Confinamiento en el dormitorio Capitulo 7.- Epílogo 1

 

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La boda del duque de Serwell se celebró en un lugar al que fueron invitados todos los nobles destacados de todo el imperio. La Cenicienta que se llevó al Duque de Serwell fue su amante Diana. Fue un resultado que no cumplió con las expectativas de todos en la alta sociedad, después de todo jamás imaginaron que de verdad se casarían.

La vizcondesa Pamina fue felicitada por muchas personas en nombre de la madre de la novia. Fue la prima de Diana, Agnes, quien recibió el ramo de novia en la boda. Estaba cubierta con gracia por el ramo en la mano, pero no pocas personas notaron que su vientre estaba hinchado ligeramente. El duque y la duquesa de Serwell no aparecieron en ningún evento inmediato después de su boda, lo que generó muchas especulaciones y sospechas entre la gente.

Algunos dijeron que se divorciarían pronto al igual de cómo se casaron, y esta vez hubo una batalla de apuestas sobre la cantidad de pensión alimenticia que recibiría la duquesa. Independientemente de la opinión pública, la villa que el duque y la duquesa de Serwell usaban como su casa de luna de miel solo se podían escuchar los gemidos maduros de los recién casados, los dos estaban entrelazados.

Edmund sostenía a Diana encima de él, inclinando ligeramente la espalda. Debido al poder de las embestidas, movía las caderas y levantaba el trasero, Diana dejó escapar un gemido intermitente.

—Ay, sí, ay...

Solo la estaba penetrando golpeando suavemente, pero debido a su polla larga y gruesa, tal consideración no tenía sentido. Incluso si la levantaba muy ligeramente, se metía profundamente, por lo que Diana gimió y se inclinó hacia atrás sin aliento.

Edmund quería ser considerado con ella, ya que estaba debajo de él todo el tiempo y le costaba mucho tenerlo dentro, pero no parecía tener mucho sentido hasta ahora. La cosa que tenía atascada en su agujero no mostraba signos de desinflarse. La inserción profunda continuó como si estuvieran cavando con avidez y violando su interior, uniendo sus cuerpos entre sí.

—¿Sabes lo bonita que eres cuando comes tan bien?

Sus labios revolotearon por un momento. Diana se desplomó sobre su hombro desesperada por respirar. Edmund chupó sin dudarlo cuando un pezón al rojo vivo tocó su carne y se retorció. Aun así, no dejo de enterrarlo profundamente en su interior.

—¡Edmund..., es difícil! ¡ah!

Ella no se dio por vencida a pesar de hablar en silabas. Edmund se suavizo cuando vio sus pechos bellamente balanceándose ante sus ojos.

—Detente, detente… Por favor…

Se sonrojó y suplico en su oído.

—¿Cómo quieres que deje de moverme mientras lo aprietas así?

Él chasqueó la lengua, y apretó la pelvis de Diana.

—Mierda.

La fuerza de su estocada fue marcadamente diferente a la anterior, hizo que Diana se estremeciera.

—¡Muy adentro!

La estocada, insertando profundamente hasta las bolas, hizo que la forma de su pene fuera claramente visible en la fina piel blanca de su vientre. Parecía que se había tragado entera una gruesa serpiente que se retorcía por dentro.

—Pareciera que se abrirá paso.

Ante las palabras de Edmund, el rostro de Diana se puso pálido. Fue porque su cosa amenazadoramente hinchada parecía que estaba a punto de desgarrarla.

—No, no puedo. . .  No. . .¡Ugh!

Mientras tanto, Edmund movió la cosa dentro y comenzó a aplastar el interior. Encontró el punto exacto dónde lo sentía más, empujó y movió la cintura, haciéndola gemir de placer.

—¡Aang, ah! ¡Ay!

Agarró la pelvis de Diana para acercarla y la presionó más hacia abajo. La unión que ya había llegado a su límite se apretó y emitió un sonido palpitante.

