La boda
del duque de Serwell se celebró en un lugar al que fueron invitados todos los
nobles destacados de todo el imperio. La Cenicienta que se llevó al Duque de
Serwell fue su amante Diana. Fue un resultado que no cumplió con las
expectativas de todos en la alta sociedad, después de todo jamás imaginaron que
de verdad se casarían.
La
vizcondesa Pamina fue felicitada por muchas personas en nombre de la madre de
la novia. Fue la prima de Diana, Agnes, quien recibió el ramo de novia en la
boda. Estaba cubierta con gracia por el ramo en la mano, pero no pocas personas
notaron que su vientre estaba hinchado ligeramente. El duque y la duquesa de
Serwell no aparecieron en ningún evento inmediato después de su boda, lo que
generó muchas especulaciones y sospechas entre la gente.
Algunos
dijeron que se divorciarían pronto al igual de cómo se casaron, y esta vez hubo
una batalla de apuestas sobre la cantidad de pensión alimenticia que recibiría
la duquesa. Independientemente de la opinión pública, la villa que el duque y
la duquesa de Serwell usaban como su casa de luna de miel solo se podían
escuchar los gemidos maduros de los recién casados, los dos estaban
entrelazados.
Edmund sostenía
a Diana encima de él, inclinando ligeramente la espalda. Debido al poder de las
embestidas, movía las caderas y levantaba el trasero, Diana dejó escapar un
gemido intermitente.
—Ay, sí,
ay...
Solo la
estaba penetrando golpeando suavemente, pero debido a su polla larga y gruesa,
tal consideración no tenía sentido. Incluso si la levantaba muy ligeramente, se
metía profundamente, por lo que Diana gimió y se inclinó hacia atrás sin
aliento.
Edmund quería
ser considerado con ella, ya que estaba debajo de él todo el tiempo y le
costaba mucho tenerlo dentro, pero no parecía tener mucho sentido hasta ahora. La
cosa que tenía atascada en su agujero no mostraba signos de desinflarse. La
inserción profunda continuó como si estuvieran cavando con avidez y violando su
interior, uniendo sus cuerpos entre sí.
—¿Sabes
lo bonita que eres cuando comes tan bien?
Sus
labios revolotearon por un momento. Diana se desplomó sobre su hombro
desesperada por respirar. Edmund chupó sin dudarlo cuando un pezón al rojo vivo
tocó su carne y se retorció. Aun así, no dejo de enterrarlo profundamente en su
interior.
—¡Edmund...,
es difícil! ¡ah!
Ella no
se dio por vencida a pesar de hablar en silabas. Edmund se suavizo cuando vio
sus pechos bellamente balanceándose ante sus ojos.
—Detente,
detente… Por favor…
Se
sonrojó y suplico en su oído.
—¿Cómo
quieres que deje de moverme mientras lo aprietas así?
Él
chasqueó la lengua, y apretó la pelvis de Diana.
—Mierda.
La fuerza
de su estocada fue marcadamente diferente a la anterior, hizo que Diana se
estremeciera.
—¡Muy
adentro!
La
estocada, insertando profundamente hasta las bolas, hizo que la forma de su pene
fuera claramente visible en la fina piel blanca de su vientre. Parecía que se
había tragado entera una gruesa serpiente que se retorcía por dentro.
—Pareciera
que se abrirá paso.
Ante las
palabras de Edmund, el rostro de Diana se puso pálido. Fue porque su cosa
amenazadoramente hinchada parecía que estaba a punto de desgarrarla.
—No, no
puedo. . . No. . .¡Ugh!
Mientras
tanto, Edmund movió la cosa dentro y comenzó a aplastar el interior. Encontró
el punto exacto dónde lo sentía más, empujó y movió la cintura, haciéndola
gemir de placer.
—¡Aang,
ah! ¡Ay!
Agarró la
pelvis de Diana para acercarla y la presionó más hacia abajo. La unión que ya
había llegado a su límite se apretó y emitió un sonido palpitante.
—No, yo
no...
