Sostenme.
Los días a lado de Edmund son tan cotidianos,
cada día parece más cómodo en mi casa, siento como si siempre estuvo aquí.
Todas las mañanas despierto después de Edmund, usualmente me lo encuentro
saliendo del baño, al parecer le gustan las duchas largas durante la mañana.
Mientras preparo el desayuno le enseñó a Edmund a cocinar (Me aterra la idea de
que rompa algo y se lastime), nos sentamos a comer, a las siete me dispongo a
hacer mi trabajo en línea, coordinar conferencias, arreglar trámites legales y
sociales de la empresa. Edmund se sienta durante horas en el sillón de la
sala viendo toda clase de películas de culto o series, es muy lindo verlo ahí
sentado con una libreta en mano apuntando o tomando fotografías con el celular.
Cuando dan las diez de la mañana, yo me alisto para el trabajo y salgo,
lo que hace Edmund en esas horas es un total misterio para mí, a las siete de
la noche regreso del trabajo, él me recibe con la cena los primeros días lo
encargaba en restaurantes, al mes aprendió a cocinar y me empezó a recibir con
toda clase de comida, comemos juntos para después darme una ducha, en ese
tiempo Edmund rellena las evaluaciones, posteriormente al momento de salir yo
también lo hago, nos sentamos en la cama y conversábamos largas horas sobre todo,
muchas veces terminábamos cuando yo me dormía, supongo que Edmund se dormía
poco tiempo después.
Pronto me acostumbre a la vida con Edmund, en
estos dos meses estoy seguro de que Edmund ya tenía la confianza y el
conocimiento suficiente para salir a comprar a comprar en mi ausencia, dejamos
de ir juntos, aunque era de mis actividades favoritas. Cada lunes cuando
llegaba a casa la nevera estaba llena, la casa en orden e incluso compró un
pequeño cactus, según Edmund quería estudiar más sobre botánica, le llamo
“Cactulio” me pareció lindo. Salíamos algunas veces por semana al centro
comercial o a cenar, como siempre Edmund era muy amable con todos, parece
hablar con todos los vecinos, el señor de la tienda de conveniencia, la chica
del centro comercial que le vendió a Cactulio e incluso con los niños que de
pronto chocaban con él distraídos, es un hábil conversador y nadie nota
que no es humano y muchos lo miraban con admiración como poco a poco empiezo a
mirarlo yo.
Pronto empezó a interesarse por las artes,
cada martes dibuja algo en acuarelas, crayones, plumas o lápices y lo pega en
la nevera con los típicos imanes de frutas que Viri me dio, recuerdo que el
primer dibujo era una mariposa, luego un helecho, una Catarina y así
sucesivamente dibujaba insectos, arañas, animales, plantas y nubes, por las
mañanas del martes me preguntaba mi opinión de sus dibujos que cada vez
mejoraba más, me da algo de envidia, yo soy pésimo para esas cosas. Más que un
roomie se ha vuelto mi amigo, uno en que podía confiar sin preocuparme de casi
nada, pero cuando lo observo a lo lejos mientras hace sus encuestas, ve la
televisión o la gente de afuera por la ventana, parece un preso contando sus
días para su libertad, yo soy un compañero más de celda.
Luego de
escribir el resumen bimestral del proyecto dejó la tableta sobre la cama, era
de noche, el horario predilecto para el segundo baño de Edmund. Sebastián
subió ambos pies en el borde de la cama, se sentía terriblemente mal de lo
sucedido hacía unos minutos, en un descuido de Edmund tiro una crema en su
futón manchando todo, por lo que Sebastián le ofreció dormir en la misma cama,
la cual era bastante grande, de niño siempre soñó con dormir en una cama tan
enorme que sin importar a donde se moviera, caerse sería casi imposible y lo
logró, pero la cercanía lo ponía inquieto, pronto Edmund salió del baño en
dirección a la habitación, quería darle un tiempo libre para que pudiera
retractarse si así lo deseaba, la idea de dormir juntos también parecía
inquietarle.
—¿No has
cambiado de parecer?
—Estaba
llenando el informe bimestral.
—Yo llene
el mío en la mañana, he progresado mucho, mañana iré con David.
—Debo ir
a trabajar, ¿Estarás bien si te dejo aquí en casa?, no olvides cerrar.
—Tranquilo,
cerraré.
Sebastián
en una evidente mueca de ansiedad se mordió el labio inferior con fuerza en lo
que avanzaba en cuatro hasta el extremo superior de la cama para acostarse, su
corazón parecía decirle que era mala idea, aunque le dolería más si durmiera en
la sala.
—En las
películas, las personas muy cercanas suelen compartir cama. Tranquilo, solo
será por hoy y pondré un muro de almohadas, por favor no te pongas tan
nervioso.