—No, yo no...

Diana sollozó mientras la bajaba con fuerza. Fue lindo verla gritar que ya no podía más, pero no tenía intención de parar.

—Entonces, ¿tú no?

El gesto implacable se detuvo en un instante. Toda acción fue parada mientras sus partes se aferraban una a la otra. Sorprendida por la repentina interrupción, Diana levantó la cabeza. Vio los ojos azules del hombre sonriente.

—Si lo estás pasando tan mal.

Habló con sencillez y comenzó a sacar el pene que estaba metido en el interior de Diana. Ni siquiera fue una elección de una sola vez. Raspo tranquilamente su interior mientras lo sacaba lentamente.

—UH oh...

Era sorprendente que hubiera tenido dentro esa cosa tan grande hasta ahora, era como la cabeza de una serpiente enorme. Diana finalmente colapsó ante la sensación de su pene saliendo a una velocidad tentadora.

—Ja. . . . Ja.

—Entonces no puedo sacarlo.

Edmund murmuró tranquilamente y frotó el trasero blanco de Diana. Debido a su pálida piel, le dejaba las huellas de sus manos cada vez que la agarraba. Todavía había rastros del castigo corporal que había infligido en sus nalgas blancas. Chasqueó la lengua porque sintió que era una pena que los rastros se desvanecieran.

—Entonces mira tú estómago, Diana.

Levantó la cara de Diana, recostada sobre su pecho, y la lamió suavemente. Diana gimió, medio mordiendo su pene.

—Vamos.

—Uf. . .

El rostro de Edmund tenía una sonrisa maliciosa. Sería fácil para ella si cambiaba de posición, no dudo en sacarlo, luego lo inserto nuevamente. Diana estaba en alerta máxima cuando se rindió como si no pudiera evitarlo. Al final, el hombre sediento no tuvo más remedio que cavar el pozo. Movió suavemente su cadera, tratando de liberar su pene medio enganchado. Con su cuerpo inclinado sobre él, podía ver claramente su pene deslizándose hacia afuera.

Cuando empujó el grueso trozo de carne a través del enorme agujero, el líquido blanco que había derramado varias veces, fluyó al mismo tiempo. Tan pronto como la sensación corrió rápidamente por su espalda, Diana se detuvo.

¿Él también lo sintió? Su rostro aún estaba relajado cuando levantó la vista ligeramente. Diana estaba estupefacta por su expresión como si no estuviera en celo en absoluto, y su lujuria aumentó más que antes.  

¿Cómo puede ser tan indiferente después de molestarme hasta el punto de hacerme papilla? A veces, cuando miro su expresión sentía como si me hubiera convertido en el ratón de juguete de un gato. Diana apretó suavemente las manos.

—¿Diana?

Edmund se detuvo y miró a su esposa, que fruncía el ceño.

—¿Qué ocurre?

Edmund frotó suavemente su delgada cintura. Mientras movía su mano a lo largo de su cintura, Diana se estremeció ligeramente. Gracias a eso, sintió como se contrajo su interior mordiendo su pene medio metido. Su expresión se oscureció ante la inesperada acción. Y mi expresión en ese momento fue capturada en los ojos de Diana.

Quería ver de nuevo la primera grieta en los ojos de este hombre quien siempre esta relajado. Quería verlo inquietarse y aferrarse. Quería verlo aguantar. Siempre quise tenerlo en mis manos y hacerle saber lo que se siente ser el objeto de burlas. Entonces ella comenzó un intento salvaje.

—....¿Diana?

El rostro tranquilo de Edmund volvió a contraerse. Fue por una cosa escandalosa que su esposa había hecho.

—Qué estás haciendo… ahora...

Diana apretó con la vagina su cosa con fuerza. Fue inusual ver su rostro de porcelana agrietado como un espejo roto cuanto aplico más fuerza poco a poco.

—¿Qué quieres decir?

