A
partir de ese día, el panorama en el dormitorio cambió un poco. Diana seguía confinada
en el dormitorio, esperando, cuando él llegaba, corría descalza y lo abrazaba.
Edmund al principio la abrazo desconcertado, pero a medida que paso el tiempo se
fue acostumbrando y besaba profundamente a Diana con una sonrisa cada vez que
llegaba, y desde que Diana cambió, su radio de movilidad se amplió un poco.
—Es tan
sofocante estar solo aquí...— Diana se acurrucó entre los brazos de Edmund.
Dijo
que quería salir a caminar y respirar aire fresco. Aunque el dormitorio estaba
cubierto de flores, con terquedad, aunque al principio se negó, después de
suplicar varias veces, poco a poco comenzó a convérselo.
—Te
permitiré caminar por todo el piso donde se encuentra el dormitorio.
Todas
las puertas que conducían a las escaleras estaban cerradas, pero me alegré de
haber conseguido algo de libertad. Diana asintió feliz.
Retumbar.
Diana
se despertó por el repentino sonido de un trueno.
—Está
lloviendo...
Mirando
por la ventana, una lluvia feroz golpeaba implacablemente la ventana, y las
ramas que se retorcían y se golpeaban con el viento sonaban con fuerza. También
vi que las flores de los cerezos se estaban esparciendo por la lluvia y caían
sin piedad. Fue una tormenta repentina. Diana se tapó los oídos mientras el
viento aullaba sonando fantasmal.
El
dormitorio era innecesariamente grande, perfecto para crear la ilusión de que
alguien podría salir de repente entre las sombras además Edmund no estaba a mi
lado. Diana instintivamente siguió su rastro y desvió la mirada.
Definitivamente nos quedamos dormidos juntos. Hicimos el amor hasta dejarme sin
fuerzas, luego me dio su brazo como almohada y me acaricio hasta que me quede dormida.
Diana
se dio cuenta de que se sentía vacía y decepcionada al mismo tiempo. Era
gracioso que ha llegado el día en el que no podía dormir bien a menos que
estuviera entre los brazos de Edmund. Originalmente, ella tenía el sueño
profundo y dormía bien sin importar si caían truenos. Al ver la fuerte lluvia,
Diana se levantó y abrió con cuidado la puerta del dormitorio.
Fue
sorprendente que la puerta, que siempre estaba cerrada con llave, se abriera
así. Todavía me queda un largo camino
para poder escapar. Diana caminó por el pasillo oscuro. Solo se me permitía
caminar por este piso, pero incluso este piso sentía que era exageradamente
grande. Si un solo piso es así, no tenía idea de qué tan grande era todo el
castillo.
El
estudio de Edmund estaba al final de este corredor. Estaba hasta el extremo
opuesto de su dormitorio. Diana caminó a ciegas hacia él. Con esta atracción
ciega, solo camine hacia el lugar donde se filtraba la tenue luz al final del
corredor. De pie frente a la puerta del estudio, Diana dudó por un momento. Fue
porque rara vez tenía el coraje para entrar.
A
través de la puerta abierta, la figura de Edmund era visible. Como si acabara
de lavarse, estaba sentada con el pelo mojado recogido hacia atrás y el botón
de la camisa desabrochado.
—Era un
espectáculo para echar un vistazo.
Parecía
bastante serio. Mirando de cerca, tenía algo en su mano, aparentemente perdido
en sus pensamientos. Qué tan concentrado debía estar que ni siquiera se ha dado
cuenta de que estoy en la puerta mirándolo.
Chirrido
Queriendo
mirar más de cerca, me incliné y escuché como la puerta se abría ruidosamente. La
cabeza del hombre, quien había estado sumergido en sus pensamientos, se levantó
de golpe.
—¿Diana?
En
lugar de esquivarlo torpemente, se mordió el labio y abrió la puerta.
—Edmundo.
. .
Edmund
sonrió levemente cuando vio a Diana empujar la puerta.
—¿Qué
pasa?
Diana
no pudo leer la expresión de Edmund. Parecía desconcertado, pero también
parecía agradecido por su presencia. Por un lado, parecía sospechoso, pero
Edmund le tendió la mano. Diana se acercó a él sin dudarlo. Cuando sus brazos
rodearon la cintura de Diana, Ella se sentó en su muslo.
—Pensé
que estabas durmiendo.
Edmund
bajó la cabeza y se encontró con los ojos de Diana. Por un momento, sintió que él
había visto en su interior, por lo que Diana se puso un poco nerviosa. Ella
sonrió y puso sus brazos alrededor de su cuello.
—¿no
puedo venir a tu estudio? Me permitiste recorrer este piso.
Dijo Diana
dudando, y la expresión de Edmund se relajó un poco más.
—Por
supuesto que puedes venir. Pero por qué...
—Me
desperté y descubrí que no estabas allí.
Diana
gimoteo aferrándose a él.
—Solo...
tuve miedo. Me dejaste sola.— Dijo Diana, frotando su rostro en el musculoso
pecho de Edmund.
La
embriago el olor de su colonia que a ella le gustaba. Inhalo su aroma hasta
sentirse mareada, dibujando un pequeño círculo con el dedo cerca de su corazón.
—No
puedo dormir.
Susurró
y enterró su rostro cerca de su clavícula, vio cómo su respiración, y su cosa hincharse
abultando la parte delantera de sus
pantalones. Diana extendió la mano y acarició cuidadosamente debajo de su
cintura. El toque de Diana se volvió más audaz cuando sintió un cambio notable
en su respiración.
Edmund
se éxito por el dulce susurro del dormitorio.
—Diana,
es demasiado peligroso que hagas esto. ¿Hay algo que quieras de mí?
