Ley de Castigo Corporal del Duque de Hartman 2. Ceremonia de mayoría de edad

 

Después de que Lehart bebiera demasiado alcohol y se quedara dormido en los brazos de Tiena, la relación entre ambos siguió de forma extraña. En la superficie, parecía una relación padre-hija en la que el uno al otro se apoya terriblemente, pero en realidad era precaria, como si estuvieran caminando sobre una cuerda invisible.

Fue muy complicado para Lehart, ya que no podía entender si el hecho de que Tiena se acostara con él la noche en que había estado bebiendo era porque ella pensaba en él como familia o si tenía motivos ocultos. Y era lo mismo para ella.

—¿Me pregunto qué piensa mi padre de mí?

Era consciente de que había cruzado la valla que había levantado. Sin embargo, no tenía claro si Lehart la aceptaba como miembro de la familia o como mujer. Su ceremonia de mayoría de edad estaba a la vuelta de la esquina. Tiena cumplirá 20 años y tendrá un cuerpo que mañana se podrá llamar de un perfecto adulto.

—Sí, después de la ceremonia de mayoría de edad, mañana lo hare después de eso.

Cuando regresemos a casa después de mi ceremonia de mayoría de edad, le diré mis sentimientos a Lehart. Desde el principio lo vi como u hombre, no como un padre, y le diré que quiero que seamos familia en un sentido diferente, no como padre e hija. Era hora de poner fin a este torpe paseo por la cuerda.

La mirada de Tiena, apretando los puños con fuerza mientras determinaba confesarse a Lehart, brillaba más hermosa que las joyas.

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El carruaje donde se dirigían al salón de banquetes del palacio imperial estaba envuelto en un terrible silencio. El rostro de Lehart, inexpresivo ante lo que estaba pensando tan profundamente, había estado mirando fijamente por la ventana del carruaje desde el principio. A través de la pequeña ventana, podía ver el reflejo de Tiena.

Estaba inusualmente hermosa por ser la invitada de honor del día. Tiena, que sujetaba con fuerza el dobladillo de su hermoso vestido de encaje, frunció los labios mientras miraba a Lehart, quien no había dicho ni una palabra desde que se subieron al carruaje.

—Bueno, padre.

Fue una llamada muy cautelosa. Lehart apartó la mirada de la ventana y miró a Tiena. Sus ojos se encontraron. Después de tragar saliva, Tiena habló.

—Cuando regresemos a casa después de la ceremonia de mayoría de edad... ...tengo algo que decirte. ¿Podrás dedicarme un momento?

La mirada de Lehart, que había estado observando el hermoso rostro de Tiena con poco maquillaje, bajo y miro el dorso de su pequeña mano que agarraba con fuerza el dobladillo de su falda. Su mano estaba tan pálida que pudo ver sus nudillos, como si estuviera nerviosa por algo. Lehart, que había estado mirando el dorso de su mano curvada, levantó la mirada y habló.

—Ven a mi cuarto.

Fue una palabra de permiso. La tensión en el rostro de Tiena se disipó y emergió una brillante sonrisa. El carruaje que transportaba al padre y la hija con diferentes pensamientos se acercó rápidamente al palacio imperial. El banquete del palacio imperial preparado para los hijos de los nobles que habían alcanzado la mayoría de edad era espléndido.

Era tan extravagante que era difícil mantener mis sentidos. Tiena entró en el deslumbrante salón de banquetes del brazo de Lehart y, como era de esperar, dado que él era tanto su protector como su pariente, innumerables miradas de envidia y celos se dirigieron hacia ella. Pero a Tiena no le importo cuántas miradas estaban sobre ella. Era algo con lo que tendría que lidiar en el futuro de todos modos y no quería reaccionar a cada una de ellas.

Sobre todo, ella no estaba realmente ansiosa o interesada en el banquete de esta noche. Toda su atención se centró en la confesión que le haría a Lehart cuando terminara el banquete y regresaran a casa. Tiena miró a Lehart, que estaba de pie a su lado con confianza. Mirando la expresión inexpresiva que me hizo sentir escalofríos, de repente recordé lo que mi madre, Sherize, me había estado inculcando.

¡El duque de Hartman es un buen hombre, Tia, es un muy buen hombre!

Lehart es un hombre fuerte y duro. ¿Pero era un buen hombre? A Tiena le gustaba Lehart, pero por mucho que le gustara, todavía no podía relacionarlo con lo que le había contado Sherize. Eso es porque Sherize llegó a su propia conclusión mientras vivía junto a Lehart. No eran los pensamientos de Tina. Ella estaba tratando de encontrar sus propias respuestas.

¿Sintió la mirada de Tina? El duque baja la mirada y miro a Tiena. Una mirada oscura y una transparente brillante se entrelazaron profundamente en el aire.

—…Padre.

Cuando nuestros ojos se encontraron, quería decirle que nos fuéramos del banquete para volver a casa ahora mismo pero las palabras se quedaron atrapadas en su garganta. Era difícil ignorar más los latidos de mi corazón. Sin embargo, cuando apenas se había armado de valor para decirlo tuvo que tragárselas de nuevo y fue porque el asistente del emperador se acercó detrás de Lehart y lo llamó.

—Su Alteza, Duque.

Lehart se volvió hacia el asistente del emperador. El sirviente juntó sus manos respetuosamente frente a él.

—Su Majestad el Emperador desea verlo un momento.

—¿Su Majestad quiere verme?

—Sí.

Lehart, quien frunció el ceño ante la repentina sugerencia, inclinó la cabeza. Era difícil encontrar alguna diferencia a otros banquetes, era elegante y lujoso, y la música suave se escuchaba en todo el salón. Si tuviera que adivinar, era una reunión de la nobleza, y dado que el lugar era nada menos que el palacio imperial, desprendía una atmósfera distinguida y antigua. Pero Lehart sabía que con el tiempo, este lugar se llenaría de personas cuyos aires aristocráticos presumidos se desvanecerían, dejando atrás solo sus instintos primarios. Incluso ahora, actos indescriptibles de promiscuidad y lascivia ya estaban ocurriendo fuera de la vista.

Como espadachín, sus cinco sentidos estaban mucho más desarrollados que los de una persona normal. La mirada de Lehart, que expresó su desaprobación con todo su cuerpo, independientemente de la llamada del emperador, se giró hacia Tiena. Los ojos de Tiena brillaron como joyas cuando lo miró a los ojos, su rostro era inocente ya que no sabía nada. La frente de Lehart se arrugó, chasqueó la lengua brevemente y le advirtió.

—Incluso si alguien viene y te pide que vayas a algún lugar con él por un tiempo, no puedes ir. Solo espérame pacientemente aquí hasta que regrese.

La expresión de su rostro era la de un padre preocupado de que su hija pudiera tener algún accidente mientras no estaba. Tiena parpadeó desconcertada ante el comportamiento de Lehart, que la trato como a una niña siendo ya una mujer adulta, pero pronto asintió.

—Sí, lo haré.

Era un poco absurdo que me tratara como a una niña de repente, pero pensé que Lehart podría tener una razón para eso. En respuesta a la obediente respuesta de Tiena, Lehart siguió al sirviente del Emperador.

¿Cuánto tiempo ha pasado desde que Lehart se fue a encontrarse con el Emperador? Tiena hizo fielmente lo que le ordenó y no se movió del lugar donde la dejo, permaneció de pie en silencio. Hasta que un hombre que la había estado observando desde lejos se le acercó.

—Oh, Dios mío, eres tan hermosa... Es un gran placer conocerte, princesa Hartman. Soy Isaac Mihrak, el segundo hijo del marqués de Mihrak.

Isaac Mihrak, el segundo hijo del marqués de Mihrak, era sin duda un hombre con una reputación de sinvergüenza. Tiena miró de mala gana al hombre que se le había acercado con un comentario tan indeseable. Realmente no quería tratar con él, pero sus palabras le recordaron su posición y no podía ignorarlo.

—Ah, sí, es un placer conocerlo, Sr. Mehrak.

Cuando Tiena, que trató de ocultar sus labios crispados, respondió, Isaac agregó con entusiasmo.

—Oh, un título tan formal. Esta es la primera vez que la princesa ha estado en una posición como esta, ¿verdad? Yo también. Así que siéntete libre de llamarme Isaac ya que estamos en la misma situación.

—No, me siento más cómoda llamándolo Sr. Mehrak.

Tiena respondió con firmeza, pero no funcionó con Isaac.

—Pareces ser del tipo de persona que necesitas bastante tiempo para conocer, princesa. Está bien, así que de ahora en adelante, ya cuando nos conozcamos un poco mejor, podrás llamarme Isaac. O incluso mejor, si nos conocemos de una manera diferente donde simplemente me llamaras Isaac.

