Diana
nerviosa caminaba de un lado a otro en el salón con las manos entrelazadas.
A medida
que se acercaba la hora en que se suponía llegaría la vizcondesa de Pamina, su
tensión aumentaba hasta su punto máximo.
—Le daré
una explicación completa a la vizcondesa Pamina.
—...¿qué?
—De cómo
fue que terminaste quedándote aquí.
—¿Qué
demonios...?
—Le diré
que tenía miedo de que la novia se escapara antes de la boda.
—Bueno,
entonces mi tía, nosotros, nosotros...
—Le diré
antes de la ceremonia que es posible que vaya a tener un sobrino.
Edmund
fue realmente imponente al decir eso. Diana, por otro lado, sintió que estaba a
punto de desmayarse.
—...Solo
déjame hablar con mi tía a solas. Quiero ser honesta con ella.
—Tan pronto
como la vizcondesa Pamina llegue al puerto, la traerán aquí.
***
¿Cómo debo plantearlo? Me
preocupaba cuánto suspiraría mi tía, quien me había cuidado como una verdadera
hija, al enterarse de que ya había tenido relaciones con un hombre antes del
matrimonio.
—¡Diana!
Tan
pronto como la puerta se abrió de golpe, la vizcondesa Pamina corrió hacia su
sobrina.
—Tía,
estás aquí.
—¡Diana,
mi hermosa niña!
La
vizcondesa abrazó a Diana y la besó en la mejilla.
—¿Porque
tardaste tanto en volver?
Diana
preguntó con cautela tan pronto como terminó el estridente saludo. Teniendo en
cuenta los días que ha pasado aquí, se dio cuenta de que había pasado mucho
tiempo desde el día en que se suponía que su tía regresaría.
No había regresado a casa, pensé
que no me había buscado, pero era que no había regresado aun.
—Ni siquiera
me lo recuerdes. 'La Perla del Océano'
cambió de dueño. El Conde Collan quebró, por lo que no le pago sus salarios a
la tripulación, así que el barco quedó anclado en el puerto. Afortunadamente, la
persona que compro el crucero se hizo cargo de pagar todos los salarios por
adelantado y finalmente pudimos completar el viaje.
—...¿El
Conde Collan se fue a la quiebra?
Era la
primera vez que lo escuchaba. ¿El Conde
Collan no fue el mismo hombre que trato de abusar de mí en el baile de
máscaras? Escuché que dirigía el negocio de barcos más grande del imperio,
pero en serio quebró.
—Sí,
pensé que era un negocio sólido, pero supongo que no lo era. Los deudores ahora
lo persiguen. Está arruinado, no solo está arruinado, está muy arruinado.
La
vizcondesa Pamina levantó la mano y fingió que la casa se derrumbaba.
—Era un
hombre que decía que no tenía problemas de dinero, pero no sé cómo pudo quebrar
tan rápido… Ni siquiera lo sabía, pensé que era un buen candidato para ser tu
prometido, pero Dios nos ayudó.
—…Tía.
Frente al
rostro horrorizado de Diana, la vizcondesa Pamina se dio una bofetada en la
boca.
—Bueno de
todos modos está en el pasado... Lo que sea. En realidad, se suponía que debía
encontrarse contigo.
—¿Qué, cuándo?
—Un día
después de que te convirtieras en la amante del duque.
—¿Que
dices?
La
campana sonó, ding, en mi cabeza.
—Pero
bueno, tienes un amante un millón de veces mejor que ese. Así que decidí de
inmediato que no tenías que conocerlo.
La
vizcondesa Pamina aplaudió diciendo: —¿Es el destino?
Sin
embargo, Diana, que se enteró de la verdad del asunto, estaba luchando con un torbellino
de conmoción.
—Ah...
—Deberías
agradecerme. Si no te hubiera llevado al baile de máscaras, habrías sido
arrastrada por mi madre y tendrías que salir con un viejo rico.
Cuando se
difundió la noticia de su relación amorosa con el duque de Serwell, recordó las
palabras de Agnes, quien orgullosa le apuñaló el costado en secreto.
¿Esto es lo que querías decirme?
El día
que me llevo al baile de máscaras, pude ver la expresión de mi prima
profundamente angustiada mientras suspiraba profundamente. Incluso me dijo que
podía terminar casándome con un viejo con barriga, y que debía disfrutar
mientras pudiera.