No
había eliminado por completo sus sospechas. Diana se inclinó más cerca de él y
frotó su pecho. Mientras su voluptuoso cuerpo frotaba su firme pecho sobre su
camisa como las alas de una libélula, sintió como se endureció y apuñalo el
trasero de Diana.
—Um...
¿No se supone que debo rogarte primero?— dijo Diana, moviendo su trasero
aplastando su pene.
Conscientemente
sostuvo su polla entre su trasero y lo floto ligeramente, pudo sentir su pene
palpitar.
—Diana.
Su voz
acalorada hizo que Diana se sintiera un poco más audaz. Definitivamente estaba
cumpliendo a medias. Él sólo quería ver a través de su sinceridad.
—Quiero
hacerlo.
—Hiciste
que mi cuerpo fuera incapaz de vivir sin ti.
Diana
murmuró y movió más sus caderas. La fricción entre la ropa creaba una sensación
aún más traviesa. Parecía ser lo mismo para Edmund, y pude ver que el área
alrededor de sus pómulos estaba un poco roja.
—¿O es
que no quieres...?
Diana
lo miró, tratando de poner una expresión profundamente herida. Incluso diciendo
eso no dejó de frotar diligentemente su trasero contra su polla. Solo quería
estimularlo, pero ahora le picaba su interior. Una picazón que no podía aliviar
solo con simples toqueteos.
—Qué
absurdo.
Gruñó y
se tragó los labios de Diana. Ante la repentina intrusión de su lengua, ella
abandonó toda razón sin poder hacer nada. La lengua que saboreaba su paladar, floto
sus dientes, y tocó el interior de su garganta lo sintió como si fuera su erecto
pene.
—Diana,
¿dónde aprendiste cosas tan bonitas?
Finalmente,
sacando la lengua, preguntó con voz risueña.
—¿De quién
más podría ser?
Diana
respondió con una sonrisa irónica.
—Vamos
al dormitorio, ¿sí?
—....No
me parece.
Su susurro
fue sombrío. Tan pronto como me pregunté qué estaba pasando, me bajo los
tirantes de mis hombros y el negligé que llevaba puesto lo subió de inmediato,
dejando al descubierto mis muslos blancos.
—¿Edmund?
Tenía
la intención de quedarse aquí. Fue ella quien entró en pánico.
—Me
sedujiste como una bruja hace un momento.
—Eso
no...
—¿Por
qué estás tan callada ahora?
Su mano
subió por su muslo y se hundió entre sus piernas.
—¡Mmm!
Diana arqueo
la espalda y exhaló un breve suspiro ante la sensación de sus dedos frotando en
el lugar exacto.
—No, no
es así...
Fue solo
una declaración para disipar sus dudas. A pesar de su débil resistencia,
comenzó a quitar todo lo que se interponía entre ellos. Escuchó que algo se
rasgaba y luego vi que su mano sostenía un pequeño trozo de tela. Mientras lo
miraba sin comprender, Edmund, sin dudarlo, se lo acercó a la nariz y lo olió.
—¡Haamm…,
no lo hagas!
Extendí
la mano y rápidamente traté de detenerlo, pero hundió la cara en su ropa
interior como si fuera a comérsela.
—Todavía
puedo olerme.
—Nunca
tendrá el olor de otro hombre.
Él la
miró a la cara como si quisiera obtener una respuesta.
—¿Verdad?
—.....sí.
Dijo
Diana dándose por vencida, fue reprimida por el aura del hombre. El hombre la
miro con profunda satisfacción al gustarle su respuesta.
—Ni
siquiera pienses en aceptar la polla de otro hombre.
—Ja...
sí, lo se
—No
estarás satisfecha si no es la mía de todos modos.
En
lugar de ofenderse por sus palabras infinitamente arrogantes, Diana sintió una
extraña sensación en el pecho. Era extraño que su cuerpo temblara de emoción después
de escuchar sus palabras sucias y promiscuas. Era como si él me hubiera
domesticado por completo.
—Qué
lasciva, Diana.
—Eh...
—Tus
muslos están todos mojados.
Tal
como dijo, Diana estaba derramando tanta agua que las nalgas de Edmund estaban
empapadas. Su rostro se puso rojo por la vergüenza cuando vio que el jugo de
amor que se había acumulado entre sus piernas había dejado una marca oscura en
sus pantalones. Aun así, el movimiento de su grueso muslo rozando su vagina
solo se intensificó.
—Ugh,
uh, ah.
Cuando
levantó la rodilla y presionó suavemente entre sus piernas, estalló en un
fuerte gemido.
—Edmund,
detente, detente…
Ella se
aferró a su cuello suplicando. Y besó frenéticamente su rostro. Cuanto más
fuerte era el sonido, más se dibujaba una sonrisa en el rostro de Edmund.
Pareció
estar esperando el momento, luego agarró los labios de Diana y comenzó a morder
y chupar. Al mismo tiempo agarro su trasero
y sentó a Diana exactamente sobre su enorme pene erecto.
—...Vaya
Diana,
que de repente la sentó encima de su cosa dura, gimió al sentirla en su húmeda
raja y lo miró asombrada. Cambie de idea no era más sexy frotarse con la ropa
puesta.
La
sensación húmeda mientras se flotaban entre sí fue más de lo que podría haber
imaginado.
—Vamos
al dormitorio, al dormitorio...
Hacerlo
aquí era extraño. Esta era la oficina de la villa, y está cubierta de libros y
documentos por todos lados. En su sentido común, era difícil para ella hacer
algo tan íntimo en este lugar que consistía en un gran escritorio y un librero.
Incluso cuando se atrevió a seducirlo, Diana pensó que él la llevaría al
dormitorio. Sin embargo, subestimé demasiado a Edmund.