Tiena parecía saber por qué él, quien se presentó como Isaac Mehrak, le estaba diciendo esto.

¡Creí haberte dicho que te quedaras quieta y que no te movieras de este lugar hasta que yo regresara!

No parecía razonable seguir la orden de Lehart en la situación actual. Tiena, que se esforzó por sonreír con las comisuras de los labios temblando, dio un paso atrás para evitar a Isaac.

—Oh, bueno, qué puedo decir, mi padre me dijo que fuera al carruaje primero, pero lo olvidé, así que si me disculpa... Si me disculpa primero Sr. Mehrak.

Se despidió apresuradamente y se dio la vuelta para irse, pero él la agarró del brazo. Los ojos de Isaac se iluminaron cuando la agarró del brazo y la hizo girar. La sonrisa en sus labios era bastante pesada.

—¿Carruaje? ¿Un carruaje? Ah....... ¡Ajaja! Ah, sí, ya veo. No lo pensé demasiado, princesa. Pensé que eras del tipo que tarda mucho en conocerse, pero supongo que ese no es tú caso tampoco. Si en estos días es más importante la rapidez con la que te mueves a la acción que las formalidades superficiales. Debo haber olvidado ese hecho por un momento, así que ¿nos vamos?

—¡Que, que...!

Tina no pudo ocultar su vergüenza. Parecía que Isaac había malinterpretado firmemente cuando dijo carruaje, entre las palabras que dijo. Luchando para evitar ser arrastrada por el fuerte agarre del hombre en su brazo, Tiena gritó.

—¡Espera, espera, espera, Sr. Mehrak, hay un malentendido...!

Fue entonces cuando un grueso y duro brazo se envolvió alrededor de su delgada cintura y la jalo hacia atrás. A pesar de que hace un momento ella se resistió con todas sus fuerzas y no pasó nada, ahora Isaac soltó su brazo fácilmente por la fuerza del brazo alrededor de su cintura. Tiena se golpeó la espalda contra los duros pectorales de alguien.

—Dios, de verdad, no puedo dejarte sola ni por un momento.

Un olor y una calidez familiar inundaron a Tiena. Instantáneamente, se alivió la tensión en su cuerpo. Tiena, que inclinó la cabeza hacia atrás para mirar el rostro de Lehart, dejó que su cuerpo rígido se relajara suavemente.

Mientras tanto, Isaac estaba recibiendo directamente los golpes mortales de la energía del Duque. Isaac se estremeció con la sensación de enfrentarse a una bestia de mucho más alto nivel a la que ni siquiera podía compararse. No se atrevía a levantar la mirada. No se necesitaban palabras.

El duque, que había sometido tan fácilmente a su oponente con un simple derrame de energía, envolvió su brazo con más fuerza alrededor de la esbelta cintura de Tiena. Con la mirada aún fija en Isaac, Lehart le habló al oído a Tiena.

—Parece que has disfrutado lo suficiente de esta ceremonia de mayoría de edad, así que lo mejor será que regresemos a casa ahora, Tiena.

Eso era más bien lo que había querido decirle a Lehart. Tiena asintió como si eso hubiera estado esperando. Lehart los alejó con su brazo todavía alrededor de su cintura. Su mirada permaneció fija en Isaac hasta que estuvieron completamente más allá de él. Isaac temblaba sintiendo sus piernas débiles y se desplomo en el acto.

En ese momento, no le importaba su nobleza o lo que los otros pensaran de él. Todo lo que le importaba era que había salvado su humilde vida, que valía un puñado, de una bestia que podía destrozar a una persona con solo su mirada. Isaac se estremeció al recordar la mirada de Leahart. Esa fue una clara advertencia. Una amenaza brutal de que si vuelve a tocar el cuerpo de Tina la próxima vez, no solo perdería la vida, sino también la mano con la que tocó su cuerpo.

Había un rumor flotando en los círculos aristocráticos de que el duque de Hartman era frío con su hija adoptiva porque no era de su propia sangre. Debí haber verificado la fuente cuando lo escuché, si tuviera que calificar la información, debe haber sido un rumor de bajo nivel que ni siquiera podría ser de clase B.

Isaac se prometió a sí mismo que si veía a un solo ser humano diciendo algo sobre este día, se le acercaría, le resoplaría y le gritaría con confianza.

—¿Frío? ¡De ninguna manera! ¡Casi cruza el camino al cielo solo por agarrar su brazo!

Tenía la sensación de que el afecto del duque por la princesa era un poco exagerado y que estaba mal dirigido de alguna forma, pero ahora lo sabía. Con un rápido chasquido de su lengua, Isaac se puso de pie y se sacudió los pantalones. Parece que la princesa Hartman se ha ido, así que tendré que ir a buscar otra presa. Tengo que darme prisa. No quiero llegar tarde y perder otra presa.

A pesar de que los Hartman se habían ido, el salón de banquetes donde se llevó a cabo la ceremonia de mayoría de edad siguió adelante con la fiesta con nobleza y lujo.

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El carruaje se detuvo en el ducado de Hartman. Tiena apenas había bajado del carruaje cuando Lehart la agarró de la muñeca y la arrastró. La fuerza de su agarre fue tremenda sintió como casi le tronaba los huesos. Las lágrimas brotaron de mis ojos.

—Ah, padre.

No sabía qué lo había hecho enojar tanto, pero estaba segura de una cosa: estaba enojado como el infierno en este momento, y parecía ser con ella. Tiena, que había estado vigilando a Lehart durante un rato, entreabrió los labios con dificultad y lo llamó. Lehart, que había abierto la puerta de su dormitorio con la fuerza suficiente como para romperla ante su débil voz que escucho, se giró hacia Tiena.

Lehart soltó la muñeca de Tiena con un movimiento brusco. Después de liberarla, Lehart se desabotonó el cuello de la camisa y luego se la arrancó con frustración. Hubo un chasquido, y tres botones volaron a la vez. La tela se abrió, revelando su clavícula varonil y sus pectorales subiendo y bajando salvajemente a través de la camisa. Parecía que estaba tratando de contener su ira.

Tiena nunca había visto a Lehart actuar con tanta ferocidad. Aterrorizada, Tiena se encogió de hombros. Lehart hizo una pausa por un momento, respirando con dificultad, antes de preguntar con los dientes apretados:

—¿Por qué ignoraste mi orden, Tiena?

Un gruñido bestial escapó de sus labios rojos y carnosos. Tiena se estremeció y se encogió de hombros.

¿Orden? ¿Ignoré su orden? ¿Qué orden ignoré?

Incluso mientras temblaba de terror, trató de recordar. Entonces finalmente recordó que había desobedecido a Lehart.

—... ah.

Era una situación inevitable, pero no tenía nada que decir porque estaba tratando de evitar una crisis. Si se hubiera quedado donde estaba, no habría habido problemas, pero provocó a su oponente al hablar sobre el carruaje.

¿Qué hubiera pasado si Lehart se hubiera retrasado en regresar de su reunión con el Emperador?

Tiena envolvió su mano alrededor de su muñeca, donde las huellas rojas aún eran claras. La fuerza del hombre que la había agarrado por la muñeca en el salón de baile y la había jalado había sido intimidante, aunque no tanto como la de Lehart. La fuerza de la esbelta mujer no fue suficiente para liberarse sola.

Cerrando los ojos con fuerza, Tiena apretó los labios carnosos, recordando cómo había sido arrastrada, incapaz de resistirse. Abrió la boca, sin darse cuenta de que la mirada excitada de Lehart estaba en sus labios.

—Lo siento, lo siento, estuvo mal... Padre.

No había nada que pudiera decir excepto pedir perdón por lo que claramente era culpa suya y de nadie más. Las lágrimas llenaron rápidamente sus ojos. No era mi intención hacer esto, pero estaba pensando en confesarle mis sentimientos a Lehart cuando regresáramos después del banquete. Había planeado hacerle saber lo fuerte que latía mi corazón cuando lo veía.

Pero un momento de error de juicio había arruinado todos mis planes. No pude ocultar mi frustración. Lehart miró las frágiles pestañas revoloteando por la humedad y suspiró profundamente.

Antiguo Testamento.

Lehart, secándose bruscamente la cara con sus grandes manos, se dio la vuelta con frialdad.

—Vamos, vuelve a tu habitación y descansa. Debes estar muy sorprendida y cansada también.

