura la hizo sentir decepcionada.
—Entonces,
Diana, por última vez. Tomemos una copa de despedida.
Edmund
dijo, inclinando su cabeza hacia el otro lado.
—YO...
Antes de
que Diana pudiera responder algo, tocó el timbre llamando a un sirviente. Poco
después, abrieron la puerta y le dio instrucciones a una sirvienta que después
trajo una botella de vino con un aroma dulce y dos copas que se colocaron en la
mesilla entre los dos.
Sirvió el
vino en las dos copas y deslizo una frente a Diana.
—bebe.
Señaló el
vaso con la barbilla. El líquido rojo del interior fluctuó suavemente, cuando
sus dedos al levantar la copa, lo movió con gracia.
Por un
momento, Diana dudó al sentir la opresión en su pecho, sin saber qué hacer. Si bebo realmente todo termino. Romperé
para siempre con el hombre que me ha tratado como su verdadera amante.
Es lo que querías.
La
oportunidad para poner fin a una extraña relación que comenzó con una mentira. ¿No era esa la razón por la que había
esperado esta reunión? Entonces, ¿por qué mi corazón vibra como una bisagra
rota?
—¿Por
qué?
Preguntó,
cruzando las piernas. El vino en la copa que tenía en la mano lo balanceó un
poco más fuerte.
—¿Crees
que le puse algo al vino?
—¿Qué?
Diana
abrió mucho los ojos sorprendida.
—¿A qué te
refieres al decir algo así?
—Nunca se
sabe.
Volvió a
girar la copa en su mano y, extrañamente, cada vez que la giraba con un gesto
elegante, ella se sentía como el vino que contenía. Simplemente ondea de un
lado a otro mientras lo sacude...
—No, me
malinterpretaste.
Diana
negó con la cabeza.
—El Duque
no es de esa clase de persona. Me ayudó a superar mis problemas... y ha estado
conmigo desde entonces.
—¿Todo el
tiempo?
—Sé que
el Duque nunca sería así. Nunca ha sido... grosero conmigo.
Nunca
trató mal a Diana. Nunca me toco o beso repentinamente. Solo un ligero abrazo,
un ligero beso y un ligero agarre de manos fue todo el contacto físico que
compartió con él.
Fue un
contacto muy sano, pensé que sería el mismo trato que le daría a una muñeca o un
cachorro. Recordó cuando su prima, Agnes, regresó de una reunión secreta con su
amante con los labios rojos e hinchados.
Era muy pegajoso, me costó mucho quitármelo.
No me dejo sola ni un segundo. Casi no vuelvo antes de que mi madre se
levantara.
Agnes
refunfuñó, y luego le preguntó a Diana con los ojos iluminados.
El Duque también hace lo mismo contigo, ¿No
es verdad?
Diana no
pudo responder a su pregunta. En cambio se agacho con el rostro rojo. Al verla
así, Agnes dijo, oh, oh, oh, oh, como
si hubiera desatado su imaginación.
¡Debe ser completamente diferente a su cara
de amargado! Como era de esperar, los hombres son todos unos animales.
Diana no
pudo soportar decirle la verdad a Agnes, que seguía gritando emocionada.
El Duque
nunca me tocó con un solo dedo, nunca me abrazó apasionadamente, nunca me beso
metiéndome la lengua promiscuamente, nunca se sintió ansioso por llevarla a la
cama. Él no sentía ningún afecto por mí. De eso se dio cuenta Diana durante los
últimos meses de relación con este hombre. Así que tenía que corregirlo antes
de que fuera demasiado tarde.
Después
de decidirse, Diana se llevó la copa de vino a la boca y lentamente bebió.
Cuando el sabor amargo y dulce envolvió la punta de su lengua, cerró los ojos y
tragó. En ese momento, al alzar la mirada me encontré con la mirada de Edmund.
Él la
miraba fijamente, con la copa del vino en la boca. Sentía que se emborrachaba
al mismo tiempo que bebía, por lo que su expresión la vio diferente de lo
habitual.
¿Qué demonios es esto?
Abrió y
cerró los ojos lentamente. Incapaz de leer la expresión que observaba a través
del cristal.
¿Cuál es el punto? Ya se terminó. Sólo estoy
haciendo esto por arrepentimiento. ¿No fue él quien le sirvió una copa de vino como
despedida tan pronto como acepto la ruptura?