—¿Tan
evidente es?
—Llevo un
par de meses aquí conviviendo contigo, sé que te asusta mucho.
El menor
se limitó a asentir con la cabeza cubriéndose con la sabana, los temas sociales
siempre le ponían tenso, no era una persona que hiciera amigos fácilmente,
mucho menos los dejaba entrar a su vida, aún más difícil los dejaría dormir en
su cama.
—No
temas. —Edmund apagó las luces de la habitación y se dirigió a la cama en donde
acomodo un par de almohadas entre los dos, posteriormente se alejó de la
barrera tapándose con otra sábana.
—Tonto—
Menciono antes de caer rendido ante la suavidad de las sabanas, estaba seguro
de que Edmund lo había lavado esa misma mañana, olían a suavizante de telas.
La noche
transcurrió con normalidad hasta que de nuevo una pesadilla que recordaba de su
infancia se hizo presente despertándolo casi de un salto, cuando abrió los ojos
lo primero que logró ver fue la borrosa barrera de almohadas que dividía la
inmensa cama Doble King size, se acercó a ella recargando su rostro sobre la
primera almohada, de esa forma tenía una imagen más clara del rostro durmiente
de su nuevo amigo, éste tenía los ojos cerrados, su respiración era como la de
cualquier otro, parecía estar profundamente dormido, ¿Qué estaría soñando?,
¿Los no vivos soñaban?. Toda clase de pensamientos bombardeaban su mente
mientras su mirada estaba fijada en el fino rostro ajeno, tenía facciones
varoniles, unas largas pestañas y unas cejas espesas marcadas, parecía modelo
incluso cuando dormía, estaba totalmente embelesado por la forma en la que la
luna iluminaba su rostro, quería tocar su mejilla, quería sentir su calor más
que nada, pero desde que lo conoció, en ningún momento existió el contacto
físico de ningún tipo, no había sentido la textura de su piel ni por error, el
menor tragó saliva, el cuerpo de su acompañante se movió hacia su dirección
dejando al descubierto parte de su abdomen bajo, la pijama nueva le quedaba
algo grande con el más fino movimiento dejaba ver fragmentos de su torso.
Un calor
extraño inundó su cuerpo, su mirada estaba clavada en el cuerpo ajeno, parecía
delinear cada uno de los bordes de su silueta, debido a aquel movimiento parte
de la respiración caliente del pelinegro rozaba la cara del chico, erizando su
piel, incluso un Omega sin florecer, sin haber presenciado su primer celo o sin
siquiera haberse expresado podía sentir algo en lo más profundo de su ser, pronto
se sintió inquieto, lo encendió y pedía más que solo mirar. No sabía si podría
ser su primer celo, era casi imposible, pero por casualidad lo era, el proyecto
era un éxito. Antes de atreverse a hacer algo más allá, de inmediato se dio
media vuelta y se tapó todo el cuerpo con la sábana, su corazón retumbaba en
sus oídos sentía como si fuese a explotar en cualquier momento, según la
literatura el celo era algo tan intenso que no podía ser controlado sin
supresores, su mente decidido enfocarse en exponer todas las razones por las
cuales no estaba en celo y solo era algo sin importancia, pero aun no entendía
porque sintió eso.
—Sebastián,
levántate ya es tarde— Tras aquella advertencia una almohada golpeó su rostro,
solo un quejido obtuvo el mayor como respuesta, era tarde para ir a su trabajo,
hoy le tocaba trabajo de oficina.
—Déjame,
Viri—
—Levántate
ya o llegarás tarde.
Casi de
forma instantánea pestañeó sorprendido, hoy debía entrar a horario normal, era
un día muy ocupado, el rato que se quedó despierto en la noche mirándolo y
soñando despierto le pasó factura en la mañana.
—Edmund,
¿Por qué no me levantaste más temprano?— Se levantó a toda velocidad de la
cama, no le dio tiempo a su roomie de responder, ya había salido de la
habitación hacia el baño para lavarse la cara, los dientes y todo.
—Lo
intente, empacare tu desayuno.
Muchas
veces Edmund parecía más una madre o una esposa que un amigo, pero de igual
forma Sebastián necesitaba de ambos, de no ser así solía descuidar su
alimentación. Una vez todo empacado y listo Sebastián se fue al trabajo, lo que
restaba del día debía esperar a David, tenía una cita en T&T para evaluar y
agregar mejoras. Al medio día David pasó a recoger a Edmund, dejó una nota en
el refrigerador y se marchó con David.
—Ed,
¿Cómo te va con nuestro sujeto de prueba?, ¿Lindo?
—Sebastián
es muy amable conmigo, me siento cómodo en su casa, pero es muy despistado.