Mi conciencia se estremeció violentamente al ver la espalda fría de Lehart mientras se alejaba de mí. Frío. No puede ser tan frío, sus hombros anchos y gruesos me hicieron sentir como si estuviera mirando una fortaleza de hierro. Las lágrimas caían por las mejillas de Tiena mientras se mordía el labio y agarraba el dobladillo de su vestido sin cuidado, mojando el suelo.

Tiena, que había estado derramando lágrimas en silencio, levantó la cabeza, que había estado inclinada todo el tiempo. Sus ojos saltones brillaban con determinación.

—No, no quiero.

—¿Qué?

Lehart miro hacia atrás y se giró. Frunció el ceño con impaciencia. Tiena no tenía forma de detener la tristeza que se apoderó de ella. Por primera vez, la siempre obediente Tiena se rebeló contra Lehart.

—No quiero padre.

—Ja.

Lehart fue despectivo fríamente con incredulidad, pero ella no se detuvo. Tiena continuó, apretando los puños con tanta fuerza que sangraron.

—Cuando regresáramos del banquete... te dije que había algo que quería decirte.

No sé por qué no quería oírme, por qué insiste tanto en que me vaya a mi habitación sin siquiera darme la oportunidad de decirlo. Gruesas lágrimas humedecieron mis ojos y rodaron por mis mejillas. Lehart levanto una ceja ante la expresión obstinada de Tiena con la boca cerrada.

—Tiena, ¿llegaste tarde a la pubertad? Hay un límite de cuánto puedo tolerar.

Ella ya había hecho dos cosas que él no podía tolerar: había hablado con otro hombre y había dejado que la tocara, y ahora se había rebelado contra los intentos de Lehart de dejarla ir sin castigo. Los sombríos ojos de Lehart brillaron de forma espeluznante. Fue una mirada que le decía que no pusiera a prueba más su paciencia, pero Tiena no se detuvo ahí. Si fuera a detenerse en primer lugar, ni siquiera habría comenzado. Sin inmutarse, sus ojos se abrieron más, hinchó el pecho y dejó caer la bomba.

—Me gustas.

—...¿qué?

—Me gustas, padre. No, Lehart. Me gustas, no como padre, sino como hombre. Te amo.

—¿Ja?

Lehart se mordió el labio, incapaz de evitar que el sarcasmo se filtrara. Lehart entrecerró los ojos y miró fijamente el rostro blanco de Tiena empapado por las lágrimas.

Le gustaba, no como padre, sino como hombre.

—¿Me amas?

Lehart sintió la necesidad de evaluar si la descarada confesión de Tina era sincera o no. Su rostro, reluciente por la humedad, se mantuvo firme sin la menor duda. Sus ojos eran hermosos, irradiaban una luz clara. Tenía húmedas las pestañas, y una gota de lágrima que colgaba precariamente en el rabillo del ojo resbaló por su ruborizada mejilla.

Lo dijo en serio.

Lehart, que había estado mirando fijamente el rostro de Tiena sin decir palabra, torció los labios en una sonrisa. Lehart consideró el acto de Dios de enviar a la hija de Sherize, Tiena, al ducado de Hartman como un castigo. Porque no lo podía explicar de otra manera. Pero no fue así. La premisa estaba equivocada en primer lugar. Dios tenía la intención de recompensarlo, no de castigarlo.

No era un castigo horrible y brutal que le hacía sentir como si le fueran a mutilar las extremidades si se quedaba quieto, sino una recompensa que sabía dulce en su boca y lo llenaba incluso si no comía.

¡Una recompensa!

Había pensado en el castigo, pero nunca en la recompensa. Sentí que finalmente había encontrado la respuesta a un problema en el que había estado pensando durante mucho tiempo. Lehart estuvo de mal humor todo el día. Tiena, que siempre parecía estar a mi lado, de repente había crecido y vestía un atuendo atrevido que tenía un escote profundo que mostraba sus blancos senos.

Y estaba seduciendo a los hombres con su comportamiento maduro. Recordé la terrible ilusión de ella llendose por amor, diciendo que le gustaba otro hombre después de que él la había apreciado. Una parte de mí quería destrozar al diseñador de ese vestido de mierda, pero la otra parte quería matarme por dejar que los sirvientes escogieran el vestido de Tiena.

Mis entrañas rugían con fuego, así que estaba bronceado. Mientras estaba en el salón de banquetes, me dolía la cabeza por reprimir la intención asesina que se filtraba constantemente. Sin embargo, su dolor de cabeza que había estado palpitando gracias al comentario de Tiena ahora había desapareció. Su mente, que había sido un desastre, se aclaró al instante.

Incluso cuando pienso que me quitaste a Sherize y me hiciste ganar la guerra dándome el crédito al revivirme cuando estaba a punto de morir. ¡Y luego me traes a Tiena, la hija de Sherize, para que simplemente la crie como a una hija adoptiva!

Lehart había amado tanto a una mujer que le había entregado su corazón a ciegas, y en el momento de su abandono, no le quedo nada. Nada. Entonces, cuando estalló la guerra, declaró su participación en esta con la esperanza de que su vida terminaría allí. Después de todo, no había una sola persona en este mundo que quisiera que siguiera con vida. Pero Dios ni siquiera permitió eso.

En cambio, permitió que con su mano usando su espada, tomara la vida de innumerables personas. Incluso le corto la cabeza al general enemigo que había comenzado la guerra en primer lugar. Debe haber querido que su recompensa pareciera preciosa, no ordinaria. Una sonrisa irónica tiró de las comisuras de los labios de Lehart cuando se dio cuenta de que después de todas las dificultades que había soportado, este oasis era una sorpresa dulce y muy bienvenida. Era la burla de dios que lo miraba desde el asiento más alto.

Pero aun así, no puedo confiar en ti de inmediato. Después de lo que me has hecho, tengo todo el derecho a sospechar. ¡Seguro que tú también lo pensarías!

Realmente necesitaba ver si Tiena era la recompensa que Dios le había dado. Lehart, inclinando la cabeza, preguntó de vuelta.

—Dices que te gusto.

—Sí.

La respuesta de Tiena la dijo sin la menor duda. Lehart se cruzó de brazos e hizo un sonido ronco. Tic, tic, tic. Lehart chasqueó su dedo índice, golpeando su brazo con un ritmo constante. Inclinando la cabeza hacia un lado, levantó la barbilla.

—Entonces, ¿hasta dónde puedes llegar?

—¿Qué?

Tiena repitió, incapaz de ocultar su vergüenza. Parecía como si le hubiera hecho una pregunta que no había esperado.

No lo correcto sería después de confesarme que la respuesta sea: que siente lo mismo que yo, o lo siento, o que no puede aceptar mis sentimientos. Sin embargo, la respuesta no fue ni sí ni no, si no ¿hasta dónde podía llegar?

Avergonzada, las pestañas de Tiena temblaron. La velocidad del parpadeo aumentó. Era como si estuviera a punto de ponerla a prueba y, al mismo tiempo, Tiena pensó: ¿Qué demonios?

—Estoy preguntando hasta dónde podrás seguir lo que te ordene que hagas.

Las intenciones del hombre de grandes ojos se hicieron claras. No me lo esperaba, pero era real. Lehart realmente estaba tratando de probar los sentimientos de Tiena por él.

—Porque, porque...

A pesar de que dijo que le gustaba, su actitud de esperar y ver si podía confiar en sus sentimientos no era normal, por lo que Tiena dudó en preguntar. En ese momento, hubo un incidente que pasó por mi mente. Incluso si estaban juntos por el beneficio de sus familias, Lehart amo a la mujer con todo su corazón, pero la mujer que amo lo dejó con frialdad, diciendo que prefería a otro hombre.

¿Por qué no pensé en eso? ¿Cómo es posible que no lo sepa? La mujer que amo fue Sherize Antana, mi madre que me dio a luz.

No sabía qué tan fuerte le puso Lehart un candado a su corazón después de ese incidente. Tal vez ya no quería volver a enamorarse, puede que tenga miedo. Por eso, aunque se enamorara, no sería el primero en admitirlo. Porque nunca sabría si lo volverían a abandonar. Lehart se convirtió en una persona que podía amar libremente a otra persona solo cuando tomara la decisión de que podía entregarle su corazón.

Madre, ¿en qué diablos estabas...?

Sabía que los corazones de las personas no estaban destinados a ser así, pero no pudo evitar resentirse con Sherize. Por un momento, Tiena se odió a sí misma por parecerse a Sherize. Aunque sabía que fue su parecido lo que había llamado la atención de Lehart.

Tiena se mordió el labio con fuerza y cerró los ojos. Apretó ambos puños firmemente. Si Lehart dice que necesita confiar en ella con todo su corazón, ella le daría esa confianza. Tiena, con la firme determinación, asintió.