—Es una
pérdida de tiempo ir al dormitorio, Diana.
Habiendo
dicho eso, Edmund comenzó a mover sus caderas mientras la abrazaba con fuerza.
—Oye...
ah...
Cuando
su cosa hinchada se metió entre sus labios vaginales y se froto entre ellos,
surgió una sensación indescriptible.
—Ah,
detente, ah...
Era una
sensación diferente de cuando empujó sus dedos salvajemente.
—Sí,
sí, Edmund… de… ¡ah!
Cuanto
más gemía, más intensos y rápidos se volvían las embestidas de Edmund. Diana
sintió que se estaba volviendo loca cuando su piel mojada se frotó contra ella.
Su rígido
pene estaba constantemente estimulando y frotando sus áreas sensibles. Sin
embargo, Diana se sintió sedienta por que la estimulación era incompleta ya que
no la llenaba por completo.
—¿Te viniste
a pesar de que no lo he metido todavía?
—Sí,
no, ah...
Sacudió
la cabeza y lo negó. Mientras empujaba, Edmund chupaba uno de sus pechos, provocando
que ella gimiera.
—¡Ang!
¡Ah!
—Dime
lo que quieres, Diana.
Diana
sacudió la cabeza ante el susurro lascivo viendo su pezón en la boca.
—¿Entonces
debo seguir solo frotando?
Mientras
decía eso, empujó su pene estimulando su coño, solo estimulo su sensible coño tentadoramente
sin entrar por completo, haciendo que Diana se sintiera medio loca.
—No así,
no lo hagas, así...
—¿Cómo entonces?
Ante la
pregunta picara, Diana finalmente se echó a llorar.
—No
puedo...
—Lo sé.
Le
mordió el pecho y seguía frotando su cosa en medio de su raja el sonido de la
fricción sonaba muy travieso.
—Mira,
Diana. Creo que tu coño es más honesto de lo que dices.
Al
escuchar sus palabras, miró la espuma blanca y vio cómo su carne roja se contraía,
con ganas de agarrarlo y morderlo. Era como si su agujero, que esta húmedo
brillando obscenamente, quisiera aferrar su cosa con avidez, con ganas de
devorarla.
—No,
no...
No lo dices en serio, de ninguna manera, Diana
se sintió avergonzaba al intentar decir lo que él quería, incluso mientras
luchaba con el intenso placer. Como si supiera lo que pensaba se detuvo por un
momento.
Diana
ni siquiera pudo volver a sus sentidos cuando de repente se detuvo.
—¿Edmund?
Se
detuvo con el glande cubriendo la entrada abierta. Sin embargo, aun la sostenía
agarrándola de la cintura con fuerza. A Diana le temblaban las piernas mientras
seguía moviéndose como si quisiera colorear con el grande su entrada. Repitió la
acción varias veces. Frotó el glande contra la abertura, enterrándolo muy superficialmente,
revolviendo su interior sintiendo como ardía por dentro.
—Ohm. .
. Hmm. . . Aang. . .
De
repente, miró fijamente su polla mientras entraba y salía. Sólo un poco más, un
poco más. Su interior quería devorarlo sintiendo como sus juegos se derramaban.
—Solo
di una palabra, Diana.
Susurró
de nuevo con un tono sutil.
—Lo
quieres, ¿no?
Quito
un brazo de la cintura de Diana, agarrando su pene jugó moviéndolo en la raja
de Diana. Las venas que sobresalían también parecían haber cruzado el límite, pero
él no parecía tener la intención de meterlo.
Solo quería que me follara, lo
odiaba, solo me pedía que le dijera lo que quiero en momentos como este, cuando
me encerró en su dormitorio en esta villa, ni siquiera me preguntó sobre mis
deseos. Entonces, por alguna razón, una extraña sensación brotó dentro de ella.
—De
todos modos... vas a hacerlo.
Tomé un
colorido respiro, no quería decirle ni una sola palabra de lo que quería. Diana
estaba tan enfadada que olvidó que solo lo estaba distrayendo mientras fingía
obedecerlo. Por alguna razón, no quería perder. El problema era que no tenía
idea de que sexy se veía su figura ante la mirada de Edmund. Con el negligé
claramente revelador, que dejaba al descubierto su trasero.
Sus pechos
y labios con manchas rojas que dejo cuando mordió y chupo. Su coño cubierto de
sus propios fluidos corporales...
Cada
vez que sus ojos azules miraban cada rincón y grieta de su cuerpo desnudo, Diana
se estremecía suavemente. Era un hombre que podía dominarla por completo con
solo su mirada.
—De
acuerdo entonces.
Añadió
con una sonrisa benévola.
—Mételo
tú sola.
Edmund
le entregó su pene, que había estado masturbando, en su mano.
—...¿qué?
Los
ojos de Diana se agrandaron tanto que no podían agrandarse más. La polla que
había agarrado de repente se retorcía en su mano. Ya debería haberme
acostumbrado a la sensación, como él dice, al morderlo y chuparlo. Pero que yo me
lo meta directamente debajo era otro asunto.
—¿Esto?
¿Yo sola? ¿Yo?
—Quieres
comerlo, me miras con una expresión tan excitada.
Edmund
movió su mano sobre su pene lentamente arriba y abajo, sosteniendo la mano de
Diana. Cada vez que su hinchado falo empapado en jugo de amor, se retorcía en
su mano, arrugaba su expresión como si estuviera llorando.
—Ahora,
de aquí a aquí.
Diana
se deslizó desde la punta con sus dedillos en el glande hasta la raíz donde
toco sus bolas.
—Mételo
todo de una vez.
—No,
no. Algo así.