Diana susurró, embriagada por una extraña sensación de triunfo. Fue el momento en que su rostro terso, como de porcelana, se volvió obsceno. Quería molestar a este hombre perfecto. Diana apretó mucho más fuerte su pene. Entonces su expresión se suavizó un poco. Una sonrisa se formó en los labios de Edmund cuando notó que Diana se estaba divirtiendo.

—Diana.

Pero había algo en lo que ella no había pensado. La cosa que estaba llenando su entrada empezó a estimularse, sin tener que hacer fuerza agrando más su tamaño. La sensación del pene siendo apretado lo sentía tan vívidamente. Cada movimiento de Edmund para escabullirse obligaba a Diana a inhalar con urgencia.

—Entonces, ¿por qué haces algo que no puedes manejar?

—Eh, ah...

Mientras Diana entraba en pánico, de repente levantó las caderas. Con un descarado sonido de fricción, el gran pene aplasto su interior.

—¡Mmm!

Cuando la cosa que había tenido medio metida la empujo hasta el fondo, Diana se echó hacia atrás y gimió.  

—¡Aang, ang!

Nuevamente, comenzaron las embestidas salvajes. Agarro con fuerza con las manos la cintura de Diana, sujetándola para evitar que se moviera, aumentando la velocidad de las estocadas.

—¡Loco, uf!

Respondió con penetraciones más profundas, como si estuviera buscando venganza por lo de antes. El semen que había metido en el agujero rojo abierto se mezcló con sus jugos y fluyo, empapando sus muslos y la ropa de cama. Edmund enderezó su cuerpo, que había estado inclinado hacia atrás, y rodeó la cintura de Diana con sus brazos.

Sus pechos estaban rebotando maravillosamente y rozaban su firme pecho. Ver como rebotaban era encantador. Mientras rebotaban, los duros pezones regordetes le rasparon el pecho, y el estímulo volvió loco a Edmund una vez más.

—Diana.

—¡UH Huh!

—No tienes que tratar de volverme loco… ya estoy loco…

Lo que dijo se mezcló con la fuerza de las violentas estocadas, por lo que no pudo escucharlo. Luego sus labios fueron engullidos, enredó su lengua y movió sus caderas promiscuamente, ocupada aceptando su pene. La mente de Diana estaba tan nublada que no podía ver nada.

—Edmund...

—Sí.

Respondió, sacando la lengua y lamiendo los labios de Diana. Mientras tanto, seguía penetrándola diligentemente sin detenerse.

 —Detente... Ahora... Oh...

Diana buscó frenéticamente sus labios con los brazos alrededor de su cuello. Como si sintiera que esta era la única forma en que podía hacerlo, ansiosamente se colgó de su cuello y chupó sus labios.

—Sí... detente, ¿de acuerdo? Detente ahora...

No termino la oración por que era demasiado vergonzoso para ella decirlo. Dijo, besando sus labios mientras la mordía suavemente.

—Tienes que terminar la oración.

El rostro de Diana estaba manchado de vergüenza. Sabía exactamente lo que quería pero no podía.

 —¿si?

Presionó de nuevo y la apuñaló profundamente.

—Mmm.

Diana gimió y se derrumbó en sus brazos. Él felizmente la abrazó y comenzó a moverse. El sudor se formó en sus pechos y la sensación de fricción lo estimulo, moviéndose con más fuerza dentro de Diana.

—Umm. . . ahmm.

—¿Qué?

Bajo mi trasero y pregunto, presionando con más fuerza. La cara de Diana estaba tan caliente que no podía estar más roja.

—Adentro, cosa, adentro...

—¿Qué hay adentro?

Dijo, lamiendo su oreja lentamente. Incluso sus orejas estaban de un rojo brillante, y la sintió caliente al lamerla.

—Por favor, termina ya.