Diana
sollozó mientras la bajaba con fuerza. Fue lindo verla gritar que ya no podía
más, pero no tenía intención de parar.
—Entonces,
¿tú no?
El gesto
implacable se detuvo en un instante. Toda acción fue parada mientras sus partes
se aferraban una a la otra. Sorprendida por la repentina interrupción, Diana
levantó la cabeza. Vio los ojos azules del hombre sonriente.
—Si lo
estás pasando tan mal.
Habló con
sencillez y comenzó a sacar el pene que estaba metido en el interior de Diana.
Ni siquiera fue una elección de una sola vez. Raspo tranquilamente su interior
mientras lo sacaba lentamente.
—UH oh...
Era
sorprendente que hubiera tenido dentro esa cosa tan grande hasta ahora, era
como la cabeza de una serpiente enorme. Diana finalmente colapsó ante la
sensación de su pene saliendo a una velocidad tentadora.
—Ja. . .
. Ja.
—Entonces
no puedo sacarlo.
Edmund
murmuró tranquilamente y frotó el trasero blanco de Diana. Debido a su pálida
piel, le dejaba las huellas de sus manos cada vez que la agarraba. Todavía
había rastros del castigo corporal que había infligido en sus nalgas blancas.
Chasqueó la lengua porque sintió que era una pena que los rastros se
desvanecieran.
—Entonces
mira tú estómago, Diana.
Levantó
la cara de Diana, recostada sobre su pecho, y la lamió suavemente. Diana gimió,
medio mordiendo su pene.
—Vamos.
—Uf. . .
El rostro
de Edmund tenía una sonrisa maliciosa. Sería fácil para ella si cambiaba de
posición, no dudo en sacarlo, luego lo inserto nuevamente. Diana estaba en
alerta máxima cuando se rindió como si no pudiera evitarlo. Al final, el hombre
sediento no tuvo más remedio que cavar el pozo. Movió suavemente su cadera,
tratando de liberar su pene medio enganchado. Con su cuerpo inclinado sobre él,
podía ver claramente su pene deslizándose hacia afuera.
Cuando empujó
el grueso trozo de carne a través del enorme agujero, el líquido blanco que
había derramado varias veces, fluyó al mismo tiempo. Tan pronto como la
sensación corrió rápidamente por su espalda, Diana se detuvo.
¿Él también lo sintió? Su
rostro aún estaba relajado cuando levantó la vista ligeramente. Diana estaba
estupefacta por su expresión como si no estuviera en celo en absoluto, y su
lujuria aumentó más que antes.
¿Cómo
puede ser tan indiferente después de molestarme hasta el punto de hacerme
papilla? A veces, cuando miro su expresión sentía como si me hubiera convertido
en el ratón de juguete de un gato. Diana apretó suavemente las manos.
—¿Diana?
Edmund se
detuvo y miró a su esposa, que fruncía el ceño.
—¿Qué
ocurre?
Edmund
frotó suavemente su delgada cintura. Mientras movía su mano a lo largo de su
cintura, Diana se estremeció ligeramente. Gracias a eso, sintió como se
contrajo su interior mordiendo su pene medio metido. Su expresión se oscureció
ante la inesperada acción. Y mi expresión en ese momento fue capturada en los
ojos de Diana.
Quería
ver de nuevo la primera grieta en los ojos de este hombre quien siempre esta
relajado. Quería verlo inquietarse y aferrarse. Quería verlo aguantar. Siempre
quise tenerlo en mis manos y hacerle saber lo que se siente ser el objeto de
burlas. Entonces ella comenzó un intento salvaje.
—....¿Diana?
El rostro
tranquilo de Edmund volvió a contraerse. Fue por una cosa escandalosa que su
esposa había hecho.
—Qué
estás haciendo… ahora...
Diana
apretó con la vagina su cosa con fuerza. Fue inusual ver su rostro de porcelana
agrietado como un espejo roto cuanto aplico más fuerza poco a poco.
—¿Qué
quieres decir?