Era mi
papel siempre aceptar todo lo que me pedía que hiciera. Durante las últimas
semanas, he sido completamente domesticada de esa manera. Pero ahora quiere que
yo lo meta.
—No
puedo... no puedo
—¿De
verdad no puedes?
Edmund
dijo suavemente, con dulzura. Sus manos aún estaban ocupadas moviéndose de
arriba abajo, calmando su enfado. Al ver lo hinchado que está como a punto de
estallar, ya estaba en su límite, pero le molesto que la empujara tan lejos.
—Vamos,
Diana. Esta es tu oportunidad de comerme.
Era
como el diablo que se apareció para corromper al hombre. Harás lo que te plazca de todos modos. Pensó en eso Edmund no era la
clase de hombre que renunciaría. Pero estaba más enfadada conmigo misma. Todo
mi cuerpo temblaba porque me sentía insatisfecha.
—Vamos,
Diana.
Sacó la
lengua y lamió el lóbulo de la oreja de Diana un rato, instándola a hacerlo.
Diana no sabía qué hacer con el pene en su mano, que era demasiado grande para seguir
agarrándolo. Arrojo algo de semen y se retorció en su mano, sin que lo notara,
la saliva se acumuló en su boca.
—Sí,
sonríe...
Edmund acerco
el glande a su entrada lentamente, alineándolo con la abertura. A ella no le fue
fácil meterlo, el pene se le resbaló varias veces de la mano antes de que lograra
tan siquiera ponerlo en su entrada. Diana finalmente gruñó y lo miró a la cara fijamente
buscando su ayuda. Suspiró levemente y levantó el cuerpo de Diana.
—Tienes
que levantar el trasero.
En el
momento en que lo hizo, la sentó.
—¡Oh
Dios mío!
Diana
se echó hacia atrás quedándose sin aliento cuando el pene penetró verticalmente
en su interior. Sujetándola con firmeza con su gran mano en su espalda.
—Viste
Diana. Todo dentro, todo a la vez.
Para
que ella lo notara deslizo sus dedos sobre la delgada piel de su vientre. Diana
se asustó cuando lo vio era como si se hubiera tragado una serpiente.
—Esto,
esto es…
—¿Cómo
es? ¿Es delicioso?
Después
de darle algo de tiempo para que se adaptara, levantó su cintura y dijo.
—Me agarras
fuerte y no lo sueltas.
Cavando
en su vagina, encontró su pequeño clítoris y lo frotó con los dedos.
—Ah sí,
si...
Completamente
poseída por la sensación al ser profundamente atrincherada mientras al mismo
tiempo frotaba su clítoris ferozmente, Diana aulló como un animal. No sé
cuántas veces lo hicimos. Comenzamos en la silla, pero cuando volví en sí, él se
encontraba sentado en su escritorio mientras yo sacudía las caderas.
Después
de que la había estado follando durante un tiempo hizo una pausa, Edmund bajo a
Diana de su regazo y se levantó. La obligó a poner las manos sobre el
escritorio, con los ojos llorosos se dio la vuelta y lo miró, pero Edmund ya
estaba falto de razón. La penetro profundamente de nuevo, levantando firmemente
su trasero.
—¡Ah,
je!
—...No
esperaba usar este lugar de esta manera.— Mientras hablaba, movía la cadera.
—¡Sí,
ah, ah!
Diana gemía
sintiendo como sus pechos eran aplastados sobre el escritorio. Su negligé, que
ya no tenía puesto, colgaba alrededor de su cintura. Sus piernas, que estaban
en el suelo, temblaron y colapsaron, al notarlo agarró la parte posterior de
sus piernas doblando sus rodillas y las puso sobre el escritorio. Como
resultado su agujero se abrió más y lo embistió con más fuerza, Diana explotó
con un gemido nasal.
—¡Ang!
¡Oh, sí!
Finalmente
Edmund la cargo desfallecida, salió de la oficina y caminó por el pasillo hacia
el dormitorio. Diana susurro mientras enterraba su rostro en sus brazos. Era
una súplica silenciosa de que ya no tenía energía para hacerlo, así que tenía
que dejar de mirarla. Eres adorable,
Edmund besó su frente, el puente de su nariz y sus labios hasta que estuvieron
húmedos.
—Descansa,
Diana. Creo que volveré tarde mañana, así que duerme bien. Tengo algunas cosas
de las que ocuparme.
Diana
asintió y pronto cayó en un sueño profundo.
Edmund
solía salir de la villa durante un cierto período de tiempo durante el día. Si
hubiera cerrado la puerta de su oficina, todo lo que hizo podría haber sido en
vano. Con la mano en el pomo de la puerta, Diana respiró hondo. Solo pude abrir
la puerta después de mirar varias veces a mi alrededor para ver si no había alguien.
Al
abrir la puerta hizo un sonido demasiado fuerte. Cuando entre note que la
oficina había sido cuidadosamente arreglada como si no hubiera jugado aquí con
Edmund anoche. Cuando vi la silla mi rostro se sonrojó involuntariamente. Diana
cerró con cautela la puerta detrás de su espalda y caminó hacia el escritorio.
—Estoy
segura de que aquí la tiene.
Solo
Edmund y la sirvienta a cargo de este piso tenían la llave para abrir todas las
puertas. Todos los cajones del escritorio estaban perfectamente cerrados. Abrí
uno por uno para que no se movieran los artículos dentro. El primer cajón
contenía documentos necesarios para sus negocios y sellos para firmar.
El
segundo cajón estaba lleno de documentos similares. Estaban en tantos idiomas
que ni siquiera podía leerlos. Y el tercero.
Drrruk.
Cuando
abrí el cajón, vi una caja de terciopelo azul a un lado.
—Esto
es...
Claramente
era algo que no tenía nada que ver con lo que estaba buscando. Diana la agarro con
cuidado y abrió la tapa.