—...Tía,
yo, yo a ese abusador...
—¿Eh?
¿Abusador? ¿Quién?
Al ver el
rostro iluminado de la Vizcondesa Pamina, Diana no pudo decir nada.
—Por cierto,
¿cómo has estado mientras Agnes y yo estuvimos fuera, Diana?
La
vizcondesa Pamina pregunto un poco tarde. Tenía una expresión muy brillante. Por
extraño que parezca, su rostro estaba lleno de expectativas. No sé por qué, pero
mi tía esperaba algo.
—Diana,
¿eh? ¿Cómo estuvo?
—Uh...
yo... he estado bien.
Diana se
mordió el labio, incapaz de decir la verdad sobre lo que había pasado.
—Pero, ¿y
Agnes?
Diana,
que no quería contarle nada, cambió rápidamente de tema.
—No me
hagas recordarlo, tan pronto como bajamos del barco, se subió a un carruaje
conducido por un hombre y se fue. ¿Dónde habla conocido a un hombre con una
expresión tan hosca?
La
vizcondesa se golpeó el pecho como si tuviera una rabieta solo de pensarlo.
—Ya veo.
. .
—¿Cómo te
fue? ¿Todo bien?
Preguntó
la vizcondesa Pamina con curiosidad. La vizcondesa, que estaba molesta con su
hija, rápidamente volvió su atención a Diana. Pensaba que su sobrina tenía un
negocio más grande que su propia hija.
—Sí, no
pasó nada
En
realidad, lo hubo. Ese es el gran problema. No quería ni imaginar cómo
cambiaría la expresión de mi tía si le dijera que me había enredado con Edmund.
—¿En
serio, no pasó nada?
Cuando su
tía volvió a preguntar, como si no pudiera creerle, Diana sintió un pinchazo en
el estómago y no sabía qué hacer.
—...¿De
verdad?
La
vizcondesa Pamina inclinó la cabeza como si fuera realmente extraño.
—Entonces
por qué...
—¿Tía?
Diana
pregunto con cautela, y la vizcondesa Pamina miró el rostro de su sobrina con
una expresión perpleja.
—Eso no
puede ser cierto. ¿Por qué me fui de vacaciones?
—¿Qué
quieres decir?
Diana se
dio cuenta de que su tía estaba siendo algo extraña. Mi tía sabía algo que ella
no sabía.
—¿Quieres
decir que el duque de Serwell no te propuso matrimonio?
—...¿qué?
—Definitivamente
dijo que te propondría matrimonio. ¡Es por eso que nos invitó a tomar unas
vacaciones e incluso nos regaló los boletos de primera clase!
—¿Qué?
Por un
momento, Diana sintió como si la hubieran golpeado en la cabeza con algo
pesado.
—¿Edmund
las invito a irse de vacaciones tía? ¿En serio?
—Oh, Dios
mío, ¿ahora lo estás llamando por su nombre? Le has llamado Duque todo este
tiempo.
La
vizcondesa Pamina se interesó en algo más en medio de esto, y a Diana solo la confundió
más.
—¡Tía!
Edmund dijo eso, ¿en serio?
—¿Eh? Oh,
es cierto. Dijo que quería proponerte matrimonio en secreto y nos invitó a
irnos de vacaciones, e incluso no hospedo en una isla propiedad del duque de
Serwell.
—¿Una
isla?
—Sí, era
un lugar muy hermoso. Ser dueño de toda una gran isla, eh
La
vizcondesa Pamina, que había estado hablando con una expresión soñadora. Miró a
Diana, que de repente se había quedado callada, y preguntó:
—¿Por qué
te ves tan sorprendida? No te lo propuso, ¿verdad? El duque no es el tipo de
persona que mentiría sobre algo así.
La
vizcondesa no pudo ocultar su decepción. Las dos estaban perplejas por
diferentes razones.
—Mira, no
hay anillo. . .
La
vizcondesa no pudo ocultar su decepción.
—¿Qué
está pasando, entonces?
—Tía, voy
a salir un rato.
Diana
murmuró como si hubiera perdido la cabeza.
—¿Diana?
—Volveré
enseguida. No tardaré mucho.
Diana
soltó sus manos fuertemente entrelazadas y agitó la mano hacia la vizcondesa. De
repente, la vizcondesa se sobresaltó cuando notó algo brillante en su mano.