Como para
sacudirse los sentimientos persistentes que le restaban, Diana bebió hasta la
última gota. Y dejo la copa sobre la mesa con un gran estruendo. Una pequeña
sonrisa cruzó su rostro mientras miraba la copa vacía. Ver esa expresión hizo
que Diana se sintiera un poco más miserable. Obviamente, ella fue la primera en
despedirse.
Los hombres son unos animales que esperan que
sean las mujeres la que se despidan primero. Porque no quieren ser los malos.
Cuando las mujeres dicen que deben terminar, las muerden diciendo que está
bien.
Eso es lo
que dijo Agnes. Con su gran experiencia en citas, a menudo nos contaba sobre
los momentos de despedida. Nunca soñé que llegaría el día en que viviría la
misma experiencia que las historias que solía escuchar sonriendo mientras me
sentía extraña. Sin embargo, después de vivirlo en persona, la realidad fue más
amarga que la ilusión.
Estabas esperando a que yo me despidiera
primero.
Mientras
pensaba en ello, mis lágrimas brotaron. Se las arregló para reprimir las
lágrimas mordiéndose el labio inferior. Tuvieron un sin fin de citas pintorescas
y bailaron bajo deslumbrantes candelabros, todo lo que sucedió fue solo una
ilusión. Se las arregló para no decir nada, reflexionando sobre los recuerdos
que se rompieron como una delgada pieza de vidrio.
—Mientras
tanto, muchas gracias. Espero que conozcas a una buena mujer... ...que tengas
un amor hermoso y te cases.
Las
palabras que no quería decir salieron una tras otra. Supongo que fue porque
bebí.
—Si te
invito. ¿Vendrías?
Sonrió
ligeramente, pero la sonrisa no llego a sus ojos. Diana parpadeó ante la
extraña armonía. Entonces, como si no hubiera sucedido, había una sonrisa
amable en su boca que se reflejó en los ojos de Edmund.
Así es.
Supongo
que bebí de más, Diana concluyó que lo que vio fue un error. Recordando esa
noche del baile, se sentía decepcionada ya que finalmente dejo al hombre que la
protegió.
—Entonces
me retiro.
Diana se
levantó de un salto. El gesto llamó la atención de Edmund.
—Te
llevaré.
En el
momento en que dejó la copa y trató de ponerse de pie, Diana negó con la
cabeza.
—No.
Estamos ahora…
—¿Porque
no estamos saliendo? Crees que soy un hombre sin corazón.
—Lo
siento. No quise decir eso.
Diana se disculpó
rápidamente.
—Sin
embargo, pensaba que éramos muy buenos amigos.
—... Tal
vez eso es lo que otros ven.
Una vez
más se soltó su lengua. Los ojos de Edmund se abrieron un poco como si
estuviera un poco sorprendido. Pensé que había cometido un error, pero ya era
demasiado tarde para retomar lo que ya había dicho.
—No, no.
Olvídalo. Siento haberte molestado todo este tiempo. Me alegro de haber podido
arreglarlo. Me voy a casa.
Dijo
Diana con la cabeza inclinada. Por supuesto, su rostro no era invisible. En
realidad, no quería verlo. No tuve el coraje de hacerlo. No quería ni imaginar
lo patética que me veía.
—Bueno,
entonces, adiós.
Diana
dijo eso y casi se cae al dar un paso. Sin embargo, sin importar cuándo se
acercó, no cayó debido al brazo del hombre, que la atrapo con flexibilidad.
—Estas
borracha.
Por lo
que dijo hizo que Diana se sintiera aún más avergonzada.
—No, no
es...
La fuerza
de la mano que agarraba su cintura era considerable. ¿Cuándo la había sostenido con tanta fuerza? Diana sintió una
extraña sensación de nuevo.
—Apóyate
en mi.
—Puedo ir
sola.
Ante la
negativa persistente de Diana, exhaló profundamente y acercó su cuerpo más
cerca. El olor a colonia de su cuerpo invadió a Diana y al instante se sintió
mareada.
—No seas
terca.
Lo dijo
en un tono notablemente coercitivo. Era completamente diferente al habitual, y
lo sentí más porque estaba borracha. Agarro a Diana y la dejo inmovilizada. Se
sintió vacía por un momento cuando el brazo que la sostenía presionó suavemente
su hombro.
¿Alguna vez la había abrazado con tanta
fuerza?