—Por supuesto que puedo hacer cualquier cosa, haré todo lo que padre me ordene.

No había nada que no pudiera hacer para que Lehart creyera que le gustaba. Nada. Lehart miró a Tiena a los ojos, que brillaban con una luz resuelta, y sonrió. Era una sonrisa agradable, las comisuras de su boca se curvaron suavemente. También era la primera vez que lo veía sonreír y se sonrojó mientras miraba sus labios dibujando un elegante arco.

—¡Qué ingenuo de tu parte!

Sabes lo que voy a pedirte, y vas a hacer cualquier cosa. Lehart, que estaba mirando su inocente cara de conejo que no sabía nada, resopló para sus adentros. Lehart descruzo los brazos y asintió con la barbilla.

—¿Tu puedes hacer cualquier cosa?

—Sí.

La respuesta de Tiena llegó sin demora. Los ojos de Lehart, brillaron con interés y la observo de pies a cabeza. Tina tenía un cuerpo sensual que era voluptuoso de frente y detrás, dijo Lehart.

—Entonces quítatelo.

—...¿Qué?

Tiena parpadeó por un momento. Necesito tiempo para entender si lo que escucho era correcto. Podía sentir los ojos descarados de Lehart mirando lentamente su cuerpo de arriba abajo y pronto sus mejillas se pusieron más rojas que nunca.

—Hmph

Al ver sus mejillas rojas como manzanas, Lehart gruño y se rio. Se estiró lánguidamente, estirando perezosamente el cuello de un lado a otro como una bestia salvaje que apenas se estaba despertando.

—Por qué, no acabas de decir que puedes hacer cualquier cosa con tanta confianza, ¿cuándo no puedes hacerlo? Entonces detengámonos ahora mismo.

Cuando vio a Lehart que se giró para irse sin remordimiento, Tiena gritó apresuradamente.

—¡Oh, no! ¡Lo haré! Lo haré. Puedo hacerlo, padre. Puedo.

Lehart no estaba seguro si era una afirmación o una promesa, pero lo tomó como una afirmación. Lehart asintió levemente, acercó una silla y se sentó. La postura de recargar la espalda en el respaldo de la silla mientras cruzaba las piernas era la de un hombre que estaba perfectamente listo para mirar.

Tiena, que tragó saliva seca al ver a Lehart serio, estiró sus brazos temblorosos. Sus dedos temblando tocaron la cinta atada justo en frente de su pecho. El vestido, confeccionado especialmente para el día de hoy, hizo que los voluptuosos pechos de Tiena se vieran aún más llenos.

Desde el punto de vista de Lehart, era un vestido que mostraba sus pechos de manera tan descarada que quiso arrancárselo desde el momento en que lo vio. Tiena, que agarraba la cinta, levantó su mirada temblando. Sus ojos se encontraron con los de Lehart. El estaba mirando sus dedos con una mirada intensa e implacable.

—Ja...

Tiena calmó su temblorosa respiración. Está bien, está bien, Tiena. Naturalmente tendrías que mostrarle tu cuerpo cuando estuvieran en una relación de todos modos. ¡Si nos convertimos en amantes, tendré que estar preparada para todo esto!

Aunque nunca imaginé que lo vería de esta forma, cuando todavía somos padre e hija. Tiena se encogió de hombros ante la extraña sensación de inmoralidad que se apoderó de ella y se mordió el labio rojo y carnoso. Lentamente tiré de la cinta que sostenía y la desaté. Deslizar. La cinta fuertemente anudada se soltó, y el vestido que abrazaba el voluptuoso cuerpo de Tiena rozando su piel, cayó.

Ssshhhh. Se escuchó como si estuviera nevando, y la tela y la cinta, de lo que momentos antes había sido un vestido se juntaron a los pies de Tiena. La ropa que cubría la mayor parte de su cuerpo estaba tirada en el suelo, dejándola en ropa interior que cubría solo las áreas vitales arriba y abajo, y Tiena estiró los brazos para cubrir sus senos y su montículo.

—¿Dónde?

Los brazos de Tiena se detuvieron vagamente en el aire cuando la voz severa de Lehart cortó el aire mientras observaba el cuerpo de Tiena con una mirada penetrante. Al ver a Tiena de pie con torpeza, Lehart frunció el ceño.

—De ahora en adelante, haz solo lo que te ordene que hagas. No toleraré ninguna otra acción que hagas por tu cuenta.

Lehart movió su dedo índice, ordenándole que dejara caer los brazos a los costados. Tiena no tuvo más remedio que seguir obedientemente la orden de Lehart. Cuando Tiena bajó los brazos a los costados y tomó una postura de atención, Lehart dio la siguiente orden.

—Ahora, quítate toda esa tela engorrosa y acuéstate en la cama.

Los hombros de Tiena temblaron y mientras dudaba, incapaz de ocultar la inquietud en sus ojos, Lehart chasqueó la lengua brevemente. Pude sentir las emociones de Lehart intactas a través de la forma en que me miró, como si estuviera muy descontento. Significaba que dejara de perder el tiempo y que me moviera rápidamente.

Mordiéndose el labio lo suficientemente fuerte como para hacerlo sangrar, de mala gana se quitó las últimas prendas que le quedaban. Sin su ropa interior para cubrir su parte superior e inferior, ahora estaba desnuda frente a Lehart. La comprensión la hizo dudar.

No puedo. ¡Se volverá a enojar!

Esto es una prueba. No, era una prueba, no era porque Lehart quisiera, era para ver hasta dónde podía llegar por él, aunque dijo que le gusta. Fue solo porque Tiena lo quiso, y por eso comenzó. Lehart no se arrepentía de esto. Si se equivocaba, él es quien diría que esto es todo y se iría de inmediato.

¿No lo había hecho ya una vez antes de que esto comenzara?

Tiena cerró los ojos con fuerza y ​​rápidamente se quitó la ropa interior que cubría la parte superior e inferior. Toc, Toc. Se escuchó el sonido de la última prenda que le quedaba cayendo al suelo. Tiena ahora estaba completamente desnuda. Podía sentir el frío aire contra su piel desnuda. Su blanca piel brillaba a la luz de la araña que colgaba del techo.  

Sus pechos de color blanco puro, que parecían ser moderadamente carnosos y excelentes para agarrar, se balancearon suavemente. Los pezones, ubicados en el centro de las masas carnosas, eran de un lindo rosa pálido. El centro entre sus piernas estaba densamente lleno de pelusa plateada que se asemejaba al color del cabello de Tiena, y el coño que acechaba debajo era del mismo rosa claro que sus pezones.

¡Tan lindo y tan hermoso!

Sonrió ante la idea de pisotear su cuerpo que aún no había sido tocado por ningún hombre.

—Sé una buena chica y escúchame —dijo Lehart, y apenas logró tragarse la carcajada que amenazaba con escapar.

Tiena se puso de puntillas, reprimiendo con fuerza el impulso de cubrir sus senos y otras áreas vitales debajo. Intentó mantener los dedos de los pies rígidos contra el impulso instintivo de agacharse. Todavía había una cosa más que quería que hiciera. Lehart me ordenó que me quitara lo último de mi ropa interior y me acostara en la cama. Bien, bien.

Tiena dio unos pasos, mordiendo su labio una vez más, que parecía poco probable que no se abriera, de seguir mordiéndolo. Mi cuerpo desnudo seguía temblando, pero traté de mantener la calma. En el momento en que Tiena puso los brazos sobre la cama y se arrodilló sobre la sábana. Lehart, que había estado sentado en la silla observando cada movimiento de Tiena, chasqueó los dedos.

—Cómo estás. 

Eran solo dos palabras, pero no era difícil entender lo que estaba tratando de decir. Significaba que debía acostarse boca abajo con las rodillas en la cama en lugar de mirar hacia el techo.

—Sí.

Tiena, que dudo por un momento, siguió obedientemente la orden de Lehart y se tumbó boca abajo en la cama, unos pasos resonaron contra la delgada alfombra detrás de ella. Solo había una persona responsable de los fuertes pasos. Lehart, que había estado sentado en la silla observando los atributos de Tiena se levantó y camino hacia la cama.

Tiena agarró las sábanas de la cama lo suficientemente fuerte como para rasgarlas cuando lo escuchó acercarse. Sus ojos estaban fuertemente cerrados. Lehart se detuvo cuando llegó a la cama donde estaba Tiena acostada. Agarrando ambos postes de la cama con las manos se inclinó sobre Tiena y le ordeno.

—Extiende tus piernas a los lados y levanta tu trasero.