Clic.
Cuando abrí
la caja, una luz deslumbrante salió disparada, lo que provocó que Diana parpadeara
rápidamente. Dentro había un anillo solitario engastado con una gran joya.
Brillando en medio del anillo de platino finamente elaborado había un diamante
de la más alta calidad. Por el tamaño parecía ser de 3 quilates.
Diana
se distrajo por un momento extática con la luz. La luz que emitía el diamante
circular sostenido con seis más pequeños era deslumbrante. A juzgar por la caja
que contenía el anillo y la forma del anillo, parecía ser claramente un anillo de
propuesta de matrimonio.
—Por
qué esta aquí esto...
Solo
había una respuesta. Él ya tiene a alguien a quien quiere proponerle
matrimonio. El tipo de mujer a quien debía ponerle un hermoso anillo en la mano.
De repente pensé que lo que Edmund había estado mirando ayer tan pensativo era
esta caja. Suspiró profundamente mientras miraba este anillo, e incluso su
expresión parecía algo complicada.
—¿Pensabas
en la mujer con quien te quieres casar?
Solo
había una cosa por la que suspirarías frente a un anillo de propuesta, él tenía
miedo de ser rechazado. Debe ser cauteloso con la mujer que ama. Diana se
sorprendió al saber que el hombre que la había encerrado en su dormitorio y domesticado
era cauteloso con la mujer que amaba.
—Bastardo.
. .
Las
lágrimas brotaron de sus ojos y cayeron sobre el anillo. Diana se apresuró a
limpiarse sus lágrimas con la manga y volvió a guardar el anillo en el cajón.
Sorbiendo.
Tan
pronto como cerró el cajón, Diana se levantó. No tenía tiempo para llorar.
Tenía que encontrar la llave rápidamente.
—Seguramente...
debe estar... aquí...
Me
dolía el corazón, pero mis manos seguían moviéndose.
—¿Dónde
está, dónde diablos está...?
Las
lágrimas que apenas había secado comenzaron a gotear de nuevo. No sabía decir
si fue porque no encontraba la llave o si fue por la otra razón. Solo quería
encontrar la llave y salir de aquí. Diana, que había estado buscando
cuidadosamente en los cajones, perdió toda la compostura, sacó todos los
cajones y los volteó.
Las
cosas en el interior de los cajones caían haciendo un traqueteo pero incluso con
todo esparcido en el suelo haciendo un desastre, no pudo encontrar nada.
—¿Buscas
esto?
Al oír su
voz detrás de ella, Diana se detuvo. Tenía miedo de mirar hacia atrás. No
quería ver que estaba allí.
Él, ¿por qué...?
Trudg.
Al
escuchar sus pasos que se acercaban se le puso la piel de gallina. Su visión se
oscureció por la sombra creada por el dueño de los pasos que se detuvo justo
detrás de ella.
—Debiste
habérmela pedido. Podría haber dejado que la sostuvieras.
Sonaba cariñoso.
Pero Diana sintió que estaba perdiendo la cabeza
—¿Eh?
Diana.
La
llave que colgaba en el largo dedo del hombre tintineó frente a ella, y ella
extendió la mano e intentó agarrarla. Se giró con las manos en el aire y grito.
—¡Dámela!
¡Dámela! ¡Eres malo! ¡Bastardo! ¡Hijo de puta! ¡Dámela! ¡Dámela!
El
hombre detrás de ella se estiró y abrazó a Diana. Diana luchó cuando su
resistencia fue superada en un instante. Encerrada en sus grandes brazos, Diana
se sintió asfixiada como si estuviera dentro de una pequeña prisión.
—Déjame
ir, déjame ir...
Había estado
maldiciendo vigorosamente pero pronto la amortiguo y le fue difícil hablar.
—Porque
estas tratando de huir así sin cesar. No tengo más remedio que atraparte y
encerrarte.
Pensé
que solo me iba a girar, pero me cargo poniéndome en su hombro. Diana forcejeo colgada
de su hombro.
—¡Suéltame!
¡Suéltame!
Con sus
pequeños puños golpeó su ancha espalda sin piedad. Sin embargo, el hombre que
era golpeado llegó al dormitorio en un instante con paso firme.
Chirrido.
La
puerta se abrió y el hombre entró cerrando la puerta bruscamente con el pie.
Diana, que fue arrojada sobre la cama, se deslizo hacia atrás con profundo
miedo. El hombre se inclinó sobre ella y se acercó tanto como Diana retrocedía.
Era como un gato persiguiendo a un ratón. Eventualmente, su lamentable escape
llegó a su fin cuando golpeo la cabecera de la cama. Las lágrimas brotaron de
los ojos de Diana, que había sido acorralada.
—¿Me
odias?
Ante su
pregunta, Diana asintió frenéticamente.
—¡Te
odio, te odio!
Diana
estampó su pie y lo pateó salvajemente.
Él ya tiene
a otra con quien quiere casarse, mientras que a ella solo la encerró por
venganza al pedirle que debíamos romper. Su rebelión fue reprimida muy
fácilmente por las manos de Edmund. De repente, con los brazos en la espalda y
el rostro hundido contra la sábana, Diana derramó lágrimas de vergüenza.
Al ver
las lágrimas corriendo por su barbilla, Edmund extendió la mano y la acarició
suavemente.
—¿Sabes
cuánto tiempo hemos estado haciendo esto?— Preguntó en un tono muy suave.
—Ríete... Uf.
—Ya es
hora de que este adentro— Lo que dijo realmente la desconcertó.
—¿Qué,
qué quieres decir? Eso es...
Diana
sintió la piel de gallina en su espalda.
—¿Qué,
que quiero decir Diana?