—¿Se le
hizo tarde y no comió?
—Exacto.
—Típico
de mi niño. Sebas lleva un estilo de vida difícil, aún le cuesta un poco vivir
solo, antes vivía con su hermana mayor Viridiana, una chica hermosa y astuta,
se casó muy joven con un hombre Gamma, tienen una niña.
—Si creo
que me comentó, es una suerte nacer en una familia tan prestigiosa llena de
dominantes.
—Si,
Viridiana no siguió el legado de la familia, creó su propia marca de ropa, pero
mantiene vivo el apellido, ser la única alfa de la familia no es trabajo
sencillo.
—Me
imagino, debió ser difícil para su familia saber que Sebastián es Beta.
—¿Beta?...
Sebastián es Omega, es un Omega dominante, su linaje desde los anales de la
historia son tan puros que solo nacen alfas y omegas dominantes en su familia.
—No
sabía…
—Bueno...
Sebas es difícil de tratar, desde joven se manifestó como omega dominante,
emitía feromonas dulces y las controla muy bien por lo que se catalogó como
dominante, luego sus estudios lo confirmaron, pero debido a la pandemia, jamás
ha florecido o ha tenido un celo, tampoco tenía contacto con los alfas ajenos a
su familia antes de eso, siempre fue retraído socialmente.
—Yo no
sabía— Un largo silencio incómodo se apoderó del auto, un sentimiento no
reconocido empezó a inundar su cuerpo, no sabía cómo reaccionar ni qué hacer.
—No habla
mucho al respecto. Lo poco que sé es por Viri. Yo soy Gamma, las feromonas las
puedo sentir, pero no me afectan tanto como a los omegas, por eso creo que
Sebastián se siente cómodo a mi lado.
—Ya veo,
¿A dónde iremos?— Mencionó en un intento de cambiar de tema y al ver que la
dirección que tomaban no era justamente a T&T.
—Te
recomendé en un trabajo sencillo. Yo trabajé ahí en preparatoria, te irá bien,
hoy es tu entrevista.
—Está
bien.— Una respuesta corta fue suficiente para que David se quedará extrañado,
algo había cambiado en su estado de ánimo, le sorprendió la forma en que tan
rápido podría expresar emociones, parecía cada vez más un humano, pero lejos de
eso, ¿De dónde venía el cambio?.
—¿Estás
bien, Ed?
—David,
no quiero mentirte… Tampoco puedo responderte, debo intentar saber qué siento.
—Tal vez
estás sorprendido… No te molestes con Ed, él suele ocultar muchas cosas por su
forma de ser.
—Tienes
razón, solo es sorpresa… ¿Dónde trabajaré?
—Te
encantará, es un lugar donde aprenderás mucho, por lo que leí, aunque llevas
cuatro meses, ser social es tan natural en ti, tengo algo de envidia. No solo
te has ganado a mi niño, sino también eres super encantador con los demás.
Por un
momento Edmund se ruborizó ante las palabras de David, un elogio de ese tipo no
podía pasarlo por alto, era demasiado. David rio apenado por lo que recién
había dicho, a veces no pensaba bien lo que decía.
—Gracias—
Con una sonrisa orgullosa Edmund agradeció, pero ese sentimiento agrio dentro
del cuerpo le hacía sentir incómodo.
Luego de
la entrevista regreso a casa, era algo tarde porque no solo fue la entrevista
laboral, pasaron a T&T para la evaluación y el mantenimiento, parecía ser
que le agregaron algo más. Lo que restaba de la tarde se la paso encerrado,
alrededor de las nueve ya había terminado todo los pendientes del día, por lo
que David lo dejo en la puerta de Sebastián no quiso pasar, pese a la
invitación de Edmund, mencionaba algo del trabajo y las evaluaciones, Ed no
presto mucha atención permitió que se retirara, aun sentía aquel sentimiento
pesado, no podía describirlo bien, nunca había sentido algo así, por lo que tan
pronto entro no saludo como de costumbre a Sebastián, este se encontraba en la
cocina terminando de preparar la cena, sin embargo lo ignoro para ir directamente
a la habitación, preparó sus cosas y se metió a la ducha con una libreta en
mano, debía repasar sus clases de salud emocional y reconocimiento de
sentimientos.
“Estará
bien”, fue el primer pensamiento de Sebastián, parecía algo irritado, cansado.
No sabía cómo más describirlo por lo que se limitó a comer su cena, había
cocinado una lasaña para ambos, pero parecía con poco apetito, comió una
rebanada y se fue a sentar en la sala, ahí se acomodó en el sillón subiendo
ambas piernas a este, de inmediato puso HBO, como fan de hueso colorado de Sex
and the city puso la primera temporada, pasados tres o cuatro capítulos Edmund
salió, su cuerpo estaba rojo por el agua caliente y el vapor.