Ante el tono impasible de su voz que recorrió su espalda, el cuerpo de Tiena se estremeció en breves espasmos como si tuviera un ataque. Tiena, aferrándose a la sábana como su único salvavidas, arqueo la espalda y levantando el trasero tanto como pudo.

Entonces sus blancos muslos, que habían estado apretando para que no mostrara nada, se estremecieron y lentamente se abrieron a los lados. Pasos pesados ​​resonaron de nuevo mareando más a Tiena. Lehart se movió a un lugar que le dio una vista frontal de Tiena acostada de espaldas a él, comprobó el ángulo en el que tenía las piernas separadas e hizo un gesto con el ceño fruncido.

—Más, más.

Tiena movió obedientemente las rodillas hasta que él le dijo que era suficiente, separando más las piernas. Pronto, incluso sus nalgas bien cerradas se abrieron, revelando los secretos de la mujer frente a Lehart. Era como si el capullo, que se había cerrado por timidez, estuviera floreciendo de repente.

Sus oscurecidos ojos brillaron con placer. El coño expuesto ante él era, como esperaba, de un color rosa pálido que combinaba muy bien con la piel blanca de Tiena. El agujero se abrió y cerró repetidamente mientras movía su carne ante su mirada descarada. Lehart, que presenció cómo se contraía la pequeña entrada, se rio por lo bajo.

Ya, el área alrededor de la entrada estaba brillante, y si miraba un poco más, estaba a punto de derramar sus jugos que no había pedido.

—Eres lasciva.

El cuerpo de una mujer que aún no había conocido a un hombre era puro. Lehart no podría haber estado más emocionado de ser el primer hombre en destruir la inocencia de Tiena. Lehart, que sacó la lengua y se lamio los labios resecos, se subió a la cama con los zapatos puestos. Los zapatos pisaron la sábana blanca y la mancharon haciendo un desastre.

Era como si estuviera viendo el reflejo de Tiena un momento después. El inmaculado coño, no muy diferente a ella sedujo a Lehart.

—Recuerda mis palabras, Tiena, estás a punto de ser castigada.

Lehart aparentemente iba a dejar ir a Tiena sin ningún castigo, quien ya había cometido dos errores inaceptables hoy. Sin embargo, si la persona que cometió el error estaba así, es una historia diferente.

—Estaba enojado, pero lo iba a dejar pasar. Tú eres la que causó todo esto Tiena.

El calor me secó la boca. Lehart, cuya confianza en sí mismo se había hundido en la oscuridad, apretó su delicioso trasero con sus manos. Un grueso pulgar se estiró entre sus piernas, acariciando la tierna carne rosada de su coño flotándola. Terminando de hablar, Lehart agitó su mano sin dudarlo. Mierda.

—Es tu castigo por desobedecer dos veces mis órdenes.

Dos dedos largos y gruesos se clavaron profunda y despiadadamente en la abertura vaginal no preparada. No uno, sino dos. Estaba claro que esto era demasiado para la tierna primeriza.

—¡Ay, no, no, no!

Tiena gritó cuando los dedos, sin ningún juego previo, rasparon dolorosamente contra sus paredes vaginales sin mojar, forzando a la abertura. Era un lugar que nunca antes había sido invadido. Y ahora Lehart lo estaba abriendo a la fuerza, y estaba siendo destrozado dolorosamente. Fue un dolor tan insoportable que hizo que se me nublara la vista un instante.

Tiena, cuya sangre se había drenado por completo y se puso azul, agarro con más fuerza las sábanas, intentando zafarse de los dedos inquisitivos de Lehart. Apartó las sábanas con los codos e intentó trepar por la cama, pero la voz fría de Lehart la interrumpió.

—Estoy seguro de haberlo dejado claro, no toleraré ningún otro comportamiento fuera de lo que te ordene que hagas.

Un sonido estridente atravesó el dormitorio. En un instante, sentí un dolor agudo en mis nalgas que habían sido golpeadas. Fue un destello de dolor frente a mis ojos.

—Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh.

Tiena se estremeció, rígida por la conmoción. Una oleada de miedo inundó su mente. Esta era la primera vez que la habían azotado en su vida. Ni siquiera su madre biológica, Sherize, que la había dado a luz y la había criado, la había tocado. Sin embargo, por primera vez en su vida, fue golpeada con el propósito de castigarla. Y no fue otra persona, si no Lehart Hartman, el hombre al que amaba.

El hombre al que amaba y el padre adoptivo que la había acogido después de que perdiera a su madre. El impacto de ser azotada por él duque se apoderó de su cerebro y lo sacudió. De alguna manera, sentí que había tomado una decisión terriblemente equivocada. Sus expectativas y planes habían sido tirados por la ventana, y este era un juego completamente diferente.

Tiena quería volver atrás antes de tomar la decisión, pero no podía y parecía ser demasiado tarde. Sus gruesos brazos agarraron su esbelta cintura y lo arrastraron hacia abajo nuevamente. Tiena levantó la mirada mientras temblaba y miró detrás de ella. Dudando en su confianza en sí misma observo rápidamente el rostro de Lehart.

Era difícil encontrar algo diferente a lo habitual en el rostro de Lehart, a excepción de su mirada que era mucho más oscura debido a la emoción. Sus ojos eran tan fríos e impasibles como siempre, y su expresión era la misma de siempre. Ese hecho alimentó el miedo de Tiena.

Fue aterrador. Parecía que Lehart se había convertido en una persona completamente diferente del Lehart que había conocido hasta ahora. El pavor rápidamente aumentó y la envolvió. Tiena luchó por alejarse de Lehart, olvidando que ella fue quien había iniciado esto.

—Haugh, ah, ah... ¡No, no!

Sus nalgas blancas, que se habían vuelto de color rojo brillante de un lado al haber sido golpeada por su gran palma, temblaban violentamente. Lehart miró su trasero, que se movía salvajemente, con indiferencia, y luego volvió a balancear la mano. Una gran palma golpeó la otra nalga esta vez. Mierda. Un terrible dolor junto a un sonido agudo y una sensación abrasadora se apoderaron de Tiena.

—¡Ja, uf!

Ja, ja....... Estremeciéndose por el dolor que inundaba su mente, Tiena respiró hondo y miró hacia atrás. Los ojos de Lehart brillaban con ferocidad como una bestia salvaje.

—Esta es la última vez, Tiena, y no habrá una segunda oportunidad para la misericordia. Este es mi castigo para ti.

Sería fácil de entender si piensa en ello como una especie de castigo físico. También sabía que los padres de familias nobles, como parte de la educación en el hogar, infligían un leve castigo físico a sus hijos. Pero no pude evitar sentir que el castigo de Lehart estaba de alguna manera fuera de lugar.

Lehart miró a la Tiena, que se retorcía como un herbívoro en una trampa.

—Entonces, cuanto más luches por escapar, más fuerte te golpeare. No sé por qué no lo entiendes, pequeña siendo tan brillante y perspicaz.

Lehart chasqueó la lengua con desaprobación y pasó la mano por sus nalgas al rojo vivo, y Tiena, con lágrimas en los ojos, sacudió la cabeza hacia arriba y hacia abajo con tanta fuerza que pudo escuchar un chasquido. Si se negaba, me volverá a golpear con fuerza en el culo. El miedo hizo a Tiena sumisa. Cuando Lehart vio que se mordía el labio con fuerza, disminuyó un poco la velocidad.

Lehart frunció el ceño en su lugar dijo con voz tranquilizadora.

—Sí, eso es lo que hacen las chicas buenas.

Ella asintió de nuevo desesperadamente, esta vez sin decir una palabra. Lehart, ahora completamente rígido, envolvió sus brazos alrededor de su esbelta cintura y la atrajo hacia él.
Su vagina ya estaba ligeramente hinchada por los dedos de Lehart que la habían abierto arbitrariamente, murmuró mientras frotaba el agujero enrojecido y su clítoris.

—Y nunca se sabe, Tiena, puede que estés adolorida ahora, pero pronto estarás muy emocionada mojándote aquí mismo, con tu castigo.

Es realmente innato. Riendo para sus adentros, Lehart volvió a meter su dedo en su abertura vaginal.

—¡Hmph, ja, ah, ah!

El dedo empujó contra el aún estrecho y apretado agujero, obligándolo a abrirse deslizándose hacia adentro. Los hombros de Tiena temblaron. El dolor brilló en sus ojos. No se sentía bien. Solo dolía. Las lágrimas empaparon sus mejillas, resbalando por su cara y mancharon la sábana. Respiraciones rápidas y entrecortadas brotaron de entre sus labios y se esparcieron por la cama.