Diana
susurró, embriagada por una extraña sensación de triunfo. Fue el momento en que
su rostro terso, como de porcelana, se volvió obsceno. Quería molestar a este
hombre perfecto. Diana apretó mucho más fuerte su pene. Entonces su expresión
se suavizó un poco. Una sonrisa se formó en los labios de Edmund cuando notó
que Diana se estaba divirtiendo.
—Diana.
Pero
había algo en lo que ella no había pensado. La cosa que estaba llenando su
entrada empezó a estimularse, sin tener que hacer fuerza agrando más su tamaño.
La sensación del pene siendo apretado lo sentía tan vívidamente. Cada
movimiento de Edmund para escabullirse obligaba a Diana a inhalar con urgencia.
—Entonces,
¿por qué haces algo que no puedes manejar?
—Eh,
ah...
Mientras
Diana entraba en pánico, de repente levantó las caderas. Con un descarado
sonido de fricción, el gran pene aplasto su interior.
—¡Mmm!
Cuando la
cosa que había tenido medio metida la empujo hasta el fondo, Diana se echó
hacia atrás y gimió.
—¡Aang,
ang!
Nuevamente,
comenzaron las embestidas salvajes. Agarro con fuerza con las manos la cintura
de Diana, sujetándola para evitar que se moviera, aumentando la velocidad de
las estocadas.
—¡Loco,
uf!
Respondió
con penetraciones más profundas, como si estuviera buscando venganza por lo de
antes. El semen que había metido en el agujero rojo abierto se mezcló con sus
jugos y fluyo, empapando sus muslos y la ropa de cama. Edmund enderezó su
cuerpo, que había estado inclinado hacia atrás, y rodeó la cintura de Diana con
sus brazos.
Sus
pechos estaban rebotando maravillosamente y rozaban su firme pecho. Ver como rebotaban
era encantador. Mientras rebotaban, los duros pezones regordetes le rasparon el
pecho, y el estímulo volvió loco a Edmund una vez más.
—Diana.
—¡UH Huh!
—No
tienes que tratar de volverme loco… ya estoy loco…
Lo que
dijo se mezcló con la fuerza de las violentas estocadas, por lo que no pudo
escucharlo. Luego sus labios fueron engullidos, enredó su lengua y movió sus
caderas promiscuamente, ocupada aceptando su pene. La mente de Diana estaba tan
nublada que no podía ver nada.
—Edmund...
—Sí.
Respondió,
sacando la lengua y lamiendo los labios de Diana. Mientras tanto, seguía
penetrándola diligentemente sin detenerse.
—Detente... Ahora... Oh...
Diana
buscó frenéticamente sus labios con los brazos alrededor de su cuello. Como si
sintiera que esta era la única forma en que podía hacerlo, ansiosamente se
colgó de su cuello y chupó sus labios.
—Sí...
detente, ¿de acuerdo? Detente ahora...
No
termino la oración por que era demasiado vergonzoso para ella decirlo. Dijo,
besando sus labios mientras la mordía suavemente.
—Tienes
que terminar la oración.
El rostro
de Diana estaba manchado de vergüenza. Sabía exactamente lo que quería pero no podía.
—¿si?
Presionó
de nuevo y la apuñaló profundamente.
—Mmm.
Diana
gimió y se derrumbó en sus brazos. Él felizmente la abrazó y comenzó a moverse.
El sudor se formó en sus pechos y la sensación de fricción lo estimulo,
moviéndose con más fuerza dentro de Diana.
—Umm. . .
ahmm.
—¿Qué?
Bajo mi
trasero y pregunto, presionando con más fuerza. La cara de Diana estaba tan
caliente que no podía estar más roja.
—Adentro,
cosa, adentro...
—¿Qué hay
adentro?
Dijo,
lamiendo su oreja lentamente. Incluso sus orejas estaban de un rojo brillante,
y la sintió caliente al lamerla.
—Por
favor, termina ya.