Me hizo
sentir más miserable saber que no me estaba abrazando por deseo, sino solo para
apoyarme. Sin embargo, el calor y el olor a colonia en sus manos eran
insoportablemente seductores. Fue a causa de la embriaguez que mi mente se
volvió confusa. Aunque movía los pies, era prácticamente una muñeca sostenida
por su fuerza. Parecía que no sería capaz de caminar correctamente sin apoyarme
en su brazo.
Este
momento mientras caminaba apoyándome en su cuerpo era como un sueño. En el
momento en el que tuve el pensamiento inútil de desear que nunca terminara, habíamos
llegado a la entrada principal de la mansión.
El
carruaje ya estaba esperando. Edmund soltó su mano y Diana finalmente se liberó
de sus brazos. El tiempo de ensueño había terminado. Diana parpadeó lentamente,
luego subió al carruaje cuando él abrió la puertilla para ella.
—Bueno
adiós.
Fue la
última despedida, dicha de una manera muy educada. Diana, sin darse cuenta, se
sentó cerca de la ventana del carruaje y lo miró.
Ahora que
era la última, realmente, la última vez, sentí que el alcohol que había estado
corriendo por mi cuerpo desaparecía por un momento.
—Asegúrate
de dormir profundamente en el camino. Será un largo viaje.
Fue muy
amigable. Pero Diana incluso se entristeció por eso.
¿Es eso realmente todo? Es la última vez, es
realmente la última vez.
«Relincho, Relincho» el
carruaje se estremeció un poco con el sonido de los caballos relinchando. Diana
lo miró apresuradamente de nuevo y susurró.
—Gracias,
Duque.
Nunca lo olvidaré. Esas
palabras no salieron de mi boca.
Pero
definitivamente era cierto. Absolutamente, por los siglos de los siglos.
¿Cómo podría olvidar al hombre que me dio
unos meses de ensueño?
Era hora de salir del sueño y volver a la
realidad.
El
carruaje era una calabaza, y el vestido que llevaba estaba roto... Porque esa
era la realidad.
Una
sonrisa se dibujó en el rostro de Edmund, reconociendo su expresión. Incluso
entonces, Diana se sintió algo molesta. Debes
estar aliviado al despedirte de mí. Él actuó como si estuvieran saliendo
frente a la gente como si solo estuviera haciendo una buena acción, y la llevo
a citas a bailes. Es como si lo hubiera aliviado de una molesta carga, yo.
En ese
momento, el carruaje comenzó a moverse suavemente. Los caballos aceleraron y
pronto Edmund desapareció de su vista. No pudo apartar la mirada de la ventana
hasta que él se convirtió en un pequeño punto y desapareció.
Así
termino, no esperaba que lo atrapara, pero fue tan fugaz. No pude evitar sentir
que un rincón de mi corazón estaba vacío cuando lo vi aceptar que termináramos.
—Cuando
nos conocimos...
Diana
recordó los eventos del pasado uno por uno. A medida que llegaba al día en que se
conocieron, los ojos de Diana se llenaron de lágrimas.
Apresuradamente
se limpió los ojos con la manga.
¿No es demasiado absurdo que llore después de
que fui yo quien rompió con él? Fui yo quien lo pidió.
Pero no era
suficiente para evitar que las lágrimas brotaran, era natural. Me gustaba, en
serio, como no iba a gustarme ese hombre.
Desde el
momento en que la rescató del peligro, se enamoró. Era una persona maravillosa y
agradable y me encantaba su rostro cuando sonreía.
—Simplemente
volví a la realidad.
Murmuró una
vez más, como si quisiera comvérsese a sí misma. En ese momento, comencé a sentirme
somnolienta, sentí mucho sueño.
—El vino
debe haber sido muy fuerte.
Cuando
bebí, no lo noté debido al sabor moderadamente dulce, pero probablemente tenía
un alto contenido de alcohol. Pero no había nada de malo en ello. Tal vez lo
mejor sea que duerma un poco al estar así de borracha.
Asegúrate de dormir profundamente en el
camino. Será un largo viaje
¿Largo viaje?
Las
palabras de Edmund seguían resonando en mis oídos.
¿Qué distancia habría entre la residencia del
Duque de Serwell a la casa de mi tía? ¿De verdad podía considerarse un largo
viaje?
Pero eso
no importaba ahora. Se hundió profundamente en el suave respaldo de la silla.
Parpadeando lentamente, se quedó dormida con el sonido regular de los cascos de
los caballos.
Diana
cerró los ojos, sintiendo un calor lánguido extendiéndose por todo su cuerpo.
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