Susurró
cariñosamente y besó la espalda de Diana, haciendo un chasquido.
—Significa
que ya no intentarías huir si tuvieras a mi hijo.
Su susurro
en un tono muy caballeroso fue aterrador.
—¿Le
ruego me disculpe?
—Diana,
entonces, ¿cuál crees que fue el propósito de nuestras acciones?
—Eso,
eso… no, no, no…
Diana
luchó, pero era como un pez en una red cuando ya estaba firmemente sujeta.
—Te
gusta. Si no ¿Por qué estás así ahora?
Edmund
susurró como un loco. No podría hacer esto sin él. Diana se estremeció ante la
sensación del glande rozando su vagina. Mientras tanto, estaba resentida con la
parte inferior de mi cuerpo, que se mojaba constantemente.
—Oh
mi...
Diana
hundió la cara en la sábana y lloró. Escuché un suspiro bajo detrás de mí. ¿Se detuvo?, tuve la ligera esperanza.
—¡Ah!
La cosa
que había estado rozando su entrada entró de inmediato con un chasquido. No
podía verlo, así que cuando la penetro lo sintió aún más repentino.
—Ahhh....
Edmund
lo metió hasta el fondo y comenzó a mover la cadera lentamente.
—Ah ah
ah...
Diana grito
ante la sensación cada vez que aplastaba su pared interior y la sacudía. Su
cuerpo se había emparejado con él innumerables veces. Estaba completamente
domesticada lo suficiente para mojarse completamente solo por su intrusión.
Sintiéndose derrotada, Diana solo lloro sin aliento.
Todo mi
cuerpo temblaba por la fuerza de sus embestidas mientras levantaba mi trasero. Su
cabeza, que estaba a punto de chocar contra la cabecera de la cama, fue protegida
con la palma de su mano. afortunadamente la salvó de golpearse la cabeza.
—Adelante,
quédate embarazada, Diana. Te llenaré.
Susurro
mientras la embestía detrás de ella. El infierno acababa de comenzar.
Diana
cuidadosamente desenvolvió sus brazos de alrededor de su cuerpo. Parecía estar profundamente
dormido ya que sus ojos no se abrieron. Nerviosa, Diana agitó la mano frente a
Edmund varias veces. Solo después de escuchar el sonido de su respiración
uniforme, Diana se levantó lentamente.
Al
pararme descalza en el suelo, mis piernas inmediatamente se tambalearon.
Mientras caminaba tambaleándome, algo se deslizó por mis piernas. Lo que fluía por
sus blancas piernas fue lo que había estado derramando dentro de ella
obsesivamente toda la noche.
—Adelante, quédate embarazada, Diana, te
llenaré.
Las
palabras que dijo como si estuviera recitando un hechizo mágico todavía
resonaban en mis oídos. Cada vez que caminaba, el líquido turbio en su interior
fluía y se derramaba entre sus piernas. Tratando de ignorar la sensación, Diana
arrastró sus piernas temblorosas para llegar a su destino deseado. Su abrigo
tirado en el suelo. La llave debe estar
ahí.
Diana
miró hacia la cama mientras recogía el abrigo. Él todavía seguía dormido.
Aliviada por eso, Diana rebuscó en los bolsillos del abrigo. No había nada en
sus bolsillos. Diana le dio la vuelta al abrigo y comenzó a sacudirlo.
Jinglang.
La
llave cayó de un bolsillo escondido dentro del abrigo. Diana la agarró
rápidamente. De repente, vio un trozo de tela en el suelo. La llave no era lo
único dentro del bolsillo, el trozo de tela también salió volando junto con la
llave. Pero el trozo de tela le era familiar a Diana.
—Esto
es.
Diana
lo recogió con la mano temblorosa. Vi un pollito amarillo bordado en el lino
blanco incluso las iniciales escritas debajo. Era el pañuelo que perdí mientras
navegaba con Edmund.
Diana
miró fijamente el pañuelo en su mano mientras agarraba la llave, olvidando que
tenía que salir rápidamente de allí.
—¿Por
qué está esto aquí?
Al
parecer en ese momento Edmund quien fue a buscarlo volvió sin encontrarlo.
Luego, dijo que lo había perdido por su culpa, compró muchos regalos caros y se
los dio. Lo hizo, estoy segura de que lo hizo. Estaba cuidadosamente doblado y
escondido en el bolsillo interior de su abrigo.
¿Qué diablos está pasando aquí?
Diana
encontró algo que no había esperado y estaba tan confundida que olvidó la
situación actual por un momento.
—¿Encontraste
lo que querías esta vez?
Diana
se sobresaltó al escuchar su voz y se sentó en el suelo.
—Eh,
Edmund.
La miro
en la cama inesperadamente tranquilo. Pensé que me enfrentaría a su ira, por
eso no me senti aliviada. Era alguien que estaba acostumbrado a ocultar hábilmente
sus expresiones y emociones.
—Esto es,
esto es…
Mi
mente se quedó en blanco mientras buscaba apresuradamente una excusa. Al sentarse,
su cuerpo desnudo quedó expuesto al abrirse su bata. Diana se cubrió
rápidamente sintiendo como fluía el turbio líquido por sus piernas. A pesar de
que ya habían hecho de todo, todavía sentía vergüenza.
Cuando
Edmund se inclinó, Diana tembló por reflejo. Diana contuvo la respiración
cuando él le puso los brazos detrás de las rodillas y la cargo. Al contrario de
lo que pensaba que sucedería, Edmund le cepilló el cabello con calma. Luego, su
mirada se detuvo en el pañuelo que sostenía su pequeña mano. Diana tragó saliva
seca reunió coraje y pregunto.