Pero a Lehart no le importó y movió la muñeca. Con sus rígidos dedos froto la abertura vaginal y la pared interna del orificio. Los dedos que estaban deslizándose a través de la abertura al sacarlos golpearon contra su pubis y el movimiento alternativo continuó. Su abertura vaginal y la carne interior estaban adoloridas por haber sido frotadas con los gruesos y duros dedos. Tiena se tragó los sollozos y arqueo la espalda.

—Uf, duro...

Quería suplicar para que se detuviera, que se detuviera ahora, que detuviera lo que no era más que una tortura, las palabras subieron hasta su garganta pero no podía decirlas y se las trago. Lehart jadeó mientras observaba el movimiento del agujero que le mordía los dedos con fuerza. La mirada en el rostro de Tiena le dijo lo que más quería decirle en este momento. Lehart sacó completamente los dedos del pequeño agujero que se retorcía y la llamó.

—Tiena.

Su voz estaba ronca, mientras ella estaba sollozando, y las lágrimas corrían por su rostro. En el momento en que Lehart encontró la mirada de Tiena, la apuñaló de nuevo con su dedo violentamente.

—¿Quieres que me detenga?

—Hmph, Oh, Dios. Ahhh... uf.

Sus muslos, que estaban abiertos de par en par a ambos lados, temblaban. Un destello de luz pasó ante mis ojos y un escalofrío recorrió mi cuerpo. El líquido fluía de la abertura vaginal, que había estado derramando agua para poder sobrevivir. Fue precisamente la respuesta de una persona que ha sido apuñalada al extremo, por lo que Lehart miró extasiado las vibraciones que se extendían sobre la carne blanca antes de hacer una pregunta.

—Contéstame. ¿Quieres que me detenga ahora?— Sacudí mi cabeza.

La respuesta llegó más rápido de lo que esperaba. Hace un momento, había estado mirando a Lehart con una mezcla de miedo y terror, como si fuera un extraño que apenas acababa de conocer. Era como si su espíritu que se había escapado durante los severos azotes hubiera regresado. Era un rostro que era claramente consciente de su posición debajo de Lehart y del hecho de que todo lo que Lehart le estaba haciendo lo hacía para confirmar sus sentimientos.

Lo sabía. Por eso dicen que la ceguera de alguien cuando se enamora da tanto miedo. Te hace actuar como si pudieras deshacerte de todo, incluidos el hígado y la vesícula biliar. Lehart sonrió mientras miraba su rostro determinado, como lo había hecho antes. No había forma de ocultar la plenitud que llenaba el corazón de Tiena al ser confirmada de esta manera.

—¿No? ¿No quieres que me detenga, quieres que continúe?— Asentí.

Aunque dudó por un momento, se mordió el labio para asentir afirmativamente. Lehart retiró los dedos de su vagina e hizo la pregunta más importante de todas.

—¿Puedes manejar más que esto, entonces? No.

Se abrió y cerró repetidamente el agujero que perdió sus dedos era como si se sintiera vacío. Era casi obsceno, la forma en que intentaba seducir a Lehart mientras goteaba agua, aunque todavía estaba rojo e hinchado por la constante fricción. Cuando Lehart rozó con el pulgar el límite apenas húmedo de su entrada, Tiena se estremeció y sacudió sus hombros.

Además, aunque temerosa de no saber cuándo volvería a sentir el mismo dolor terrible que antes, su rostro estaba lleno de confusión mientras recordaba el escalofrío que había llenado su cuerpo justo antes cuando miro el brillo de sus ojos. Agregue a eso la confusión de tratar de averiguar a qué se refería Lehart cuando dijo: ¿Puedes manejar más que esto? Después de pensarlo un poco, Tiena asintió.

—.. Sí, puedo manejarlo.

Estaba claro que acababa de declarar que podía manejarlo, sin saber exactamente que era más que esto. Lehart acarició su agujero hinchado y enrojecido con una cara melancólica. '¡Pobre cosa! Obviamente estaba condenada a sufrir un sinfín de abusos por haber conocido al amo equivocado.

Lehart, que había estado flotando brutalmente con su mano como para calmar la lamentable vagina, que era tan pequeña y antiestética en comparación con su enorme pene, como si mirara a su presa, retiró la mano y de inmediato la llevó a sus pantalones. Clic. El sonido familiar al desabrocharse la hebilla y bajarse la cremallera de los pantalones resonó en el dormitorio.

Un momento después, completamente inconsciente de lo que estaba a punto de sucederle, Tiena, con las piernas abiertas debajo de Lehart, giró la cabeza cuando sintió una sensación pesada y caliente contra sus partes íntimas, expuestas al aire. Tiena abrió mucho los ojos cuando encontró el objeto asomándose entre sus piernas.

—Oye, ¿qué es esto...?

En el centro entre las piernas de Lehart había un objeto que era difícil de creer que fuera de un humano. Solo había desabrochado sus pantalones, la cosa que saco era horrible en forma y grotesca a la vista. El pene erecto, sin saber qué tan largo era, estaba en un estado de excitación con las venas abultadas.

Sin embargo, no se detuvo allí, ya que el líquido que fluía de la punta empapaba el pilar rojo oscuro, y Tiena tenía todas las razones para estar horrorizada. Cuando el pene viciosamente erecto de la bestia se abrió paso en su vagina viscosa, Tiena, finalmente dándose cuenta de lo que estaba sucediendo, sacudió la cabeza con horror.

—¡No, no, padre! ¡Es imposible! ¡Es imposible!

—¿Qué es lo que no te puede gustar, Tiena?

¿Estás diciendo que vas a meterme un arma del tamaño de tu antebrazo dentro de mí? Nunca. De ninguna manera. Me destrozaría. No, ni siquiera entraría en primer lugar. Tiena, que se estremeció al ver el pene de Lehart, protestó enérgicamente.

—Me desgarraras, me desgarraras, padre. No, no, no.

Su mente se aceleró por el miedo. Pero incluso cuando su boca dijo no, su cuerpo había aprendido a temer y no trató de alejarse de la cama como lo había hecho antes. Lehart se burló, aplastando fácilmente el cuerpo de Tiena con el suyo y sometiéndola.

—Dijiste que podías manejarlo hace unos momentos, Tiena, ¿y ahora dices que no puedes?

Tiena gimió un gemido estrangulado cuando el enorme eje presionó amenazadoramente contra su agujero, como si estuviera a punto de abrir y clavarse en su pequeña vagina en cualquier momento.

—Esto, para. No quiero...

Lehart miró el rostro de Tiena, que estaba aterrorizada, y dijo.

—Para decirme que pare ahora. Tina, no sabía que eras una persona tan mentirosa.

Su mirada oscura tenuemente brilló. Lehart ya le había dado tantas oportunidades. Incluso si Tiena realmente  le hubiera dicho que no en primer lugar, pero no tenía la intención de renunciar, Tiena fue quien rechazó todas las oportunidades que Lehart le dio. Pero ahora que no le gustaba, ¿quiere que me detenga? No había manera de que pudiera renunciar.

—No sirve de nada negarse, Tiena. Porque ya es demasiado tarde.

Lehart, que torció los labios y se rio con fiereza, agarró la cintura de Tiena con fuerza y ​​la atrajo hacia sí con fuerza. Al mismo tiempo, empujó su cintura hacia adelante y el enorme glande que se había estado alineando contra la entrada, listo para zambullirse en cualquier momento, lo empujó contra la diminuta vagina y lo metió dentro.

—Ugh… Ah, jaja. Ah, ah….

El cuerpo de Tiena aún no se había adaptado a los dedos de Lehart, que eran demasiado gruesos y largos. En tal situación, no había forma de que pudiera abrir a la fuerza su estrecho interior y tragar suavemente el pene que empujaba. El dolor era tan insoportable que apenas podía respirar; se sentía como si mi cuerpo se estuviera partiendo por la mitad. Mis paredes vaginales, que de alguna manera se las habían arreglado para arrojar agua para sobrevivir, estaban resecas.

Tiena se puso rígida y respiró hondo, olvidando que se suponía que debía luchar. Mientras tanto, el feroz falo de carne caliente continuo clavándose en sus entrañas resecas, arañando sus paredes.

—¡Ja ja! ¡ah! Ahh, eh.

Una respiración corta y un gemido de llanto estallaron al mismo tiempo. Duele. Me duele mucho. Mis instintos me gritaban que huyera del terrible dolor que inundaba mi cerebro. Las lágrimas se acumularon en las esquinas de mis ojos enrojecidos. Parpadeando para contener las lágrimas que no estaban fuera de lugar en esta situación se arrastró desesperadamente sobre la cama.