Una
profunda sonrisa apareció en los labios de Edmund. Sonrió satisfecho por su
rendición y abrazó a Diana con fuerza. Enrosqué su lengua y la chupé con
fuerza, y al mismo tiempo empujé más mi pene que está atrapado en su interior. El
hombre que tragó su aliento exhalado apresuradamente se vino abundantemente dentro
de ella. El líquido blanquecino que salió después de un gemido fluyo de entre
sus piernas. Diana sacudió su cuerpo levemente ante el toque refrescante. Ya lo
había recibido varias veces, pero esta vez fue más largo y en mayor cantidad, y
era simplemente asombroso que todavía pudiera hacerlo.
—¡Ah!
Entonces,
como si de repente hubiera recordado algo, Diana alzó la voz.
—¿Que?
Edmund la
miró con curiosidad. Su rostro se puso pálido como si hubiera olvidado algo
importante.
—¿Qué
pasa si estoy embarazada?
—¿Estas
embarazada?
Los ojos
de Edmund se abrieron como platos.
—No, no
es eso...
Diana lo
miró llorando.
—Todo el
mundo sabrá si el niño nace poco después del matrimonio.
—Ah.
Edmund,
que entendió lo que decía Diana, sonrió. Diana todavía se preocupaba por su
reputación después de convertirse en suya estaba estupefacto. Edmund sonrió
profundamente y volvió a besar brevemente los labios de Diana.
—Si
sucede, tendremos un sucesor en nuestra familia.
—....
—Dijiste
que tu prima ya tiene cuatro meses.
—Eso
es...
—¿No
deberíamos también hacer nuestro mejor esfuerzo?
—Quieto...
¿Qué dirá la gente si el niño nace prematuro?
Diana
tenía miedo de que la gente hablara a sus espaldas. Había sufrido mucho por los
rumores de que había seducido al duque con su cuerpo.
—Diana.
Dio un
largo suspiro.
—Este no
es el momento para preocuparse por eso.
—...¿qué?
Entonces,
¿cuándo? El rostro de Diana se puso azul, preguntándose si había algo más serio
que esto.
—¿Qué
más? ¿Qué más?
—después.
Sus ojos
se entrecerraron en respuesta.
—qué...
—esto.
Su cosa,
que pensó había disminuido, volvió a levantarse y empezó a empujar en su
interior.
—Duele.
La
palabra vulgar que dijo su esposo hizo que Diana se quedara en blanco.
—Así que
por favor usa tu coño para calmarme.
Dijo
lamiendo sus labios con su roja lengua. Diana suspiró en silencio ante el
comentario obsceno del hombre que comenzó a mover su cintura nuevamente.
Mientras lo reprendía por ser grosero, su lascivo cuerpo estaba vertiendo agua.
Edmund sostuvo a Diana y se volvió para acostarla. Mientras admiraba
tranquilamente el cuerpo desnudo de la mujer que yacía debajo de él, su pene
comenzó a hincharse.
—¡Sí, uh
uh, oh!
Diana lo
abrazó con más fuerza alrededor de su cuello. Los ojos de Edmund se
oscurecieron ante su gesto desesperado. Por supuesto, fue solo un instante y
Diana no lo vio. La cosa de Edmund volvió a hincharse por dentro. Una oleada de
placer se apoderó de ella.
—Hmm...
Hmm
Todo su
cuerpo se estremeció. El líquido espeso que la cosa del hombre derramo en su
interior la llenaba por completo y se derramaba con cada embestida. Se filtraba
entre sus muslos dejándolos resbaladizos. La sostuvo durante mucho tiempo,
vertiendo su semilla una y otra vez. La cantidad de lo que ya estaba dentro y
de lo nuevo vertido era considerable, pero no dejo de tallarse dentro de su
cuerpo como si estuviera tallando un sello.
Edmund
era un hombre infinitamente elegante y digno frente a los demás. Quién creería
que en el dormitorio, de repente cambiaria como si fuera una persona con una
máscara. Durante los seis meses que fueron amantes, ella tampoco lo supo.
—¿Qué
estás pensando?
Incluso
después de que terminó de eyacular, Edmund no sacó su pene y lo movió dentro.
La lenta sensación del roce la hizo sentir como si un fuego que aún no se había
extinguido se reavivara. Claramente, eso era lo que pretendía.