—¿Qué
es esto? ¿Por qué salió de tu ropa? Estoy segura de que ese día no lo
encontraste entonces...
—Quería
tenerlo.
Susurró
con la mirada oscura.
Su
respuesta dejó a Diana sin palabras.
—¿Por
qué? Bueno, por qué… querías este pañuelo no es caro.
Su
sarcasmo de alguna manera pareció herirlo. Puso su mano sobre la de ella que
sostenía el pañuelo.
—¿Por
qué quería esto, Diana?
Diana
alterno entre sus manos y el rostro de Edmund. Era algo que siempre había usado
para limpiar sus manos, y también lo tenía desde que era una niña, hasta el
borde de la tela ya se había desgastado. ¿Por
qué Edmund querría algo así?
Su
pregunta confundió más a Diana.
—N-No
lo sé. ¿Por qué lo querrías…?
—Piensa
cuidadosamente.
Cuando
Diana agarró su mano y trató de apartarla, su agarre se volvió un poco más
fuerte. No me dolía, pero me era imposible quitarme su mano.
—Es...
no es nada
Era un
objeto que tenía significado para ella, pero para Edmund, este viejo pañuelo no
tendría valor alguno. Entonces por qué lo llevaba doblado con mucho cuidado dentro
de su bolsillo. . .
—Edmund,
por qué, por qué.
Diana
lo miró confundida y Edmund acarició suavemente su mejilla.
—Porque
es tuyo.
—Tu
olor está impregnado. Cuando lo huelo... siento como si estuvieras a mi lado.
—Que,
que...
—¿No es
el pañuelo que siempre has apreciado? Hasta dudaba que aun siendo tu amante algún
día me permitieras tenerlo.
Ante su
susurro Diana se preguntó si había escuchado bien o tenido una alucinación
auditiva.
—Eso no
es cierto. Como dije antes.
Diana
negó con la cabeza. Una pequeña sonrisa cruzó los labios de Edmund.
—Lo sé.
Me dijiste que era un recuerdo muy preciado. Tú lo bordaste punto a punto con
tus pequeñas manos.
Edmund
desdobló el pañuelo en la mano de Diana.
—Es la
yema de huevo más finamente bordada que he visto.
—. . . Es un pollito.
Hubo un
momento de silencio.
—Fue una
broma.
—....
Mientes.
—Te
estoy diciendo la verdad.
Dijo
con una cara solemne, pero Diana no le creyó. Todo su cuerpo se sonrojó por la
vergüenza. No importa lo que dijera, solo las palabras yema de huevo flotaban
en mi mente. Ella sacudió la cabeza y una risa baja resonó por encima de ella.
—Era
algo que acariciabas y sostenías en las manos todo el tiempo, deseaba ser ese
pañuelo.
Esta
fue una broma muy desagradable. Ahora que dices eso. Diana levantó la cabeza y
se giró hacia él. Inesperadamente, lo que vio fueron sus ojos azules que
brillaban con sinceridad.
De ninguna manera él no pudo ¿Cómo pudo
pensar eso al mirar su pañuelo?
Parecías
un hombre que no sentía nada por mí. No querías nada más ni nada menos, solo una
amante para mostrar en público. Pero ahora me dices que querías ser mi
pañuelo...
Esto
claramente es un truco para engañarme. Además, no me dolió profundamente el
corazón cuando vi el anillo que le va a regalar a la mujer con quien quiere casarse.
Es demasiado que él piense que me va a engañar con tales palabras.
—Por
favor, devuélveme mi pañuelo. Si lo llega a ver la mujer con la que te vas a
casar te odiará.
—¿La
mujer con la que me voy a casar?
Preguntó,
frunciendo el ceño.
—No
trates de engañarme. Bas…, incluso preparaste un anillo.
—¿Anillo?
Frunció
el ceño. De repente, Diana se echó a llorar cuando salió a la luz su pena
oculta.
—Te vi.
Estabas sosteniendo muy afligido la caja con el anillo en tu estudio. Y a mí… Y
a mí… me tienes como tu compañera de
cama, pero aparte tienes a otra con la que quieres casarte. Que vulgar...
Malo...
—Diana.
Edmund
abrazó cariñosamente a Diana, que sacudía los hombros y derramaba lágrimas.
Pero ella se sacudió sus manos.
—Me
dijiste que me acostara contigo.
—Entonces,
¿te gustaría que me acostara con otra mujer?
Diana
se quedó sin palabras ante la respuesta que llegó.
—Mi
compañera de cama siempre serás tú, y
Bajó la
cabeza y susurró.
—Y yo también
seré el único con quien te acuestes.
Dijo,
tomando la mano de Diana presionándola suavemente sobre su pecho.
—Seremos
marido y mujer.
—¿Qué...?
—Es uno
de los deberes de un esposo y una esposa dormir juntos. Diana, no puedo
permitir que mi esposa descuide sus deberes. Por supuesto, cumpliré fielmente
con mi deber.
Diana
reflexionó sobre el significado de lo que acababa de decir.
—La
dueña del anillo, Diana, eres tú.
—Mientes.
. . Pero por qué, por qué. . .
¿Fuiste
tan cruel? Me confinaste en tu dormitorio y me dominaste.
—Vamos
a romper.
Susurró
herido.
—Dijiste
que rompiéramos porque estabas aburrida.
—Nunca
dije algo así. Solo creía que me tratabas como un deber.
—También
dijiste que querías conocer a otro hombre y vivir feliz.
—Eso es
porque creía que no te importaba. Porque siempre estabas ocupado.
—Ni
siquiera nos veíamos. Pensé que era una señal de separación, y es tan doloroso
que te digan que rompamos, así que...
—¿Intentaste
cortar con otro hombre?
Sus
ojos se hundieron con frialdad.