Intentó alejarse de Lehart, pero fue imposible. Lehart miró la lucha desesperada de Tiena como si fuera ridícula, luego agarró su pelvis temblorosa y lentamente saco su pene un poco para luego, con un golpe, hundirlo profundamente con una sola embestida. El glande se estremeció, abriéndose paso a la fuerza entre sus paredes internas cada vez más estrechas.

El cuerpo de Tiena se estremeció violentamente por la fuerza de la embestida desde atrás. Una sensación de ardor abrasador surgió de la entrada arañada y en sus paredes internas adheridas al gran y duro pene que no era diferente de un arma.

—Oh, Dios mío, ayúdame. Por favor sálvame. Ayúdame... por favor, padre...— La espalda de Tiena se arqueó mientras respiraba entrecortadamente. Estiró los brazos hacia atrás, tratando de detenerlo de alguna manera, pero no importaba lo fuerte que empujara contra el duro estomago detrás de ella, él no se movía. De hecho, solo empujó más profundamente. Estaba completamente indefensa.

—¿Por favor, sálvame? Ja, si alguien te escuchara, pensaría que estoy tratando de matarte en este momento.

Controlando a Tiena, que no podía hacer nada más que retorcerse bajo el enorme cuerpo que la aplastaba, Lehart repitió la misma acción una y otra vez.

—Shh, quédate quieta.

Moviendo la cintura, metió y saco su pene de su entrada, una vez, y luego otra vez.

—..puaj. Sabía que sería estrecho, pero es más de lo que pensaba... es asombroso.

Le tomó un tiempo darse cuenta que lo pesado era abrir las estrechas paredes que se adherían alrededor de su pene y le tomaba un tiempo obligarlas empujando hacia atrás y hacia adelante repetidamente. De repente, el flequillo de Lehart estaba empapado de sudor.

Ruido sordo. Pronto, la punta redonda del grueso pilar golpeó en algún lugar dentro del cuerpo de Tiena. Entonces, Lehart, que estaba empapado de sudor y sacudió su flequillo mojado, dejó de moverse. Si Tiena hubiera relajado su cuerpo un poco, habría sido más fácil la tarea de sumergir su pene profundamente hasta su útero.

—Ugh....... Ugh. Hmph.

Tiena estaba fuera de sí, jadeando y gritando por el dolor al abrirle las entrañas a la fuerza.

—... Vaya.

Lehart pasó su mano por su flequillo sudoroso, sintiendo que su pene encajaba firmemente en el cuello uterino de Tiena. Con la respiración entrecortada, Lehart torció las comisuras de su boca en una sonrisa.

—Tan apretada, tan caliente... y tan mojada.

La sensación era tan buena, las paredes de su vagina contrayéndose y apretando  alrededor del pilar que la llenaba. Una sonrisa de satisfacción apareció en el rostro de Lehart que no pudo ocultar. La penetración era tan profunda que hasta el más mínimo movimiento de su cintura hacía que el útero se estremeciera. Lehart bajo la mirada para ver que estaban unidos por la cadera.

Vi su vientre protuberante. No parecía que comiera mucho, pero probablemente era porque él era demasiado grande en comparación con Tiena, que era pequeña en general.

Cuando metí mi pene, pude ver la fea columna de carne debajo de su delgado abdomen. Levanté la mano y presioné el bulto donde había estado acunado mi pene, y Tiena arqueo la espalda.

—¡Ja, ah!

Tiena gimió mientras estiraba el cuello. Ciertamente era un tipo de gemido diferente a los gemidos llenos de dolor que había estado soltando antes.

—¿Lo sientes, Tina? hasta el fondo, hasta la empuñadura. Pero parece que tu coño lascivo no está satisfecho con solo la penetración, ya veo. Sabiendo que es el pene de tu padre, viendo como lo muerdes muy fuerte hasta la raíz y tratas de tragártelo.

Lehart, que rio levemente, puso su brazo junto al rostro tembloroso de Tiena. Mientras bajaba el torso de su cuerpo, la ya profunda penetración se profundizó. El grande que presionaba contra su cuello uterino se sacudió como si fuera a atravesarlo en cualquier momento y hundió el grande en el camino que conducía a su útero.

—¡Hmph!

La presión se intensificó, amenazando con aplastar todo lo que había debajo. A este ritmo, no sabía qué le sucedería realmente a su cuerpo. La aterrorizada Tiena se estremeció. Sus uniones se frotaban una contra la otra sin una pulgada de espacio entre ellas. Además del pene grande, pesado y parecido a un arma que se clavaba dentro de ella, sintió otra masa pesada de carne presionando contra su piel.

Eran claramente los testículos de Lehart, deslizándose por el agujero estirado hasta el límite para acomodar el enorme pilar. Lo que vi cuando miré hacia atrás antes de la penetración, junto con el pene de aspecto horrible, fue el saco seminal que colgaba debajo del poste. La masa redonda y pesada de carne empujó contra mi piel a un ritmo constante.

Después de hacer una pausa para recuperar el aliento después de la penetración, Lehart comenzó a moverse nuevamente.

—¡Fuera, fuera, fuera!

Justo cuando pensó que el dolor de ser partida por la mitad finalmente había disminuido un poco, las caderas de Lehart se sacudieron salvajemente y el dolor abrasador regresó cuando el enorme pene raspo sus paredes vaginales.

—Puaj. Ugh, ugh, ugh. ¡Fuera, ah!

Tiena dejó escapar un gemido ahogado de dolor cuando fue aplastada y sacudida bajo el enorme cuerpo de Lehart, que la montaba por detrás. El mundo ante ella giraba salvajemente, mareándola. Tiena lloró y suplicó.

—Oh, padre... Por favor, por favor, detente... No, ugh. No, no, no, no. Puck., Puck.

Cada vez que Lehart golpeaba su cintura y sonaba un sonido sordo, sentía un dolor desgarrador en su delgada cintura. Tiena sacudió la cabeza y las lágrimas esparcidas empaparon las sábanas. Sin embargo, en lugar de disminuir la velocidad, los movimientos de Lehart se volvieron más rápidos. Lehart aceleró más sus movimientos y gruñó mientras golpeaba sus caderas con fuerza.

—No, ¿qué te dije antes, Tiena? Te dije que estabas siendo castigada por tus fechorías.

Incluso si rogaba en primer lugar, el castigo era incorrecto. Las estocadas de Lehart se volvieron más salvajes y rápidas, y la visión de Tiena se sacudió con ellas.

—¡Hmph, hmph, hmph, hmph!

Tiena no se dio cuenta, pero cuanto más fuerte se volvían las estocadas de Lehart a horcajadas sobre su cintura, se hacían más fuerte sus gemidos, que no habían sido más que de dolor, y se mezclaron gradualmente con gruñidos.

—¡Aaahhh, ahhh, ahhhh!

Los movimientos del rígido pene se fueron suavizando gracias al agua que producía el cuerpo de Tierna. Lehart suspiró notando mayor flexibilidad. Esperaba que fuera así. Tiena nació completamente de esta manera. Lehart agarró su esbelta cintura como si fuera las riendas de un caballo y la golpeó con fuerza.

—Uf, sí. ¡Sí, sí!

Golpe, golpe, golpe. Hubo un sonido áspero de agua salpicando y ondas rompiendo contra las nalgas. El aliento que escapó a través de sus labios de repente se hizo más pronunciado. Me tomó bastante tiempo lograr que mi cabeza entendiera lo que acababa de decir Lehart, ya que su cerebro fluctuó como su visión fluctuaba salvajemente.

Tiena, que había estado escupiendo dulces suspiros a través de sus labios entreabiertos, suplicó de nuevo.

—Oh, sí, sí... Oh, lo siento, fue un error, padre mío. Tengo miedo, tengo miedo, ¿de acuerdo? Perdóname, perdóname, por favor, por favor... ¡Oh!

Cada vez que el grueso pene raspaba vigorosamente la pared vaginal y entraba y salía del agujero, surgía una sensación diferente como nunca antes. Su cuerpo comenzó a temblar de placer. La estimulación irradiaba desde los dedos de sus pies, las yemas de sus dedos, todo su cuerpo. Las estrellas brillaron ante mis ojos.

—¡Je, ah! ¡Ahh, sí, sí! ¡Ah, sí!

Los ojos de Lehart brillaron con un significado diferente al de Tiena.

—Sobre lo de disfrutar de ser castigada, ahhh. Qué apropiado es que digas esto.

Riendo con una risa baja y gutural, Lehart sacó su largo pene y lo puso cerca de la entrada y balanceó el brazo. La palma de su mano golpeo la piel de sus nalgas, provocando un sonido punzante agudo. Al mismo tiempo, volvió a hundir su duro pene profundamente. Puck. Puck.