Apuñalo el
interior acalorado de nuevo antes de que el resplandor de la anterior relación desapareciera,
él parecía estar completamente concentrado en el acto, pero descubrió que Diana
estaba inmersa en otros pensamientos.
—Ah, no
creo... ¡Ah!
También
reconocí las palabras ásperas.
—Diana,
no debería haber nada que yo no sepa.
El sonido
de su risa llegó hasta mis oídos.
—De
verdad, oh, nada...
—...¿De
verdad?
Su cálida
mano envolvió completamente su mejilla. La sensación de calor que transmitía
era inusual había algo de locura en su rostro cuando levantó la vista.
Era como…
Era ese tipo de mirada que mostraba claramente su voluntad de partir la cabeza
de la mujer y diseccionarla en detalle.
—Supongo
que tienes suficiente tiempo en la cama para pensar en otras cosas.
—¿Que?
Se burló
de Diana y la animó gentilmente. Sintiendo que si lo dejaba como estaba, no
solo podría seguir penetrándola, incluso podría comérsela, por lo que Diana hablo
a regañadientes.
—¡Todo,
tú…!
—¿Yo?
Preguntó
Edmund, metiéndolo profundamente dentro de ella. Levantó su pequeña mano que
descansaba sobre su pecho y le mordió la muñeca. Diana tragó saliva y continuó,
como si estuviera a punto de ser comida.
—Eres
tan... diferente, no lo sabía antes... eso es lo que pensaba.
—. . . .
. , Le respondió pero su expresión parecía algo confusa. ¿No era la respuesta
que querías?
—Así que
Diana, a ti. ¿Cuál te gusta más?
—Yo, yo.
. .
Si
tuviera que elegir cualquiera, tendría que elegir entre él en el dormitorio y
él en público.
—A mí...
me gusta ambos.
—No des
una respuesta tan obvia.
Se rio y
mordió ligeramente la oreja de Diana. Una sensación emocionante, tanto de
picazón como de dolor, se apoderó de ella y Diana inhaló. Era implacable en
atacar sus áreas sensibles, pero no podía quejarse, fue su culpa de que la haya
atrapado.
—Diana.
Era
agradable cuando decía su nombre, su voz era su droga. Hundió el rostro en los fuertes
hombros de su esposo y exhaló levemente, recordando de repente lo que había
sucedido hace mucho tiempo. Edmund, el hombre que la había salvado de ser
molestada por un acosador, ya sabía su nombre.
—Tengo
una pregunta.
—¿Cuál
es?
Preguntó,
envolviendo su lengua alrededor del pezón de su esposa y chupándolo.
—Entonces...
en el baile de máscaras, ¿cómo supiste mi nombre?
Sus
labios, que habían estado chupando diligentemente su pezón, se detuvieron ante su
pregunta.
—Te vi
por primera vez ese día...
—¿Importa?
Mordió su
pezón más fuerte. Al mismo tiempo, siguió aplastando el interior de Diana
desgarrando sus entrañas.
—Espera
un momento, Edmund... Es extraño... ¡Ah!
Diana se
inclinó y lloró ante la repentina sensación de ser apuñalada por dentro.
—Contéstame.
¿Cómo sabias mi nombre…?
—¿Eso
importa?
Mi esposa
era muy insistente a veces. A pesar de que estaba casi sin aliento ante la
sensación de ser apuñalada por dentro, exigió una respuesta de él al final.
—Tengo
curiosidad. Respóndeme, dime…
Al
escuchar su débil grito, estiró las comisuras de su boca y se rio.
—Hago.
—Hazlo
una vez más.
—¡Donde
es eso...!
Debido a
que cerró de nuevo sus labios, Diana no pudo hacer más preguntas. Después de
eso, no volvió a preguntar a lo largo de la relación, fue porque él lo quiso
así.
—Diana,
te amo
Al final,
cuando Edmund le susurró al oído a su esposa, que estaba exhausta y flácida.
Diana se había desmayado por el agotamiento así que ni siquiera escucho lo que le
dijo.
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