—Pareces
Camarón.
—¿Por qué
no me dijiste que eras omega?— “Molestia” era el sentimiento que tenía en ese
momento, desde que habló con David hasta que lo dejó en la puerta del
departamento, el sentimiento agrio y pesado derivada de la molestia, le
molestaba que pese a que le preguntó en varias ocasiones siempre evitaba el
tema o afirmaba ser beta.
—Yo…
—Desvió la mirada hacia el televisor.
—No
mientas, ni busques excusas en el televisor, por favor.— Edmund se acercó,
lejos de una forma intimidante parecía triste, se puso de rodillas en el suelo
frente a Sebastián, solo así, aunque tuviese la mirada baja podía verlo.
—Lo
siento.. No creí llegar tan lejos con esto.. Yo no quería que…
—¿No
querías?— El mayor mencionó segundos antes de que Sebastián estallara en
lágrimas, él era esa clase de gente que no podía discutir sin llorar, lloraba
tan fácilmente que por eso evitaba las confrontaciones directas.
—No me
siento bien por ser un Omega hombre, he vivido cómodamente debido a que nunca
he tenido la floración o el celo por no estar expuesto a feromonas alfas… No
quería que me vieras como el “Omega” a quien te asignaron— Aunque estuviese
llorando intentaba hablar de la forma más fluida posible, emitía pequeños
suspiros y respiraba profundamente calmando su llanto, no le mintió por ser
mala persona o tener una mala intención, solo nunca se sintió como un verdadero
Omega, mucho menos había experimentado ser realmente un omega.
—David me
lo dijo, no quería enterarme por otras personas de eso y ahora tengo un
sentimiento molesto en el pecho y siento la garganta seca, leí que era
molestia, no quiero estar molesto con Sebastián, entiendo tu punto, pero no
se hacer que este sentimiento se calme.
En ese
momento Sebastián levantó la mirada, la pantalla de la televisión se iluminó
con el intro de la serie, Edmund estaba de rodillas enfrente suyo, no aguanto
más, dio un profundo respiro de valentía y de esa forma Sebastián rompió el
espacio personal de Edmund, su mirada temblaba, su rostro se enrojeció
abruptamente, pero sentía que era el momento perfecto para hacerlo, no era una
persona muy confiada, sin embargo por primera vez estaba seguro de que lo que
hacía era correcto y así sujeto la mano Edmund con fuerza.
—Lo
siento.
Justo
como la noche anterior, un calor inexplicable inundó su cuerpo, su corazón
latía a mil por hora, fue una fracción de segundo que pareció horas y días, la
textura de su piel era increíblemente tersa, sentía la temperatura cálida de su
piel, la yema de sus dedos e incluso sus uñas eran tal cual como las de
cualquier humano, pero mejor, en ese momento el ventilador soplo una brisa en
dirección a ambos, pudo sentir el aroma frutos rojos del jabón de baño mezclado
con algo más. Retiró su mano cuando vio a Edmund mover sus labios, parecía
decir algo, la pena más enorme que en algún punto de su vida pudo sentir le
hizo pegar la espalda al sillón, desviando la mirada hacia la televisión.
—Sebastián…
tu..—
—De-…Debemos
dormir— Como un rayo apagó la televisión y salió corriendo de la situación
hacia la habitación.
“¿Estás
loco Sebastián?” Su primer pensamiento al estar a solas tenía el peso del mundo
entero y le hizo caer sobre la cama cubriéndose con las sábanas, un hábito muy
común desde que Edmund pisó su casa, por suerte el futón estaba limpio, no
tendría que pasar una noche como la de ayer.
Mientras
Sebastián le daba vueltas al asunto dentro de las cobijas, Edmund se quedó en
la sala estático, el sentimiento pesado y molesto, desapareció, fue opacado por
la sorpresa de que Sebastián lo había tocado por primera vez, Edmund estaba muy
consciente de la fobia al contacto físico que parecía tener, atónito se sentó
en el sillón, tenía en claro que si entraba a la habitación su roomie
escaparía, el lugar donde había tocado parecía arder, por un segundo pudo
sentir un aroma dulce, ¿Eran las feromonas de Sebastián o solo era el olor
habitual a jabón?, el pelinegro llevó su mano directo al pecho sujeto el
pijama, sonrió un tanto apenado sonrojándose, “Te perdono”, mencionó en voz
baja para sí mismo. Dicho aquello supuso que su compañero se había dormido, camino
a la habitación directo a dormir, aunque no sabía cómo hacerlo exactamente el
sentimiento de sorpresa y ternura parecía acompañarlo como una sombra.
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