—Diana.
Edmund
levantó la barbilla de Diana de inmediato y la miró a los ojos.
—¿Sabes
cuan loco me puse con esas palabras?
—Después
de un tiempo de no vernos mi amante quien me pidió una cita por primera vez, me
senté con todo arreglado y la escuché, ansioso por proponerle matrimonio. . .
Frunció
el ceño en agonía al recordarlo.
—Mi, lo
siento.
Diana
se disculpó de repente. De hecho, no sentí que realmente tuviera que
disculparme, pero mirando su rostro, sentí que estaba sufriendo, así que no
pude evitarlo.
—. .
.Si quieres disculparte.
—¿Qué
pasa si quiero?
Quería decir
que no la perdonaría gratis.
—Dame
el equivalente.
Dijo
con una extraña sonrisa.
—Que,
que...
Que
cojones me vas a pedir para que me mires con esa expresión tan aterradora.
—Ahora
esto es mío.
Levantó
el pañuelo y lo agitó frente a la cara de Diana.
—Dámelo.
— ¿Por qué quieres mi pañuelo bordado con pollitos?
—No
quiero.
Edmund
levantó la mano para que Diana no pudiera alcanzarlo.
—Dámelo.
Es mío.
—Esto
es mío.
Ante su
declaración, Diana lo miró desconcertada.
—¿No te
compre otras cosas en su lugar?
—Que...
—Así
que es mío. No puedo dártelo sin importar cuánto lo pidas.
—En
cambio, siéntete libre de pedirme cualquier otra cosa.
—¿Algo
más...?
—Dime
que quieres.
Edmund
luego metió su mano entre las piernas de Diana. Su mano se deslizó entre sus
piernas abiertas y comenzó a acariciar suavemente su coño.
—Yo... Je, quiero salir de aquí.
Un
gemido escapó de sus labios por el suave toque de su mano que la acariciaba, y
Diana rápidamente se cubrió la boca.
—Dijiste
que escucharías cualquier cosa. Déjame salir. No necesito nada...
Edmund
se inclinó sobre la petición de Diana.
—Nop.
Tendrás que pedirme otra cosa.
Diana
lo miró llena de miedo ante su escalofriante voz.
—Piensa
mientras te sostengo. ¿Qué quieres tener? ¿Qué quieres disfrutar?
Diana
se quedó estupefacta al ver al hombre que le dijo que pidiera cualquier cosa
cambiar fácilmente de opinión.
—Entonces
por qué cambias de parecer, eh, eh.
Cuando
sus dedos que cavaban profundamente en su interior encontraron su clítoris lo
frotaron sin piedad, haciéndola estallar en gemidos. Me molesto que mi cuerpo
respondiera así a pesar de que era obvio que estaba tratando que perdiera la
razón.
—Te
dije que no podías huir de aquí de todos modos.
Dijo
mientras ponía a Diana debajo de él. Entrecerró los ojos y sonrió ignorando su
mirada de resentimiento.
—Aquí
es donde vamos a pasar nuestra luna de miel, Diana.
—¿Qué?
—Este
lugar es tu regalo. Dijiste que querías vivir en un lugar como este.
¿YO? ¿Espera, que?
Diana
se quedó aturdida por un momento y revisó sus recuerdos del pasado.
—Siempre tenía los pies descalzos en mi casa
de campo, extraño esos días. No es fácil hacer lo mismo aquí en la capital.
Fue
algo pasajero que dije en una cita.
—¿Casa
de Campo?
Diana
preguntó asombrada. Luego asintió.
—¿aquí?
Creo
que el dormitorio en el que duermo es probablemente más grande que mi casa de
campo.
—Es una
casa de campo. Alrededor hay flores y árboles...
Es una tontería. ¿Quién diablos diría que un
castillo tan lujoso es como una casa de campo?
—Es
ridículo. ¿Cómo puede este lugar ser una casa de campo?
—Una
vez que lo recibes, eso es todo, Diana. Intenta devolverlo…
—¡Ah!
Diana
se derrumbó ante las fuertes embestidas sintiendo como su pene entraba y salía.
No podía seguir escuchando porque lo que decía se cortaba cuando lo metía, pero
a la conclusión que llego fue que jamás podrá salir de aquí.
—Todos
los preparativos de la boda se realizarán aquí. La ceremonia se llevará a cabo
aquí. La sala nupcial también se instalará aquí.
—¡Oh si,
jeje!
Incluso
mientras hablaba en un tono extremadamente profesional, las promiscuas
embestidas continuaron.
—No
podrás salir de la habitación por un tiempo. Vamos a tener una luna de miel
bastante larga.
—¡Aang!
Edmund empujó
profundamente su pene y lo sacudió, y Diana gritó sin aliento.
—Respóndeme,
Diana. Permíteme…
Fue una
propuesta de matrimonio extremadamente descarada. Mientras Diana cerraba
obstinadamente la boca, sus penetraciones se hicieron más profundas, al final,
fue Diana quien no pudo soportarlo.
—Oh,
está bien, está bien. . . ¡Ang!
Ante la
respuesta que finalmente salió, Edmund sonrió cautivadoramente.
—Si
está bien.
Ante su
susurro, se vino profundamente dentro de Diana.
Cuando
volvió a abrir los ojos, Diana estaba sola. El hombre que me había quitado toda
la fuerza del cuerpo se había ido.
¿Lo que pasó ayer fue un sueño?
Con
cosas tan irreales pasando a la vez, Diana no podía creerlo todo. Fue cuando
Diana, que estaba recordando los eventos de anoche con la cara enterrada entre
las manos, noto algo brillante en su mano y levantó su rostro. En el dedo
anular de su mano izquierda había un hermoso anillo con un deslumbrante
diamante.
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