Una profunda sonrisa apareció en los labios de Edmund. Sonrió satisfecho por su rendición y abrazó a Diana con fuerza. Enrosqué su lengua y la chupé con fuerza, y al mismo tiempo empujé más mi pene que está atrapado en su interior. El hombre que tragó su aliento exhalado apresuradamente se vino abundantemente dentro de ella. El líquido blanquecino que salió después de un gemido fluyo de entre sus piernas. Diana sacudió su cuerpo levemente ante el toque refrescante. Ya lo había recibido varias veces, pero esta vez fue más largo y en mayor cantidad, y era simplemente asombroso que todavía pudiera hacerlo.

—¡Ah!

Entonces, como si de repente hubiera recordado algo, Diana alzó la voz.

—¿Que?

Edmund la miró con curiosidad. Su rostro se puso pálido como si hubiera olvidado algo importante.

—¿Qué pasa si estoy embarazada?

—¿Estas embarazada?

Los ojos de Edmund se abrieron como platos.

—No, no es eso...

Diana lo miró llorando.

—Todo el mundo sabrá si el niño nace poco después del matrimonio.

—Ah.

Edmund, que entendió lo que decía Diana, sonrió. Diana todavía se preocupaba por su reputación después de convertirse en suya estaba estupefacto. Edmund sonrió profundamente y volvió a besar brevemente los labios de Diana.

—Si sucede, tendremos un sucesor en nuestra familia.

—....

—Dijiste que tu prima ya tiene cuatro meses.

—Eso es...

—¿No deberíamos también hacer nuestro mejor esfuerzo?

—Quieto... ¿Qué dirá la gente si el niño nace prematuro?

Diana tenía miedo de que la gente hablara a sus espaldas. Había sufrido mucho por los rumores de que había seducido al duque con su cuerpo.

—Diana.

Dio un largo suspiro.

—Este no es el momento para preocuparse por eso.

—...¿qué?

Entonces, ¿cuándo? El rostro de Diana se puso azul, preguntándose si había algo más serio que esto.

—¿Qué más? ¿Qué más?

—después.

Sus ojos se entrecerraron en respuesta.

—qué...

—esto.

Su cosa, que pensó había disminuido, volvió a levantarse y empezó a empujar en su interior.

—Duele.

La palabra vulgar que dijo su esposo hizo que Diana se quedara en blanco.

—Así que por favor usa tu coño para calmarme.

Dijo lamiendo sus labios con su roja lengua. Diana suspiró en silencio ante el comentario obsceno del hombre que comenzó a mover su cintura nuevamente. Mientras lo reprendía por ser grosero, su lascivo cuerpo estaba vertiendo agua. Edmund sostuvo a Diana y se volvió para acostarla. Mientras admiraba tranquilamente el cuerpo desnudo de la mujer que yacía debajo de él, su pene comenzó a hincharse.

—¡Sí, uh uh, oh!

Diana lo abrazó con más fuerza alrededor de su cuello. Los ojos de Edmund se oscurecieron ante su gesto desesperado. Por supuesto, fue solo un instante y Diana no lo vio. La cosa de Edmund volvió a hincharse por dentro. Una oleada de placer se apoderó de ella.

—Hmm... Hmm

Todo su cuerpo se estremeció. El líquido espeso que la cosa del hombre derramo en su interior la llenaba por completo y se derramaba con cada embestida. Se filtraba entre sus muslos dejándolos resbaladizos. La sostuvo durante mucho tiempo, vertiendo su semilla una y otra vez. La cantidad de lo que ya estaba dentro y de lo nuevo vertido era considerable, pero no dejo de tallarse dentro de su cuerpo como si estuviera tallando un sello.

Edmund era un hombre infinitamente elegante y digno frente a los demás. Quién creería que en el dormitorio, de repente cambiaria como si fuera una persona con una máscara. Durante los seis meses que fueron amantes, ella tampoco lo supo.

—¿Qué estás pensando?

Incluso después de que terminó de eyacular, Edmund no sacó su pene y lo movió dentro. La lenta sensación del roce la hizo sentir como si un fuego que aún no se había extinguido se reavivara. Claramente, eso era lo que pretendía.