—Espera,
¿qué es ese anillo? ¡Dios, no puedo creer que esté viendo esto ahora!
La
vizcondesa Pamina exclamó emocionada.
—¡No
puedo creer que apenas haya notado algo tan deslumbrante! ¡Mis ojos están
extasiados! ¡Oh, Dios mío! El Duque...
—Tía, voy
a salir un rato.
Diana
murmuró como si hubiera perdido la cabeza.
—¿Diana?
—Volveré
enseguida. No tardaré mucho. Toma un poco de té y galletas.
La
vizcondesa Pamina, que ama los dulces, miró el juego de té sobre la mesa y
sonrió extasiada, y dijo de nuevo.
—Pero
Diana, ¿qué le pasa a tu cara? Recibiste una propuesta de matrimonio, incluso ya
se celebrara tu boda, todo de una sola vez...
Diana
bajó corriendo las escaleras sin escuchar lo último que dijo su tía. A lo
lejos, escuchó la voz de la vizcondesa llamando a Diana, pero ella corrió sin
detenerse.
—¡Edmund!
—¿Qué
pasa, Diana?
Edmund
dejó los papeles que estaba mirando y abrió los brazos hacia Diana, que se
quedó sin aliento.
—¿Vas a
quedarte aquí hasta la boda?
Preguntó
como una broma, pero Diana cargó contra él como un toro bravo y le dio un
puñetazo en el pecho.
—¿Diana?
Edmund la
miró mientras agarraba el pequeño puño que seguía golpeando su pecho y lo
apartaba.
—Te va a
doler la mano.
No es que
no lo fuera, pero realmente dolía. Era él a quien había golpeado, pero su mano
estaba dolorosamente adolorida.
—Tú,
hombre malo... como un demonio con un interior oscuro...
—De
nuevo.
Él solo
sonrió ante las maldiciones. Incluso le brillaban los ojos como si estuviera
esperando la próxima maldición.
—Di más.
—....¿qué?
—¿Cómo
puedes decir malas palabras con esta linda boca...?
Dijo,
viéndose extasiado, como si estuviera poseído por algo.
—Ya estoy
duro.
Se
inclinó y susurró, Diana dio un paso atrás y lo golpeó en el pecho. Pero sus
acciones fueron más rápidas. En un instante, levanto su cuerpo y quedó
suspendida en el aire. Es decir, mientras tiraba de su cuerpo, su cabeza se
erguía sobre su vestido.
—Loco...
—¿Sabes
eso ahora?
Se sentó
en el sofá de su oficina, abrazando a Diana. Diana luchó, pero fue en vano. El
vestido revoloteó, esparciendo los papeles que Edmund había dejado sobre la
mesa. Diana estaba tan enfadada que no vio las palabras 'adquisición de barco'
o 'pago de salario' escritas en los documentos.
—Di más,
Diana. ¿Qué otros apodos te quedan?
—¿Qué
quieres decir con apodos?
Dijo la
peor maldición que conocía, y estaba encantado.
—El mayor
playboy... un bulto de arrogancia...
—Me gustan
todos.
Sacó la
lengua y lamió los labios de Diana mientras ella maldecía. Las palabras de
Diana fueron repentinamente cortadas por sus labios.
—Di más,
¿eh?
Mientras
Diana maldecía diligentemente, sintió que Edmund se ponía mas duro y se puso rígida por la vergüenza. Al darse
cuenta de su reacción, chupó tranquilamente sus labios, luego metió la lengua y
comenzó a chupar dentro de su boca. Desató audazmente la parte delantera del
vestido de Diana.
—No, si
alguien viene. . .
—De
ninguna manera.
Él se
echó a reír y comenzó a frotar entre sus piernas con su pene hinchado.
—¿Quién
se atrevería a entrar aquí?
Él se rio
y simplemente descartó sus palabras.
—Pero mi
tía, tía...
Todavía
estaba esperando en el salón. Aun así, no hubo vacilación en sus acciones.
—Aún no,
Ajiik. . . está allí.
Sus
palabras fueron tragadas por los labios de Edmund. El rostro de Diana se puso
rojo tan pronto como frotó su cosa fuertemente hinchada como si fuera a
penetrar su ropa.
—Mi tía
todavía está...
Edmund se
rio entre dientes mientras la veía derretirse con su toque pero
persistentemente ponía excusas por su tía.
—Este
castillo es muy grande, Diana.