La punta acarició su cuello uterino con un movimiento rápido y su trasero le ardía. Tiena, que estaba ocupada gimiendo un dulce suspiro, inhaló y tragó rápidamente su aliento.

Sin embargo, no se detuvo allí, ya que Lehart golpeó con la mano su trasero recién azotado y hundió su pene en ella, provocando en su cuerpo un espasmo. Un temblor como una vibración cortante se extendió por todo su cuerpo.

—Hmph, hmph. Ugh.

Un placer desconocido me atravesó, y las estrellas se desvanecieron de mi vista. El cuerpo de Tiena se estremeció y tembló. Podía sentir sus jugos deslizándose por sus muslos mientras entraba y salía en rápidos movimientos.

—Ja, ja ... esto, ¿qué es esto...?

Tiena, que respiraba con dificultad, murmuró con incredulidad. Lehart, que estaba ocupado sosteniendo la pelvis de Tiena y embistiendo con fuerza su pene dentro de ella, frunció los labios ante el sonido de su voz impotente.

—¿Qué quieres decir? Naciste con eso. Eres tan indecente, Tiena, que te empapes así mientras te castigo.

—Oh, no... No, no, no.

Tiena trató de negar las palabras de Lehart, pero involuntariamente dejó escapar un gemido y abrió mucho los ojos. Con los ojos abiertos de par en par como si no pudiera creer la reacción de su cuerpo. Lehart miró el cuerpo rígido de Tiena y se rio a carcajadas. Estaba destinada a llamar su atención de nuevo hacia él.

—Tú naciste así, Tiena, completamente—. Lehart frunció los labios, habiendo clavado el clavo en el ataúd con tanta firmeza que Tiena ya no pudo negarlo. En el dormitorio, donde se había ido toda la charla que había estado sucediendo, solo se podía escuchar el choque áspero de la piel caliente.

Lehart presionó su pecho completamente contra la espalda de Tiena, moviendo solo sus caderas para empujar su pene dentro y fuera de ella, rápido y duro. Los gruñidos intermitentes de Tiena resonaron en el dormitorio, agudos y prolongados, el fluido que salía de la parte inferior de sus cuerpos acoplados aumento y los lascivos sonidos se intensificaron salpicando la sabana.

Tiena se tambaleó con las embestidas rápidas y palpitantes del pene de Lehart hasta que quedó aturdida. Se le escapó un jadeo irregular cuando el grueso y fornido grande raspó contra sus paredes internas. Su cuerpo se estremeció y su mente se aceleró cuando él empujó todo el camino hasta la raíz en una sola acometida. El placer lo atravesó, amenazando con explotar en cualquier momento. Lehart, quien rápidamente presionó su trasero regordete, apretó los dientes.

Ja. Era algo por lo que tenía curiosidad incluso antes de que comenzara el acto. Si empuja su pene hasta el límite y eyacula, la semilla de su padre fluiría directamente a su útero y se asentaría allí. ¿Cuál sería entonces la reacción de Tiena? ¿Estaría feliz de que le haya dicho que le gustaba, o diría que no quería tener a su hijo mientras aún fuera miembro de su familia? Tenía curiosidad por la reacción de Tiena. Quería saber si aún podía decir que lo amaba.

El pene sumergido en la oscuridad brilló con una luz titilante y espantosa. Leahart, con la barbilla en alto, hizo un esfuerzo final. Sus paredes vaginales calientes se estremecieron, tratando de atrapar el pene que se escapaba de alguna manera.

—Uf. Ja…

Cuando sacó el pilar moviéndose hacia atrás, la membrana mucosa roja que se arrastró fuera fue aplastada dentro por el glande con una estocada violenta tan pronto como lo volvió a meter. Huck, huck. El aliento que escapó a través de sus labios fue áspero. La sensación de eyacular se disparó hasta la parte superior de mi cabeza.

Lehart retiró su pene por completo de nuevo, y lo metió profundamente dentro de ella con un rápido empujón, y contuvo la respiración. Tiena estiró el cuello y levantó la barbilla hacia el techo mientras dejaba escapar un grito agudo.

—¡Jaja, ah!

—¡Puaj!

La pared vaginal, que alcanzó su clímax un paso por delante de Lehart, vibró y apretó violentamente el pilar. Lehart dejó escapar un profundo suspiro y se corrió. Silbido. Pudo sentir el espeso semen brotando del grande, mojando el útero de Tiena. Lehart retiro lentamente su pene, solo después de estar seguro de que las paredes internas estaban completamente empapadas con su semen.

—....haa...— Puff.

Su pene se deslizo fuera de su diminuta vagina haciendo lindos ruidos, empapado en los fluidos del otro y eran un desastre. Tung. Incluso después de eyacular una vez, la bestia, que no había disminuido en tamaño, levantaba la cabeza con rigidez. Cuando desapareció el enorme pilar que bloqueaba el agujero, un líquido rosa pálido fluyó de la abertura abierta y mojó su coño.

Era una mezcla del semen que Lehart había disparado profundamente dentro del vientre de Tiena y el ligero rastro de sangre que probaba que Tiena había perdido la virginidad. Jureukjureuk. El líquido goteaba por el valle lascivamente abierto, manchando las sábanas de blanco puro de la cama. Era como ver huellas en una capa fresca de nieve.

Lehart sonrió mientras miraba toda la escena con los ojos muy abiertos. Con una sonrisa tan brillante que era difícil ver la timidez que estaba envuelta en lujuria porque sus ojos estaban completamente extasiados. Era la primera vez en mi vida que me reía así. Si Hugo, el mayordomo que había estado con Lehart desde la infancia, hubiera visto su sonrisa ahora, probablemente se habría caído hacia atrás de la sorpresa. Era una sonrisa peligrosa para un anciano.

Su corazón se apretó en su pecho, golpeando y golpeando con un ruido sordo placentero. Puede que no sea una mala idea exhibir la sábana para que todos la vean, empapada con sus fluidos corporales y evidencia de que Tiena había perdido su virginidad. Ja, ja, no pudo evitar la sonrisa de satisfacción que se escapó de sus labios.

—Ja ja.

Lehart se rió, su voz baja y retumbante, y con su mano acarició su pene, que no había muerto en absoluto.

—Eres hermosa, Tiena, especialmente tu agujero que se contrae, donde has tomado el semen de tu padre.

Tack, Tack, el sonido espeso de la palma masturbando desde la base del pilar resonó en el dormitorio. Puck, puck El gran pilar se balanceaba junto con el toque imparable de Lehart. Una espesa excitación que no parecía desaparecer tiñó de rojo la cabeza de Lehart. Lehart sacó la lengua, y humedeció sus labios resecos por el calor, apretó se pene que se tambaleaba salvajemente en su mano, mirando el líquido pre seminal desperdiciado que goteaba por el grueso grande hacia el obsceno valle.

—Entiendo que estés abriendo obscenamente el agujero de tu coño porque te gusta, pero ¿no deberías comer bien sin derramar las preciosas semillas?

Por supuesto, iba a follarla tan completamente que incluso un pequeño derrame sería imperceptible, el glande que recorría su tierna carne perforó su abertura vaginal. El eje grueso estiró el agujero hasta sus límites en un movimiento rapido.

El dolor que llenó mi cabeza fue seguido por una vertiginosa sensación de placer que nunca antes había sentido. Empapada por las secuelas, los ojos de Tiena se abrieron de golpe.

—¡Ja, ugh, ugh, ugh!

Su vagina abierta de par en par se sacudió violentamente, como si estuviera a punto de estallar. Con un gemido que sonó como un grito, Tiena giró la cintura y su mirada temblorosa se volvió hacia Lehart.

—Porque, porque...

Preguntó sin poder terminar la pregunta: no habías terminado, porque estaba débil. Lehart respondió, las comisuras de su boca torciéndose cruelmente hacia arriba.

—Pensaste que tu castigo era de una sola vez.

Si mirada era helada, como si dijera que si pensaba eso, estaba equivocada. El acto continuaría hasta que Lehart estuviera satisfecho, independientemente de sus deseos. Era natural que hiciera lo que él le pidiera para ganarse su confianza, después de todo, ella había sido la primera en revelar sus sentimientos por él, y también había dicho que haría todo lo que él le dijera para ganarla.

Tuve la primera vez de Tiena, pero no estaba satisfecho. La bestia, todavía hambrienta, comenzó a mover su cintura de nuevo con fuerza, como si todavía estuviera lejos de estar satisfecho. Gritos y chillidos llenaron alternativamente el dormitorio.  

La noche de la ceremonia de mayoría de edad, que pensé sería la mejor de mi vida, resultó ser la peor.


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