Apuñalo el interior acalorado de nuevo antes de que el resplandor de la anterior relación desapareciera, él parecía estar completamente concentrado en el acto, pero descubrió que Diana estaba inmersa en otros pensamientos.

—Ah, no creo... ¡Ah!

También reconocí las palabras ásperas.

—Diana, no debería haber nada que yo no sepa.

El sonido de su risa llegó hasta mis oídos.

—De verdad, oh, nada...

—...¿De verdad?

Su cálida mano envolvió completamente su mejilla. La sensación de calor que transmitía era inusual había algo de locura en su rostro cuando levantó la vista.

Era como… Era ese tipo de mirada que mostraba claramente su voluntad de partir la cabeza de la mujer y diseccionarla en detalle.

—Supongo que tienes suficiente tiempo en la cama para pensar en otras cosas.

—¿Que?

Se burló de Diana y la animó gentilmente. Sintiendo que si lo dejaba como estaba, no solo podría seguir penetrándola, incluso podría comérsela, por lo que Diana hablo a regañadientes.

—¡Todo, tú…!

—¿Yo?

Preguntó Edmund, metiéndolo profundamente dentro de ella. Levantó su pequeña mano que descansaba sobre su pecho y le mordió la muñeca. Diana tragó saliva y continuó, como si estuviera a punto de ser comida.

—Eres tan... diferente, no lo sabía antes... eso es lo que pensaba.

—. . . . . , Le respondió pero su expresión parecía algo confusa. ¿No era la respuesta que querías?

—Así que Diana, a ti. ¿Cuál te gusta más?

—Yo, yo. . .

Si tuviera que elegir cualquiera, tendría que elegir entre él en el dormitorio y él en público.

—A mí... me gusta ambos.

—No des una respuesta tan obvia.

Se rio y mordió ligeramente la oreja de Diana. Una sensación emocionante, tanto de picazón como de dolor, se apoderó de ella y Diana inhaló. Era implacable en atacar sus áreas sensibles, pero no podía quejarse, fue su culpa de que la haya atrapado.

—Diana.

Era agradable cuando decía su nombre, su voz era su droga. Hundió el rostro en los fuertes hombros de su esposo y exhaló levemente, recordando de repente lo que había sucedido hace mucho tiempo. Edmund, el hombre que la había salvado de ser molestada por un acosador, ya sabía su nombre.

—Tengo una pregunta.

—¿Cuál es?

Preguntó, envolviendo su lengua alrededor del pezón de su esposa y chupándolo.

—Entonces... en el baile de máscaras, ¿cómo supiste mi nombre?

Sus labios, que habían estado chupando diligentemente su pezón, se detuvieron ante su pregunta.

—Te vi por primera vez ese día...

—¿Importa?

Mordió su pezón más fuerte. Al mismo tiempo, siguió aplastando el interior de Diana desgarrando sus entrañas.

—Espera un momento, Edmund... Es extraño... ¡Ah!

Diana se inclinó y lloró ante la repentina sensación de ser apuñalada por dentro.

—Contéstame. ¿Cómo sabias mi nombre…?

—¿Eso importa?

Mi esposa era muy insistente a veces. A pesar de que estaba casi sin aliento ante la sensación de ser apuñalada por dentro, exigió una respuesta de él al final.

—Tengo curiosidad. Respóndeme, dime…

Al escuchar su débil grito, estiró las comisuras de su boca y se rio.

—Hago.

—Hazlo una vez más.

—¡Donde es eso...!

Debido a que cerró de nuevo sus labios, Diana no pudo hacer más preguntas. Después de eso, no volvió a preguntar a lo largo de la relación, fue porque él lo quiso así.

—Diana, te amo

Al final, cuando Edmund le susurró al oído a su esposa, que estaba exhausta y flácida. Diana se había desmayado por el agotamiento así que ni siquiera escucho lo que le dijo.

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