—Osborne
le mostrará cada rincón y grieta. Estoy seguro de que le encantará. Por cierto,
¿por qué no alojamos a tu tía en el anexo?
El anexo
estaba muy lejos del edificio principal, donde estaba el dormitorio de Edmund y
Diana.
—Bueno,
qué... ¡Ay!
Antes de
que me diera cuenta, su gran mano entró por el frente desatado y amasó sus pechos
desnudos, luego agarró sus pezones con los dedos y comenzó a retorcerlos. Fue
increíblemente rápido.
—¿Qué
estás haciendo...? Uhm
Ella no
pudo decir nada porque su lengua entró entre sus labios abiertos. Debería estar
enojada, pero estoy aquí haciendo esto, antes de darme cuenta, mi cuerpo se
estaba derritiendo.
—¡Para!
Pero
Diana no podía dejarlo pasar esta vez, así que empujó su pecho. No había forma
de que lo empujara, pero inesperadamente detuvo lo que estaba haciendo.
—Malo,
eres malo...
Los ojos
de Edmund se suavizaron ante las maldiciones que soltó. Sus labios hinchados,
sus ojos llorosos y su pecho desnudo temblando llenaron su visión. Su prometida
era jodidamente demasiado adorable.
—Todo,
todo... Estaba planeado, ¿no?
—Claro
—Enviaste
a mi tía de vacaciones y tú, yo. . .
—¿Planee
devorarte?
Ante esas
palabras, Diana se sorprendió. Una cosa era pensarlo, y otra muy distinta
escucharlo directamente de su boca.
—Uh,
¿cómo puedes decir algo así...?
—Es
cierto lo que dijo la vizcondesa Pamina, Diana.
Dejo de
frotar sus pechos y agarró la mano de Diana y la levantó. Mientras acariciaba
sus delicados nudillos, besó en silencio el dorso de su mano blanca.
—Iba a
proponerte matrimonio, a la hora del té. Pero tú tomaste la iniciativa primero.
Trataste de abandonarme.
—Yo, yo,
yo...
—Lamentablemente,
me convertí en el hombre con el que rompiste el día que decidió proponerte
matrimonio.
—Normal...
—Malo,
eres malo...
Los ojos
de Edmund se suavizaron ante la colorida maldición.
¿Me encerraste en tu habitación y lo hicimos
todo el tiempo?
Me
pregunte qué tan loco estaba este hombre, y Diana se aterrorizo. La temperatura
de su piel, que se había calentado, bajó rápidamente y dio un paso atrás. Al
sentir su trasero deslizándose hacia atrás, rápidamente la agarro de la cintura
y la atrajo hacia él.
—Parece
que te has dado cuenta ahora, Diana.
En un
instante, su cuerpo, fuertemente presionado contra él, tembló. Sus pechos
desnudos fueron aplastados contra su camisa. Fue una vista muy perturbadora. Al
Intentar escapar frotaba sus pechos desnudos contra su cuerpo.
—Así que
no puedes escapar de mí.
El
peligroso susurro hizo temblar a Diana más fuerte.
—Fue solo
un pequeño giro, se suponía que terminarías durmiendo entre mis brazos.
Chiik.
Rasgó la
parte superior de su vestido que había desatado completamente a toda prisa.
—Desgarre
tu ropa, así que necesitas un nuevo vestido.
Parecía
muy preocupado.
—Dijiste
que iba en contra de la dignidad de una dama volver a casa con un vestido
diferente al que salió. Así que para preservar la dignidad de la dama...
Hizo una
pausa y sonrió. Tenía el rostro lleno de intenciones sospechosas.
—No
puedes volver.
—¿Qué?
—Me
pondré en contacto con la vizcondesa Pamina.
Al mismo
tiempo, Edmund sacó su largo pene, que le quería meter profundamente y lo metió
de golpe. Sin tiempo para que Diana reaccionara, quien dejó escapar un pequeño
grito, comenzó a embestirla rápida y salvajemente.
—Que,
que…
Las
palabras que decía entre sus respiraciones rápidas fueron lindas, beso sus
labios por un momento antes de decir.
—Decidí
quedarme aquí para prepararme para la boda.
Sin
responder, no pasó mucho tiempo antes de que los labios de Diana fueran
bloqueados nuevamente por sus labios, y los sirvientes del duque de Serwell ni
siquiera se acercaron a la oficina del duque hasta que se puso el sol.
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